viernes, 25 de septiembre de 2020


Los verdugos de Venezuela III:
Los leguleyos celestinos del tsj

Humberto García Larralde
 

Los síntomas de la muerte de nuestro país son cada vez más terminantes. El informe de coyuntura del Instituto de Estudios Económicos de la UCAB de septiembre estima una caída de la actividad económica para este año del (-) 30%. 2020 será, por tanto, el séptimo año seguido de fuerte contracción, algo nunca visto en un país que no haya estado en guerra. Con esta caída, el PIB de Venezuela se aproxima a la cuarta parte de lo que era en 2013. La destrucción de la actividad petrolera – en los últimos tres meses se produjeron menos de 400.000 barriles diarios, cuando en 2013 la cifra estaba en torno a los 2,8 millones--, junto al derrumbe de la economía doméstica y el cierre de los mercados financieros internacionales, obliga al régimen a cubrir sus gastos con emisión monetaria. Así, perpetúa las presiones inflacionarias y reduce, aún más, el poder adquisitivo de las remuneraciones. El salario mínimo se acerca, hoy, a solo dos dólares mensuales (¡!). Y, con el colapso de los servicios públicos, de la banca y de la extrema vulnerabilidad del país ante la pandemia del Covid-19, no puede prevalecer sino la miseria, el hambre y la muerte para todos aquellos que no tengan acceso a las divisas.

Esta oclusión –insistimos-- no es por efectos de una guerra o de un cataclismo natural; se acaba con el país a conciencia. Los que comandan las decisiones del Estado deliberadamente ignoran los clamores por un cambio de políticas, ya que implicaría desmantelar el régimen de expoliación que han instalado, fuente de sus fabulosos beneficios personales y de su poder. Son los verdugos de Venezuela.

En entregas anteriores hemos reseñado, brevemente, dos de sus componentes principales: una cúpula militar podrida que extiende sus tentáculos por el cuerpo económico y social; y quienes, desde los altos mandos del gobierno, articulan los procesos de depredación, valiéndose del comprobado modelo de dominación de los cubanos. En la presente reseña, vamos a comentar uno de los estamentos más perversos de este esquema de dominación, el constituido por quienes se prostituyen, una y otra vez, en procura de tramarle visos de legalidad a los delitos cometidos contra la nación y sus pobladores: los integrantes del tribunal supremo de “justicia” (tsj), cabrones del régimen[1].

Luego de la sentencia que absolvió al alto mando militar que desobedeció la orden de Chávez de ejecutar el “Plan Ávila” en contra de los manifestantes del 11 de abril, 2002, éste se propuso acabar con la independencia del poder judicial y ponerlo a su servicio. A través de cambios sucesivos de la ley, pudo llenar el tribunal supremo con partidarios. Hizo que se abandonaran los concursos para designar jueces, con lo que la inmensa mayoría de estos fueron designados provisionalmente, quedando vulnerables a las presiones del ejecutivo. Progresivamente, los fue convirtiendo en la versión criolla de “los juristas del horror” que documentara Ingo Müller[2] bajo el nacionalsocialismo: a los señalados como enemigos se les detiene y luego se inventa el delito con el cual inculparlos. El juicio contra Leopoldo López en 2014, que lo condenó a 13 años de cárcel --montado por la jueza Barreiros-- es muestra de este sicariato judicial.

 Maduro ha profundizado esta prostitución de jueces, pero ha puesto el acento en un aspecto todavía más pernicioso: “legalizar” la violación abierta del orden constitucional. Ante los resultados electorales del 6 de diciembre de 2016, que les otorgó mayoría calificada a las fuerzas democráticas en la Asamblea Nacional (AN), la Asamblea saliente, en manos chavistas, designó tramposamente a trece magistrados del tsj, para acentuar su rol como instrumento de los designios fascistas. En efecto, el artículo 263 de la constitución señala que para ocupar esos cargos se requiere, entre otras cosas, “ser jurista de reconocida competencia … haber ejercido la abogacía durante un mínimo de quince años y tener título universitario de postgrado en materia jurídica; o haber sido profesor universitario o profesora universitaria en ciencia jurídica durante un mínimo de quince años y tener la categoría de profesor o profesora titular; o ser o haber sido juez o jueza superior en la especialidad correspondiente a la Sala para la cual se postula, con un mínimo de quince años en el ejercicio de la carrera judicial, y reconocido prestigio en el desempeño de sus funciones.” Ninguno de los nuevos integrantes cumplía con estos requisitos.

