lunes, 25 de julio de 2016

REVOLCATORIO







REVOLCATORIO
Luis Marín

La alternativa democrática se comporta como quien deliberadamente se mete en un campo minado y luego se queja de que allí haya minas, con el agravante de la experiencia anterior y las advertencias previas de que nadie debería caer en una trampa tan burda; pero no, ellos debatieron, evaluaron y decidieron que ese es el único camino y allí están, entrampados.

No obstante, el referendo goza de un extraño consenso universal que va de Obama al general Cliver Alcalá Cordones, de Luis Almagro al Papa Francisco, pasando por el mismo Maduro que fue el primero que lo pidió, asimismo el opositor Henrique Ochoa Antich reveló públicamente que le planteó a su íntimo amigo el defensor del pueblo Tarek William Saab cómo salir de este atolladero y éste le contestó: “Bueno, ahí está el Referendo Revocatorio”.

El único que no se ha pronunciado es Castro y su silencio pesa más que toda la cháchara de quienes no tienen el control de la situación sobre el terreno: nada ocurrirá sin una decisión del buró político del comité central del partido militar y éste sigue la receta de los maestros de La Habana. Aunque la oposición oficial siga ejercitando su deporte favorito de embestir molinos de viento, luchando con instituciones de fachada como el TSJ que es, como los demás poderes públicos, simple vocero del nudo poder que ostentan los comunistas cubanos.

Es lamentable que nadie recuerde a Quirós Corradi con su doctrina de “estamos blindados” y no importa más nada, así que da lo mismo presentar batalla en el pantano que en la llanura porque “de todas maneras vamos a ganar”. No se sabe si el pecado es de soberbia confianza en la propia condición o de una ingenua subestimación de la calaña del enemigo, como no tomarse en serio a Castro y Compañía, contra toda evidencia.

Ciertamente no parece muy responsable exponer a millones de personas a las retaliaciones de un régimen que ha demostrado hasta la saciedad su absoluta falta de decencia con la promesa de que las van a defender, cuando todavía no han empezado a defender a las que desde el 2004 las están sufriendo, precisamente por la imputación de que “firmó contra el presidente”.

Este es un punto que no por olvidado ha desaparecido, como no lo han hecho sus antecedentes desde la II Guerra Mundial: la cantidad de funcionarios públicos, contratistas y simples arribistas que sacan provecho de acusar a otros de haber firmado para conseguir un ascenso, un contrato o beneficiarse de un modo desleal.

Las famosas listas Tascón, Maisanta y otras son algo más que tinta sobre  papel: No debe haber ni una persona que no haya presenciado, sentido, sufrido por la palabra, el gesto, la actitud de tantos que cerraron un expediente con un simple y lapidario: “Firmó”. Y punto, contra eso no hay apelación posible.

Uno de los rasgos del populismo que es urgente superar es su odiosa tendencia a transferir las decisiones de un pequeño comité al “pueblo” de manera que ciertos líderes presentan su propia voluntad como si fuera la expresión de la voluntad general, con el beneficio añadido de que la responsabilidad también se diluye y no responden por los daños que causan.

Esto es evidente en el chavismo, porque Chávez es el pueblo, luego, el pueblo es Chávez; pero se entiende menos en la oposición oficial, que actúa de idéntica manera. Sus intelectuales orgánicos escriben que “el pueblo” depositó su confianza en la MUD y a todos les parece bien.

Ninguno dice que ésta es una coalición de partidos que se ha impuesto con singular ferocidad y que quienes han tratado de resistírseles han sido, parafraseando a su Secretario General: “aislados, segregados y derrocados por irresponsables y violentos”.

A estas alturas ninguna de las promesas que hicieron para acceder a la Asamblea Nacional se ha cumplido, como era predecible y fue predicho; pero ahora la pelea es por los candidatos a las elecciones de gobernadores y alcaldes que, como en la Asamblea, todos serán de la MUD salvo los que conserve para sí el gobierno, incluso la cuota de gobernadores militares que hoy son apenas 13, una extraordinaria ilustración de democracia y pluralismo.

A veces sobresale en la Asamblea el discurso de quienes se esfuerzan por ayudar al régimen a gobernar, pero éste no se deja ayudar y todos los días los que comienzan diciendo “en cualquier democracia”, etcétera, para dejar claro que esta es una democracia, con algunos pequeños defectos, ciertos déficits, acosada, pero viva.

