AUDITORIA
DEL
SIGLO XXI
Luis
Marín
La
Cátedra Pío Tamayo de Historia Actual ha preguntado, quizás en tono
humorístico: ¿Puede prosperar una auditoria/impugnación que ponga fin a la
presidencia de Maduro? El panel de invitados al foro el lunes 22-04-13,
respondió unánimemente que no; por lo que lo procedente es desplazar la
pregunta hacia el sentido que podría tener proponer una vía de acción que de
antemano se reconoce como seguramente infructuosa.
La
primera y más sencilla respuesta es que se trata de parte del “Show business”:
una consecuencia necesaria de la situación en que se ha puesto la oposición
oficial, atrapada en sus propias mentiras, que transita sin solución de
continuidad de un: “Si votamos, ganamos”, a un todavía más quimérico: “Si
auditamos, ganamos”.
El
funcionario a sueldo de la dictadura, Vicente Díaz, abrió el juego con su
declaración: “Que se abran todas las cajas”, con lo cual los estaba enviando
directo a un callejón sin salida porque cualquiera sabe que eso es un tremedal
del que es imposible salir con nada claro. Tan buena fue la propuesta, que el
primero que la acogió alborozado fue el mismo Nicolás Maduro, que le dio rango
presidencial a la sugerencia con su estilo habitual: “¡Que hablen las cajas!” Que
de ocurrir sería sorprendente, incluso en este país.
No
se necesita ser directivo del CNE
por lustros para saber que ellos mismos pusieron en la normativa que cuando
haya discrepancia entre el contenido de las cajas y lo que diga la máquina,
prevalece lo que diga la máquina. Y de un CNE
que todavía no ha entregado los resultados del referendo revocatorio de 2004,
bien pueden esperarse los resultados de una auditoría cuyo fin, según la ley,
es garantizar la “transparencia y confiabilidad de dicho proceso”. ¡A estas
alturas! ¿Quién puede todavía hablar de transparencia y confiabilidad?
Llamar
a cacerolazos no solo es una embarazosa confesión de impotencia, sino dirigir
una ruidosa manera de no hacer nada. Inutilidad sobradamente demostrada en la
práctica, porque en los pasados 14 años de dictadura se han abollado utillajes
completos sin obtener el menor resultado, como no sea “descargar la arrechera”
sin hacerle el más mínimo daño a nadie (con la probable excepción de las ollas).
Con
la auditoría quieren saber hasta cuántos mochos votaron, para determinar en
forma fehaciente si se justifica o no el llamado “voto asistido”, vale decir,
que los esbirros acompañen a los votantes detrás del paraban. ¡Como si eso
tuviera alguna importancia, en términos de fraude sistemático!
Los
jesuitas en tiempos de persecución inventaron un lenguaje para no caer
fácilmente en manos de los verdugos; pero sin verse forzados a mentir,
traicionando sus propios principios de fidelidad la Verdad. La cuestión
consiste en refugiarse en la ambigüedad propia del lenguaje natural o bien
decir parte de una frase en voz alta y el resto en forma inaudible o incluso in
pectore, para dar a entender una cosa por otra.
Como
si le preguntaran: ¿Esconde usted a alguien aquí? Y respondiera: “No. Aquí
sólo estoy yo”. Lo cual es cierto porque el perseguido está allá,
en el sótano, por ejemplo.
El
candidato opositor asegura: “Nadie puede saber por quien usted votó”; ni
siquiera usted mismo, habría que agregar. O bien la Santa Iglesia que declara:
“Sólo Dios sabrá por quién votamos”; porque al CNE
no se le puede creer.
EL
TERCERO EXCLUIDO
No
se ha tomado con suficiente seriedad la práctica de decir y repetir
constantemente que este país está dividido en dos: gobierno y oposición;
entendiendo por “oposición” ese hermano siamés de la dictadura que le presta el
barniz de “democrática”, con que se presenta en el exterior.
La
razón parece simple, pero las consecuencias son tremendas. Se trata de
consolidar la idea de que hay una sola oposición, representada en eso que
llaman MUD, que tiene una sola voz, un solo candidato, una sola tarjeta y un
solo mensaje: la unidad. Todos los venezolanos tenemos que estar unidos sin
fisuras, escotaduras, esguinces: unidad total.
La
concepción es evidentemente totalitaria, exactamente como el gobierno que se
mira en un espejo: bolivariana y socialista. En esta fórmula los socialistas de
la oposición han creído hallar la cuadratura del círculo de un sistema
socialista que es el remedo de la caricatura con que ellos se representan la
democracia “burguesa”: un sistema en que dos empaques de idéntico contenido se
disputan el poder engañando a “las masas” con una ilusoria elección.
El
pequeño problema es que dejan por fuera a la mayoría de la población que no es
del gobierno ni de esa falsa oposición colaboracionista. Lo realmente grave es
que esa población es ignorada, no tomada en cuenta, sus opiniones no se
escuchan, es privada de voz y presencia, ni siquiera se nombra, hasta llegar al
extremo de que objetivamente, no existe.
La
creación de sectores de población privados de la facultad de comunicar esto es,
de humanidad, es consustancial al socialismo. Su lugar natural es el lager, el
campo de concentración, el gulag, la granja de reeducación, el hospital
de rehabilitación mental; su destino, el silencio absoluto, la no-presencia.
