En la Venezuela demócrata está sucediendo algo políticamente ‘curioso’ que marcha a contrapelo de la verdadera democracia, entendida y aceptada como un proceso de consenso que existe en las sociedades civilizadas para dirimir las controversias que surgen de las normales diferencias de criterio. En Venezuela ha surgido el concepto de Unidad como dispositivo ultroso, irreflexivo y excluyente. Como condición excepcional y única para revertir el mega desastre político, social y económico que han desatado, con todas sus culpas incólumes, el desgobierno del señor Chávez y sus obsecuentes seguidores durante estos 13 años.
La unidad, que como principio electoral-proselitista es tan puntualmente necesaria para ayuntar el esfuerzo político que se requiere para vencer -sin margen de duda y contundentemente- al señor Chávez y sus secuaces el venidero 7 de octubre, se ha convertido en un concepto... En una marca-fashion... En una diva postmoderna que se promueve entre nosotros, los opositores del régimen castro-comunista de Caracas, como el único gran remedio social, político (electoralmente ¡Lo es!) económico, moral, agropecuario, científico, intelectual, y pare usted de atribuirle más curas milagrosas al potingue de la ‘unidad’, que para lo único que sirve, democráticamente hablando, es para la selección de un candidato único para enfrentar solidariamente a otro, a Chávez, el candidato del partido único, del sistema totalitario, el candidato vengativo y violador de la Constitución y que de paso es Presidente de la Nación, de su Partido y conculcador de los demás poderes del Estado. Contra ‘eso’, y nada más que ‘eso’ es para lo que se necesita ayuntar esfuerzos con una mano, mientras que con la otra nos tapamos la nariz ideológica... Todo en aras de los ‘altos intereses’ de la Nación y nuestra supervivencia como República.
Pero entre gallos y media noche, desde los partidos políticos que hacen vida oposicionista en la Mesa de la Unidad Democrática (¿Con qué se come ‘eso’? preguntaría, si pudiese don Luis Miquilena) se ha vendido a la opinión pública venezolana que cualquier disenso frente a la Mesa de la Unidad y su ‘marca’, por más sutil que sea, debe ser pugnazmente condenado -sea el que fuere, no importa. Afirman que hay que hacerlo en aras de los intereses nacionales representados en la tal marquilla de presunción ideológico-democrática que mientan ‘unidad’, y además de la condena irreflexiva, al que ventile pública o privadamente cualquier desacuerdo con las decisiones de la Mesa de la Unidad Democrática, o de sus candidatos, o por ejercer su derecho a decir ‘no estoy de acuerdo’, a esa persona (usted, por ejemplo... O yo, a partir de estas líneas que lee) debe señalársele con el dedo acusatorio. De proto-chavista, de quinta columna, de anti demócrata. Hasta se le inventarán viajes (ficticios, claro) a la Habana y se le señalará de peligroso ‘cabeza-caliente’ que anda gestionando un ‘resuelve’ con alguna ‘misión chavista’ mientras, como decimos en Maracaibo, ‘le echa vaporub en el ojo’ a los verdaderos demócratas, haciéndose pasar por quien no es. En fin... por ahí van los tiros.
Y no importa que su argumento sea reflexivo y sostenible con la realidad y comprobable con los hechos. Si usted es un demócrata y se atreve a disentir en Venezuela frente a las decisiones (y las indecisiones) de la MUD, o por las acciones (y las omisiones) de sus únicos precandidatos, usted será señalado y condenado...”porque atenta contra la unidad”. Vista así, la ‘unidad’ deja de ser una cualidad del consenso para convertirse en la excusa de un curioso y desconocido totalitarismo: el totalitarismo de quienes desde la unidad desean imponer sus ideas, sus conceptos, aún cuando ellos sean honestamente beneficiosos para el colectivo. Decir ‘unidad’ en Venezuela es señalar a un totalitarismo colegiado de origen consensual, pero nada democrático.
La unidad, concebida como estructura incriticable, única y presuntamente sólida, nos coloca frente a un insólito neo- fascismo de conciencia que para colmo de curiosidad, es de origen democrático. Una ‘unidad’ que atenta contra sí misma y su origen semiológico. Porque se impone desde una cúpula. Porque esquiva críticas y niega el raciocinio, el contraste de las ideas, el disenso y la polémica, elementos consustanciales con un sistema de gobierno democrático y su resultante: el Estado de Derecho. En nombre de una inasible, tránsfuga y etérea unidad, (que para ser ‘tal’ debe surgir del contraste de las opiniones para alcanzarla, y por el consenso de las acciones para ejecutarla) se pretende imponer un silencio, una mordaza ‘a hierro y fuego’... ¡Porque sí!... Y el que no está silenciosamente cuadrado con la fulana unidad, entonces está contra ella, aún cuando lo que diga u opine sea en su beneficio.
