DESACUERDO FINAL
Luis Marín
“Especial homenaje: tendremos que rendir
homenaje a la memoria y abnegación de ese titán de los pueblos de nuestra
América, el presidente eterno Hugo Chávez Frías, sin cuyo apoyo e impulso
inicial nada de lo alcanzado hubiera sido posible. No hay duda de que Bolívar y
él aún tienen mucho que hacer en América.”
Esta declaración de alias Timochenko en
la apertura de la X conferencia guerrillera de las FARC-EP, que ratifica la que
hizo el día del cierre del Acuerdo en La Habana, tiene que asombrar a los
venezolanos porque ocurre que el titán siempre negó aquí tener la menor
relación con las FARC-EP cada vez que fue interpelado al respecto.
Incluso cuando las computadoras de Raúl
Reyes confirmaron el affaire de los 300 millones de dólares,
cuando encontraron lanzacohetes suecos y otras armas con sellos venezolanos en
campamentos guerrilleros, cuando el canciller Rodrigo Granda entre otros fue
capturado en Caracas y así ad infinitum.
Siempre pretendió ser un árbitro imparcial
y buen componedor, hasta que el Presidente Uribe decidió prescindir de sus
servicios como facilitador por andarse reuniendo con militares colombianos sin
autorización de su gobierno. Pero, un sujeto que se había pasado la vida
conspirando en los cuarteles venezolanos ¿por qué no habría de hacerlo también
en los colombianos si, al fin y al cabo, es la misma Gran Colombia? Siendo los
cuarteles venezolanos viveros de comunistas ¿por qué no habrían de encontrarse
allá también algunos oficiales rojillos?
Claro que estaba mintiendo; lo más grave
es que lo reconocía en cadena nacional, como cuando se burlaba de sus
superiores que le llamaban tibiamente la atención por sus actividades
conspirativas y a quienes negaba enfáticamente lo que estaba a la vista de todo
el mundo. Sin duda esto requiere de una catadura moral muy singular.
Juan Manuel Santos nos hizo un gran
favor al explicar que “la política tiene mucho de hipocresía”. “Es parte del
juego. La capacidad de bluff, de engañar”. Seguido de un paradójico
acto de sinceridad: “El político que diga que no es así, es un mentiroso”.
Veamos, Santos es un hipócrita confeso, pero debemos confiar en él porque el
político que venga a decirnos que no es hipócrita, está tratando de engañarnos.
Puede concluirse que las
negociaciones Santos FARC-EP tienen como fundamento la mutua desconfianza, de
allí su enrevesamiento, al contrario de los negocios entre gente normal que se
basan en la “fides”,la mutua credibilidad, que se ha
incorporado al sentido común y sin la cual sería imposible la más mínima
convivencia.
Su gira llevando el Acuerdo a
Instituciones Internacionales es la patética representación de un hombre
enfermo que realiza el sueño de su vida sabiendo que es puro teatro. No en
balde JMS, alias Juanpa, alias Santiago, declaró a Chávez, alias José María,
alias Tribilín, como su nuevo menor amigo.
Y a las FARC-EP como su nuevo mejor
aliado.
¿NO MÁS FARC?
Exorbitante es la palabra
que mejor describe los Acuerdos. Quienquiera que tenga la tenacidad para
remontar 297 páginas de enrevesadísimos términos, siglas ininteligibles,
repeticiones insufribles, condimentados con esa retórica de género de voceras y
voceros, negociadoras y negociadores, del “buen vivir” del que estamos hartos
los venezolanos, tiene que preguntarse al final, pero esto, ¿se puede
hacer?
No digamos las FARC-EP, que modifica
todo el ordenamiento jurídico colombiano siendo una organización ilegal;
digamos mejor Santos y sus negociadores que deben sujetar sus acciones a lo
dispuesto en la Constitución y leyes de la República, caso contrario, sus actos
son nulos y sin ningún valor.
Dejemos a un lado la nueva distribución
político territorial con “16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz
para la elección de 16 representantes a la Cámara de Representantes de manera
temporal y por dos períodos electorales”, donde los partidos que cuenten con
representación en el Congreso no podrán inscribir “candidatos ni candidatas”.
Más “23 Zonas Veredales Transitorias de Normalización y 8 Puntos Transitorios
de Normalización”, a las que se les reconoce ¡espacio aéreo! Para la
“democratización del espectro electromagnético” 1 emisora de televisión cerrada
y 31 emisoras de radio.
De otro lado las prestaciones económicas
para las FARC-EP: 10% anual de apropiación presupuestal para el funcionamiento
de los partidos y movimientos políticos, 5% para propaganda, 5% para un centro
de Pensamiento y Formación Política, financiación estatal de las campañas para
la Presidencia y el Senado “no sujeta a devolución”. Garantizándole un
mínimo de 5 curules en el Senado y en la Cámara, mientras tanto, 3 voceros “con
las mismas facultades de los congresistas, salvo el voto” y 1 delegado ante el
Consejo Nacional Electoral.