Este poder judicial abyecto pasó a anular la votación de los cuatro representantes del Estado Amazonas y de la comunidad indígena[3], inmediatamente después de haber tomado posesión la nueva AN en enero, 2016. Adujo –sin prueba verificable— que se había cometido fraude. Con ello, las fuerzas democráticas perdían su mayoría calificada[4]. Cuando la AN intentó valer los derechos del electorado de Amazonas, el tsj dictaminó que estaba en “desacato”. Ello sirvió de excusa para declarar nulas todas las decisiones del legislativo tomadas con la participación de los cuatro diputados. Tampoco permitió convocar nuevas votaciones para que las comunidades indígenas y el Amazonas ejercieran su legítimo derecho a elegir sus representantes a la AN. Este bufete de Maduro terminó anulándole a la AN todas sus prerrogativas constitucionales, desconociendo las leyes que aprobaba, sus potestades para interpelar y sancionar a funcionarios públicos, para aprobar el presupuesto de la nación y los créditos adicionales, autorizar convenios de interés nacional, como las giras presidenciales a otros países, y para participar en la designación de otros poderes públicos. Es decir, vació al Poder Legislativo de sus responsabilidades.

Su Sala “Constitucional” (¡!) ha venido renovándole a Maduro un Estado de Excepción, sin que lo autorizara la AN (Art. 337[5]). Asimismo, aprobó sus presupuestos y solicitudes de créditos adicionales, hasta que la relevó de estos desafueros la asamblea constituyente fraudulenta. El abuso del tsj llegó al extremo de aprobar las sentencias, 155 y 156, para arrogarse las potestades constitucionales de la AN, alegando que todavía continuaba en “desacato”. La objeción de la Fiscal General de entonces, Luisa Ortega Díaz, llevó al órgano a desdecirse al día siguiente (sentencias 157 y 158), contrariando su propia ley, pues sus sentencias (firmes) no pueden ser modificadas. Validó, luego, la “elección” a una asamblea constituyente, a pesar de que violaba los artículos 63, 347 y 348 de nuestra Carta Magna, y también la farsa montada para “relegir” a Maduro en 2018. Ambas “elecciones” se realizaron con notorio ventajismo, un CNE parcializado, sin auditar el registro electoral y con dirigentes democráticos inhabilitados y perseguidos. En fin, el tsj ha sido el ariete para derribar todas las previsiones constitucionales, desde el artículo 5º en adelante, diseñados para garantizar el ejercicio pleno de la voluntad popular.

Tal celestinaje para con el fascismo en sus atropellos contra el Estado de Derecho, convierte al tsj en una deplorable ratonera que, de manera vergonzosa, niega los derechos humanos establecidos en la Constitución. Su felonía y traición a su misión está en la base de las terribles condiciones de injusticia imperantes en Venezuela, que llevó a una misión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU a señalar, recientemente, la perpetración de delitos de lesa humanidad por parte del gobierno de Maduro.

Con Chávez, la alcahuetería del tsj era premiada, entre otras cosas, con fabulosos sueldos. Hoy, con la ruina provocada por las mafias depredadoras, no tengo la menor duda que muchos magistrados se recompensan siendo sus cómplices. El presidente actual de esta ratonera, Maikel Moreno, tiene una denuncia en su contra por parte del Depto. de Justicia de EE,UU. por lavado de dinero. Se ofrecen USD 5 millones por su captura. Según Wikipedia[6], fue acusado por homicidio en Ciudad Bolívar en 1987 y pasó preso dos años. Participó, luego, en el asesinato de Rubén Gil Márquez, pero obtuvo otro beneficio procesal. Los magistrados Christian Zerpa y Calixto Ortega, siendo diputados por el PSUV, votaron por si mismos para integrar el máximo tribunal. Indira Alfonzo Izaguirre, hasta hace poco vice-presidente del tsj, además de ser una de las ponentes que suspendió la proclamación de los cuatro diputados por el estado Amazonas y la que anuló las elecciones estudiantiles de la de Carabobo en 2018, ganadas por las fuerzas democráticas, es nombrada por el tsj presidente del CNE, alegando “omisión legislativa” de la AN, ente que había adelantado los procedimientos constitucionales correspondientes.

