Rufino Blanco Fombona
La cárcel “La
Rotunda” fue su destino hasta 1910, y desde entonces, vivió un prolongado
exilio hasta la muerte del dictador
Desde Lechería.- La historia
ilustre de la patria, no la triste y claudicante, registra el nombre de Rufino
Blanco Fombona. Fue uno de nuestros más valiosos intelectuales y ciudadanos,
nacido en Caracas, el 17 de junio de 1874. Notable no solo por su obra
literaria, sino por la tarea que emprendió como director de la célebre:
“Editorial América”, que publicó en Europa lo más selecto de nuestro
pensamiento, no únicamente por su poema “Patria”, primer lauro en homenaje a
Sucre, en 1895, sino por todo lo demás: “Trovadores y Trovas”, “Cuentos
Americanos” , “Pequeña Opera Lírica” (prologada por Rubén Darío), su primera
novela: “El Hombre de Hierro”, sus escritos políticos -ya en el exilio-: “Judas
Capitolino” (un retrato de Gómez), “Cantos de la Prisión y del Destierro” o “El
Hombre de Oro”, “La Bella y la Fiera”, “Diario de mi Vida”, para citar algunos.
Faltaría la inmensa
obra histórica prolífica en artículos, estudios y libros, capaz de explicar la
grandeza de lo ibérico en: “El Conquistador Español del Siglo XVI” como la
epopeya del Libertador en: “Mocedades de Bolívar” y “Bolívar Pintado por sí
mismo”, entre otros. No en balde fue propuesto al premio Nobel de Literatura,
luego de una obra admirable de más de treinta libros y una vida ejemplar de
presencia civil.
Pero debemos
destacarlo especialmente por sus virtudes ciudadanas. Hombre de reciedumbre
republicana y patriótica, si bien inicialmente creyó en Castro, celebró su
caída, tal vez pensando que había pasado “un paréntesis de barbarie” cuando
vendría otro, el de Juan Vicente Gómez. Intentó fundar: “un nuevo partido
político, radical, civilista, civilizador, sano, honrado” para enfrentar en
1909 los inicios de lo que denominó: “la barbarie militar y militarista de
Gómez y compañía”. La cárcel “La Rotunda” fue su destino hasta 1910, y desde
entonces, vivió un prolongado exilio hasta la muerte del dictador.
Su obra se difundió
en Europa y América, pero se lamentaba no haber tenido en su patria “un país de
libre expresión, de respeto al Derecho -en un país de libertad-…” donde:
“…hubiera podido ser útil a la sociedad en medio de la cual nací y a la que me
atan fuertes y centenarias tradiciones de familia, de historia y de afecto
hereditario”. 26 años de terrible destierro fueron para él preferibles:
consumidos: “sus pocos haberes”, ya que a su honor “no gusta de arrastrarse ni
mendigar”.
Contra Gómez, los
epítetos y las acusaciones merecidas de “expoliador y asesino de Venezuela”,
“el siniestro Juan Bisonte”, “asqueroso e iletrado patán”, le endilgaría su
pluma lapidaria. Pero se preguntaba con angustia este hombre sí: “¿Se irá a
prolongar la tragedia en mis propios hijos?”, la tragedia contra la dignidad de
la República.
Gómez murió y
regresó Rufino, habiendo honrado como pocos el nombre de Venezuela, como
aquella vez (anécdota citada por mi padre, amigo suyo, luego de un episodio
singular) en un teatro, viendo innoblemente representada a su patria en la
figura de una pobre mujer, obtuvo una bandera, se abalanzó a la escena y retó a
todo aquel que dudase de lo que representaba Venezuela como Nación… Así fue don Rufino Blanco Fombona.
José Félix Díaz
Bermúdez
EL TIEMPO,
17.06.2012
05:30
AM
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