SUBVERSIVO CONTRADEMOCRÁTICO
DESDE 1980
El menos calificado
y más descalificado para determinar quiénes somos y quiénes no somos
venezolanos, muchísimo menos aún si lo hace en función de quién lo apoya y
quién lo adversa
Manuel Rodríguez Mena
DESCALIFICADOR DESCALIFICADO
En
uno de sus raptos de desafuero cada vez más frecuentes y cada vez más
grotescos, Hugo Chávez se ha atrevido –atrevimiento inaceptable e intolerable—
a intentar arrebatarnos la nacionalidad venezolana a quienes,
por millones, disentimos, criticamos, nos oponemos, despreciamos,
repudiamos y sentimos severo asco por su acción política y su
gestión gubernamental. ¿Quién se cree que es? ¿Cuánto cree que vale
realmente como político, como gobernante y como ciudadano? ¿Cuánto
cree que saben o ignoran los venezolanos de su acción política y de su gestión
gubernamental, de sus vicios y defectos, delitos y crímenes?
Los
vahos del poder y el lamido servil de los arrastrantes aduladores
lo han hecho elevarse del suelo (valor real) a la
estratosfera (sobrevalor megalomaníaco). Como somos parte de los millones
a quienes se nos ha pretendido arrebatar nada menos que nuestra nacionalidad
por no prosternarnos ante él y sus secuaces y no lamer sus botas de militarista
totalitario, en ejercicio del derecho a réplica –para lo cual,
afortunadamente, no necesitamos sentencia del Tribunal Superior
de…-- le decimos al poder megalómano que le queda grande,
galaxialmente grande, esa pretensión de sentirse superior a todos
los venezolanos, sobre todo superior a los venezolanos no castrochavistas,
quienes, por cierto, en su totalidad y hasta el más modesto de
merecimientos, no tienen ni los vicios ni los defectos que él ha mostrado
tener, y no han incurrido en los delitos y los crímenes en los que él ha
incurrido, tal como lo han publicado miles de veces los medios de
comunicación independientes en estos trece años y seis meses de tragedia
sociopolítica.
Son
esas numerosas publicaciones las que nos permiten no tener que limitarnos a
frases simplistas y simplonas, como es su estilo, sino poder
respaldar nuestras afirmaciones con material hemerográfico, bibliográfico y
documental muchísimo más que suficiente. Por eso, con sobrado soporte
probatorio debidamente archivado podemos afirmar que Hugo Chávez es el menos
calificado y el más descalificado para quitarle a nadie nada, mucho menos algo
tan sagrado como la nacionalidad, porque, en todo, es el peor de todos en toda
nuestra historia.
El peor, por ser el
más ignorante y el más incapaz para gobernar bien, por ser el más
irresponsable en sus acciones, por haber ejercido la presidencia a base
de solamente abusos de poder violando cotidianamente la Constitución
Nacional y leyes de la República; por haber reclutado y puesto a su servicio
incondicional a la peor escoria de la sociedad venezolana para así
conformar el peor gobierno de nuestra historia en todos los sentidos; por haber
presidido omnímodamente el gobierno más dilapidador, más malversador y
más corrupto de todos los tiempos, tanto en el número y modalidad de los casos
como en las enormes cantidades afectadas.
Por haber presidido el gobierno de menor nueva obra
realizada, de haber llevado al más bajo nivel los servicios públicos, de haber
permitido por carencia de mantenimiento el mayor deterioro de la
infraestructura del país, etc., no obstante haber dispuesto de todo el poder
institucional y de una inmensa cantidad de recursos (1) como para haber
realizado la mejor gestión gubernamental del mundo, en términos absolutos en
relación con países de igual o menor tamaño económico y en términos
relativos en relación con países de mayor dimensión económica,
incluyendo las mayores potencias económicas mundiales.
Por haber conspirado, siendo oficial militar, contra
la democracia representativa, consagrada en la Constitución Nacional,
entre 1980 y 1992; por haber destruido hasta ahora gran parte
del sistema político democrático representativo con falsos
argumentos y con el único objetivo de eliminar la posibilidad de controles y
sanciones a la ejecución de su estrategia capital destructiva y a la
prosecución de su objetivo supremo de instauración de un régimen militarista
totalitario; por haber destruido gran parte de las empresas independientes del
país para eliminar la fuente de prevención del sector privado ante el intento
de imponerle un régimen totalitario, para reducir el ámbito de relativa evasión
de la acción opresiva y represiva del gobierno, y para ampliar el campo de
dominio gubernamental a costa de la disminución del sector privado.