En fin, estamos ante la expresión más descompuesta y rastrera de los parásitos que han condenado a muerte al país. Sin principios, sin fines, y sin nada en el medio que no fuese su despreciable intención de agradar a los agentes cubanos y a los militares corruptos en su cruzada destructora.

 

 

Humberto García Larralde

economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

 

25 septiembre 2020


[1] Ver, https://www.icj.org/es/venezuela-el-tribunal-supremo-de-justicia-un-instrumento-politico-del-poder-ejecutivo/

[2] Müller, Ingo (2006), Los juristas del horror. La “justicia de Hitler: el pasado que Alemania no puede dejar atrás, Editorial Actum, Caracas.,

 

[3] Estos diputados ya habían sido proclamados por el CNE, máxima autoridad electoral, por lo que se violó el artículo 200 de la Constitución, que otorga inmunidad a los parlamentarios desde el momento de su proclamación.

[4] La mayoría calificada permitiría someter a referendo proyectos de ley o tratados internacionales; aprobar leyes orgánicas y leyes habilitantes; remover al vicepresidente ejecutivo o a un ministro, luego de haber sido condenado por un voto de censura; separar a diputados de sus funciones; suprimir comisiones permanentes; remover magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ); escoger al titular de órganos del llamado Poder Ciudadano; designar a los integrantes del Consejo Nacional Electoral; e iniciar un proceso de reforma de la Constitución, con la convocatoria a una Asamblea Constituyente, además del resto de las atribuciones del cuerpo legislativo nacional, contempladas en el artículo 187 de la Constitución. La mayoría calificada de diputados demócratas permitiría, por tanto, restablecer el equilibrio de fuerzas entre Legislativo y Ejecutivo, que se había ido minando desde comienzos del gobierno de Hugo Chávez.

[5] Dura 60 días y puede renovarse una sola vez, con autorización de la Asamblea. alegando una emergencia económica.

[6] https://es.wikipedia.org/wiki/Maikel_Moreno

 

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miércoles, 16 de septiembre de 2020

LOS VERDUGOS DE VENEZUELA II Los agentes cubanos



LOS VERDUGOS DE VENEZUELA II
Los agentes cubanos
Humberto García Larralde


Estamos presenciando el fallecimiento de la Venezuela moderna. Se encuentra en fase avanzada, con niveles de miseria, hambre, muerte y desolación que nos retrotrae al siglo XIX. No es producto de un cataclismo externo, imprevisible, sino de una conducta deliberada, en contra de los intereses de la mayoría de los venezolanos, por parte de quienes manejan las palancas del Estado. Sus aciagos efectos han sido alertados reiteradamente y se les ha exhortado rectificar sus políticas. Pero no, los que están en el poder se atrincheran aún más en torno a la depredación de lo que todavía queda, sin importarles la ruina de los que, cínicamente, afirman defender. Son los verdugos de Venezuela, beneficiarios aventajados de un régimen de expoliación de la riqueza social, disfrazado de “revolución”.

En una entrega anterior reseñé, muy brevemente, el pilar central de este régimen de expoliación: una cúpula militar podrida que depreda los recursos de la nación, imponiéndose, con las armas, sobre el tejido social. En este escrito examinaré –también de manera muy sucinta—el complemento obligado a tal arreglo, el que le da cohesión y sirve de argamasa para evitar que implosione por el desbordamiento de las apetencias de poder y riqueza. Es el conformado por aquellos que ocupan posiciones de jefatura en el gobierno, los que, afanosamente, se autoproclaman “revolucionarios”: Maduro, los Rodríguez, El Aissami y su cohorte de depredadores. Para muchos, formados en la cultura de la Guerra Fría, se trata de comunistas o castrocomunistas, enemigos del mundo libre. Prefiero un término que no le atribuya tan trascendentes propósitos –así sean negativos—y designarlos, simplemente, como agentes cubanos.

La retórica comunistoide del chavismo corresponde con tales propósitos. Posiblemente algunos todavía se la crean. Pero no es un proyecto ideológico lo que los anima. Es la imposición de una arquitectura de dominación, perfeccionada a través de los años por la gerontocracia cubana, sin la cual el régimen de expoliación puede venirse abajo. Es decir, la permanencia de Maduro al frente del gobierno (como usurpador) y de sus ministros civiles, gobernadores y demás autoridades, amparados por las armas de militares corruptos --cómplices de la expoliación del país--, se la debemos a la “desinteresada” ayuda de los dirigentes cubanos, los primeros chicharrones en el despojo nacional. Esta denominación incluye a personeros como Diosdado Cabello y Pedro Carreño, carentes de todo pedigrí “revolucionario”. Hasta el pelmazo de Arreaza, cuya única credencial conocida es el de exyerno de Chávez, cabe en esta designación. Como gustan afirmar los marxistas, “objetivamente” actúan como agentes cubanos..

