lunes, 28 de diciembre de 2020

¡QUEREMOS ROSAS VIVAS!


¡QUEREMOS ROSAS VIVAS!

Agustín Blanco Muñoz

 

¿Hasta cuándo sobrevivir en medio de caminos poblados de rosas muertas? El colectivo social-pueblo de estas tierras tiene siglos tratando de  cosechar las otras rosas, las que miran hacia  los pasos, respiración y capacidad de marcha y acción para todos.

Pero en cada caso su andar ha sido obstaculizado por los dueños de caminos, hombres e instrumentos. Y ya son más de 500 años de predominio de estos cultivadores de todas las formas de muerte e infortunio, miserias y espacios de destrucción.

Y esta llamada civilización que se basa en la condición de descubiertos, animalidad e inferioridad la impone el invasor para construir una sociedad de peones y serviles sobre las bases del vejamen, saqueo, despojo, torturas y muerte.

Hemos sido y somos una sociedad poseedora de una historia que lleva en su pecho el símbolo de las rosas muertas.

Y 528 años después, la Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual, exponen su mensaje 2020-21, final de uno de los años más duros y terribles del período invasor-imperial y preludio de tiempos que pueden ser más difíciles aún.

Porque en estas duras y terribles horas no hay voces que puedan detener la hecatombe que hace vuelos de fuego en medio de los disparos que marchan veloces en plan de detener el sonido de los amaneceres y el rumor que dejan plasmado en el sol los pájaros y los sueños.

Horas destruidas por el parpadear de rosas muertas y el alumbre de tonos hundidos en las sombras nacidas en aguas que se inscriben en los mantos de dioses carentes de tumbas benditas. Estaciones naufragantes que buscan aplastar toda vida para convertirla en solitarios pasadizos hacia destinos de mayores improperios.

Pero por encima de esta condena establecida se levanta el aliento alhelí y el festejo de siempre vivas y luceritos de monte para decirle al mundo que aún hay voces y fuerzas con disposición para alcanzar tiempos sin pandemias de muerte y capacidad para enterrar las rosas muertas y cultivar los milagros del amor viviente que nos aparte de este dolor y padecimiento ex país y nos devuelva a la navidad de las esperanzas el porvenir y nuevos caminos para el combate por el pleno vivir.

Sancho, ¡Nunca olvidaré tu sabia lección para que huyamos de tristezas y melancolía, esa terrible enfermedad que nos imponen los propagadores de rosas muertas, y nos convirtamos en eternos cultivadores de rosas vivas!


 @ABlancoMunoz
26 diciembre 2020

 


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martes, 22 de diciembre de 2020

ROSAS MUERTAS




ROSAS MUERTAS

Mensaje de la Cátedra Pío Tamayo
y el Centro de Estudios de HistoriActual
IIES / FACES / UCV
en el año 37 de nuestra fundación
2020-2021


En estas duras y terribles horas no hay
voces que puedan detener la hecatombe
que hace vuelos de fuego en medio de
los disparos que marchan veloces en plan
de detener el sonido de los amaneceres y
el rumor que dejan plasmado en el sol
los pájaros y los sueños

Son horas destruidas por el parpadear de
rosas muertas y el alumbre de tonos
hundidos en las sombras nacidas en
aguas que se inscriben en los mantos de
dioses carentes de tumbas benditas
 
Estaciones naufragantes y sordas llamaradas
sin risas que buscan aplastar toda vida
y sembrar tristeza y melancolía que se
convierten en solitarios pasadizos
hacia destinos de mayores improperios

Sin embargo permanecen gritos en
desespero en busca de la propia siembra
de una muerte llamada a hacerse puntal
de toda la señalada y dispuesta destrucción
que sirva para establecer un mundo con
vida sólo para los gendarmes de los
capitales de las rosas muertas

Pero por encima de esta condena
vendida y establecida como propiedad
de unos se levanta el aliento alhelí y el
festejo de siempre vivas y luceritos
de monte para decirle al mundo
que aún hay voces y fuerzas
con disposición para alcanzar
tiempos sin pandemias de muerte
y capacidad para enterrar las
rosas muertas y cultivar los milagros 
del amor viviente que nos aparte de
este dolor y padecimiento ex país
y nos devuelva a la navidad de las
esperanzas el porvenir y nuevos caminos
para el combate por el pleno vivir
 
 


 Agustín Blanco Muñoz
Danielita Barrolleta
Mery Sananes


catedrapiotamayo@blogspot.com
historiactual@blogspot.com
embusteria@blogspot.com
redinternacionaldelcolectivo@blogspot.com


21 diciembre 2020

Beethoven / Egmont
Leonard Bernstein



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domingo, 20 de diciembre de 2020

SIN DIOS Y SIN FRONTERA





SIN DIOS Y SIN FRONTERA
Luis Marín

 

Cotidianamente se nos repite que el Presidente de los Estados Unidos es “el hombre más poderoso del planeta”. Ese hombre declaró urbi et orbi que ganó abrumadoramente las elecciones del 3 de noviembre; pero le intentan robar la victoria mediante un masivo fraude electoral. Pero ningún tribunal admite sus demandas, los Estados acreditan a los electores presidenciales, los Colegios Electorales se reúnen y votan por otro candidato.