En el mundo real los hechos seguirán su curso, alejándose cada vez más de los discursos  demagógicos.

DIVERSIONISMO FASCISTA

Hace tiempo que dejaron de hacer gracia los comentaristas que acusan el gobierno de “fascista” y los agentes provocadores que llaman a las radios para denunciar la instauración en Venezuela de un régimen “fascista”, para revelarse como otro encubrimiento deliberado, una política comunicacional que dificulta identificar como partidos de gobierno al Partido Socialista Unido, al Partido Comunista, Liga Socialista, PODEMOS, PPT, MAS, MIR y paremos de contar para no añadir a las FARC, al ELN, la ETA, etcétera.
¿Cómo va a ser fascista Nicolás Maduro cuyos escasos estudios sistemáticos los realizó en la escuela de formación de cuadros del Partido Comunista Cubano Ñico López? ¿Cómo van a ser fascistas el ejército y policía cubanos de ocupación?

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domingo, 24 de julio de 2016

AUTOCRÍTICA Y DEMOCRACIA





AUTOCRÍTICA Y DEMOCRACIA
Miguel Aponte

¿Por qué la autocrítica? Respuesta: porque hay que tomar consciencia de que aquello que nos trajo hasta aquí, no es lo que nos sacará de aquí. Esa “crisis de gobernanza de la democracia representativa”, de la que ya abiertamente se habla, tiene mucho que ver.

Cuando los partidos liberales y conservadores británicos, frente al brexit, proponen lo mismo y fracasan; y los británicos votan contra aquello que les conviene y por los peores motivos, está faltando autocrítica; cuando en países tan distintos como España y EE.UU un Iglesias y un Trump emplean conscientemente similares estrategias -mentiras y manipulación del discurso- y aún así reciben apoyo, está faltando autocrítica.

Cuando lo que interesa en la política no es traer propuestas claras y distintas y luchar democraticamente por ellas, sino “componerlas” parcialmente a partir de encuestas y estudios de “lo que la gente quiere”, aunque eso que quiera sea el suicidio colectivo, está faltando autocrítica, si frente a los problemas tanto la derecha como la izquierda proponen por igual el populismo, el reformismo vulgar, la fascinación carismática y la irresponsabilidad vestida de “compromiso social”, sin visión ni valores positivos y verdaderamente democráticos, sino con un mediocre discurso de chivos expiatorios y el mismo “quítate tú…”, para, atención, ¡hacer lo mismo!, entonces está haciendo falta autocrítica.

Cuando, como en Venezuela, la política se vuelve pura corrupción y afán de dominio, convirtiendo toda la sociedad en zombis hambrientos, la hora de la autocrítica llegó. Hasta aquí nos trajo esta democracia con adjetivos, que comenzó prometiendo ser “representativa” y “liberal”, para seguir en su lógica degradante hasta convertirse en “participativa” y “protagónica” o cualquier cosa. Vemos que la misma falta de imaginación invadió a liberales y marxistas, que ambos engañan al ciudadano y caen víctimas de su propia antiestrategia: el “todo vale”, la falta de autocrítica y, por tanto, de verdadero pensamiento.

25 julio 2016

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viernes, 22 de julio de 2016

EL AJUSTE ECONÓMICO EMPOBRECEDOR DE NICOLÁS MADURO


EL AJUSTE ECONÓMICO EMPOBRECEDOR DE NICOLÁS MADURO
Humberto García Larralde


Es una verdad de Perogrullo que la economía se ajusta continuamente a sus circunstancias. El principal mecanismo de ajuste, como aprenden quienes inician sus estudios en esta disciplina, es el sistema de precios. Las políticas públicas afectan la forma en que opera este sistema y pueden aliviar o acentuar las restricciones que acotan el desenvolvimiento económico. La forma en que el gobierno incide determinará la bondad o el daño del ajuste: podrá optimizar el uso de los recursos, siempre limitados, aumentando el producto y contribuyendo con el asentamiento de instituciones que propicien que su usufructo sea socialmente justo, o podrá intervenir el sistema de precios, distorsionando la asignación de recursos y desplazando la inversión productiva por la especulación, a la vez que reparte el producto social por mecanismos no mercantiles que fomentan corruptelas.