Por el asalto a la fuerza de los ámbitos de dominio
privado para pasarlos al “dominio del sector público”, eufemismo por lo que es
en verdad el dominio del castrochavismo; por otros delitos y crímenes que
deben quedar sin mención por razones de
espacio. (1) Según estimaciones de privado
acopio --el gobierno suele mantener reserva sobre sus ingresos--,
la revolución castrochavista ha recibido, en los trece años y seis meses que
lleva en el poder y por distintos conceptos, el equivalente a 1 billón
300 mil millones de dólares, muchísimos más que los suficientes para resolver
todos, absolutamente todos los problemas económicos de Venezuela, y para
haber puesto en marcha el plan de desarrollo económico y social de muy lejos
más importante de nuestra historia y del mundo, guardando en este último caso
las debidas proporciones. Sobre esos fondos nunca ha rendido cuenta, ni
querrá ni podrá rendirla, porque por los medios de comunicación sabemos que han
sido malversados, dilapidados y sustraídos por las más disímiles formas de
corrupción
Por
eso puede afirmarse, con el apoyo referencial de numerosos hechos recogidos y
publicados en medios de comunicación de toda índole, informes, documentos y
relatorías diversas, que Hugo Chávez es en nuestro país el peor
gobernante, el peor político, el peor oficial militar, el peor ciudadano, el
peor individuo, el peor ser social, el peor venezolano, en fin, el peor de
todos en todo. Por lo tanto es el menos calificado y el más descalificado
para determinar quiénes somos y quiénes no somos venezolanos, mucho menos si lo
hace en la forma tan torpe de utilizar como criterio de arrebato quién lo apoya
o quién lo adversa.
LA SUBVERSIÓN
CONTRADEMOCRÁTICA EN EL PODER
Durante los trece
años y seis meses que la revolución castrochavista lleva en el poder, ha
recibido, de un número creciente de venezolanos que hoy son millones,
cuestionamientos cada vez más severos a su forma autoritaria de gobernar,
y asimismo de críticas cada vez más serias a los vicios y defectos, delitos y
crímenes en los que ha incurrido para mantenerse y afianzarse en el poder y
llevar adelante su proyecto político militarista totalitario. Los
señalamientos, cada vez mayores en gravedad y número, han provenido de
dirigentes partidistas, líderes sociales o mayormente de meros ciudadanos,
desde una posición opositora, disidente o crítica, a lo largo y a lo ancho del
país.
Durante trece
años y seis meses, asimismo, la revolución castrochavista nunca ha
respondido argumentos con argumentos, ni acusaciones con defensa, ni críticas
con información o explicación. Su respuesta ha sido siempre la misma:
descalificaciones insultantes y ofensivas o agresiones de variada
índole a todo aquél que opine o actúe en contraposición o de manera
diferente al régimen, sea venezolano o extranjero, sea cual fuere su
nivel social, en fin, trátese de quien se trate: “corruptos, ladrones,
cachorros del imperio, agentes o lacayos del imperialismo y/o de la oligarquía
y/o de la burguesía, golpistas, fascistas, pitiyanquis, conspiradores para la
desestabilización o el magnicidio, enemigos del sistema democrático,
conspiradores contra la democracia y contra el pueblo, apátridas, traidores a
la Constitución Nacional y a la patria...”, etc.
Como
los poderes públicos actúan como meras marionetas electrónicas, por la
velocidad con que ejecutan sus órdenes, una acusación pública de Hugo Chávez o
de cualquiera de sus secuaces en el poder, independientemente de todo lo
infundada que ella sea, suele significar la puesta en marcha de un proceso que
ha de terminar en una sanción. Son testimonios fehacientes de ello las
decenas de venezolanos presos, condenados no obstante que nada pudo probárseles,
o los miles de compatriotas que han tenido que salir involuntaria y
precipitadamente de Venezuela huyéndole a una injusta condena.
LA LECCIÓN DEL FRACASO
GUERRILLERO
La guerrilla de
los años ’60 del siglo pasado tuvo como estrategia capital el derrocamiento del
sistema democrático representativo, en función del objetivo fundamental de
instaurar un régimen revolucionario de corte castrista, régimen del
cual venía todo su impulso.
Según
las crónicas sobre el evento guerrillero, dos de los factores fundamentales de
su derrota fueron la acción eficaz de las Fuerzas Armadas y el vacío de apoyo
popular a una acción que se proponía destruir el sistema democrático. Por
lo tanto, quedó claro que en el futuro una nueva acción subversiva
contrademocrática debería evitar enfrentamiento abierto con las Fuerzas Armadas
y tenía también que enmascararse como democrática.
QUIÉN ES EN VERDAD HUGO CHÁVEZ
Hugo Chávez entra a la
política como conspirador subversivo contrademocrático
Con posterioridad
a su derrota, ex-guerrilleros decidieron reencaminar su proyecto
subversivo fomentando una conspiración dentro de la propia
institución castrense que antes los había derrotado. Se aspiraba a que,
por emerger el golpe del seno de las FFAA, se podría eludir el riesgo de
que fuera derrotada nuevamente por ella misma. Se decidió así mismo
que la bandera del golpe no sería la destrucción de la democracia –aunque en
verdad era eso y no otra cosa lo que en realidad se buscaba--, sino, muy por el
contrario, el derrocamiento del gobierno para “limpiar a la democracia”
de sus vicios y defectos, delitos y crímenes.
A comienzos del
año 1980, ex-guerrilleros en plan de activismo subversivo entraron en
contacto con el entonces teniente Hugo Chávez, por mediación de su
hermano mayor Adán, y lo captaron como uno de los operadores de su plan
conspirativo. Se acordó que la insurrección se daría “cuando
existieran las condiciones subjetivas y objetivas propicias”. No sería,
pues, un golpe sedicioso contra un gobierno ni contra un presidente
determinados, sino contra el sistema democrático como tal, el mismo que estaba
consagrado en la Constitución Nacional entonces vigente, a la cual debía
lealtad por juramento todo integrante de las FF.AA.
Al aceptar
incorporarse a la conspiración golpista subversiva contrademocrática, el
teniente Hugo Chávez aceptó tácitamente quebrantar el juramento de lealtad a
las Fuerzas Armadas de las cuales formaba parte; y al comprometerse a insurgir
contra el sistema político consagrado en la Constitución Nacional, asumía
asimismo abjurar de su lealtad constitucional. Convino por lo tanto en
echarse a andar como traidor a las Fuerzas Armadas, a la Constitución
Nacional, a la Patria y en suma al pueblo venezolano. Iniciaba así una larga
tarea de subversión del sistema democrático representativo que aún hoy mantiene
desde el poder constituido. Todo ello a los 25 años de edad y apenas con el
grado de teniente. Comenzó así una carrera política sucia y tenebrosa,
que lo ha llevado a constituir, conjuntamente con los hermanos Castro, el
trío de peores gorilas del continente americano.
UNA CARRERA DE
DOBLECES QUE AÚN PERDURA
Así se inició
Hugo Chávez en una carrera política que ha estado signada por mentiras y
engaños, simulación y farsa, trampas y fraudes, demagogia y cinismo, siempre
haciendo ocultamente lo contrario de lo que públicamente dice estar haciendo.
Desde su incorporación a la conjura golpista a comienzos de 1980 hasta el
4 de febrero de 1992, tuvo que mentir y fingir por imperativo de su
propia supervivencia dentro de las Fuerzas Armadas. En esos doce años
desarrolló un regusto creciente por la mentira y el engaño, Al día de
hoy, su vida política no ha sido sino una gran mentira continuada, en la
que dice y se desdice con descarada facilidad, proclamándose el mayor
demócrata mientras él y sus secuaces han desatado la mayor ferocidad
destructiva contra la democracia venezolana.
El carácter
inherente de tales vicios y defectos se ha acentuado tanto, que ha
terminado por ser condición natural de su forma de ser como político y como
persona. Cuarenta años de dobleces han determinado que el Hugo Chávez de
hoy haya llegado a ser, por naturaleza, intrínsecamente mentiroso y engañoso, simulador
y farsante, tramposo y fraudulento, demagogo y cínico.
En febrero de
1992 el golpe contrademocrático producto de la conspiración emerge con la
máscara de “rebelión cívico-militar”, criticando ferozmente los vicios,
defectos, delitos y crímenes de los gobiernos democráticos y enarbolando falsas
banderas de auténtica democracia, honestidad administrativa, justicia,
libertad y progreso social. Todo mentira.
Purgó prisión por
golpista y al salir de la cárcel por inexplicable indulto presidencial, se echó
a las calles del país con un discurso de enardecido doliente de la
democracia agraviada por los gobiernos civiles. Discurso que subió de tono
agresivo y de contundencia crítica contra los “malos demócratas” y
se explayó en oferta democrática durante su campaña electoral presidencial de
1998.
Trece años y tres
meses en el poder han demostrado, de manera contundente y fehaciente, que sus
críticas a los regímenes anteriores y sus ofertas políticas y sociales no
fueron otra cosa que un largo rosario de mentiras y engaños. En esos largos
años el gobierno castrochavista ha incurrido en un número muchísimo mayor de
vicios, defectos, delitos y crímenes que aquéllos que ferozmente les
criticó a los ocho gobiernos civiles anteriores, y no solamente no ha cumplido
la mayor parte de sus promesas de auténtico desarrollo político y social, sino
que ha dedicado toda la potencia de su acción política y de su gestión
gubernamental a ejecutar su estrategia capital de destrucción de la democracia
y a lograr su objetivo supremo de instaurar un régimen militarista
totalitario de hegemonía total sobre la sociedad venezolana.
MANUEL
RODRÍGUEZ MENA
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