Si no comparten un proyecto revolucionario de sociedad, ¿qué explica su participación concertada en la destrucción de la nación? Claramente, como en el caso de la cúpula militar corrupta, es su interés como usufructuarios privilegiados del régimen de expoliación instalado. A cada uno de los jerarcas se les asocia con fortunas mal habidas: Maduro, con los negocios a través de los “Claps” y otros encargados a Alec Saab, amén del amparo a sus “narco-sobrinos”; a El Aissami, se le vincula con prolijas cuentas en el extranjero; al estilo de vida del camarada “Louis Vuitton” Carreño se le ven las costuras; y de Diosdado, ¡ni se diga!.

Y es que la demolición de la institucionalidad del Estado de Derecho, que antes resguardaba a la nación contra el pillaje, ha sido el verdadero propósito de esta “revolución”. Pero la incorporación de militares corruptos para asegurar su viabilidad es de factura cubana. Se inspira en el Grupo de Administración de Empresa, S.A. (GAESA), bajo conducción del yerno de Raúl Castro, que ha encumbrado a una casta militar sobre la economía antillana. Son los verdaderos propietarios de esa particular Revolución, devenida en tiranía.

La distinción venezolana está en que ese andamiaje se integra a partir de una FF.AA. descompuesta. No obstante, el régimen de expoliación instaurado apela a los mismos mitos que les han servido a sus tutores cubanos. Venezuela estaría, también, en la vanguardia de la lucha antiimperialista por la “liberación de los pueblos”, lo cual obliga a centralizar el poder en manos “revolucionarias” y a desmontar todo obstáculo –el imperio de la ley y de los derechos humanos—que se interfieran con tan “nobles” propósitos. Las fortunas acumuladas son la justa remuneración a su sacrificio como conductores del proceso. Con tal burbuja ideológica, se encubren los desmanes cometidos; lava conciencias. El imperio, buscando, como siempre, cogerse a Venezuela, persigue y acosa a estos patriotas “revolucionarios”.

El problema para la “dirección civil” --para llamarlo de una manera-- del régimen de expoliación, es que este relato tiene cada vez menos credibilidad. El estricto control del castrismo sobre la vida de los cubanos durante seis décadas hizo que allá tuviesen que calarse ese discurso a juro. Ello no es así para Maduro y sus socios. Su permanencia en el poder exige ceder crecientes tajadas del despojo nacional a “aliados” que puedan socorrerlo. Así, el saqueo mineral de Guayana es inconcebible sin la presencia del ELN colombiano y de otras bandas criminales, amén de la venta de oro, a escondidas, a Turquía o Irán; lo que queda del negocio petrolero obliga a entregar parcelas cruciales a Irán y a Rusia, “amigos desinteresados” de Venezuela; el tinglado de complicidades armado por Saab para darle oxígeno a Maduro todavía se desconoce, pero pronto se sabrá. En las ciudades, la impronta del hampa y de los colectivos en la extorsión y robo de los venezolanos --cuando no de los cuerpos represivos como la FAES--, desdibujan todo sentido de gobierno. Y, en todas estas instancias, participan militares corruptos, socios obligados mientras pueden hacer uso de su dominio de las armas.

Maduro y su combo son los pararrayos de esta orquestación, su cabeza visible. Su tabla de salvación ha sido apegarse al recetario cubano, con la esperanza de bañarse en el justificativo revolucionario –David contra Goliat-- que ha amparado la gerontocracia antillana. En realidad, Maduro, los Rodríguez y quienes aprendieron el discurso, representan los despojos de una ilusión que, en boca de un demagogo irresponsable y narcisista, engatusó al pueblo con promesas de redención. Pero se agotó. Han cambiado sus referentes. No se expresan, ahora, en un “socialismo de siglo XXI” incontaminado, porque nadie sabía en qué consistía, sino en el timón del Titanic, tripulado por organizaciones mafiosas que no tienen prurito alguno en revelar su verdadera naturaleza.