Lo insólito del caso venezolano es que Maduro pretende hacernos creer que su gobierno no está “ajustando” la economía. Para él, la palabra “ajuste” forma parte de su arsenal de guerra. Vendría siendo, según él, la cabeza de proa de supuestos intereses foráneos que buscan someter la economía venezolana a sus intereses. ¡Qué nada se interponga al manejo discrecional del país por parte de los “revolucionarios” quienes, por antonomasia, representamos al pueblo!

Durante los catorce años del gobierno de Chávez el ingreso per cápita por exportación de petróleo se incrementó en más de un 500%. La “revolución” aprovechó la bonanza para afianzar los objetivos políticos del Presidente, acosando a la economía doméstica con restricciones y controles de precio que redundaron en un ajuste distorsionado y muy ineficiente. Las importaciones, más que se triplicaron por cada venezolano durante ese lapso y, para finales de 2015, la producción manufacturera por habitante era un 23% menor a la de 1998 y la agrícola había caído en un 7%. El ajuste chavista, de muy baja calidad, nos hizo mucho más vulnerables a los vaivenes del mercado petrolero mundial, pero mientras su precio rondaba los $100 por barril, no mostraba sus costuras.

Maduro ha mantenido el esquema destructivo anterior, salvo que ahora se ha visto obligado, adicionalmente, a ajustarse a la reducción drástica del ingreso externo. En absoluto se ha propuesto superar este cerco reactivando el aparato productivo doméstico a través del desmantelamiento del sistema de regulaciones y de controles de precio (y de cambio), que hoy asfixian su quehacer. Tampoco atiende a la caída brutal en la capacidad adquisitiva de la población, tomando las medidas imprescindibles para aplacar la altísima inflación, la más alta del mundo. Lo que ha hecho es rezagar el ajuste en los salarios, con lo que ha evitado hasta ahora que se dispare una hiperinflación, pero a costa del empobrecimiento brutal de los trabajadores.

Su interés ha sido privilegiar el pago de la deuda pública externa, para lo cual ha contraído las importaciones violentamente, agravando aun más el desabastecimiento interno, con su trágica secuela de colas insufribles en busca de alimentos regulados, malnutrición y muertes evitables si se pudiera producir o importar libremente medicamentos y equipos médicos. Pone al Ministro de la Defensa a cargo de la distribución de estos escasos recursos para cubrir las apariencias, como si el problema fuera de disciplina y control logístico. Juega con la salud de los venezolanos.

Ante la gravísima situación que padece la inmensa mayoría de los venezolanos, los economistas hemos venido exhortando que se apliquen políticas de estabilización macroeconómica que reduzcan  sustancialmente el déficit público y su financiamiento monetario –la maquinita de imprimir billetes del BCV-; unifiquen y liberen el tipo de cambio con apoyo de un generoso financiamiento externo negociado con los organismos internacionales; y sustituyan los controles y regulaciones por la promoción activa de la competencia, tanto nacional como internacional.

Al levantar la restricción externa, al aparato productivo doméstico podrá importar insumos, equipos y repuestos para reactivarse, ya que hoy opera con apenas un 35% de su capacidad. Ello permitiría sustituir importaciones, reduciendo las necesidades de divisas, y generar empleos, cada vez mejor remunerados en la medida en que se incremente la productividad. Adicionalmente, una unificación cambiaria que equilibrara la capacidad adquisitiva interna y externa del bolívar se traduciría en que la mitad de las importaciones de bienes de consumo final e insumos disminuyan de precio, ya que hoy deben recurrir al dólar paralelo, mucho más caro.

No obstante, se encarecerían aquellos bienes que importa hoy el gobierno con dólares subsidiados. Buena parte de los venezolanos ya pagamos esos productos a precios muy superiores (de “bachaquero”), pero una porción creciente se ve obligado a padecer colas maratónicas en espera de poder conseguir algún alimento o producto farmacéutico a precio regulado, dados sus miserables ingresos. Será menester instrumentar mecanismos eficaces de compensar a estos sectores mientras se reactive la economía, vuelvan a llenarse los anaqueles con productos a precios estables y se generen empleos bien remunerados.

