Ahora sin caballo ¿cómo andar? ¿En la cureña de un cañón? El caballo era de palo. Estaba hecho de mentiras hermosas como frutas de cera. Enjaezado de ilusiones. Con bridas de esperanza. A pesar de todo había una apariencia de marcha, de avance. Al borde del precipicio siempre. A dedos del abismo. Ahora el palo se ha trocado en astillas y la mentira ha quedado desnuda. Los arneses de la ilusión se volvieron humo impalpable. Las esperanzadas bridas se enredaron entre los dedos como hilos de una tela de araña. En el fondo del precipicio de las inconsecuencias, el jinete mira hacia el pasado y llama la cureña, pesada. Todavía blande la estaca pero se lacera la mano. Se siente el ruido cada vez más cercano, cada vez más bronco, cada vez más tenebroso, de la cureña que avanza, que viene desde el pasado.
¡Sin caballo se anda a tientas! ¡Los ojos de los cañones son ojos ciegos!
Argimiro Gabaldón*
¡Sin caballo se anda a tientas! ¡Los ojos de los cañones son ojos ciegos!
Argimiro Gabaldón*
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