De ahí que Maduro ni siquiera intenta ya una semblanza democrática. Convoca unos comicios –que no elecciones, porque no hay oportunidad real de elegir— burdamente amañados, para asegurarse una Asamblea Nacional a su medida. Pone en tres y dos a las fuerzas democráticas, agotadas por no haber logrado el desplazamiento del usurpador y por las peleas internas, con la clara intención de aplastarlas. Participar o no en esta farsa parece plantear una disyuntiva perder-perder: está diseñada para impedir la expresión auténtica de la voluntad popular y a provocar su rechazo; así, asegura una mayoría para la nueva Asamblea Nacional, por forfait. Como se viene insistiendo, la mera abstención no es respuesta.

La comunidad democrática internacional ha desconocido la legitimidad de estos comicios. Como quiera que por imperativo constitucional deben realizarse, es menester apoyarse en este desconocimiento para exigir condiciones aceptables. Entre otras cosas, debe postergarse su realización por la expansión de la pandemia: realizar concentraciones públicas y convocar la gente a votar estimula su contagio. Con condiciones apropiadas, debe reabrirse el proceso de postulación de candidatos. Tales elementos deben ser centrales a la consulta que piensan realizar las fuerzas democráticas agrupadas en torno a Guaidó.

El fascismo no convoca a una contienda democrática, sino a una trampa que les permitirá descabezar al liderazgo democrático para seguir depredando al moribundo país. La idea de postergar el mandato de la Asamblea actual como respuesta, en última instancia, nos despoja del fundamental argumento de la legitimidad del mandato, conforme a la constitución. Es ahí donde debe intentarse que se plantee la lucha; en la legitimidad de una elección para que la Asamblea electa exprese, de verdad, la voluntad popular, democrática. El pueblo tiene que conquistar el instrumento, por excelencia, para salir de este horror. Que no quepa dudas: mientras continúe Maduro en el poder, la situación empeorará. 


Humberto García Larralde
economista, profesor (j)
Universidad Central de Venezuela

14/09/20

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lunes, 14 de septiembre de 2020

GRANMA EDITORIAL


GRANMA EDITORIAL
Luis Marin

El periódico Granma, Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en un gesto inusual nos dedicó su editorial del miércoles 2 de septiembre bajo el título “Táctica y estrategia: una lectura de los nuevos indultos presidenciales en Venezuela”, con lo que pretende dar orientaciones en un escenario singularmente confuso, incluso para ellos.

Vale citar el editorial in extenso porque se explica por sí mismo. Como punto previo, debe dejarse sentada la absoluta impropiedad de la palabra “indulto” aplicada a personas que no cumplen ninguna sentencia firme, sino que se encuentran en las más disímiles circunstancias, unos en libertad, otros en el exilio, asilados en embajadas, la mayoría secuestrados sin formula de juicio, arbitrariamente retenidos sin cargos ni proceso alguno.

En cualquier caso, esta medida se toma “bajo una consigna de ´reconciliación´ pero que viene con el objetivo de movilizar el mayor número de voluntades antichavistas posibles a las próximas elecciones del parlamento. La réplica de la estrategia de diálogo con los opositores tal como fuera ejecutada en 2017, esta vez tiene nuevas particularidades.”

“El chavismo ha dividido su opinión. Por un lado hay respaldo y, por el otro, estupor e indignación”. Quizás por esto Granma se ve en la necesidad de hacer estas aclaratorias: “Para Maduro la apuesta es superior y se inspira en los resultados que dicha estrategia generó en los años anteriores, lo cual le da viabilidad política”.

“Aquella estrategia, de diálogos, liberaciones y elecciones, tiene otros desencadenantes al mediano y largo plazo. El peor saldo que cosecharon fue su división, que ha perdurado, pese a la coronación imaginaria de Guaidó en 2019.”

 “Para el chavismo, el diálogo funciona como mecanismo político y, hoy, de manera indiscutida, seguimos siendo beneficiarios de los resultados de esa estrategia de 2017.”

Aquí no puede dejar de observarse que, quizás de una manera involuntaria, los redactores del Granma se colocan de pronto en primera persona, son ellos quienes son beneficiarios personales y directos de aquella política de distensión graduada que se diluye en “diálogos, liberaciones y elecciones”.