La condicionalidad que exigirían los organismos financieros internacionales para otorgar los recursos que facilitarían estos avances sería el saneamiento de las cuentas públicas para reducir el gasto dispendioso y cerrar el déficit que alimenta la inflación. Para no comprometer el gasto social habrá que privatizar empresas que hoy constituyen enormes desaguaderos de dinero. En fin, un ajuste expansivo, enriquecedor, que atraerá cuantiosas inversiones y mejorará el bienestar de los venezolanos, en contraposición al actual ajuste empobrecedor. Pero el gobierno de Maduro rechaza este tipo de ajustes descalificándolos con una serie de epítetos propios de la retórica comunistoide, alegando la defensa de la “revolución”.

En realidad, bajo tal disfraz, defiende un sistema de complicidades entre factores de una oligarquía militar y civil parásita que se ha apoderado de las distintas instituciones del estado para depredar el sistema de controles, los diferenciales de precio y las oportunidades de extorsión, y expoliar la riqueza social sin rendición de cuentas.  

Bajo banderas “socialistas” el chavismo ha conformado un estado patrimonialista que ha privatizado el usufructo de muchos bienes públicos por parte de esta oligarquía corrupta -¡ah, las mieles del poder!-, mientras denuncia "los intentos del imperio, por medio del FMI por doblegar a Venezuela”. Las imposturas ideológicas, como se ve, pueden ser inmensamente rentables. 

Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
24 julio 2016

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lunes, 18 de julio de 2016

LA TRAMPA DE LAS IDEOLOGÍAS



LA TRAMPA DE LAS IDEOLOGÍAS
Miguel Aponte

Fue Marx quien llevó la tesis liberal hasta sus últimas consecuencias lógicas y, desde él, liberales y marxistas resultan paradojicamente similares -¿iguales?- en su contradicción. Expliquemos. El liberalismo asume que, en la sociedad, todo depende de la tasa privada de ganancia, siendo que ésta, en realidad, es sólo un momento de lo económico que, a su vez, apenas es un momento de lo social; el marxismo responde que tal tasa debe suprimirse, porque en ella se expresa la esencia de la explotación, punto final de una sociedad dividida en clases.

La polémica alcanza su grado máximo en la idea de “propiedad”, que las ideologías asumen como causa suficiente de sus respectivas cadenas argumentativas. Si así fuera, la propiedad sería explicación eficiente de todo: suma felicidad, según el liberalismo; o suma desgracia, para el marxismo. Son, pues, causalistas -una sola causa-; deterministas -la propiedad determina todo-; positivistas -una ley inapelable-; y reduccionistas, pues ambas ideologías creen ciegamente en una receta “todo o nada”. He aquí cómo nos llevan a la guerra a muerte entre las clases. Es la trampa liberal-marxista en la que cayó la sociedad por imposición del pensamiento positivista y reduccionista “moderno”.

La verdad es que, en este caso, la contradicción no funciona como ellas proponen, pues ni la propiedad resuelve todo, ni es eliminable: no es causa única, sino condición “acompañante” del asunto, condición necesaria, más no suficiente: la libertad es siempre más. Si usted deja la propiedad de su cuenta y se sienta a esperar que la sociedad “sea feliz”, hará el ridículo; y si, al contrario, la suprime, verá cómo se corrompe hasta quedar secuestrada por un déspota y su clan de bandidos. Desde los antiguos se sabe algo que las ideologías buscan ignorar para desgracia de la humanidad: que las antítesis no siempre se contradicen. Así pues, el reto es salir de la trampa de las ideologías y entender que el uso lógico de la lógica exige algo más que la lógica.

17 julio 2016
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miércoles, 13 de julio de 2016

VENEZUELA, ¿CUÁL FUTURO?


 
VENEZUELA, ¿CUÁL FUTURO?

Un economista amigo afirmó recientemente que la salida del atolladero que sufreVenezuela la encontraremos en un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI), ladolarización del precio de la gasolina y otras menudencias helénicas. Jóvenes y viejos parecen ser los más perjudicados en Grecia con las medidas adoptadas a raíz del llamado rescate. Algo similar plantean quienes se asumen como “orientadores de una nueva políticaeconómica” para Venezuela.

Hartos del chavismo, estas ideas afianzan la incertidumbreen amplios sectores de la población sobre un futuro de Venezuela en manos de los factores hegemónicos de la oposición. La gran mayoría de venezolanos sin duda alguna pugnan por la salida de Maduro. Pero buena parte no guarda buenas opiniones sobre quienes se presentan comoalternativa. Y es que estas ideas no crean confianza en la gente. En cualquier caso, en las actuales condiciones resulta un reto difícil la asunción de la dirección política del país, para cualquier opción opositora.

