VENEZUELA, ¿HONOR O TRAICIÓN?
EXCOMUNIÓN Y PERSECUCIÓN DE LAS IGLESIAS
JUDÍA Y CRISTIANA
Rómulo Lares Sánchez
La tragedia actual en las tierras
herederas de la Gran Colombia renueva la presencia de las del Siglo XX en la
Europa del choque entre las religiones e ideologías hacia las revoluciones,
guerras, bombardeo atómico y la locura de la “solución final”, determinando la
creación de las Naciones Unidas y del Sistema Penal Internacional, entre cuyos
frutos se encontrarían conceptos extraños o contradictorios para el
“humanismo”, tales como la necesidad de definir el “Derecho Humano” y tipificar
“crímenes contra la humanidad”.
Ernesto Mayz Vallenilla, discípulo de
Martin Heidegger, impuso la condición no demócrata de la Universidad durante su
muy exitosa gestión como primer rector-fundador activo de la Universidad Simón
Bolívar (1969). Disertaba con severidad sobre la necesidad indispensable de la
misma condición fundamental dentro de las otras dos instituciones de su
categoría: la Iglesia y la militar.
Nuestra tragedia venezolana en el
tránsito hacia el siglo XXI estaría empapada con la sangre inocente derramada
bajo los auspicios y complicidad de esas tres instituciones, sus hombres, hasta
desaparecer el Estado y el Derecho. En todas ellas se reconoce y “honra” a sus
miembros por el dominio de la teoría y de la técnica del engaño y la
manipulación del otro, que se estudia y practica dentro de sus claustros,
promoviendo a sus más destacados discípulos hacia el tope de su escala
jerárquica.
Provistos de estas armas miembros,
discípulos y amigos de la CIA de Jesús en la región habrían obtenido gran
influencia y coordinación en el desarrollo de nuestra tragedia. Su prestigio
nacional e internacional, desde los púlpitos y por intermedio de la innegable
importancia de la “obra social” y de la “liberación” de las masas, que les
habría provisto de una magnífica “piel de cordero” para colocar en el “mercado
político” un mismo proyecto “ideológico”, ¡una vez más!, obteniendo el respaldo
devoto, encegueciendo el mundo y sus feligreses para la atención y respeto por
cómplices tales como: Fidel Castro, Bergoglio-Francisco Papa, Arturo Sosa, Luis
Ugalde y Hugo Chávez.
Ramón J. Velásquez, obispo de la amistad
y del diálogo, conduciría brevemente a Venezuela como Presidente de la
República (1993) durante otra etapa de tránsito inestable crucial de nuestra
travesía contemporánea. Habría experimentado en el breve ejercicio la traición
de su propia sangre perturbada, que mancharía su obra en pleno regocijo de
Pascuas, indultando al capo del narcotráfico internacional y enemigo público
número uno del momento y, pareciera haberse equivocado antes al promover a un
miembro de la CIA de Jesús para que abandonase los hábitos por la Presidencia
de Venezuela, convencido de que sería el “hombre” que necesitábamos.
En las lecciones de filosofía del
maestro J. R. Guillent Pérez (1923-1989), tanto para sus alumnos del Pedagógico
de Caracas como de la Universidad Central de Venezuela y en sus artículos de
prensa, promovía la tesis según la cual el hombre de Occidente habría tomado el
camino equivocada a partir de Sócrates, Platón y Aristóteles al abandonar el
ser, “el olvido del ser”, cultura que marcha durante más de 2500 años, de la
que formaríamos parte progresivamente a partir de 1492 incorporando las tres
instituciones referidas, rumbo que explicaría alguna de las contradicciones y
“resultados” no deseables de nuestra “civilización” así como el “holocausto
criollo”.
Y en aquel camino, Hannah Arendt,
especialista en “la banalidad del mal”, asombraría hasta el desprecio a la
comunidad neoyorkina, judía y norteamericana en general, cuando el “New Yorker”
publicase sus artículos como enviada especial al juicio de Eichmann en
Jerusalem (1962) por crímenes contra la humanidad durante el “holocausto”. Concluiría que sólo sería posible explicar la
programación y ejecución de la “solución final”, tal empresa industrial
transnacional para el exterminio humano, cuando el hombre renuncia a la
condición fundamental, aquella que nos hace diferentes del resto de los seres
vivientes conocidos, de los animales, nuestra conciencia de que somos, no de
qué somos, es decir, nuestra renuncia a pensar.