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el socialista español Josep Borrell, coincide con la posición de la Conferencia Episcopal de Venezuela, representante del Vaticano, ergo, del Papa Francisco, en llevar agua al molino de las elecciones, lo que, dicen, no puede ser casual, como tampoco la emergencia de Henrique Capriles, articulador de los partidos y las liberaciones que han tenido lugar, lo que no proviene de la nada: Recogió la hoja de ruta de Oslo y Barbados que Guaidó dejó enfriar “por órdenes estadounidenses”.

Así que Granma apuesta a Capriles: “Estos eventos toman lugar mediante HC intentando afianzarse como líder de una oposición cautiva y paralizada. En la disputa interna del antichavismo, es HC quien tiene más probabilidades de afianzarse. Sabemos desde mayo que viene trabajando en eso. Es quien lidia la furia de los opositores furibundos, está asumiendo los costos, persiguiendo un objetivo mayor. HC no es ingenuo ni actúa solo.”

“El chavismo tiene como objeto, en lo táctico, que más sectores del antichavismo concurran a las elecciones para darles legitimidad”, y  así lograr el “desmantelamiento del bloqueo”.

Dice el Granma que “desde 2017 nos consta que las distensiones han servido para ganar terreno, en ocasiones cediendo ´mucho´, pero ganando mucho más”. “Esto nos hace suponer que pueden venir más anuncios, algunos difíciles de tragar y hasta más difíciles de digerir.” Para concluir: “Pero todo ello es también parte del cuadro de excepcionalidad política que lidiamos”.

Concluyen colocándose otra vez en primera persona: son ellos quienes lidian con este cuadro de excepcionalidad política por el que transita Venezuela, habría que agregar, también causado por ellos. Un extraño comentario que sigue al editorial, firmado por Miguel ¿Díaz-Canel?, añade: “Se podrá dar el golpe definitivo a la oposición de ese país”.

El editorial del Granma no hace ni una sola revelación. Todo lo que dice sobre la distensión desmovilizadora, expresada en supuestas elecciones, diálogos y liberaciones, es lo que ha repetido ya por décadas la oposición llamada “radical” sin que nadie quisiera escuchar, al contrario, siempre fue silenciada e invisibilizada.

Ahora, cuando todo está consumado, presentan sus propias artimañas como si fueran un análisis objetivo de la realidad, aquellas que fueron denunciadas desde que comenzó esta tragedia. Esto es una trivialidad y no “un nivel superior de entendimiento”, como cacarean.

Más bien es una pequeña muestra de la ruina no sólo moral sino también intelectual del comunismo: “Uno de los principios fundamentales en toda guerra es el reconocimiento del adversario”. Debe subrayarse que los comunistas cubanos asumen como “guerra” todas las controversias políticas, lo que les da cierta ventaja respecto a los liberales que se empeñen en verlas pacíficamente, como conflictos no existenciales.

Atrás quedaron los años heroicos de hegemonía cultural, ahora escriben galimatías como que “hacer política Real (con R mayúscula) demanda sopesar costos, a veces muy altos, para recalibrar el tablero”. ¿Qué querrán decir con esto?

O sandeces como que “la política venezolana por su complejidad nos ha enseñado que no hay eventos fortuitos y, menos aún, gratuitos”; una filosofía de borrachito, explicable en un bar, pero no en una declaración del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Como si confesaran que asesinaron a Chávez (como dijeron Eva Golinger y Maduro) y que alguien pagó por ello.

Acto seguido y sin solución de continuidad afirman “que en política todo es una apuesta y que para apostar hay que colocar cartas en la mesa”. La única forma de que este enunciado no se contradiga con el anterior es que las cartas estén marcadas, porque la apuesta presupone el azar, sino, es trampa.

No es necesario demostrar que la vida de los seres humanos está sujeta a los vaivenes de la fortuna, que estamos “en manos del gigante azar” como diría un filósofo. La política, como parte de la vida humana, no puede escapar de sus incertidumbres.

La idea socialista de que todo puede planificarse, de que la sociedad puede construirse como quien levanta un edificio o diseña un robot, es una de sus más trágicas falacias.

El editorial del Granma está lleno de tonterías, lugares comunes e inesperadas confesiones; pero de lo que no deja dudas es de la descarada intromisión en los asuntos internos de otro país que por habitual no es menos inaceptable.

