BAJO CONTROL MILITAR
Luis Marín
“Venezuela:
militares bajo control”, es el título de un artículo de Foreign Affairs Latinoamérica,
que logró algo que parecía imposible en estos tiempos: generar cierta polémica
en un ambiente empantanado entre cuarentena y falta de combustible. La razón,
que intenta voltear de revés la hegemonía de la alianza “militar-civil” del
bloque en el poder por su contrario, una novedosa “civil-militar” exactamente
en sentido contrario.
“Consideramos que
el poder civil –con el PSUV como vehículo- infiltró al poder militar y anuló la
posibilidad de que ahí surgieran mandos unificados que pudieran rebelarse.”
Añadiendo que: “Por eso la estrategia de inducir divisiones dentro de las
fuerzas armadas para que una parte abandonara la coalición gobernante no
funcionó”.
De manera que “no
fue la bota militar la que menoscabó la democracia venezolana, sino el aparato
ideológico civil que preparó el fin de unas fuerzas
armadas profesionales y debilitó a una sociedad con aspiraciones democráticas”.
En conclusión: “El
verdadero poder es civil y reside en el PSUV”.
Cito in extenso porque los autores se refutan a sí mismos,
ante cualquier observador imparcial; no obstante, vale la pena introducir
algunos comentarios antes de otras citas textuales.
Lo primero que
salta a la vista es lo tardío de la aparición del PSUV, fundado por Chávez en
el 2008, cuando ya tenía 10 años en el poder, 16 de haber insurgido en el
escenario político y otros innumerables de conspiraciones cuartelarias. Sus
antecedentes fueron el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 y el
Movimiento V República, de los que no puede decirse que fueran fuerzas civiles
que cooptaron a las fuerzas armadas.
El PSUV considerado
aisladamente, sigue privilegiando al factor militar sobre el civil. Fundado por
el teniente coronel Chávez, organizado en “batallones, pelotones y escuadras”,
su ideólogo fue el general de división Alberto Müller Rojas, militar en
condición de activo, miembro del Estado Mayor Presidencial, quién además fue el
primer vicepresidente del partido, detrás del propio Chávez.
Desde el principio
Müller confesó que las fuerzas armadas estaban politizadas, declaró que no hay
militar que no sea político y que lo de fuerzas armadas apolíticas y no
beligerantes era, en su opinión, la mentira más grande que jamás se les hubiera
inculcado.
La cuestión del
papel de los civiles en la alianza ya había sido resuelta incluso antes de los
golpes de estado de 1992, en los que las facciones civiles se quedaron
esperando unas armas que nunca llegaron, por la desconfianza que los conjurados
siempre les dispensaron.
Pero insisten los
redactores de FAL en que “el chavismo civil ha
desarrollado formidables capacidades de control sobre las fuerzas armadas
venezolanas, especialmente por vía de transferencia de conocimientos y
experiencias políticas del régimen cubano”.
Doble error sólo
explicable por una de las taras del izquierdismo que siempre que habla de
dictaduras militares agrega “del cono sur”, como si las del norte del cono no
fueran también militares. Desde el principio, la alianza de Castro con Chávez
fue una conjura militar (ambos eran caudillos militares) y la transferencia de
conocimientos y experiencias opera entre aparatos armados, de inteligencia y
contrainteligencia castrenses.
“Esta intervención
del poder civil sobre el militar ha fragmentado el mando militar y le ha
restado eficacia operativa a las fuerzas armadas (que) han sido larga y
duramente intervenidas por el partido de gobierno con el fin de evitar
rebeliones militares”.
La condición de
país petrolero y la captura de la industria petrolera hicieron que “la
cooptación de las fuerzas armadas haya pasado parcialmente desapercibida”. A
raíz de los sucesos de abril de 2002 “el partido cooptó a los militares y las
fuerzas armadas incorporaron la ideología del gobierno, adoptaron
posteriormente el inconstitucional nombre de Fuerza Armada Nacional Bolivariana
y los lemas del PSUV”, algo tanto más sorprendente visto que ese partido
todavía no existía.
Hay un “poder civil
sobre el militar”. Incluso, “la revolución es comandada por fuerzas civiles y
ya no temen la injerencia militar sobre sus cuotas de poder ni el mando en
Venezuela”. Así FAL nos propone su prisma renovado de “autoritarismo civil
policíaco y no militar, con fuerza en la ideología, la propaganda y el control
social estructural”.
“El nuevo papel de
los militares en Venezuela es obedecer a ese poderío
expresado en el PSUV”. Debe comprenderse el nuevo razonamiento de la FANB:
“Guardiana del PSUV”.
En verdad, nunca
los militares han tenido tanto poder como hoy que además de político es también
económico, para lo que huelgan los ejemplos. En casi dos siglos de vida
republicana este país ha sido gobernado siempre por militares, salvo el breve
ínterin de José María Vargas en el siglo XIX, que naufragó en esas aguas y
ahora hasta le quitaron el nombre a su estado, y los “40 años” del siglo XX de
gobierno civil bajo tutela militar.
Sin embargo, vale
la pena aclarar que el PSUV no tiene el ascendiente que afirma FAL.
No es un partido de
combate, forjado en la lucha por el poder, etcétera. Más bien es un partido
gobiernero, que recuerda las Agrupaciones Cívicas Bolivarianas del General
Eleazar López Contreras y a los Partidarios de las Políticas del Gobierno del
General Isaías Medina Angarita que dieron origen al Partido Democrático
Venezolano; o bien al Frente Electoral Independiente del General Marcos Pérez
Jiménez.
Salvando las
distancias, porque aquellos eran partidos conservadores y éste pretende ser un
partido revolucionario, pero que está al final del proceso y no al principio,
es de la fase de institucionalización, si se permite la expresión, cuando ya la
insurgencia ha terminado.
En Venezuela se
suele decir que más que un partido es una empresa del estado, porque su nómina
la paga el gobierno. Su primer vicepresidente, el general de división Alberto
Müller Rojas, repelía la caterva de oportunistas gritándoles que “quien no
aguante dos charlas doctrinarias no puede entrar aquí”.
Su actual
vicepresidente, el teniente Diosdado Cabello, que se esmera en superar los
modales y el lenguaje sutil del anterior, no ha cambiado la impresión de que
menos que militantes, simpatizantes y amigos, le siguen una cáfila de busca
puestos.
En su dirección no
hay ni rastro de “profundas raíces en la izquierda histórica, castrista,
guerrillera, universitaria, intelectual, gremial, sindical y policial en el
ejército y sus componentes”, como pretende el artículo de FAL, en cambio,
pueden encontrarse militares golpistas, resabios adecos y copeyanos, saltimbanquis
y volatineros.
Es absolutamente
innecesario demostrar que los llamados chavistas originarios, centauros,
juramentados del Samán de Güere o como se les llame, integran una logia militar
que de tener alguna doctrina sería el “putschismo”, que inspira
cada una de sus actuaciones.
El PSUV es su
correa de transmisión, una herramienta y de civil no tiene ni la fachada.
Luis Marín
03-05-20
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