Para Arendt, habría quedado establecido
que la matemática del exterminio hubiera sido de alrededor de entre 100 a 200
miles incinerados, jamás los 6 millones y medio de seres humanos, de no haber
sido porque la comunidad Judía, sus líderes, con su altísima capacidad
organizativa y su poder económico planetario, habrían tomado el camino del
“diálogo” con el Estado nacionalsocialista, con los Nazis, desde el primer día
que Adolf Hitler se instaló en la Cancillería de Alemania, tomando la vía de la
contemporización que impediría o neutralizaría sistemáticamente la reacción
planetaria determinante ocultando la locura del Reich, otorgando a cambio la
longevidad al régimen para garantizar el “business as usual” de Occidente,
moderno industrial, comercial y financiero, mediante la compensación con el
sacrifico industrial humano.
Luis Beltrán Prieto Figueroa ordenó al
asumir la Presidencia del Congreso de la República de Venezuela (1962) la
eliminación de “Dios” del texto sobre el presidium del Hemiciclo de Sesiones.
Habría sido una ratificación del sentido de la separación de la Iglesia de los
asuntos del Estado, y probablemente, de la alusión a una institución
incompatible y contraria a la práctica de la democracia, al debate entre
iguales, representantes elegidos de manera directa por la voluntad de los
ciudadanos y razón de ser de un Palacio Legislativo.
La solemne excomunión (1656) de Baruch
de Spinoza por las autoridades judías por “abominables herejías las cuales
practica y enseña a sus alumnos”, así como la decisión de la Iglesia Católica
de colocar en la lista de libros prohibidos su obra, constituiría un honor para
la bandera de “la libertad de filosofar y de decir lo que se piensa”, lo que
“no puede ser destruido a menos que la paz y la piedad del Estado fuesen así
mismo destruidas”.
Aquella bandera de de Spinoza habría
sido una señal, una luz para denunciar el camino equivocado que nos trae hasta
Venezuela hoy, una postura de honor, mientras que la de la CIA de Jesús y la de
la Iglesia de Roma ahora bajo el control de hispanoamericanos, venezolano y
argentino, tendrían que ser señaladas como traición. ¡ Traición a la Humanidad
!
Una traición que tendría que tener
consecuencias más allá del más allá espiritual que promueven sus autores,
precisamente en el ámbito de la banalidad del mal y del olvido del pensar que
determinarían la creación de la Justicia Penal internacional.
Someto tres referencias como muestras de
tanta evidencia, de manera pública, notoria y comunicacional, a pesar de la
censura y la clandestinidad del pensamiento libre, de la verdad. Primero, las
declaraciones del representante de San Pedro condenando la libre voluntad del
pueblo colombiano en el Plebiscito insólito, aún más grave, porque pretendía
legitimar constitucionalmente en el Estado colombiano al crimen organizado
trasnacional representado por las FARC, terroristas también ocupantes del
territorio de Venezuela; el segundo ejemplo, las declaraciones del “prepósito
General” de la CIA de Jesús a una “comunicadora social” de otro diario de la
farsa de prensa local, “EL NACIONAL” y publicadas el 23/DIC/2016 (http://www.el-nacional.com/politica/Arturo-Sosa-Venezuela-profunda-politica_0_963503708.html) y finalmente, la
in-postura institucional de la Iglesia Católica de Venezuela.
Pidamos también a los dioses que
iluminen el planeta y concedan otra, quizás inmerecida, oportunidad al humano
para rectificar nuestro camino, en particular el de los venezolanos,
entendiendo que tal concesión sólo sería posible mientras que para estructurar
y elaborar tal petición, cada individuo y en colectivo retomemos el ser y
rescatemos el pensar. Con tal propósito acompaño también un ejercicio reciente
de la “conciencia militar” excluida de Venezuela.
25DIC2016.
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