La crisis alemana
justificó su ascenso y el fanatismo su conducta. El Juicio de Nuremberg (1945)
recogió la lamentable cronología de su poder
Desde Lechería.- El 23 de marzo de
1933, se conoció la alarmante noticia de que el Reichstag había concedido al
canciller Adolfo Hitler poderes dictatoriales, quedando así abolida la
Constitución del Weimar, creadora del Estado Alemán como una República
Democrática. Esta no pudo contener el progresivo asalto del poder por parte de
los nazis, ya que como bien lo afirmó Reinhard Rürup: “una Constitución no
puede sustituir jamás una actuación política”, pero sí prohibirla cuando viola
sus principios y sus contenidos. Se le había otorgado al “Fuehrer” poderes para
modificar esa Constitución bajo el argumento de que “se le concederá al pueblo
el derecho de sancionar legalmente la reforma constitucional, ya que se tiende
a aunar la autoridad del Reich con la autoridad real del gobierno”.
De esa manera,
Hitler comenzó a adoptar medidas: negó a otros partidos el derecho a “criticar
los actos del gobierno nacional”; señaló que la dictadura “era por ahora
indiscutible porque todas las energías del gobierno estaban absorbidas por sus
esfuerzos para arrancar a las masas obreras alemanas de la miseria material…”;
reconoció la igualdad ante la ley: “a todos cuantos actúen movidos por el
interés nacional y presten su apoyo al Gobierno” y, a los fines de “promover
una renovación completa de la vida nacional”, determinó que “… usará de todos
los medios de propaganda a su disposición como son la prensa, la radio, el cine
y la literatura”. En lo internacional, aseguró que “el primer deber de todo
gobernante consiste en restablecer la confianza entre las naciones”, al
cuestionar la división de Europa entre “vencedores y vencidos”. Los hechos
posteriores demostraron la falsedad de sus promesas al desencadenar la
represión interna, el odio nacional y la II Guerra Mundial.
La crisis alemana
justificó su ascenso y el fanatismo su conducta. El Juicio de Nuremberg (1945)
recogió la lamentable cronología de su poder: El 1° de agosto de 1934, Hitler
asumió los cargos de Presidente del Reich y de Canciller. El 15 de septiembre
de 1934, la bandera con la esvástica del Partido se convirtió en la bandera
oficial del Reich. El 20 de diciembre de 1934, la “Ley sobre Actos de Traición
contra el Estado y el Partido” impuso delitos contra el prestigio de los nazis.
El 23 de abril de 1936 se dictó una amnistía contra crímenes de personas que
defendieron “los ideales nacionalsocialistas”.
El 1° de diciembre
de 1936 se conformaron las Juventudes Hitlerianas. El 4 de febrero de 1938, el
“Fuehrer” asumió el mando directo de las Fuerzas Armadas. El 26 de abril de
1942, el Reichstag reconoció el derecho de Hitler de “hacer con todos los
medios a su disposición que todo alemán, fuera soldado, juez, funcionario del
Estado o del partido, cumpliera con su deber”. Así, mientras “la voluntad del
Führer es suprema en el Partido” (Manual del Partido Nazi) y se sometía a la
sociedad, se conduce al pueblo alemán a su destrucción, a la guerra más atroz
de la historia, a la peor experiencia política contra la libertad, la
convivencia humana, la tolerancia entre los hombres, y la democracia como forma
de vida y actuación.
EL TIEMPO,
12.08.2012 05:20 AM
José Félix Díaz Bermúdez
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