VENEZUELA
COTO CERRADO PARA UNA MAFIA QUE GOBIERNA
Humberto García Larralde
La capacidad de asombro en esta
Venezuela Bolivariana rompió hace tiempo todos los moldes. Lo que no se atrevió
a hacer Pinochet, negarle la entrada al país a Felipe González para asistir a
un preso político, parece estar decidido por este gobierno que se autocalifica
de izquierda. El martes 22, sin vergüenza alguna, el diputado Yul Jabour
propuso declarar al ex presidente español persona non grata,
propuesta que fue raudamente aprobada por la bancada fascista. Semanas antes,
Maduro le había hecho un reconocimiento a siete funcionarios señalados de
violar los derechos humanos y premiado a dos con cargos de mayor
(ir)responsabilidad. Mientras, estallaban los escándalos de las fortunas
saqueadas a PdVSA y “lavadas” en el Banco de Andorra; fueron descubiertos
depósitos por $12 millardos hechos por altos funcionarios del
gobierno en 2006 en el banco HSBC, sin respaldos y sin que se sepa hoy que
hicieron con eso; un general acusado de narcotráfico fue recibido como héroe al
ser liberado de su detención en Aruba, gracias a presiones del gobierno
venezolano; el ex zar del desastre económico que nos arruinó, Jorge Giordani,
denunciaba la desaparición de $ 20 millardos entregadas por CADIVI a empresas
de maletín; se esfumaron dineros asignados a proyectos, a importaciones, a
mejorar servicios; etc., etc., ¡Sin que nadie en el alto gobierno diga nada! La
respuesta oficial es que todos estos señalamientos son “injerencistas” y forman
parte de una agresión a Venezuela (¡!).
Como dicen los abogados, “a confesión de
parte, relevo de pruebas”. La iracundia contra toda denuncia de violación a los
derechos humanos, de tráficos ilícitos, de lavado de dineros mal habidos, no
tiene otra explicación que la reacción de una mafia cuyas marramuncias son
expuestas de repente a la luz del sol. Y con las más altisonantes proclamas
patrioteras, fingiendo estar ofendidos por la supuesta afrenta a una “Patria de
Bolívar” que han entregado sin remordimientos a los hermanos Castro, cierran
filas para proteger su participación, sin los ojos fisgones que los puedan
delatar, en la veta de oro que representa la hacienda pública nacional.
En la más cruel paradoja, amparados en
una prédica socialista que pregona la supremacía de los intereses colectivos
del “pueblo”, se ha privatizado al Estado en beneficio de una
oligarquía militar civi. Son los aviones, escoltas, camionetas, personal de
servicio, TV, viajes, dólares y demás prebendas, pero sobre todo, es la
descomunal magnitud de recursos que pueden usufructuarse sin rendir cuentas o con
la anuencia de una mayoría cómplice en la Asamblea Nacional. Y a ese coto de
expoliación lo van a defender como sea. Como contraparte, condenan a esas
mayorías que dicen defender al proceso más veloz de empobrecimiento que
recuerda la historia moderna de Venezuela, porque no alcanzan los dólares que
sostenían la impostura del “socialismo del siglo XXI”.
Y ante crisis tan grave y apremiante,
¿qué hace Maduro? Repite, por enésima vez, la idiotez de una “guerra económica”
(¡!) –en la que nadie cree- y luego arremete contra Fedecámaras y les niega los
dólares preferenciales. ¡Pero claro, son la joya de la corona! ¿O es que
todavía hay gente que no ha entendido el por qué se mantiene un dólar a Bs.
6,30 mientras se oficializa una tasa a Bs. 190 y se infla el paralelo a más de
Bs. 270? Obviamente, no es para contener la inflación, abaratando la
importación de alimentos y medicinas. La inflación venezolana, precisamente
como resultado del sistema de controles, es la más alta del mundo y el renglón
cuyos precios han crecido más es el de los alimentos.
