MADURO APLICA EL PEOR AJUSTE IMAGINABLE
Humberto García Larralde
Durante años el
régimen de Maduro se llenó la boca con una supuesta “guerra económica” contra
la “revolución” desatada por especuladores voraces y por el “imperio”.
Justificó así los controles y las regulaciones, creando oportunidades para la
extorsión y confiscación de productores y comerciantes privados. Sirvió también
de excusa para monopolizar la importación de alimentos, medicamentos y otros
bienes con sobreprecios, y embolsillarse la consecuente “tajada”. Validó,
asimismo, la opacidad y la no rendición de cuentas de su manejo de la cosa
pública –¡son asuntos de “seguridad de estado”!--, amparando corruptelas
multimillonarias.
En la medida en que destruía la economía privada, expoliaba a
la industria petrolera, dejándola exangüe con negociados hechos a la sombra.
Según cifras de fuentes independientes publicadas por la OPEP, la producción
petrolera habría disminuido en casi un 70% desde que Maduro tomó el poder, 58%
desde que puso al frente a un militar –Manuel Quevedo-- sin experiencia previa
en el negocio.
Como consecuencia de
lo anterior, los ingresos del estado colapsaron. Y como se le cerró el acceso
al financiamiento internacional, el régimen ordenó al BCV emitir dinero sin
respaldo para cubrir sus cuentas, disparando la hiperinflación que se comió los
ingresos de la gente. Tratándose de un gobierno que se autocalificaba de
“revolucionario”, Maduro decretó sucesivos aumentos del salario mínimo y
dádivas diversas, financiados igualmente por la “maquinita” del BCV. Alegando
defender al “pueblo”, echaba más gasolina a la candela inflacionaria.
El caso
más notorio fue el incremento salarial decretado el pasado agosto, 2018, que
multiplicó el salario mínimo por 33, que tuvo que acompañarse de un incremento
en el dinero inorgánico suministrado por el BCV en más de 23 veces. Al
cuadruplicarse de nuevo esta remuneración en enero, 2019, el BCV aumentó en más
de cinco veces el dinero sin respaldo que inyecta a la economía.
No en balde,
el incremento del 1° de mayo de este año resultó en un salario mínimo con un
poder de compra de apenas el 1% del que tenía en 2013, si nos atenemos a las
cifras de inflación suministradas para los años 2016-19 por la Asamblea
Nacional. Y si nos atenemos al BCV, ente que al fin se dignó cumplir con su
deber publicando cifras para ese lapso, el poder adquisitivo del salario mínimo
habría caído “apenas” en dos tercios desde que Maduro ocupó la presidencia.
Pero ahora vemos como
tan grave estropicio de los medios de vida del venezolano causado por estas
políticas intervencionistas se corona con la más absoluta irresponsabilidad.
Venido en cuenta de que los controles de precio y del tipo de cambio, y los
aumentos de salario por decreto empobrecían aceleradamente a los venezolanos,
no se le ocurrió mejor cosa que dejar los precios a la libre. Pero tan tímida
dosis de mercado, con empresas acosadas por todo tipo de regulaciones, sujetas
constantemente a la extorsión y confiscación de Guardias Nacionales, con una
infraestructura pública y de servicios venida a menos, y ante una inseguridad
jurídica, laboral y personal extendida, está lejos de ser la respuesta adecuada
a la miseria “madurada” en los venezolanos. Menos aun con un sector financiero
discapacitado por un encaje que constriñe su cartera de créditos y cuyos
activos (en dólares) se han reducido en casi un 90% desde que Maduro llegó a la
presidencia.
Si bien la
hiperinflación parece estar cediendo –desde febrero no ha superado el 50%
mensual--, seguimos siendo (por mucho) el campeón mundial en lo que a alza de
precios se refiere. La inflación anualizada, aunque descendiendo, fue mayor al
440.000 % en junio, según cifras de la Asamblea Nacional. Pero, además, tan
anémico avance sobre la inflación se ha obtenido a un costo terrible: la
asfixia total de la demanda. Representa un ajuste contractivo que deja morir al
paciente (de hambre) para “curar” la enfermedad de la inflación.