En
este punto también presta una gran ayuda la Santa Madre Iglesia, que ya no es
la voz de los que no tienen voz, sino que ha excluido de la feligresía a quien
no sea gobierno ni oposición, que son los únicos a quienes sistemáticamente
menciona en sus alocuciones. Quien no sea gobierno ni oposición no es parte del
país, desaparece del discurso.
Históricamente,
a los no-existentes el único recurso que les ha quedado es persistir, es decir,
desmentir con su presencia el negacionismo socialista, la pretensión
totalitaria del absoluto, afirmando su diversidad: El mundo no es homogéneo, la
unidad total no solo es imposible sino indeseable. Ese es el mantra que conjura
la aspiración jesuítica de un mundo perfecto.
Pero
debajo de la mentira publica, va horadando un surco la verdad, silenciosamente.
FUNDAR
LA REPÚBLICA CIVIL
En
Venezuela no hay todavía una sociedad civil y nunca en toda su historia se
había hecho un esfuerzo tan sistemático, orquestado y brutal por destruir lo
poco que se había logrado en dos siglos de lucha desigual. En este asalto se
han conjurado el militarismo endémico con el comunismo importado.
Una
república civil en Venezuela tiene que ser necesariamente no bolivariana e
incluso antibolivariana, porque el bolivarianismo es la forma en que se
manifiesta y pretende hacerse plausible al militarismo, quizás desde Guzmán
Blanco, pero sin duda de Juan Vicente Gómez para acá, que hasta ahora había
sido su máxima expresión: Bolívar como imagen del militar, caudillista,
guerrerista y tirano por excelencia.
Una
república civil en Venezuela tiene que ser necesariamente no socialista e
incluso antisocialista, porque el socialismo es la forma en que se manifiesta y
pretende hacerse plausible el totalitarismo, la opresión económica y cultural
del Estado, la desaparición de la esfera de libertad individual.
En
su versión de izquierda hegeliana, el Estado es presentado como “la realidad de
la idea moral” o peor como “Dios en la historia”; al contrario, la esfera
privada es inmoral y la “privatización” el mismo demonio. Todo lo público
se rodea de una presunción de legalidad, mientras que lo privado se presume
delictuoso y se cubre de sospecha.
Contra
toda evidencia, porque está a la vista que el Estado puede ser asaltado por
sujetos deshonestos y corruptos que no actúan en función de ningún interés
público sino movidos por mezquinos intereses personales y familiares. Esta
tendencia se lleva al paroxismo en los regímenes llamados socialistas, como en
Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela.
En
verdad, el Estado es el Mal en la Historia y debe ser reducido a su mínima
expresión, para que haga el menor daño que sea posible. La sociedad civil, el
mundo privado, los individuos, deben posesionarse del espacio público y hacerlo
propio, levantar el reino de la libertad, la diversidad y el pluralismo.
Pero
hace falta mucha confianza en sí mismo y derribar las estatuas de héroes y
tiranos, proscribir la idolatría como crimen contra la humanidad. El camino es
ejercer la crítica de lo que hay (bolivarianismo y socialismo) y proponer
alternativas para lo que viene.
Si
no se asume que la independencia estuvo signada por el error y se hubiera
logrado mucho más y a menor costo con una dirección civil de nuestro proceso
histórico, la perspectiva que tenemos es la guerra, la misma que no ha
terminado desde 1810.
La
otra, es esperar que este régimen demencial colapse por su propia inoperancia e
incapacidad, pero esa perspectiva, además de indigna y cobarde, es demasiado
larga. 70 años le costó a Rusia, Cuba lleva más de 50. ¿Cuánto aguantará el
cuerpo venezolano?
Por
una ironía del destino, de Dios o la historia, la solución parece acercarse a
nuestras manos, aunque nos empeñemos en no querer agarrarla con firmeza.
COMUNISMO
POR FASCISMO
La
forma más fácil de identificar a un falso opositor es que cada vez que se ve
obligado a protestar crímenes de la tiranía castrista, en lugar de denunciar al
comunismo clama: ¡Esto es fascismo puro!
Es
decir, el fascismo es lo malo por antonomasia, el comunismo no, sigue siendo
bueno no importa lo que hagan los comunistas. De hecho, por una suerte de
desplazamiento, cada vez que un comunista comete un crimen, eso no demuestra
que los comunistas son criminales, sino que los camaradas han sufrido una
desviación fascista. Sólo lo fascista es malo y lo malo siempre es fascismo,
aunque lo perpetren los comunistas.
Lo
curioso es que el partido de Fidel Castro se llama “Partido Comunista Cubano”,
sin que nadie esté tratando de difamarlo; así como el Partido Comunista de
Venezuela (PCV), es partido de gobierno en Venezuela. De manera que resulta
inexplicable como es que sus ejecutorias son fascistas y no comunistas.
La
idea es atacar los hechos, que son inocultables; pero dejando intacta la
franquicia, que es el comunismo internacional, aliado de su gemelo, la
Internacional Socialista. Por eso los criticadores de la oposición a cada paso
aclaran: “Pero esto no es socialismo un carrizo; esto es otra cosa”. La otra
cosa no se sabe lo que es; ni el socialismo verdadero y puro que ellos, los de
la oposición, profesan con tanto fervor.
Así
como le vendieron al candidato opositor la necesidad de hablar de clases
sociales, el creativo que le vendió la idea de bautizar su equipo de campaña
como Comando Simón Bolívar, simplemente, le robó los reales.
Pero
nos hizo un gran favor a todos al revelar de forma indiscutible que la unidad
por la que tanto claman es entre gobierno y alternativa democrática: la
dictadura perfecta.
Luis Marín
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