(Nota
preliminar: este artículo fue publicado inicialmente por el diario El Nacional,
por allá por el año 1995, tiempos de la mal llamada Cuarta República. Lea, la
realidad de aquellos tiempos es tal la realidad de hoy, que, el Autor asegura:
vivimos la misma República que creo Páez en 1830).
.
Es ésta la historia del primer arrebatón realizado en
Guardatinajas.
Guardatinajas es un pequeño pueblo del Guárico donde
todos se conocen. Todo guardatinajeño da la misma dirección: “Al llegar,
pregúntale al primero que veas por fulanito”.
Nunca falta una inmediata respuesta: “Cruce en la
segunda cuadra a la derecha, la tercera casa”.
Guardatinajas está muy alejado de los centros de
poder, más por el abandono que por la distancia. No hay agua, la escuela no
tiene comedor, la carretera casi nunca sirve… mas no hay malandros. Sí,
increíblemente ésta es una especie exótica. En la producción de delincuentes
sólo se limita a ladrones de gallina, politiqueros, ladrones de ganado y
sindicaleros. Por lo general es un poblado tranquilo.
Sin embargo, un mal día, dos adolescentes
incursionaron en el desconocido rubro de los arrebatones.
Todo comenzó por un acto político en la capital del
Estado con motivo de la aprobación de la Memoria y Cuenta del Gobernador de
turno. Les entregaron una pancarta, se aprendieron una consigna y les pagaron
con ron y con dinero
sustraído fraudulentamente de la Cuenta que ese día se aprobó.
Terminado el acto, los choros nuevos se dirigieron a
la licorería más cercana; un choro viejo, de los más curtidos, contaba
desprevenidamente a un pequeño auditorio las artes del arrebatón en moto. Nuestros
amigos oyeron, entendieron y se vieron a los ojos, y con un cruce de miradas
sellaron el compromiso de ser precursores del arrebatón en Guardatinajas.
Ya en el autobús de regreso…
-Y cómo hacemos sin moto?, preguntó uno.
- ¡Que moto na! ¡En la bicicleta!
Nuestros aprendices de cacos sólo tenían en sus
curricula la ejecución de un robo de hallacas en la casa de Parrita. Todo les
salio perfecto, solamente que con el nerviosismo metieron en el saco bollos en
vez de hallacas, y que uno de ellos perdió una alpargata.
En esta ocasión todo estaría planificado. La víctima
el boticario del pueblo.
Era conocido que diariamente después
de cerrar la botica, a la misma hora, con una bolsa en la mano, el boticario se
dirigía a su casa en las afueras del pueblo.
(Los malandrines suponían que en la bolsa llevaba el
producto de la venta del día. No sabían que el dinero lo llevaba en el bolsillo
derecho del pantalón, tampoco sabían que en la botica no había baño).
Pues, sí, en esta bolsa llevaba el boticario, muy
higiénicamente, sus deposiciones diarias.
El arrebatón fue perfecto, lo realizaron en la
oscurana de la escuela, después del policía acostao.
Corrieron, corrieron y corrieron. El autor de estas
líneas, que en ese momento pasaba casualmente por el lugar, observó en la cara
del boticario, en pocos segundos, disímiles matices; primero asombro, luego
susto, y por último una sonrisa se impuso en su boca.
Más adelante, en la vía que va hacia Monteoscuro, el
pichón de azote que pedaleaba ya no podía y se paro en la pata de un guásimo. El
otro que iba en la caja de la bicicleta de reparto, iba abriendo la bolsa…
-¡Pija, primo, me llené! Se oyó la exclamación en el
llano.
El otro, que pensó que el pana lo quería bajar de la
mula, olvidó el cansancio y se le abalanzó.
-¡¿Cómo que te llenaste?! ¡Esta vaina es pa` los dos!
Y le arrebató la bolsa. Y también se llenó.
Por
Eduardo López Sandoval
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