PALABRAS DE LA CIRCUNSTANCIA
ENTRE
PRIMOS
El día 15/5/2013, fue necesario
visitar el supermercado más próximo a nuestra casa en busca de algunos
productos que no fue posible adquirir en la última visita realizada al mismo.
No obstante, manifestábamos cierto enojo provocado por la pérdida de tiempo
ocasionado ante la deficiencia percibida en diversos anaqueles, otrora cubiertos con productos de primera
necesidad. Y por eso dimos gracias a la presencia de empresas de comunicación
porque, después de haber perdido un Black Barry a manos de cierto señor hampón
que, estamos seguros, ha debido tomarlo prestado para realizar alguna llamada
de urgencia y olvidó devolverlo, dadas sus múltiples actividades productivas, a
través de nuestro “vergatario”, podemos enterarnos de boca de cualquiera de los
“amigos” dispersos por el país, cuando no son los vecinos que llaman a nuestra
puerta, de la llegada a dicho mercado, de nuevos productos integrantes de la
“cesta básica”.
¡Muchachos!,
muchos no lo creerán, pero, uno “goza” un puyero haciendo esas inmensas colas
para entrar a comprar y después, para pagar el producto del momento.
Como hecho curioso, en tales casos,
siempre presenciamos la colaboración de supuestos miembros de la Guardia
Nacional, cuidando que los compradores no formemos desorden en las
instalaciones, donde se genera la oferta; aunque, posiblemente, los encargados
de cuidar dichas filas, sean miembros de la Guardia Bolivariana de Reserva,
conocida como Milicia; lo cierto es que no hemos tenido curiosidad para
detallar las diferencias “uniformizas” entre unos y otros; en consecuencia,
terminamos equivocándonos.
Lo de “gozar” haciendo colas
interminables, pudiera aceptarse como metáfora del pensamiento que siempre
resulta irreverente, chistoso y sátiro; especialmente, cuando los hechos del
presente, nos ponen en el trance obligatorio de recordar nuestra infancia,
cuando a consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, nuestros puertos y
mercados como todos los de América, se vieron bloqueados por la presencia de
submarinos alemanes en el Atlántico.
Entonces, los padres de algunos sectores
de Caracas, llevaban a sus pequeños hijos, a los mercados libres o
municipales, con la misión de hacer
largas colas y pelear su puesto cuando muchachos mayores y adultos, con igual
tipo y cantidad de necesidades, intentaban comprar una caja de fósforo, un Kg
de azúcar, ½ papelón, ¼ de Kg de café, 1 Kg de maíz; lo permitido por persona.
De manera que, si la familia era
numerosa en hijos, tenía necesidad de adquirir más productos de los fijados por
la Municipalidad; entonces, era necesario colocar dos o tres hijos por fila.
Sin descartar que estos niños fuesen levantados de sus camas entre las 3 y 4am.
La primera de las colas se debía hacer para ingresar a los mercados, antes de
abrir a las 5am.
No sabemos cuánto tiempo
permanecimos extasiados ante aquellos cuatro anaqueles vacíos, donde a falta de
otros productos, los propietarios del supermercado acostumbraban exhibir
diferentes marcas de papel toilette.
Lo cierto es que no salíamos de
cierto asombro, parecíamos convertidos en estatuas de sal por “haber sido
regados con el polvillo que suelen usar los brujos y magos en las películas de
terror”. De alguna manera estábamos petrificados pero, con el pensamiento vivo,
reflexionando en relación a la situación compleja que vive el país:
Nuestra inflación viaja en espiral
como pasajero de nave espacial hacia los confines del sistema Solar, ahora, lo
que falta es que también nos caiga encima la “maldición” del Dios de la
deflación o la estanflación y todos esos términos que llenan de angustia el
pensamiento de algunos economistas y a más de la mitad de la población
nacional, para no meter en esto a tantas familias extranjeras que están
pensando seriamente en abandonar su segunda Patria.
Pensamos en otras cosas dentro de la
misma situación y para ser objetivos, no vemos salida inmediata; solo sabemos
que el pensamiento, por ser lo único libre que tenemos, necesita, aunque no
sea imprescindible para otros,
comunicarse con alguien, sin que sea pertinente pasar por actos violentos o
hacer del silencio el mundo adecuado de relaciones individuales.
Nos encontrábamos abstraídos (en
concreto, éramos varios los extraviados), como si estuviésemos adorando los
anaqueles vacíos, solo faltaba ponernos de hinojos, persignarnos y rezar al
menos, un padre nuestro y un ave María…
¡De pronto!, vuelvo en sí y descubro
a otra persona, frente al “santuario” en el instante en el cual, alguien se
acerca y le dice: ¡Caramba, primo!, tanto tiempo sin verlo, para luego
preguntarle: ¿qué hace aquí tan inmóvil como fantasma perdido?