Es forzoso concluir que éste no puede ser “el hombre más poderoso del mundo”; debe haber otro u otros que tienen más poder, que pueden permitirse tratarlo como perro muerto. Trump advierte que se enfrenta al Deep State, una sustancia viscosa en que se mezcla el Pentágono, la Agencia de Seguridad Nacional, la CIA, el FBI, la rancia burocracia de Washington, que se convirtieron en un Estado dentro del Estado.

Es fama que el primero en denunciar al complejo militar-industrial como una amenaza para la democracia americana fue el Presidente Eisenhower en su discurso de despedida, en 1961; como que el sucesor, Kennedy, fue asesinado por ese Estado Profundo, en 1963. Es notoria su conexión con el Washington Post y el New York Times, que les permitió urdir la conspiración que llevó a la caída de Nixon, en 1974. Con DT optaron por un vasto proceso revolucionario para echarlo de la Casa Blanca.

Hay muchos candidatos a ser ese hombre más poderoso del mundo, desde George Soros, Bill Gates, Jack Dorsey, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, etcétera; pero también están los medios de manipulación, que no son transmisores de noticias sino de propaganda, los creadores del mainstream que embota a la opinión pública. Hay que añadir a los Big Tech, Google, Twitter, Facebook, YouTube y otro largo etcétera asociado con aquellos hombres.

La pregunta es: ¿Qué los une? ¿Cuál es la base de esta coalición? ¿Qué les permite, a pesar de tener intereses tan diversos e incluso contradictorios, aliarse en un frente común para derrocar al gobierno de DT?

La respuesta más usual los asocia al globalismo, entendido como aquellas tendencias que alzan las banderas de la ecología, calentamiento global, agenda verde,  racismo, ideología de género, aborto, maltusianismo, neomarxismo, deconstrucción, ateísmo, etcétera, cada una de las cuales da para una disertación aparte; como la injerencia china, rusa, iraní, et al.

DT declaró en su discurso en la ONU que el futuro es de los patriotas, no de los globalistas; pero no hay nada mezquino en esto: cree que cada quien debe querer a su país como él quiere al suyo. EEUU nunca será socialista, no lo permitirá, es más, lo erradicará del hemisferio, en Cuba, Nicaragua, Venezuela. Se declara pro vida y contra el aborto. Cree que el cambio climático es una leyenda urbana. Invoca la bendición de Dios para América.

Algunos lo toman como una declaración de guerra; pero no se concentran en los puntos contrapuestos para generar un sano debate, sino que, sabiéndolo perdido, optan por la vía fácil de agredir a la persona con toda clase de insultos, injurias, descalificaciones, con base en defectos reales y supuestos, para destruir el mensaje aniquilando al mensajero.

Se puede preguntar a cualquier detractor furibundo de Trump qué ve de bueno en Biden sin recibir respuesta alguna. Luego, están movidos por el odio, que es mal consejero y se sabe que daña en primer lugar a quién lo abriga. Tenemos experiencia en esto: en Cuba decían “cualquier cosa con tal de salir del negro”, refiriéndose a Batista; en Venezuela, “lo que sea por salir del gocho”; en EEUU, “como sea para sacar al catire”. Sabemos cuáles son las consecuencias y ahora no es la excepción.

Biden anuncia que su primer paso sería reinsertar a EEUU en los acuerdos de París sobre medio ambiente; que volvería a la política de apertura hacia Cuba; reasumiría el suicida tratado nuclear con Irán; no necesita decir que promovería el aborto sin restricción pagado con fondos públicos, ni combatiría el racismo sistémico de la sociedad americana porque de eso se ocupa su Vicepresidente.

Y este es un buen punto de partida para desmadejar un ovillo de mentiras. Kemala Harris, “la primera persona negra que ocupará el cargo de Vicepresidenta de los EEUU”, dice la DW, el 14 de diciembre, con motivo de la votación de los Colegios Electorales. Otros la llaman “afrodescendiente”; pero su perfil dice que su padre es jamaiquino emparentado con el dueño de una plantación de esclavos, su madre es natural de la India.