Ciertamente la crisis es profunda. Afecta todos los órdenes. La economía está devastada. Pero hay quienes apuestan a que el chavismo culmine su período, con o sin Maduro, precisamente por tratarse de una crisis tan grave. Parten de la consideración de que es indefectible aplicar medidas que afectarán a la gente, por lo que se deberá aplicar larepresión. El régimen, en ese sentido, está mejor preparado para enfrentar la cada vez más generalizada respuesta popular ante el desastre. Se parte de la premisa de que los ajustes, siempre, en cualquier caso, afectarán a los más necesitados. Le temen pues a la respuesta popular. Pero, para nada, ofrecen un camino distinto para la superación de la crisis. Insisten, religiosamente, en que la gente deberá apretarse el cinturón, sin percatarse que ya la correa no da más.

El fatalismo en la materia, además, cuenta con tarifados que plantean una salida “consensuada”. Otros plantean al Gobierno “rectificaciones” en varias materias. Tesis que han sido propagadas por sectores aparentemente opositores aunque en realidad son agentes gubernamentales. En el mejor de los casos se trata de gente que ha perdido la voluntad política en favor de los pobres y el interés nacional. Que han sucumbido frente a la prepotencia chavista. Parece que el miedo los hace rehuir a la confrontación social, a desoír el clamor de la gente y su disposición a la lucha. O han aprendido a adaptarse, será.

En conjunto, estas consideraciones pudiesen explicar la tendencia política de factores opositores que no trabajan por una salida rápida., ni por una estrategia política que coloque en el descontento de las masas el centro de la estrategia, que ubique que el objetivo estratégico en las actuales circunstancias debe ser la salida de Maduro. Es más, aún hay tiempo para que el referendo revocatorio (RR) sea una realidad, para lo cual las masas deben ser las protagonistas del proceso. A eso muchos factores parecen temerle. Se prefiere la negociación. Algunos afirman que se trata de cambiar, cual moneda de libre circulación, RR por elecciones regionales. Todos, los de arriba, claro, salen ganando.

Sumemos que —por tratarse de una crisis que afecta las bases del sistema— los factores políticos que defienden las imperantes relaciones de producción y de cambio jerarquizan por salvar sus bases. Más se preocupan por impedir que la sociedad venezolana se encamine hacia un cambio históricoque marque el inicio del desarrollo diversificado y autónomo. Buscan, sí, preservar lo esencial de las relaciones imperantes —las de dependencia y sumisión frente a las grandes potencias—, así como la naturaleza de los nexos con el capital internacional. De allí parten las tesis y dogmas que permitirían la supervivencia, pero sobre las mismas bases que imperan actualmente.

¿QUÉ “MODELO” FRACASÓ?

Quienes indicamos —economistas, periodistas, políticos, entre otros, mucha gente en capacidad de difundir ideas desde esta perspectiva— parten de que lo que está en evidencia es el fracaso de un modelo. A renglón seguido, pasan a describir lo que a su juicio es esencial del tal modelo. Resaltan los asuntos de la propiedad, de las expropiaciones y la estatificación. Ideas que nada guardan relación con lo esencial, aunque estos asuntos ciertamente juegan un papel en el proceso erosivo que ha sufrido Venezuela. Por ejemplo, la estatificación y las expropiaciones, evidencia empírica adelante, contribuyeron con el proceso destructivo del aparato productivo. Pero no observan para nada lo esencial, esto es: la erosión se afincó principalmente en la escala de las importaciones de bienes que sustituyeron buena parte de la producción nativa. En este proceso, expropiar empresas y tierras para hacerlas improductivas, en diversa medida, contribuyó con el proceso destructivo.

Por eso resulta difícil ubicar un discurso coherente sobre el cuestionamiento al “modelo” imperante. En primer lugar porque nada tiene que ver el argumento con la realidad. Nada tiene que ver, por ejemplo, la política económica con medidas socialistas. Los controles aplicados en Venezuela no conducen, por ejemplo, al desarrollo. A los países socialistas se les criticó —con razón o sin ella— de tendencias autárquicas, no por su liberalización con el sector externo. La determinación del tipo de cambio para nada favorecía a los importadores, sino a la propendía a la utilización de las divisas en función de importar medios de producción o rubros no sustituibles en un plazo determinado, entre otros aspectos. De allí que se reduce el cuestionamiento a ideas que parecen dogmas, mentiras e ideología anticomunista.

