Para muchos, el despertar de la oposición venezolana, tiene como punto de partida la indignación que generó el famoso pero fallido Decreto 1.011 que en materia de educación quiso imponer el gobierno. “Con mis hijos no te metas” fue el grito de advertencia con el que la sociedad venezolana, encabezada por nuestras aguerridas madres, le dijo al régimen que tenía límites y que la colectividad haría que los respetara.
El tiempo ha pasado, las luchas han sido muchas y comprendo que el desgaste también. Pero hoy, ante un gobierno comunista y sin escrúpulos y con el bolsillo lleno con el dinero de los venezolanos que obtiene a través de la malversación, nos enfrentamos a una muy peligrosa etapa de radicalización a la que debemos encarar con todas nuestras fuerzas, para así realmente proteger a nuestros hijos. Debemos, como decimos en criollo “echar el resto”.
Hace apenas unos días, amanecimos con la noticia de que en nuestras escuelas y colegios, sólo se permitirá el uso de textos escolares elaborados y entregados por el régimen. No se trata de que esos textos sean incorporados junto a los ya existentes, sino que los mismos son los únicos que de manera exclusiva podrán ser utilizados por profesores y alumnos. Los demás, pasarán a formar parte de la lista de “prohibidos” por lo que probablemente irán o al bote de la basura o a la pira, donde al mejor estilo inquisitivo serán quemados.
No hace falta que expliquemos la gravedad de esta medida. La diversidad ideológica, la libertad de pensamiento, la universalidad del conocimiento, pretenden ser eliminados a través de un lavado de cerebro a nuestros niños y jóvenes, para así, al mejor estilo estalinista, castrista, fascista o nacionalsocialista (los extremos siempre se tocan) materializar el “revisionismo histórico” que ha venido impulsando el gobierno. Sabemos cómo la distorsión de los hechos y la manipulación de los acontecimientos que día a día ocurren en el País, son la especialidad de la casa en el menú que nos ofrecen. Así, echar tierra al pasado indeseado podría resultar altamente conveniente.
En su obra “1984” George Orwell nos ilustra majestuosamente cómo el poder del “gran hermano” altera y distorsiona la realidad. Los verdaderos héroes de antes se convierten en traidores mientras los cobardes y genuflexos pasan a ocupar su lugar, mientras le resultan útiles.
Dentro de ese ánimo está además, la idealización máxima del caudillo, a quien todos quieren y buscan complacer. En estos momentos me gustaría saber si en esas “ediciones literarias especiales” van a incluir la galería de fotos predilecta del hijo pródigo de Sabaneta o si por el contrario preferirán sutilmente eliminar aquellas en las que aparece con Sadam Hussein, Muamar al Gadafi, Raúl Reyes, Marulanda, el Momo Jojoy y Alfonso Cano, otrora grandes amigos, que hoy están muertos y no precisamente por causas naturales.
Pareciera sin embargo, en virtud de las más recientes declaraciones en las cuales se ensalza a asesinos como Ilich Ramírez Sánchez, alias “El Chacal”, que los muertos puede que sean eliminados por pavosos, pero otros como Mugabe, Al Bashir, Lukashenko y el propio Chacal, mantendrán, usurparán u ocuparán un lugar de honor en esa macabra galería, donde por supuesto jamás podrán desplazar al Che Guevara y a Fidel Castro.
Serán ellos los ejemplos a seguir que les impondrán a nuestros hijos? No podemos permitir que medidas como la señalada se implementen en nuestro sistema educativo, porque si bien es cierto que hoy en día gracias a la existencia de internet, las redes sociales y la globalización el acceso al conocimiento es infinitamente mayor, no es menos cierto que estas opciones también son susceptibles de ser controladas y que gran parte de nuestra población aún no tiene acceso a ellas sin olvidar la fragilidad propia de las mentes de los niños.
Nuestros valores son los de la libertad, los de la pluralidad, los del respeto, los de la democracia, no la delación, la muerte y la imposición o la traición. Nuestra principal responsabilidad es para con nuestros niños y jóvenes, no permitamos que los convierten en autómatas sin criterio que bajo dogmas y adoctrinamientos renuncien a su más íntima esencia humana, como lo es la posibilidad de decidir y escoger.
Jesús Urdaneta Hernández
C.I. 4.391.814
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