A cada guerrillero le tocan: 8 millones
de pesos para emprendimientos, 8 millones para vivienda o proyectos
individuales, 2 millones de Asignación Única de Normalización, Renta Básica
durante 24 meses prorrogables, seguridad social pagada por el gobierno durante
24 meses, mercados por un año o bonos, insumos y alimentos para animales,
salud, educación, hasta los desayunos de los niños en zonas de sustitución de
cultivos y paremos de contar para no abrumar.
Pero lo que no puede dejarse de lado es
¿cómo pueden comprometer diez millones de hectáreas de tierras para una
supuesta Reforma Rural Integral para una Nueva Colombia? ¿De quién son esas
tierras ahora? ¿Cómo se las van a quitar? Y para embarcarse en un experimento
social cuyos resultados no necesitan buscar en Rusia o China, basta ver lo que
han hecho aquí, en Venezuela, con esa misma cantidad de hectáreas robadas por
el régimen de Chávez y sucesores.
El quid de la cuestión es que este es un
eje central de la ideología comunista: que el latifundio es aliado natural del
imperialismo, por lo que quebrarle el espinazo a la oligarquía latifundista es
la única forma de alcanzar una mítica segunda independencia.
Timochenko proclama que no sólo
resistieron “la más larga y violenta embestida del poder imperial y sus aliados
del capital nacional y el latifundio” sino que pudieron sentarse “con ellos” a
negociar los Acuerdos. O sea que negociaron con el imperialismo, del que Santos
y sus negociadores son simples agentes.
El punto es que no se trata de resolver
ningún problema campesino sino un problema político que ellos creen superado en
Cuba y Venezuela, aunque el costo sea que la gente se muera de hambre, lo mismo
que infaliblemente ocurrirá en Colombia.
Allá lamentan que en este extensísimo
documento no se mencione nunca la palabra Dios, algo comprensible siendo
suscrito por un Estado “laico” con organización comunista en sede marxista
leninista; lo que sí extraña es que no aparezcan las palabras clase, lucha de
clases, burgueses, proletarios, capital, explotación, imperialismo, que aquí
hasta llaman a Estados Unidos por su verdadero nombre.
La pregunta es si las FARC-EP habrán
abandonado realmente la filosofía que las inspira desde su fundación para
adoptar una nueva ideología que, a juzgar por los Acuerdos, debe ser una
ideología de género, multicultural, pluralista y diversa como tanto repiten en
el texto.
Pero apenas Timochenko coge un micrófono
arremete contra “los medios al servicio de la oligarquía” y confiesa lo que
interesa: que no se arrepienten ni se van a arrepentir de nada, han hecho y
seguirán haciendo lo que tienen que hacer, éste sólo es un giro táctico para
llegar a su objetivo que sigue siendo tomar el poder en Colombia, allá quienes
quieran engañarse.
Esta falta de arrepentimiento es
supremamente importante porque implica ratificar que lo que pasa en Venezuela
les parece estupendo, siguiendo el modelo de Cuba, ven esto como un proceso
inevitable, que básicamente está bien y es el camino a seguir.
Sin contrición no hay propósito de
enmienda y “no repetición”.
VARGAS LLOSA, CARTER Y
GAVIRIA
Es imposible reseñar 297 páginas
exuberantes sin producir un documento varias veces mayor y decir apenas una
fracción de lo que habría que advertir como más urgente, porque Santos y las
FARC-EP sólo dieron 30 días para digerir lo que ellos fraguaron en 4 años y
aprobar en bloque, “SI” o “NO”, con una pregunta maliciosa.
Pero llega un auxilio inesperado de los
partidarios del “SI” y sus argumentos. César Gaviria es el jefe de campaña,
personaje inolvidable en Venezuela porque se instaló 6 meses aquí, siendo
secretario general de la OEA, por lo que es presumible que no se ocupaba
de otra cosa y el resultado más visible de su diligencia fue la relegitimación del
régimen chavista.
Quizás su controvertida experiencia
ayude a interpretar frases enigmáticas que se repiten en el Acuerdo como
“asegurar la transversalidad del enfoque de género en todo el ámbito de
trabajo”, que “se incorporará un enfoque transversal de etnia, género, mujer,
familia y generación”, y las reiteradas alusiones a la comunidad LGBTI, que
sabe qué tendrán que ver con la insurgencia de las FARC-EP.
El Acuerdo crea una Misión Electoral
Especial ¡con el Centro Carter! Esa organización antisemita financiada por los
jeques árabes que, junto con César Gaviria, avaló el sistema electoral
fraudulento impuesto en Venezuela desde 2004. Basta ver cómo ayuda a “la
promoción de los partidos, derecho a la protesta, movilización, organización,
igualdad de condiciones en la competencia política”, a “promover la mayor
participación electoral” y sobre todo “el reconocimiento y respeto del opositor
político”.