Por la conversación sostenida, me
entero que se llama Alberto, quien al pasar por el lugar, se encuentra por
casualidad con su amigo Alcides; este había adoptado la misma pose observadora
de casi todo el que pasaba por aquel pasillo, cuya cartelera colgada de la
estructura del techo, anuncia: papel toilette, servilletas, vasos de cartón y
plásticos, platos de cartón y plásticos, cubiertos de plástico y otros…
¡Primo!, dice Alcides, estoy
buscando papel toilette y la sorpresa es que no hay; vengo recorriendo el mercado
y tampoco consigo aceite, margarina, azúcar y a lo mejor no encontraré las
otras cosas que mandó buscar la mujer.
Luego como quien consciente el
extravío, exclama: ¡Coño!, primo, ¿Qué vaina nos están echando?
¡Alto ahí, primo!, responde Alberto,
a quien noto medio disgustado, por lo visto Usted opina igual a los que dudan
de la eficiencia de nuestro Gobierno, tal como lo hacen el “majunche” y sus
seguidores, enemigos de la revolución, imperialistas, aliados de Obama como
antes lo fueron de Bush.
Eso quiere decir mi primo que Ud.,
no es camarada, pero tampoco parece que viviera en este nuevo país,
independiente y soberano, democrático como nunca, y con un pueblo participativo
y protagónico; ¿No se da cuenta primo que los capitalistas no quieren producir
por hacerle el juego al imperio y conspirar contra nuestro Presidente porque
según ellos, su elección, lograda gracias a
los votos de la mayoría de los venezolanos, no fue transparente, razón
por la cual se han dedicado a visitar una cierta cantidad de países creyendo
que eso va a derrocarnos; aunque no sé cómo piensan hacerlo porque ya nuestro
Presidente habló y dijo que cuidado si intentan derrocarlo y los derrocados son
ellos.
Sabe una cosa, mi primo, continúa
diciendo Alberto, yo creo que lo dicho por el Presidente es verdad, poniendo
mucha fuerza en sus palabras, ¿Cómo
creen derrotarlo si la Fuerza Armada Bo-li-va-ria-na, nada más y nada menos,
nos apoya?
Ud.,
no ha visto, mi primo, ¿cómo se expresan re-te-bonito, esos generales cuando se
dirigen a nuestro Presidente y hablan del pueblo y los logros de la revolución,
poniéndose al servicio del Gobierno, antes que a la Constitución y señalando
palabras que uno poco usa?, Ud., debe haberlas oído varias veces porque ellos
siempre las repiten cuando les toca hablar.
Será,
dependencia, mi primo, interviene Alcides que ha estado callado como intentando
penetrar el pensamiento de Alberto, quien responde: bueno esa es una de las
cosas que ya no somos, porque ahora, somos soberanos, pero, hay otras que ellos
repiten.
¡Ah,
primo!, refiere Alcides, yo las he oído, voy a nombrarle algunas: ascenso,
aumento, lealtad, honestidad, dignidad y hay más, pero esas creo, son las más
comunes.
Sabe
una cosa, primo Alcides, señala Alberto, la última de las mencionadas por Ud.,
es la que más me gusta oír, aunque, para serle franco, voy a tener que buscarla
de nuevo en el diccionario, porque no hay forma que me aprenda su significado,
con todo y uno oír: trabajo digno, vivienda digna, comportamiento digno. Yo lo que
sé es que esa palabra tiene mucho que ver con la Constitución, la ética y la
moral de los que mandan y de cada uno de nosotros los ciudadanos.
¡Caramba!, primo Alberto, interviene
Alcides, ¿Será que mientras más dignos somos, estamos obligados a protestar
contra los irresponsables que mantienen los anaqueles de los supermercados,
vacíos?, ¿O quiere decir que somos más dignos, mientras menos participamos del
proceso productivo del país?
Mi
primo, mi primo, ¿qué le sucede?, Ud., como que no está en nada, mi compa…
responde Alberto: no se da cuenta que ahora, con la revolución hay más trabajo.
De nuevo interrumpe Alcides y expresa: bueno mi primo, yo creo que eso es
verdad porque, ser incluido en cualquiera de las misiones creadas por el
Gobierno, da mucho trabajo, ¡sí!, yo lo creo mi primo, de que lo creo, lo creo,
pero, ¿Cómo haremos sin papel toilette?
Alberto
jura que Alcides le está tomando el pelo y medio enojado expresa: mejor lo
dejamos de ese tamaño, primo Alcides, con Ud., no se pueden hablar ciertas
cosas, de la política nacional, el problema suyo, es que no tiene fe en la
revolución; con esta tenemos que comportarnos como lo hacemos con los
medicamentos recetados por el médico, si no les tenemos fe, gastamos dinero y
no nos curamos.