Y una pregunta todavía más inocente, ¿por qué, entonces, no emprender un proceso de ajuste integral, con financiamiento internacional, que permitiría estabilizar el precio del dólar en torno a Bs. 50 a 70 y acabar con la especulación de precios? ¿Cómo no entender que sólo con la iniciativa privada y la inversión productiva podemos superar este desastre? La negativa a vender dólares va a agudizar aun más el desabastecimiento, la inflación y a empeorar la salud de la población por falta de medicamentos y de equipos médicos. Pero no; ahora que escasean y el negocio de vender dólares preferenciales en el paralelo supera el 4000% de ganancia, ¿Van a prescindir de esta manguangua instantánea vendiéndoselos al sector privado a precio oficial?
Y una pregunta todavía más inocente, ¿por qué, entonces, no emprender un proceso de ajuste integral, con financiamiento internacional, que permitiría estabilizar el precio del dólar en torno a Bs. 50 a 70 y acabar con la especulación de precios? ¿Cómo no entender que sólo con la iniciativa privada y la inversión productiva podemos superar este desastre? La negativa a vender dólares va a agudizar aun más el desabastecimiento, la inflación y a empeorar la salud de la población por falta de medicamentos y de equipos médicos. Pero no; ahora que escasean y el negocio de vender dólares preferenciales en el paralelo supera el 4000% de ganancia, ¿Van a prescindir de esta manguangua instantánea vendiéndoselos al sector privado a precio oficial?
De ahí la animadversión a Felipe
González, como antes se mostró con los ex presidentes Pastrana y Piñera, a
quienes no se les permitió visitar a Leopoldo López. De ahí la negativa a
atender los requerimientos de la CIDH y de otros organismos internacionales
para que los derechos humanos de presos y disidentes sean observados. A nadie
se le permitirá venir a indagar sobre los atropellos cometidos en la
implantación de semejante régimen de expoliación y menos abogar por quienes han
denunciado tal rapiña. De ahí la insólita demanda interpuesta por Diosdado
Cabello contra los pocos periódicos independientes que quedan por haber
reproducido en sus páginas lo que es vox populi a nivel mundial. Aunque afuera
se les cayó el halo de “revolucionarios” al servicio del pueblo”, todavía creen
que, de las fronteras para adentro, pueden ocultarnos sus vagabunderías.
Que Maduro, Diosdado y los militares que
lo acompañan tengan como única respuesta a la crisis aumentar la represión, ya
no sorprende, dado el talante fascista que han mostrado reiteradamente.
Definitivamente, ya no tiene sentido que oculten la naturaleza del régimen. “No
importa que me digan dictador”, ha bramado en más de una oportunidad Maduro,
copiando a su padre putativo, para luego arremeter contra los que puedan
interponerse al control omnímodo que ejerce la oligarquía. Sorprende, si, que
todavía exista un 20% de la población que los apoye y, más aun, que la bancada
oficialista, en bloque, siga negándose a investigar los chanchullos y apruebe
barbaridades como la condena a Felipe González. La mafia siciliana tenía un
código de lealtad, de silencio sobre los crímenes cometidos por los suyos,
conocida como omertá. ¿Serán que todos los diputados son cómplices? ¿No queda
ni una pisca de dignidad, de vergüenza, ni uno con criterio propio?
Pero la tapa del frasco la puso la
Universidad Bolivariana. A quien preside un gobierno que ha reprimido
salvajemente las protestas, matado a decenas de estudiantes, metido preso a
valiosos dirigentes democráticos con juicios amañados, torturado a muchos,
mentido descaradamente al país, protegido a saqueadores, insultado a los
venezolanos e, incluso, arrastrado nuestro idioma por los albañales, a ese,
Nicolás Maduro, le acaba de otorgar ¡Doctorado Honoris Causa!
“¡Hoy resulta que es
lo mismo ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o choro, generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...”
¡Ignorante, sabio o choro, generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...”
Cambalache,
Tango de Enrique Santos Discépolo, 1935.
Humberto García
Larralde
economista, profesor
de la UCV
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