Por eso nada dicen los economistas acerca de la liberalización con el sector externo de la economía. Nada dicen de los efectos perversos de la incorporación de Venezuela al Mercosur, de las relaciones liberales con China, entre otros ejemplos. Del artículo 301 de la Carta Magna que iguala el trato a los capitales nacionales y extranjeros. Nada dicen pues, acerca de la condición liberal de la política económica que requirió —era de suponerse— de los controles garantes de la realización de los bienes importados, sobre todo en materia de precios y del tipo de cambio. En definitiva, de una política que garantizó, desde 1989, destruir la economía mientras favorecía al sector importador como siempre ha sido en nuestra historia desde los tiempos de la colonia. Solo que ahora bajo el ropaje socialista.

Por eso, lo fundamental radica en la orientación general de sustituir producción nativa por importaciones cada vez más competitivas. Con ello, además de brindarles mercados a otras economías de las cuales nos hacemos cada vez más dependientes, profundizamos la condición monoproductora, afianzando el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo como proveedor de materias primas, petróleo casi exclusivamente, al menos en esta última etapa.

EL CASO CUBANO

Desde la perspectiva de los apologetas del orden, este caso resulta emblemático. Más allá de las consideraciones ideológicas la historia de este país, resulta similar referido a la materia que nos ocupa. Espinoso el asunto, si tomamos en cuenta que el anticomunismo de estos tiempos, sobre todo en Venezuela, se escuda en el anticubanismo. Esto es,anticubanismo como antisocialismo, identificando el fracaso de un supuesto modelo al estilo cubano con el socialismo.

En realidad, si reducimos la teoría de raigambre ricardiana en favor del capitalismo mundial a una división internacional del trabajo liberalizado y a favor de las economías más desarrolladas, decimos que es acertada la premisa. Nada que ver por cierto con las ideas delChe Guevara sobre la necesidad de diversificar el aparato productivo y sentar las bases de la revolucionarización del desarrollo de las fuerzas productivas materiales. En eso se parece este desastre con el de la economía cubana expresada en el llamado por ellos “período especial”.

Condenaron la economía cubana durante décadas a la especialización en cuatro rubros: azúcar, níquel, cítricos y pescados y mariscos, mientras importaban lo demás del llamado “campo socialista”, bajo la tesis de una tal “división socialista internacional del trabajo”. Ello condujo a la entrada de Cuba en el Consejo de Asistencia Económica Mutua (CAME) en 1972, instancia que condenó a los países del campo revisionista soviético a una mera especialización económica mientras la social imperialista Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) mantenía el monopolio industrial.

Los cubanos van a insistir en esta tesis con la jerarquía dada al turismo a partir del desastre que se produce con el derrumbe de la llamada URSS. Ahora plegada a los españoles y otros capitales, europeos principalmente, Cuba no sienta las bases de la industria sino de la especialización en turismo. Aunque las remesas se convierten en fuente de entrada de divisas superior a cualquier otro sector, incluyendo la “locomotora” de la economía, como designó un economista cubano al sector turístico.

En Venezuela se hizo lo propio, nos especializamos en la producción de petróleo, y con la renta, en buena medida, compramos lo que requeríamos en bienes finales y medios para reproducir lo poco que queda en pie del aparato productivo, a excepción del gran capital que entretanto ha centralizado capitales y medios como nunca. La derivación de esta tendencia es que, al caer los precios del crudo, caemos en desgracia. El apalancamiento de esta política se encuentra en la política económica de raigambre librecambista. Difícil de ser visto este asunto por gente especializada en la economía de marras.

¿CUÁL SALIDA?

Los economistas, al anunciar su programa, siempre hacen esa célebre declaración principista según la cual no se debe afectar a los más pobres, por lo que hay que contar con planes focalizados dirigidos a los más vulnerables. Cinismo que evidencia su esencia desde un primer momento. Afectará a los pobres aún más y alertan para que la cosa no llegue a extremos insostenibles.