También debería servir para que los que odian a los “radicales” se convenzan de que sólo dicen lo que hasta las autoridades comunistas cubanas ahora reconocen públicamente.

Luis Marín
13-09-20

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martes, 8 de septiembre de 2020

LOS VERDUGOS DE VENEZUELA I LA CÚPULA MILITAR



LOS VERDUGOS DE VENEZUELA I
LA CÚPULA MILITAR
Humberto García Larralde


En un artículo recién, argumentaba que Venezuela se debatía entre la vida y la muerte. La drástica contracción de sus actividades productivas se traduce en niveles de hambre y miseria que no se veían desde que comenzó la era petrolera. Se trata de la peor tragedia sufrida por una población que no esté en guerra, materializada en apenas siete años. No ha sido fruto del azar, ni de terribles desastres naturales, sino de un régimen de expoliación articulado, bajo el chavismo, en torno al poder. Tiene, por tanto, sus responsables.

Son los que, desde el Estado, han venido tomando medidas altamente perjudiciales para los venezolanos, amparados en una retórica “socialista”. Son los verdugos de Venezuela, los causantes de su aciago camino hacia su desaparición como país viable. No pueden excusarse por ignorancia, porque no sabían o no se daban cuenta de las secuelas de su accionar pues, desde hace años, se les viene alertando acerca de estas consecuencias. Lamentablemente, ha privado su afán de lucro, no el interés por evitar sufrimientos a la población.

Este artículo inicia una breve serie sobre estos verdugos. Por razones obvias, se comienza con la cúpula militar. Sin la represión abierta o solapada, a través de mecanismos de terror desplegados, y sin el miedo inducido en una población mayoritariamente opuesta al régimen, no sería posible que Maduro estuviese todavía en el poder. Estos militares son los principales culpables de la tragedia urdida sobre el país.

¿Por qué renegaron tan vilmente de sus paisanos, de su patria y traicionaron abiertamente a la nación?

Desde que comenzó a gobernar, Chávez fue colocando a militares en cargos importantes, con poca o nula supervisión, a la par que desmantelaba el Estado de Derecho. Alimentaba su ego, alabándolos como herederos de Bolívar. Dejó a su arbitrio el manejo de ingentes recursos, haciéndose la vista gorda. Pero se cuidó de tomar nota de los manejos irregulares, para poder cobrar eventuales deslealtades en el futuro. Creó, así, una red de complicidades en torno a su persona. El llamado programa Bolívar 2000 y las notorias corruptelas asociadas con el Centro Azucarero Ezequiel Zamora (CAEZ), vienen a la mente. A esto se añaden las oportunidades inusitadas para la extorsión proporcionadas por el custodio de fronteras, puertos, aeropuertos y alcabalas por parte de la Guardia Nacional y de otros componentes de la Fuerza, y la inspección de cuántas actividades del sector privado se les ocurriesen, sin mencionar el contrabando de gasolina y de productos regulados, en complicidad con otros funcionarios.

Nicolás Maduro, bajo tutoría cubana, auspició todavía más estas prácticas depredadoras. Hoy, la Fuerza Armada es dueña de astilleros, instituciones financieras y de seguros, televisoras, empresas agrícolas, de alimentos y de bebidas, construcción, ensamblaje de vehículos, transporte, armamento y de minería (Camimpeg), entre otras. Adicionalmente, está al frente de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), que controla las empresas básicas de esa región, y de las empresas públicas como Edelca, Enelven Corpoelec, Minerven y Pequiven. A finales de 2016, Maduro puso frente a PdVSA un general sin previa experiencia en el campo[1]Bajo su gestión, la producción de la empresa se redujo en un 80%, reflejo de la danza de irregularidades con las que se viene depredando a la renta petrolera.

Según Impacto CNA (Citizen News Agency), para 2018 los militares controlarían no menos del 70% de la economía venezolana[2]. Por su parte, el portal Armando.info, que cruzó datos referentes al registro nacional de contratistas, con la nómina de la alta oficialidad de la FF.AA., encontró que, “al menos 785 oficiales activos” estaban al frente de empresas de construcción, servicios de seguridad, suministros médicos, alimentos, transporte, comerciales, informática y más, que contratan con el Estado[3]. Con la Gran Misión Abastecimiento Soberano, los militares monopolizan la importación y distribución de alimentos y medicamentos esenciales.