Durante todos estos
años la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE), junto a otros
economistas, ha insistido hasta la saciedad en la imperiosa necesidad de un programa
de estabilización que aplaque la inflación, estabilice el precio del dólar y
libere las fuerzas productivas, desmantelando la panoplia de controles y
regulaciones que sofocan la actividad económica. Crucial en este programa es la
concertación de un generoso financiamiento internacional acompañado de la
reestructuración de la deuda pública y la instrumentación de un conjunto de
reformas para reactivar de inmediato la oferta.
Las reformas deben
contemplar el saneamiento de las cuentas públicas, acabando con las corruptelas
y el despilfarro y aumentando la eficiencia del gasto, incluyendo
transferencias compensatorias a los sectores de menores recursos. Deben
redundar en un ambiente de seguridad jurídica a la propiedad y del debido
proceso, y facilitar la recuperación de los servicios públicos y de la
infraestructura. Mientras subsista la brecha ente ingresos y gastos, ésta será
cerrada con financiamiento internacional, no con la emisión monetaria
(inflacionaria) a que recurre Maduro.
Actualmente, lo que
queda del aparato productivo trabaja a menos del 30% de su capacidad. La puesta
en funcionamiento de este programa, recogido en el Plan País presentado por las
fuerzas democráticas, desataría, por tanto, una respuesta inmediata de la
economía, proveyendo bienes y servicios al país y generando empleo productivo
cada vez mejor remunerado. Y, por efecto “bola de nieve”, estimularía
inversiones nacionales y extranjeras que potenciarían este efecto. Como dicen
los gringos, “nothing succeeds like success”. Será un ajuste expansivo,
generador de mayor bienestar.
Se contraponen
claramente dos formas de enfrentar la terrible situación de la economía. La del
usurpador: asfixiar la demanda matando de hambre a la población, y la de las
fuerzas democráticas, creando condiciones para reanimar la oferta, respaldadas
por un generoso financiamiento externo. Lamentablemente para el país, controlar
la oferta –los activos y fuente de ingresos que todavía existen—es vital para
el usurpador y su mafia, pues es la fuente de sus inmensas fortunas. Es la base
del régimen de expoliación del que se lucran.
Pero como esta acción parasitaria
va destruyendo las fuentes de ingreso, apelan a la “maquinita” del BCV para
continuar lubricando el sistema. El dinero inorgánico inyectado por la
subcuenta “crédito a las empresas (públicas) no financieras” se multiplicó por
doce en los primeros seis meses del año. Para contrarrestar este combustible de
precios, “redúzcase la capacidad de compra de la familia venezolana al mínimo,
¡pero ni de vainas se renuncia a lo nuestro!”
Tanta crueldad y
malignidad puesta de manifiesto por Maduro y su mafia militar – civil tiene, en
el informe sobre Venezuela que acaba de presentar la Alta Comisionada de los
Derechos Humanos, Michele Bachelet, una terrible confirmación. No les queda
más, por ende, que refugiarse en la realidad alterna que han construido para
sí, repitiendo ad nauseam sus estúpidas consignas. Acusan a la Alta Comisionada
de agente del imperio y de mentirosa. Hasta inventan que “el pueblo” venezolano
repudia su informe (¡¡!!) y convocan a una famélica marcha para caerse a
embustes al respecto. Esta insania les libera de toda consideración ética,
moral, legal o humanitaria para atender las penurias de la gente.
Que no quepa la menor
duda de la imperiosa necesidad de sacar cuánto antes a estos monstruos del
poder. No hay otro camino para ello que cerrar filas en torno al valiente y
decidido esfuerzo liderado por Juán Guaidó y la Asamblea Nacional, para
galvanizar a los venezolanos a favor del cambio y concertar el apoyo activo y
decisivo de la comunidad democrática internacional a favor de este esfuerzo.
Mientras, Maduro,
Cabello, Padrino y demás enfermos seguirán batiéndose el pecho en nombre del
socialismo para continuar negándole el derecho más crucial a los venezolanos:
el de la vida. Ya lo demostraron al impedir por la fuerza la entrada de la
ayuda humanitaria el pasado 23 de febrero.
Humberto García
Larralde
economista, profesor
de la UCV
14 julio 2019