lunes, 16 de mayo de 2011

GONZALO HIMIOB - HACIA UN MINISTERIO PARA LA CALVICIE



Cursilería: 1. f. Cualidad de cursi 2. Acto o cosa cursi
Cursi: 3. adj. coloq. Dicho de una cosa: Que, con apariencia de elegancia o riqueza,
 es ridícula y de mal gusto
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española


Quien suscribe, Gonzalo Himiob Santomé, venezolano, mayor de edad, de este domicilio, ciudadano orgulloso de mi ancestral herencia calva y alopécica, vista la iniciativa del Proyecto de Ley Contra la Discriminación Racial recientemente presentado ante la Asamblea Nacional, y con base en mi derecho inalienable a exigir de las autoridades un trato igualitario, justo, equitativo y exento de toda forma de discriminación en función de éste, mi fenotipo particular, éste que hace orondo, ecuménico, notable y brilloso mi cacumen, por medio de la presente, y sirviéndome casi textualmente de las mismas palabras contenidas en algunos de los párrafos de la exposición de motivos del antes mencionado Proyecto de Ley, declaro:

Visto que el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela se empeña en llevar a las palestras de nuestras más Altas Instituciones, y en hacer ver como medulares, temas que en poco o nada sirven al bienestar real del pueblo, focalizándose por el contrario en cualquier otra manifestación demagógica de cara a las futuras elecciones de 2012 y en aspectos de nuestra convivencia social, que si bien no son inexistentes, no deberían ser objeto de consideración prioritaria, máxime cuando problemas como el de la inflación, la escasez alimentaria y la de vivienda, la crisis eléctrica, la inseguridad verdadera –que no “la percepción de inseguridad- o asuntos tan graves, como los potenciales vínculos de factores de nuestro gobierno con grupos terroristas o con el narcotráfico, pasan continuamente “por debajo de la mesa”.

Visto que es una hipocresía épica que el gobierno venezolano desconozca a conveniencia, que no se puede ser adalid de la lucha contra la discriminación, cuando se denigra y cualifica como “escuálido”, “oligarca”, “sifrino” o “hijo de papá”, a todo el que esté en desacuerdo con el presidente, y que se obvie que la principal y más grave fuente de la discriminación racial -que ciertamente existe aunque no de la manera en que el poder lo propone- se observa en las instancias del poder público, particularmente en las agencias del sistema penal y en los subsistemas policial, judicial y penitenciario, que merced a su marcada selectividad estructural dirigen sus cañones única y exclusivamente contra los factores más vulnerables y humildes de nuestra sociedad, identificados no sólo por motivos socio-económicos, sino además por motivos raciales (y el que no me lo crea que vaya a cualquiera de nuestras cárceles a constatarlo).

Visto que a pesar de la tradición histórica de lucha y resistencia de tantos calvos y calvas, que tan inmensos aportes han hecho a nuestra venezolanidad y a la cultura universal (entre otros, Julio César, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Yul Brinner y Magic Johnson) y que a pesar de los esfuerzos de los gobiernos y de la comunidad internacional en el siglo XX, para erradicar la práctica social de la discriminación por motivos de alopecia aún estamos lejos de alcanzar los principales objetivos de la ofensiva contra la discriminación y otras expresiones de intolerancia contra los calvos y calvas del mundo, como lo demuestra el que en la Grecia clásica, los hombres debían lucir su melena como señal de nobleza, que los calvos se considerasen vulgares en la Roma antigua o que en la España de Quevedo, la calvicie representara una maldición divina.

Visto que a lo largo de toda nuestra existencia, y desde que en nosotros se manifiesta nuestra insigne, digna condición de calvos, tenemos que sufrir en nuestro desenvolvimiento diario no sólo el rechazo de muchas féminas, que colonizadas por los paradigmas de la belleza del imperialismo capitalista salvaje, siervo a su vez de las grandes transnacionales distribuidoras de champú, enjuagues, moco de gorila u otros mejunjes similares, no valoran como bello al hombre por su “belleza interior” o por los méritos de su hacer o de su alma, sino por el volumen y estilo de su frondosa cabellera; y que además padecemos continuamente la agresión verbal y psicológica de quienes ven en nosotros a personas disminuidas o inferiores, sólo porque no podemos peinarnos a la moda, o lo que es más, sólo porque no podemos peinarnos en lo absoluto.


Visto que en una sociedad multiétnica, polipilosa y pluricultural, como la nuestra, aún es común –así lo demuestran los más importantes estudios a nivel mundial, tales como el de el poeta Eric Landrón, “Vía crucis y redención del calvo” (San Juan, 2006)- escuchar en las conversaciones cotidianas afirmaciones como: “¡Allá va el pelón!”, empleada para hacer referencia a un ser humano con escaso cabello en la cabeza, insinuándose de la persona a la que se refiere que él o ella misma son una “equivocación” , con todas las graves consecuencias psicológicas para la víctima que de ello derivan, así como la cruel expresión: “¡Tienes perfil de Aquiles!” para luego, con saña y premeditación, añadir “¡De Aquíles falta el pelo!” señalándose el ofensor la cabeza, todo lo cual se corresponde y contribuye con la adopción de prácticas socioculturales asociadas a las melenudas élites dominantes, lo que implica para los calvos y calvas la renuncia a los referentes identitarios propios.

He decidido, metido como estoy en esa nota autoexcluyente y autodiscriminatoria que promueve el gobierno –pues al final, pensarme diferente a los demás, o tenerme como un “sujeto especialmente vulnerable”, no es más que excluirme yo mismo- con el objeto de establecer mecanismos para prevenir, atender, sancionar y erradicar la discriminación u ofensa por motivos de calvicie o alopecia, por parte de cualquier persona, grupo de personas, autoridades públicas, instituciones nacionales públicas y privadas e instituciones y organizaciones regionales y locales de carácter civil, político, económico, social y cultural, entre otras, que invaliden o perjudiquen el reconocimiento de la igualdad de condiciones de toda persona calva o alopécica al uso, goce y ejercicio de sus derechos, deberes y libertades inherentes, consagradas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, leyes venezolanas y los instrumentos del Sistema Internacional de Derechos Humanos, proponer la promulgación, inmediata y urgente de una “Ley sobre el derecho de los calvos y calvas a una vida libre de insinuaciones, ofensas, de discriminaciones y de violencias”, y más allá, la creación inmediata de un “Ministerio del Poder Popular para la Integración, Defensa y Cuidados de las Personas Calvas”.   

De la misma manera, insto, en el uso de estas mismas atribuciones ciudadanas, y en procura del cese de toda acción discriminatoria contra los feos y feas, contra los subiditos y subiditas de peso –camaradas gordodescendientes- y contra todo extranjero, hijo o nieto de extranjeros, a coordinar en sus respectivos grupos identitarios las acciones necesarias a “visibilizarse” y a erradicar de nuestro léxico, por afectuosa que sea la forma en que se utilice la expresión, las formas y palabras “mounstrín”, “federica”, “carro por debajo”, “gordito” o “gordita”; “tripa e’ buda”, “muppet”, “catire”, “portu”, “gallego”, “chino”, o en el caso de los árabes y libaneses, la palabra mal usada, “baisano”.

Es ironía, que se consigna el día de hoy, a la fecha de la impresentabilidad e inoportunidad de algunas propuestas que no distinguen lo demagógico de lo importante.

CONTRAVOZ
por Gonzalo Himiob Santomé

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