Quienes deben pagar esta crisis, en el mejor de los casos, siempre de acuerdo a esta idea, son quienes usufructuaron el poder y destruyeron el futuro de los venezolanos. Para nada aluden a los grandes dueños de los medios de producción y de la gran banca. Parece ser, según esta perspectiva, que quienes administran los negocios de las clases dominantes son quienes deben de pagar la crisis, junto a los pobres y sectores medios, claro está. En esta oportunidad, si bien es cierto que estos administradores han trasegado riquezas inconmensurables a la oligarquía, se han quedado con una buena parte del botín, mayor que en etapas anteriores. En eso también han superado a los bipartidistas quienes también hicieron lo propio, pero —al decir de un alto dirigente de uno de los dos partidos hegemónicos— ellos “eran unos robagallinas” en comparación con el actual asalto a las arcas nacionales.

De manera religiosa se repite uno u otro dogma. Entre los más reiterados están: “hay que desmontar los controles”, “unificar el tipo de cambio”, “solicitar préstamo entre 40 y 50 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional”; “cumplir con un programa de ajustes, exigidos por los acreedores, que será muy severo dados los desequilibrios”, “dolarización del precio de la gasolina y de sus derivados”. Y, sobre todo, ¡crear confianza! a los inversionistas. Claro, sin olvidar las consabidas “muestras de misericordia” con los más vulnerables. Este programa permitiría alcanzar los objetivos principales: superar los desequilibrios y distorsiones macroeconómicas, bajar inflación, reducir déficit fiscal, sincerar y unificar el tipo de cambio, entre otros. A partir de lo cual se alcanzaría la senda del crecimiento. Catecismo que no establece mayores diferencias entre crecimiento y desarrollo.

Junto a esto, según la receta, se deben crear las bases para la seguridad jurídica para crear confianza, sin “percatarse” de que ya eso existe en leyes como las del doble tributo, de protección y promoción de inversiones extranjeras, además de los consabidos artículos constitucionales. Los economistas que así plantean las cosas, no ubican que los capitales se mueven con base en el comportamiento de la cuota media de la ganancia y no por la fe.

Además de otras determinaciones como dimensión del mercado, estabilidad política, precio de la fuerza de trabajo, flexibilizaciones en materia laboral, entre otras y articuladas a lo anterior. Sumemos aquello del papel de Venezuela en la orquestación internacional una de cuyas especializaciones, si así puede llamarse, es la de ser comprador neto de bienes finalesy no de productor. Con petróleo es como suficiente.

Muy poco dicen estas ideas programáticas, si así se pueden llamar, acerca del desarrollo diversificado. Menos de independencia y soberanía económica, lo que incluye el aspecto agroalimentario. Por eso no se establecen mayores consideraciones acerca de la política bancaria, fiscal y monetaria, salvo que serán de orientación restrictiva. En definitiva, se apuesta apenas a la inversión extranjera, al préstamo internacional, más específicamente del FMI, y al consiguiente paquete de ajustes. ¡Claro, no nos olvidemos de la atención de los menos favorecidos!

Las leyes del capitalismo son, como en toda ciencia, inexorables. Son objetivas. Esto es, son independientes de la voluntad de algún avisado. Por ejemplo, en la determinación del precio de las mercancías —y en el capitalismo todo tiende a ser mercancía—, la oferta y la demanda conducen a vaivenes temporales en torno del valor. Pero es la determinación del trabajo objetivado en cada mercancía lo que a la postre determinará su precio. Ello explica, en estos tiempos, la solidez del oro y el bitcoin, principal moneda virtual, como reservas por antonomasia de los capitales a escala mundial. Difícil ubicar su precio por debajo del valor. De suceder el fenómeno, tiende tercamente a ubicarse en torno de su valor. Igual sucede con las mercancías en nuestro país. Aun las importadas tienden a colocarse en torno de su valor.

Por el problema de la escasez, la especulación coloca el precio de muchos rubros muy por encima de su valor. Lo que explica que muchos productos ya se ubican hasta en el triple de lo que cuestan en Estados Unidos. Tal es el caso del azúcar que en el mercado criollo se ubica rampantemente en 3.500 bolívares un kilogramo, es decir, 3,5 dólares del paralelo, mientras que en el mercado yanqui se ubica en un dólar. Igual sucede con las inversiones. Se mueven con base en tendencias objetivas. No en la fe. Ello explica que en la época de Nixon —a propósito del famoso ping-pong entre chinos y gringos— comenzó una afluencia de capitales hacia el gran país asiático.