Actualmente, controlan, además, el racionamiento de la gasolina. En todas estas responsabilidades, además de una buena tajada, han tenido manejo discrecional de los dólares provenientes de la exportación petrolera y minera[4]. Por último, es notorio el señalamiento, por parte de la DEA (Drug Enforcement Administrationde EE.UU., de altos oficiales venezolanos implicados en narcotráfico. Su defensa desembozada por parte de Maduro, así como de altos oficiales señalados de estar incursos en violaciones de derechos humanos, y su frecuente premiación con altos cargos de gobierno, afianzan la complicidad de muchos altos oficiales con el sistema de expoliación instaurado.   

Estas “aficiones” han destruido a la institución de la FF.AA. como tal. Torcieron sus valores corporativos, quebraron su disciplina y fomentaron adhesiones en torno a filones provechosos, sustituyendo la unidad de mando y de propósitos por una constelación de mafias en procura de particulares cotos de caza. Ello permea, lamentablemente, a distintos niveles, convirtiendo a la requisa arbitraria de Guardias Nacionales y de otros, en un cáncer que consume a la nación. La compra masiva de armamentos a Putin fue pasto de suculentas comisiones, que terminaron sometiendo a la fuerza a su influencia. Mientras, la tropa pasa hambre y carece de aprestos (por hurtos). Ahora, como socios del saqueo de minerales en Guayana, en alianza con el ELN y otras bandas criminales, militares corruptos se convierten en agentes de intereses económicos foráneos.

Tal desdibujamiento institucional hace que Maduro se apoye cada vez más en bandas paramilitares –colectivos fascistas, FAES y grupos hamponiles—como expresiones del poder de Estado. ¡Triste papel para un cuerpo al que se le quiso insuflar orgullo como supuestos herederos de Bolívar! En este afán, la cúpula corrompida ha tenido que marginar, acosar y reprimir a centenares de oficiales y soldados honestos, muchos de los cuales languidecen en las mazmorras del régimen.

¿Acaso han expresado remordimiento Padrino López, Remigio Ceballos y demás integrantes del alto mando militar, verdugos principalísimos, no sólo del país, sino también de la institución a través de la cual accedieron a ocupar sus lucrativos cargos? ¿Qué pasa por la cabeza de Néstor Reverol, Benavides Torres, Hernández Dala, González López y de Zavarse Padrón, señalados como violadores de derechos humanos, torturadores y/o de narco terroristas? ¿Acaso no tienen familia? ¿Cómo concilian los horrores de los que son responsables, con el colgajo de charreteras que exhiben, pretenciosos, con sus uniformes de gala? ¿Medallas a qué? Pero las oportunidades de lucro acallan cualquier atisbo de conciencia, más cuando se dispone de una burbuja ideológica para encubrir crímenes y lavar años de descomposición moral y humana. A los constructores de esta burbuja ideológica dedicaremos la próxima entrega.

En la medida en que esta cúpula militar alcahuetea la destrucción de Venezuela, se le achican también sus posibilidades de depredación. Se les acaban los “negocios” a sus integrantes, más con las sanciones que se les han impuesto. Cabe esperar que la situación evolucione para que entiendan la conveniencia de entrar a negociar condiciones que los amparen, por al menos durante algún tiempo, si contribuyan con la restitución del orden constitucional y abandonen al régimen.

Tal oferta depende de que sea creíble. Descansa, no sólo en la política de sanciones de la comunidad internacional, sino en una fuerte movilización opositora al interior del país. Convertir la farsa urdida por Maduro para los comicios parlamentarios de diciembre en una contundente derrota política quizás sea el reto más decisivo planteado a las fuerzas democráticas para poder salir pronto del régimen fascista.


Humberto García Larralde
economista, profesor (j)
Universidad Central de Venezuela
humgarl@gmail.com

07 septiembre 2020


[1] Manuel Quevedo de la Guardia Nacional, nombrado, a la vez, de Ministro de Petróleo y Minería. Quevedo estuvo al frente de la represión de opositores en Caracas en 2014, cuando dirigía el Comando Regional número 5.
[4] Mientras duró el control de cambio, tal acceso les proveyó oportunidades formidables para enriquecerse, a través del arbitraje de precios entre su cotización oficial y la del mercado negro Hasta el 26 de enero de 2018, la tasa oficial de cambio fue de 10 Bs/USD, mientras en el mercado paralelo llegó a escalar a más de 200.000 Bs/USD (¡!)



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