Alcides, con el gesto de una de sus
manos, parece pedir la palabra. Alberto indica: hable Ud., mi primo, ¡hable!,
diga lo que tiene que decir pero, no vaya a negarme la razón de todo lo que le
he dicho.
Entonces, para qué hablar, si las
cosas son como Ud., proclama, aunque yo
dejé que Ud., dijera lo que tenía que decir, no obstante haberlo interrumpido
en ocasiones, pero fueron pocas las veces; sin embargo, le permití hablar y lo
oí pacientemente.
Ahora, por favor, óigame Ud., ¿Cómo
es posible que el Gobierno tenga que invertir supuestamente unos $50 millones
para adquirir papel toilette en el extranjero porque el país no es capaz de
producir siquiera el papel con el que nos limpiamos el trasero, para no decir
otra palabra y crea el cuerpo humano que lo estoy ofendiendo?
¡Ay, primo!, me va a disculpar,
advierte Alberto, Ud., está perdido de ignorante, no le dije que los
capitalistas de este país, por ser enemigos del proceso, se niegan a producir;
además, fíjese que en el país no existía un papel bueno o adecuado para la
población. Cuando la revolución estuvo luchando por establecer la igualdad en
el país, los empresarios producían un papel sanitario que parecía una lija nº
40 o un papel tan suave, tan suave que se rompía con la más ligera presión de
los dedos al querer uno limpiarse. Ahora, para comodidad de todos, el Gobierno
traerá el mejor papel del mundo, aunque no sé cómo será pero, debe ser el mejor
al que se producía aquí; como todo lo de la revolución, ¡mejorando cada día!
A mí me da la ligera impresión, señala Alcides, que ustedes los
gobierneros son los extraviados en la ignorancia política y la subordinación,
para no hablar de alienación.
Para muestra un botón, prueba
fehaciente de que en este país está ocurriendo todo lo contrario a lo que
ustedes defienden. ¿Qué pasó con el gerente general de Empresas Polar?, el
Gobierno lo acusaba, junto al resto de empresarios, de no querer producir para
crear inestabilidad política en el país, manteniendo una actitud de rebeldía,
manifiesta en el acaparamiento de la producción de harina PAN y poca
distribución del producto.
Habló el señor Mendoza y le cerró la
boca al Gobierno que después de haber procedido a expropiar y no generar la
“entrega” de divisas a tiempo, para realizar la importación de la materia prima
que por la misma causa se ha dejado de producir internamente, acusa al capital
privado de lo que él ha dejado de hacer con el 50% de las empresas productoras
de harina pre-cocida, antes expropiadas; incluso, tú oíste que este señor
propone al Gobierno, le alquilen una de dichas empresas para él ponerla a
producir al breve tiempo, siempre y cuando le faciliten la importación de la
materia prima necesaria.
Tenga Ud., por seguro, primo
Alberto, señala Alcides, la mejor política del capital es la inversión y la ganancia;
la política le preocupa, solo cuando se convierte en obstáculo como está
ocurriendo con esta revolución; así que no vengan a culpar a los empresarios de
no querer producir.
Algo más, mi estimado primo, ¿Ud.,
cree que al capital le pueda importar que el Presidente haya ganado de manera
poco transparente o que lo acusen de cometer fraude?, ¡No!, para nada pero, si
la Fuerza Armada, pusiera en duda tal resultado y en vez de brindarle apoyo al
Gobierno, cumpliera con el mandato de la Constitución, entonces existiría una
buena explicación o argumentos para acusar al capital de no apoyar la política
“productiva” del Gobierno.
Supongo, mi primo, que eso está
clarito, para buen entendedor, pocas palabras; espero que entienda que no le
meto al bruto o al ignorante, sino que creo reflexionar un poco en relación a
la situación que vive nuestro país, sin apasionamientos absurdos, simplemente
como venezolano.
¡Caramba, mi primo!, refiere
Alberto, lo noto así como medio disgustado, ¿está bravo? Dígame si Ud., fuera
capitalista-empresario, seguro me mataba al instante.
¡No!, no crea eso, mi primo,
responde Alcides, es que esta situación preocupa bastante, ¿sabe?
¡Bueno!, mi primo, nos veremos otro
día; pórtese bien, no crea en pajaritos preñados, ni algo parecido, pero, tengo
que continuar porque, debo visitar otro supermercado, la mujer no creerá que no
encontré papel toilette, ¡qué vaina!, esto es una perdedera de tiempo, chao.
Chao, contesta Alberto, quien sonríe
y se aleja a tomar un número para ver si puede comprar unos dos pollos que
están vendiendo por persona, cerca de donde se hace lo mismo para adquirir la
margarina que está por agotarse.
Ramón Santaella Yegre
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