Todos se quedaron allí, con la
boca abierta, pero no fue por la sorpresa sino por la decepción.
Se había creado una
intriga digna de mejor desenlace, porque la ‘revelación’ del ‘nuevo
Montesinos’, ni se podía comparar en trascendencia a los famosos vladivideos del delincuente político peruano, ni destapaba ninguna olla que no
hubiera sido ventilada ya en la opinión pública de todas las maneras posibles.
Nada que no se supiera
y nada que fuera a cambiar el destino del país de manera dramática y repentina,
como ocurrió en Perú.
Días después del
hecho, los protagonistas permanecían allí tan orondos como siempre, a pesar de
que el tal Silva -con quien se quiso comparar a Montesinos- publicara una
declaración en la que se ponía a la orden de la justica bolivariana, en
la que según él , confiaba ciegamente.
¿Qué fue lo que pasó?
¿Qué clase de escándalo era éste y – sobre todo- qué propósito escondía?
Hace ya mucho que se
viene hablando de la política como espectáculo y del papel que juegan los dramas
mediáticos en el juego de poderes y en la manipulación de la opinión pública,
pero las recientes producciones cubazuelanas han inaugurado modalidades
realmente innovadoras en este subgénero de las artes circenses, que es una
manera inédita de poner la cómica, como diríamos en criollo.
Tal vez sea porque los
aspirantes al Oscar en la categoría de efectos especiales son los chicos del
G2: todo el mundo sabe que se trata de una tecnología desplazada hace tiempo
por el G3, el G4 y hasta el G5, según se piense en software, videojuegos
o grupos de países emergentes.
La culpa de esta
brecha la tiene, naturalmente, el bloqueo injusto con el que el imperio
mantiene a Cuba en situación de inanición permanente, que sin duda afecta la
creatividad y la imaginación en un país que, por si eso fuera poco, está
gobernado por momias del precámbrico.
Lo que resulta
sorprendente en grado extremo es que dichos esperpentos televisivos (o tal vez
sea mejor decir teleauditivos) logren poner en vilo a un país experimentado y
mundialmente aplaudido en la noble industria de la telenovela, a la que
aportaron su talento autores de la talla de Delia Fiallo (cubana pero exiliada
a tiempo ) Julio César Mármol , Ibsen Martínez, o Leonardo Padrón, para
no mencionar al inefable José Ignacio Cabrujas.
En materia de
interpretación, no tenemos elementos suficientes para calificar las actuaciones
de los protagonistas, porque las condiciones de grabación fueron aparentemente
precarias, no se sabe si por el mencionado atraso o como resultado de una audaz
licencia artística del director, que quiso – tal vez- llegar a un
sincretismo entre la técnica wikileaks y el estilo Tarantino.
El actor principal
hace un papel más bien monótono y repetitivo, con poco énfasis en los párrafos
destacados. A pesar de nombrar 41 veces a Diosdado Cabello, su contrafigura
ausente, no logra arrancar de la audiencia ni gritos ni susurros que valgan la
pena. En el papel secundario, un debutante con nombre de mosquetero ejecuta su
rol con evidente inspiración minimalista, escueta y sobria.
Pero el momento de
clímax – a pesar de la campaña de intriga a través de las redes sociales, con
24 horas de tensión creciente- no llega nunca, y la cinta concluye con
mucha pena (ajena) y sin ninguna gloria.
Si se trata del piloto
de una serie que quieren lanzar, no podemos augurarle demasiado éxito. En
términos de dramaturgia, la trama es demasiado predecible. En capítulos
siguientes se intentará convertir las confesiones del supuesto Montesinos en
acusaciones puras y duras, pero sin éxito. Los rumores sobre rumores con más
rumores encima servirán, como ya ocurrió en el caso del unitario de Aponte
Aponte ( poca originalidad la de los creativos al bautizar a sus personajes)
para desviar la atención sobre hechos de gravedad mayor y (esperemos que
no) para impulsar a la audiencia a concurrir masivamente a nuevas elecciones en
fecha próxima, con el argumento de que el adversario colapsa de puro corrupto y
que no hay manera de que no pierda en las urnas, a pesar de que TODOS saben que
el FRAUDE ELECTRÓNICO es una realidad tan indiscutible como la inflación o la
criminalidad.
En otra versión, las
acusaciones reveladas – supuestamente sin querer- por el presentador de
televisión – que se entrevista con un espía pero no imagina ni por un momento
que lo puedan estar grabando- servirían como justificación para una
jugada política en contra de alguno de los miembros del alto gobierno citados
durante el largo monólogo.
Se pretende que esta
primicia cambie de manera radical las matrices de opinión consolidadas acerca
de un régimen corrupto, dependiente de Cuba, con evidentes e inevitables
rivalidades de poder y que haga que los venezolanos se convenzan de
lo que ya sabían para que, de ese modo, todo cambie sin que cambie nada en absoluto.
Es la triste y
bunuelesca irrealidad de la dirigencia decadente de un país al que le impiden
entrar al siglo 21 con la excusa de una reivindicación social y la amenaza de
una confrontación sangrienta en la que ya vive desde hace 15 años.
Pablo Brito Altamira
@Xlaconciencia
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