Para la BBC es “carismática”, quien se postuló a la candidatura presidencial demócrata y no llegó al 4% de apoyo, frente a 16 de Sanders y 21 de Biden; para Efecto Naím es la primera mujer que llega a Vicepresidenta “por su política inclusiva”; ninguno destaca que sea abortista, haya legalizado el uso de la marihuana y el matrimonio gay en su Estado o sea una cuota de la extrema izquierda californiana a cambio de apoyar a Biden. 

Ella declara que “soy negra y estoy orgullosa de ello”, lo que además de falaz la revela como racista porque, ¿qué se pensaría de un ario que dijera lo propio? Quizás no sea inútil aclarar que no se dice “Vicepresidenta”, porque presidente es el participio activo del verbo presidir, así como no se dice la Bella Durmienta o que todos estén en capilla ardienta.

Esta no es una cuestión baladí, porque los medios destruyen el idioma, inventan palabras y cambian el contenido de los conceptos, con lo cual desmontan las estructuras no solo del pensamiento sino de las instituciones. Por ejemplo, todos titularon que “el colegio lectoral confirma la victoria de Biden”, cuando en verdad el Colegio Electoral no “confirma” sino que vota por los candidatos, votos que envían al Congreso que debe contarlos en sesión conjunta el 6 de enero del próximo año y “la persona que obtenga el mayor número de votos para Presidente será Presidente, siempre que dicho número represente la mayoría de todos los electores nombrados”, solo entonces habrá un Presidente electo.

Los medios convirtieron una elección indirecta en directa, de hecho, violando la voluntad expresa del constituyente originario. Hillary Clinton votó en el Colegio de New York bajo protesta porque no está de acuerdo con esa institución que debe ser abolida a favor del voto popular directo con el cual supone que hubiera llegado a la presidencia en 2016.

En EEUU hay una auténtica revolución socialdemócrata, a la que sólo le importa el nudo poder no la pulcritud de las elecciones; el Presidente Trump vale menos que en su momento Nicolás II en Rusia o mucho antes Luis XVI en Francia, ya no tiene ningún poder real ni es digno de ningún miramiento.

El próximo paso que anuncian, al lograr el control de ambas Cámaras del Congreso, es aumentar el número de magistrados de la Corte Suprema de Justicia de nueve a quince para garantizar los cambios revolucionarios subsiguientes y con los tres poderes, pues, “tomar el cielo por asalto”.

Cuba disfrutará de un remozado neocastrismo, Venezuela tendrá su birmanización, puede predecirse la presidencia de Gustavo Petro en Colombia para 2022, el retorno de Correa al Ecuador, el desmantelamiento de Chile y paremos de contar para no llorar.

Existe la posibilidad de revertir la revolución con una elección contingente del Congreso el 6 de enero; pero es lo más parecido a un milagro que pueda concebirse.

Como imaginar a Trump aferrado a las columnas del Templo clamando: “¡Mueran conmigo los filisteos!”

Luis Marín

18-12-20


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domingo, 13 de diciembre de 2020

¿MUNDO DE GENTE MUERTA?


pawel kuczynski

¿MUNDO DE GENTE MUERTA?
Agustín Blanco Muñoz

 

¿Cómo es el mundo actual? ¿Está copado de vida, alegría y felicidad para todos? ¿Una sociedad de una humanidad libre, amorosa, apartada de diferencias e identificada con la plenitud? En los inicios del hombre hubo una  permanente construcción de caminos vivientes por parte de todos y para todos. Un tiempo de armonía, belleza y solidaridad.

Pero con la separación y distancia que se establece a partir del surgimiento de lo mío y lo tuyo, el vivir toma un cambio de rumbo que aún hoy no se supera y que corresponde a quienes tienen el poder de adquisición. ¿Y esto acaso se puede entender como vida para quién o para quienes?  

Esta sociedad, así creada y mantenida, conforma vidas para el negocio de la producción de los menos de la riqueza y la insatisfacción de los más desheredados y expropiados.

Estamos entonces ante una sociedad de gente muerta, de vidas aparentes, compradas, sin autenticidad. Y esto va más allá de alienación, pérdida de voluntad, decisión e identidad. Es el mecánico de sobrevivir sin posibilidades de alegría y felicidad.

A esto se suma la existencia de la guerra permanente de los propietarios que están al frente de los imperios y aspirantes. Son miles de años de confrontación  y toda práctica y ejecución de muertes. El hombre debe subsistir para la producción o la guerra. Y al perder esa condición se convierte definitivamente en materia prescindible, en objeto desechable. Este es el panorama de muertes vigente por siglos que define la vida real.