Son exactamente los mismos actores con
el mismo discurso y plan de destrucción entreverados en un oscuro documento que
los colombianos van a votar aunque muy pocos hayan leído y menos comprendido,
inducidos por una propaganda oficial insidiosa y eso sí, mucha, mucha
corrupción, tal cual como hicieron en Venezuela.
Si quedaran dudas, aparece Mario Vargas
Llosa que otra vez abusa del tremendo altavoz que le brindan el premio Nobel y
el diario El País de España para acribillar a la opinión pública con falacias
dándoles un barniz de respetabilidad intelectual.
Como hace cuando agrede a Israel
utilizando renegados judíos, toma la opinión de un colombiano, Héctor Abad,
quien a pesar de que su padre fue asesinado por paramilitares asegura que “ya
no me siento víctima”; aunque en su artículo compara críticamente la
desmovilización de los paramilitares con el pacto Santos-Timochenko.
La posición de los expresidentes
Pastrana y Uribe la explica como una cuestión de celos porque Santos habría
logrado lo que ellos no pudieron, le parece comprensible que adopten para su
envidia una máscara más noble, el rechazo a la impunidad; pero ésta es un
precio muy bajo para la Paz, además, para impunes, las autodefensas. De su
cuñado, Federico Uribe, secuestrado por las FARC, dice: “Tal vez tenía el
apellido equivocado”.
A Vargas Llosa le parece memorable esta
argumentación que “ayuda a ver claro donde todo parecía borroso”. Pero su mayor
error es comparar los casos de Irlanda, El Salvador y Guatemala que, aunque no
son comparables, inquieta advertir que el Sinn Fein es gobierno en Irlanda, el
FMLN en El Salvador y es falso que éste último y Guatemala vivan hoy en paz,
teniendo índices de violencia, criminalidad y corrupción sólo superados por los
que sufre Venezuela.
La pregunta de Héctor Abad que convenció
a Vargas Llosa es falaz con un toque aterrador: ¿No es mejor un país donde tus
mismos secuestradores estén libres haciendo política, en vez de un país en que
esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis
sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos?”
Clamorosamente ¡NO! Alarma que en la
mente de personas inteligentes e informadas quepa la idea de que una buena
solución contra la amenaza de merodeadores sea ¡mandarlos al Congreso! Para que
hagan las leyes que te regirán a ti, a tus hijos y a tus nietos; y que algo así
lo publique con gran despliegue el diario El País.
Es difícil saber qué sentido de la
justicia tendrá Vargas Llosa o el señor Abad, de quien sólo sabemos que no
abriga en su alma deseos de venganza, por lo que su decisión no debe estar
influida por “las garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones
criminales sucesoras del paramilitarismo”.
Sería interesante conocer su comparación
entre el compromiso del gobierno para la “revisión de los antecedentes de los
servidores públicos en todas las instituciones del Estado con el fin de
verificar cualquier involucramiento que hayan tenido los anteriores con grupos
y/o actividades de paramilitarismo”. De otro lado: “El gobierno nacional
impulsará las medidas necesarias a objeto de depurar de los bancos de datos de
las centrales de inteligencia y seguridad, los nombres e informaciones
relativas a las y los integrantes de organizaciones de derechos humanos,
integrantes de la oposición y de las y los integrantes del nuevo movimiento
político que surja del tránsito de las FARC-EP a la actividad política y de sus
familiares”.
Lo que nos conduce al aspecto subversivo del
Acuerdo que destruye por completo principios esenciales de Derecho como la
Igualdad ante la Ley, la no retroactividad de las normas, la Cosa Juzgada, el
Juez Natural, borra la diferencia entre amnistía e indulto como prerrogativas
legislativa y ejecutiva, respectivamente e impone juicios estalinistas de
confesiones forzadas.
El Acuerdo fue aprobado “por unanimidad”
en la X Asamblea de las FARC-EP, lo que ilustra su idea de democracia, mientras
Santos lo consigna en la ONU y deposita en Ginebra asimilándolo a un Tratado
Internacional de Carácter Humanitario, ambos se acogen al Hecho Cumplido
independientemente de lo que ocurra en el Plebiscito.
Vargas Llosa desde el Olimpo nunca
responderá por estas cuestiones que angustian a simples mortales, como no le
incomoda coincidir con Pablo Iglesias que también vota “SI”, mientras se
refocila en odio antisemita desde la emisora iraní Hispantv y brinda asesorías
remuneradas al régimen de Maduro quien declaró los Acuerdos “parte del legado
del comandante Hugo Chávez para nuestra América”.
En el fondo, reconforta observar que al
fin todos terminan reunidos en el mismo bote.
Luis Marín
25-09-16