Tal despropósito es el sexo contra-natura de la democracia. Una unidad así esgrimida por los círculos democráticos en Venezuela (la unidad como concepto y marca incuestionable, pétrea e intachable) es una forma totalitarismo muy similar a la del Teniente-Coronel Chávez, a quien enervan las observaciones y trastornan las críticas. Los reproches que se han esgrimido pública y abiertamente a la MUD tienen fecha muy anterior a su consolidación como ente aglutinador de las distintas oposiciones democráticas venezolanas.
La Mesa de la Unidad Democrática, que tiene sus logros y aciertos, es verdad, está vinculando el concepto de unidad proselitista (candidato único... programa de acción de gobierno) con una obediencia ciega y silente. Afirma que está abierta al diálogo y a la crítica pero desde sus inicios, quienes crearon el concepto de ‘unidad’ secuestraron a la institución. Solo algunos partidos la integraron desde un principio, aunque más luego -presionados por la opinión pública- extendieron un plácet de participación a otras organizaciones, que resultaron ser ¡Otros partidos!
A pesar de ello, siempre ha sido un club de partidos políticos, en el que no participan ni deliberan en igualdad de condiciones otras estructuras de ‘eso’ que dan por llamar las instituciones de la sociedad: Colegios de profesionistas, Asociaciones civiles, Clubes, ONG, Asociaciones vecinales, minorías de cualquier tipo, etc. Señalar la exclusión y la imposibilidad de deliberación ha sido el ‘pecado original’ de quienes siendo demócratas por procedimiento, también somos contestatarios e inconformes. La inclusión sigue siendo una falla estructural en la Mesa. Una pata faltante que se remienda, como en las ‘mesas cojas’ con cualquier cosa que sirva para llenar ese vacío.
La historia de la exclusión de la sociedad civil en la MUD es ‘de origen’. El 23 de enero de 2008, en conmemoración del 50 aniversario del retorno de la democracia a Venezuela, los principales partidos políticos opositores se reunieron en el Ateneo de Caracas con el fin de suscribir un documento con el cual se comprometían a cumplir una serie de objetivos nacionales y su visión de país. El acuerdo fue propuesto por el entonces Secretario General Nacional de COPEI Luis Ignacio Planas en el marco del aniversario de esa organización política a comienzos del mes de enero del 2008. El acuerdo que dio origen a la Unidad Democrática fue firmado por los partidos Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática, Primero Justicia, Proyecto Venezuela, Copei, La Causa Radical, Alianza Bravo Pueblo, Movimiento al Socialismo y Vanguardia Popular; los políticos que suscribieron el nacimiento de La Mesa fueron Omar Barboza (UNT), Víctor Bolívar (AD), Carlos Ocariz (PJ), Antonio Ledezma (ABP), Luis Ignacio Planas (Copei), Alfredo Catalán Shick (PV), Alfredo Ramos (LCR), José Antonio España y Nicolás Sosa (MAS) y Rafael Venegas (VP) El 27 de febrero de ese año se sumaron al acuerdo más partidos políticos: El Movimiento Republicano, Solidaridad Independiente, Unión Republicana Democrática, Movimiento Laborista, Democracia Renovadora, Fuerza Liberal y Visión Emergente.
El 8 de junio de 2009 se reestructura el Acuerdo de Unidad Nacional dando forma a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la cual está organizada en 11 unidades de trabajo: corrupción, relaciones con la sociedad civil, estrategia, programas, derechos humanos, descentralización, asuntos sociales, asuntos internacionales, organización, movilización y temas electorales. ¿Se fijó? No aparecen otras organizaciones sociales distintas a los partidos. No hay sino una ‘unidad de trabajo’ para contactar con la sociedad civil, como si la sociedad civil fuera ‘algo’ ajeno y distante de la Mesa, de la Unidad y de la Democracia. Esto es así, desde antes y aún en estos tiempos, porque para los partidos políticos, la democracia NO ES la sociedad civil, sino un coto de caza de votos para los partidos políticos, exclusivamente.
Pero no solo de exclusión vive la Mesa. Todos los ciudadanos en Venezuela hemos sido testigos y sujetos del más oprobioso, permanente y sostenido de los fraudes electorales jamás observados en otro país de nuestro continente. Desde la grosera transformación, en el 2003, del Referendum Revocatorio en un evento plebiscitario, hasta la oprobiosa publicación de listas de electores, con la anuencia del CNE con la que los obsecuentes adulantes del régimen han creado un apartheid político y social. La sola existencia de la tristemente célebre ‘Lista Tascón’ y la no menos vergonzosa ‘Lista Maisanta’ (cuyo autor-ejecutor es el ahora oposicionista Ismael García) ha sido posible porque han contado con la silenciosa anuencia de las autoridades del Poder Electoral y del Poder Ejecutivo. Tal fraude electoral requiere, para validarse en la sociedad, de una estructura aparentemente opositora, de una ‘oposición oficiosa’ que solape, que convalide la felonía, bien con la anuencia tácita, bien con el silencio. Esa estructura social son los partidos políticos que le dieron origen a la MUD, y que con el silencio y anuencia han celestineado las fechorías electorales del régimen, convirtiéndose por acción y por omisión en sus corresponsables.