Y este expaís no escapa a esta historia permanente de desesperación, destrucción y melancolía. La desesperanza y falta de perspectivas frente a la tragedia actual, se traduce en todas las formas de muerte que prevalece por sobre toda ilusión.

La gente ya no sabe qué rumbo tomar, porque todo es confusión. ¿En quién creer? ¿En el proyecto que nos convierte en un laboratorio socialista-comunal-comunista? ¿En las oposiciones democráticas, sin democracia, con burocratismo-corrupción y política sin política?

Pero como tú dices Sancho, la mayor locura que puede hacer un hombre es dejarse morir sin que nadie lo mate y dejar que lo acabe la melancolía. Que la tristeza liquide la sobrevivencia. Y  ante este mal, la otra Venezuela está obligada a impulsar y crear la vida alegre, festiva y copada de amor, que aparte tanta y tanta muerte!


Agustín Blanco Muñoz

abm333@gmail.com
@ABlancoMunoz
12 diciembre 2020

 

 

 


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martes, 8 de diciembre de 2020

EL COMPROMISO DEMOCRÁTICO DE ALGUNOS OPOSITORES A MADURO



EL COMPROMISO DEMOCRÁTICO
DE ALGUNOS OPOSITORES A MADURO
Humberto García Larralde

  

2020 cerrará como un año nefasto por los estragos producidos por la pandemia mundial y los efectos económicos y en nuestras formas de vida, que trajo. En Venezuela, adicionalmente, quedará marcado por la profundización del sufrimiento infligido a su población por parte del régimen fascista. No obstante, la devastación ocasionada por Maduro y sus cómplices ha sido tal que ha minado sus propias bases de sustentación, haciendo cada vez más precario su poder. De unirse la oposición en torno a una estrategia eficaz y un proyecto consensuado de sociedad, más pronto que tarde habremos de construir una Venezuela democrática. Claro está, forjar esa estrategia constituye la angustia y el reto principal de dirigentes y militantes de la oposición democrática. Y, respecto a la sociedad deseada, la actitud asumida por algunos opositores en las recientes elecciones de EE.UU., mueve a preocupación.

Chávez fue una expresión de un populismo funesto, llevado a extremos. Destruyó las instituciones de la democracia liberal y arruinó la economía. Escogió a Maduro para terminar de consolidar un estado mafioso, cuya despiadada depredación sumió a los venezolanos en la peor miseria conocida desde que se empezó a extraer petróleo en el país. La violación sistemática del orden constitucional se amparó en una falsa realidad construida con base en una retórica maniquea moralista, que polarizó a la sociedad entre patriotas (los buenos) y escuálidos (los malos). En esta narrativa, éstos conspiraban en contra del pueblo, por lo que había que descartar las instituciones que salvaguardan la pluralidad política, el respeto por la diversidad y el respeto por sus derechos.

Eliminado el equilibrio de poderes, Chávez abusó de los recursos del Estado para atacar y someter a los medios de comunicación, criminalizar la protesta y perseguir a opositores. Los descalificó con campañas de odio, señalándolos como “enemigo del pueblo” y rebajándolos con ofensas de todo tipo. El poder sin contrapesos en manos de Chávez, Maduro y sus cómplices, degeneró en la transgresión de derechos civiles y humanos básicos, y en la discriminación de quien expresase ideas contrarias. El acoso a las universidades nacionales y a los gremios completó esta arremetida. A esas prácticas, y a la destrucción de las normas legales y de convivencia propias de una democracia liberal, debemos la miseria inhumana infligida hoy a tantos venezolanos.

En las elecciones recientes de EE.UU., una cantidad no despreciable de compatriotas --algunos con derecho a votar allá--, todos furibundos antichavistas, llenaron las redes sociales en apoyo al presidente Trump. Sirvieron de eco a un candidato que basó su campaña en construir una falsa realidad con base en mentiras y alegatos ridículos sobre sus adversarios, para polarizar a los estadounidenses entre los MAGA buenos (Make America Great Again) y aquellos que estarían amenazando su modo de vida. Además de los demócratas, los intelectuales y los dueños de los grandes medios de comunicación, culpabilizó de ello a los inmigrantes. Aupó a grupos de supremacía blanca y atizó los odios contra manifestantes de conciencia (Black Lives Matter; contra el calentamiento global), a quienes tildó de “terroristas”.