La violación de los derechos humanos, denunciada por EEUU, parece no haber frenado para nada los capitales de todo el mundo imperialista, atraídos en realidad por las ventajas que brindaban los “comunistas”. Ninguna desconfianza tuvieron los capitales hacia el “comunismo” chino, atraídos por la baratura, abundancia y disciplina de la fuerza de trabajo de los asiáticos, y las facilidades para la explotación de los trabajadores, así como un gran mercado interno, materias primas baratas, entre otras determinaciones de una cuota de ganancia superior a la propia en los países desarrollados. Sin embargo, nuestros economistas siguen repitiendo la cantaleta de la confianza y la desconfianza.

En cualquier caso, la superación de la crisis supone la afectación de un sector u otro. Quienes proponen que sea el pueblo el que siga abriendo huecos en sus correas, proponen medidas drásticas, partiendo de una idea propia de cualquier religión. Se basan en el ejemplo de EEUU cuando producto de la crisis de 2008: “La inyección de dólares por parte de las autoridades financieras gubernamentales de Estados Unidos durante 2007 al 2010 fue de 5,04 billones de dólares —trillones en anglosajón—, esta inyección es equivalente a 35% del PIB”. Deuda que por supuesto es descargada en la gente mediante políticas tributarias e impositivas que han reflotado la banca. Hoy, se anuncia en ese país una crisis de mayores proporciones que la de entonces.

Partimos de consideraciones generales en relación con el origen de esta catástrofe nacional. La hemos simplificado de manera didáctica de tal suerte que podamos distinguir las cuestiones fundamentales, partiendo de la sentencia que acuñara Lenin según la cual: “cuando expulsan de la ciencia las leyes, lo que en realidad hacen es introducir de contrabando las leyes de la religión”.

El desarrollo nacional solo puede darse si y solo si se formula y realiza una política económica que apuntale el proceso de concentración de capitales y, a la vez, atienda las aspiraciones nacionales y populares. De lo contrario tendremos más de lo mismo pero bajo la conducción de nuevas figuras. Incluso alguna nueva forma de dominación —manteniendo las cuestiones esenciales del dominio semicolonial— conducirá a Venezuela a una situación tan o más insostenible que la que vivimos actualmente, más cuando asumirían el Gobierno sin haber cohesionado las fuerzas represivas del Estado. Esa es la historia del antidesarrollo venezolano como lo denominara en su oportunidad Héctor Malavé Mata. En realidad, freno al desarrollo de las fuerzas productivas por las condiciones de dependencia del capital internacional.

Salir de la crisis ciertamente supone un gran acuerdo nacional, cuya formulación e ideas centrales para superar la crisis deben contar con la premisa insoslayable de que el costo que la meta supone no será descargado en los más pobres de la sociedad. A cambio del cual se garantizará una acelerada concentración de capitales con la palanca de unsistema bancario capaz de canalizar el ahorro social hacia lainversión productiva. Además de garantizar el mercado interno para la producción nacional que parte de que los salarios se desarrollen en correspondencia con la creciente oferta de bienes y servicios. Pero de igual manera, implica que Venezuela suprima acuerdos que lesionan el interés nacional.

El rescate del signo monetario pasa por la recuperación del aparato productivo. De su desarrollo autónomo y soberano. Fortalecer el bolívar supone darle respaldo con base en la producción nacional y del abovedamiento de buena parte de las cuantiosas riquezas auríferas, sobre todo en tiempos en los cuales la lucha mundial entre las grandes economías imperialistas por su tenencia ha alcanzado una escala en correspondencia con la guerra de divisas para convertirse una u otra en referencia mundial. Asimismo, las materias primas en las que se convierten buena parte de nuestras riquezas como coltán, bauxita, hierro, entre muchas otras, deben servir principalmente al desarrollo diversificado de nuestro aparato productivo. Electrificación, industrias pesadas, livianas y ligeras desarrolladas de manera armoniosa hacia la revolución industrial con sentido nacional y popular.

Contrario a ofertas lesivas al interés popular y nacional, es en este camino en el que la recuperación económica y social podrá ser tan acelerada que en un futuro cercano podremos hablar del ¡milagro venezolano!


Doctor en Economía. Profesor Asociado de la Faces, Universidad Central De Venezuela, Investigador y Dirigente Político.

11 de julio del 2016

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