Aunque usted no lo crea, los partidos políticos en Venezuela no actúan como contrapeso institucional sino como blandas oposiciones a Chávez. Hasta utilizan, durante sus gestiones proselitistas electorales, sus mismas promesas, pero las re envuelven con un papel pseudo democrático y las ofertan como si el país y sus ciudadanos fuéramos los personajes de la novela El Gatopardo de Giuseppe Tomassi de Lampedusa, adormecidos súbditos del Principado de Salina y ellos, los partidos, los representantes de don Fabrizio Corbera, que entre bastidores y en ‘conchupancia’ con los emisarios del señor Chávez afirman... "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi" (Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie).
El concepto de ‘la unidad’ ha operado como las marcas comerciales, que poseen ‘valores intangibles’ aunque inexistentes, colocados en la mente de los consumidores por los hábiles publicistas que ‘posicionan’ marcas, desagregan o crean ‘clústeres’ de consumidores y como la mampara de tela que se utiliza para encauzar a las ovejas hacia el redil, obturan la visión del paisaje político y con ello la acción individual. Para ’eso’ es que se satanizan las críticas como ésta. Por ‘eso’ es que quienes opinamos a contrapelo de la nomenklatura de la MUD somos inmediatamente embolsados con el descrédito personal. Entonces surgen las descalificaciones (¿Tú eres un chavista o qué?... ¿Te volviste loco? ¡Unidad pa’ to el mundo! ... ¡El que no está con ‘la unidad’ está contra la democracia!).
Pero mientras descalifican a quienes, por derecho constitucional, podemos y debemos opinar y criticar, nada dicen del ‘juego político’ que le ha permitido al régimen más aliento político del que jamás pensó. Nada dicen del llamado a la abstención, que le entregó la Asamblea Nacional a Chávez y con ello la conculcación posterior de todos los otros Poderes del Estado. Nada dicen sobre ‘la entrega al Consejo Nacional Electoral’ de la selección del candidato opositor, permitiéndole a un desacreditado CNE la organización y el patrocinio de una selección de candidato que bien podemos hacer los ciudadanos sin las maquinitas del CNE, más rápido y con mayor transparencia. ¿Por qué la Srta. Machado no dice algo acerca de los 2 millones de ‘votos fantasmas’ que según sus múltiples denuncias pasadas, existen en la data del CNE? ¿Por qué López ni Capriles nada dicen ni se pronuncian públicamente acerca del inauditable Registro Electoral Permanente? ¿Por qué Pablo Pérez se olvidó de insistir en aquellas ‘condiciones mínimas’ de las que tanto hablaba antes de ser precandidato? ¿Y dónde están guardadas las múltiples y sustanciadas denuncias contra el Poder Electoral que hiciera, hasta no hace poco, el precandidato Pablo Medina?
Conceptualmente, la unidad no es en sí misma ‘mala’, todo lo contrario, pero vista así, con la óptica maniquea de las oposiciones venezolanas, la unidad se transforma en una patente pro-fraude. Con ella se silencia la verdadera oposición, la de la gente de la calle, la voz de los que no tienen acceso a los medios. Si llegara a la Presidencia cualquiera de los candidatos de MUD (a excepción honorable de Diego Arria, el único de ellos que está bien centrado: Gobierno de transición + Juicio a Chávez y sus secuaces) el que llegue a Miraflores lo haría, no por la voluntad de los electores, sino porque ante la avalancha de votos ‘en contra’, Chávez lo permitirá, siempre que se le consienta ‘morir como Presidente’ y garantizarle a sus secuaces un ‘retiro dorado’.
No me queda ninguna duda de ello, como tampoco dudo que para que ese supuesto negado ocurra, la ‘unidad’ debe convalidar otro fraude, el de la posterior ‘unidad nacional’, sostenido en la promesa del perdón a todos los chavistas (populismo ‘ex -ante’), como la gran mentira con la que todos cantaremos, como lo hiciera el inolvidable conjunto musical argentino ‘Les Luthiers’ en su tercer LP, el estribillo final de aquella canción marcial titulada “Ya el sol asomaba en el poniente”:
“¡Perdiiiii - mos... perdiiii - mos... Perdimos oooooo ...tra vez!”
POR: ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE
andresmorenoarreche@gmail.com
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