Descalificó a periodistas críticos, acusándolos de fabricar “fake news” y de ser “enemigos del pueblo”. Alimentó, así, un imaginario en el que el estadounidense genuino –el pueblo—se enfrentaba a una conspiración internacional de “socialistas”, financiada por George Soros y Bill Gates, cuya punta de lanza sería la candidatura de Joe Biden. En desafío a las reglas de juego democrático de su país, denunció con anticipación que, de no ser reconocida su triunfo electoral, se habría cometido, invariablemente, un masivo fraude. Y, en previsión de ello, forzó a destiempo el nombramiento a la Corte Suprema de una juez aliada, de manera de asegurar una mayoría aplastante de magistrados que pudieran interceder en su defensa.

Al quedar claro que, efectivamente, no había sido favorecido ni por el voto popular, ni por la mayoría de los colegios electorales de los estados, se negó a reconocer su derrota y desplegó los poderes a su alcance para denunciar supuestas trampas que le habrían robado su triunfo, sin presentar evidencia alguna al respecto. De hecho, las demandas legales que su equipo interpuso contra el proceso electoral han sido rechazadas abrumadoramente por jueces estadales –muchos pro-Republicanos—y, una tras otra, las autoridades electorales en cada estado han ido certificando el triunfo de Biden.

Pero, a mes y medio de las elecciones, Trump sigue insistiendo en que ganó, poniendo en entredicho la confianza del sistema electoral estadounidense. Un 80% de Republicanos, según los sondeos, creen que hubo fraude.

Sorprende, entonces, que muchos venezolanos antichavistas, apoyaran a un candidato quien, con un signo diferente, utilizó los mismos ardides contra la institucionalidad liberal que alimentaron a Chávez. Y lo hicieron con igual pasión e intensidad que mostraron los seguidores de éste al comienzo. De hecho, más de un furibundo Trumpista –hoy arrepentido—, fue un furibundo chavista. Y, al igual que entonces, hicieron suya la falsa realidad maniquea que dividió a la sociedad entre buenos y malos, aunque ahora éstos son los “socialistas” de Biden quien, entre otros horrores, ¡aboga por una medicina social! Conozco de venezolanos residentes en España, beneficiarios de la excelente salud pública de este país y a quienes el Estado Español ha suministrado otras ayudas, anotados en esta campaña.

Lo anterior revela una preocupante tendencia de algunos a fanatizarse tras líderes populistas que falsean la realidad con soluciones simplistas --blanco y negro-- a situaciones que, por su naturaleza, son complejas. Y, al reducir el debate entre la verdad única (la mía) y la conspiración artera de los otros, se convierten en secta refractaria a toda razón. El sectarismo ancla la mente en mitos y supersticiones, refractarios a la verificación (fact checking). Embrutece y cierra las puertas a la convivencia democrática.

Desafortunadamente, los venezolanos nos formamos en una cultura política en la cual un Estado Mágico –denominación con que el antropólogo, Fernando Coronil, tituló un libro suyo--, alimentado por una renta petrolera prodigiosa, resolvía los problemas básicos de nuestra existencia. El culto a Bolívar nos hizo vulnerables a prédicas populistas que se proponían traspasar las restricciones de la democracia liberal para hacer realidad la gloria que él quiso legarnos. Chávez fue el caudillo que, por excelencia, supo explotar estas esperanzas de redención.

No es descabellado afirmar que el apoyo a Trump de algunos venezolanos se debe, precisamente, a ver en él al salvador que nos liberaría de la terrible dictadura de Nicolás Maduro. Y el presidente de EE.UU. no cesó de proyectar esta idea para ganarse el voto latino.  Confieso que hubo un momento en que yo también le creí. ¡Buche y pluma no más!

La búsqueda de un salvador destruye la confianza en las instituciones y socava a la democracia liberal. Son éstas las que, al asegurar los derechos civiles frente al poder del Estado, constituyen la base de las libertades y de la convivencia entre personas que piensan distinto. Fortalecer al poder ciudadano y resguardar el equilibrio entre poderes que propuso Montesquieu, son antídotos inapelables contra caudillos autoritarios que destruyen las libertades en nombre de una voluntad única del pueblo.

Señaló el filósofo, Daniel Innerarity en un artículo reciente[2] que, “El desafío de la democracia liberal consiste en desplegar tanto poder como sea necesario, pero no más, para asegurar la libertad de todos.”  ¿Estamos realmente ganados para la idea de instaurar una democracia liberal en Venezuela?

 

Humberto García Larralde
economista, profesor (j),
Universidad Central de Venezuela
 

 [1] Autor del libro, Venezuela, una nación devastada. Las nefastas consecuencias del populismo redentor, Ediciones Kalathos.

 

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