EL POPULISMO
ENEMIGO DE LA LIBERTAD
Miguel Aponte
El populismo es un estado de transferencia permanente que hace al
populista indispensable y al ciudadano dependiente. Ambos enferman
El populismo nunca es bueno. Es, en realidad, ambición
de poder; un hijo perverso de las buenas intenciones, cuando estas no se
acompañan de sensatez y respeto al otro: sentimiento desgarrado, pasión
irracional y deseo irrefrenable de ayudar y proteger, «a cualquier precio».
Arthur Miller decía que la
brutalidad es a menudo la otra cara del sentimentalismo. Pero, atención, no es
que per se esté mal ayudar y proteger. Nada de eso. De hecho todos somos
protegidos alguna vez en nuestra vida y seguramente siempre. Nuestra relación
social, por ejemplo, nos ayuda y protege: nuestra familia, nuestra comunidad,
nuestra organización y uno espera, aunque un venezolano no lo crea, que “su”
país signifique lo mismo para uno. Nada de esto está mal, pero nada de esto es
«populismo».
El populismo origina, además,
otro acompañante igualmente degradante: el deseo infantil, peterpánico, de
continuar siendo protegido y nunca ser adulto. Nunca ser «par» e
«independiente»; lo que nos lleva a la palabra clave: autonomía, libertad.
El populismo es un estado de
transferencia permanente que hace al populista indispensable y al ciudadano
dependiente. Ambos enferman. Los lazos se trenzan para no querer desatarse
jamás. El populista desea para siempre proteger y el dependiente desea para
siempre ser protegido. Esta combinación jamás dará lugar al desarrollo
individual y a la libertad; y, por supuesto, tampoco a una relación entre
iguales: imposible. Así pues, primera conclusión: el populismo anula al
ciudadano, lo hace imposible.
Segundo, como el populismo se
basa en el reparto y no en la creación, promueve la pasividad productiva, la
actitud de espera, la reivindicación siempre justificada y nunca cuestionada.
Presupone una misteriosa deuda cuyo origen nunca tiene lugar en el protegido,
quien por tanto no se propone jamás a sí mismo como protagonista de su cambio y
superación. Así, segunda conclusión: el populismo promueve la pobreza y jamás
su eliminación.
Por último, y como consecuencia,
cuando se instala sólo cabe postrarse frente al líder, el gobierno, el jefe de
turno, solo cabe obedecer y buscar complacer al poder, decirle «sí»; se anula
todo cuestionamiento y al final todo pensamiento autónomo.
Pero resulta que la autonomía no
se decreta sino que, al contrario, solo surge allí donde se ejerce; es una
historia donde el agente principal del cambio es aquel que supera la
dependencia. Es deseo, actitud y acción que asume la libertad como
responsabilidad del ciudadano sobre sí mismo y que lo convierte en actor de su
realización y no en simple espectador.
Así pues, el populismo es otro
enemigo jurado de la libertad y el problema con él es doble, pues mientras
promueve la servidumbre, se enmascara para colarse como conveniente y aún
deseable: es una estafa.
19 de abril del 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario