07 septiembre 2020
martes, 8 de septiembre de 2020
LOS VERDUGOS DE VENEZUELA I LA CÚPULA MILITAR
LOS VERDUGOS DE VENEZUELA I
LA CÚPULA MILITAR
Humberto García Larralde
En un
artículo recién, argumentaba que Venezuela se debatía entre la vida y la
muerte. La drástica contracción de sus actividades productivas se traduce en
niveles de hambre y miseria que no se veían desde que comenzó la era petrolera.
Se trata de la peor tragedia sufrida por una población que no esté en guerra,
materializada en apenas siete años. No ha sido fruto del azar, ni de terribles
desastres naturales, sino de un régimen de expoliación articulado, bajo el
chavismo, en torno al poder. Tiene, por tanto, sus responsables.
Son los que,
desde el Estado, han venido tomando medidas altamente perjudiciales para los
venezolanos, amparados en una retórica “socialista”. Son los verdugos de
Venezuela, los causantes de su aciago camino hacia su desaparición como país
viable. No pueden excusarse por ignorancia, porque no sabían o no se daban
cuenta de las secuelas de su accionar pues, desde hace años, se les viene
alertando acerca de estas consecuencias. Lamentablemente, ha privado su afán de
lucro, no el interés por evitar sufrimientos a la población.
Este
artículo inicia una breve serie sobre estos verdugos. Por razones obvias, se
comienza con la cúpula militar. Sin la represión abierta o solapada, a través
de mecanismos de terror desplegados, y sin el miedo inducido en una población
mayoritariamente opuesta al régimen, no sería posible que Maduro estuviese
todavía en el poder. Estos militares son los principales culpables de la
tragedia urdida sobre el país.
¿Por qué
renegaron tan vilmente de sus paisanos, de su patria y traicionaron
abiertamente a la nación?
Desde que
comenzó a gobernar, Chávez fue colocando a militares en cargos importantes, con
poca o nula supervisión, a la par que desmantelaba el Estado de Derecho.
Alimentaba su ego, alabándolos como herederos de Bolívar. Dejó a su arbitrio el
manejo de ingentes recursos, haciéndose la vista gorda. Pero se cuidó de tomar
nota de los manejos irregulares, para poder cobrar eventuales deslealtades en
el futuro. Creó, así, una red de complicidades en torno a su persona. El
llamado programa Bolívar 2000 y las notorias corruptelas asociadas con el
Centro Azucarero Ezequiel Zamora (CAEZ), vienen a la mente. A esto se añaden
las oportunidades inusitadas para la extorsión proporcionadas por el custodio
de fronteras, puertos, aeropuertos y alcabalas por parte de la Guardia Nacional
y de otros componentes de la Fuerza, y la inspección de cuántas actividades del
sector privado se les ocurriesen, sin mencionar el contrabando de gasolina y de
productos regulados, en complicidad con otros funcionarios.
Nicolás
Maduro, bajo tutoría cubana, auspició todavía más estas prácticas
depredadoras. Hoy, la Fuerza Armada es dueña de astilleros, instituciones
financieras y de seguros, televisoras, empresas agrícolas, de alimentos y de
bebidas, construcción, ensamblaje de vehículos, transporte, armamento y de
minería (Camimpeg), entre otras. Adicionalmente, está al frente de
la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), que controla las
empresas básicas de esa región, y de las empresas públicas como Edelca, Enelven
Corpoelec, Minerven y Pequiven. A finales de 2016, Maduro puso frente a
PdVSA un general sin previa experiencia en el campo[1]. Bajo
su gestión, la producción de la empresa se redujo en un 80%, reflejo de la
danza de irregularidades con las que se viene depredando a la renta petrolera.
Según Impacto
CNA (Citizen News Agency), para 2018 los militares controlarían
no menos del 70% de la economía venezolana[2]. Por su parte, el portal Armando.info, que
cruzó datos referentes al registro nacional de contratistas, con la nómina de
la alta oficialidad de la FF.AA., encontró que, “al menos 785 oficiales
activos” estaban al frente de empresas de construcción, servicios de seguridad,
suministros médicos, alimentos, transporte, comerciales, informática y más, que
contratan con el Estado[3]. Con la Gran Misión Abastecimiento Soberano, los militares monopolizan la
importación y distribución de alimentos y medicamentos esenciales.
Actualmente,
controlan, además, el racionamiento de la gasolina. En todas estas
responsabilidades, además de una buena tajada, han tenido manejo discrecional
de los dólares provenientes de la exportación petrolera y minera[4]. Por último, es notorio el
señalamiento, por parte de la DEA (Drug Enforcement Administration) de EE.UU., de altos oficiales
venezolanos implicados en narcotráfico. Su defensa desembozada por parte
de Maduro, así como de altos oficiales señalados de estar incursos en
violaciones de derechos humanos, y su frecuente premiación con altos cargos de
gobierno, afianzan la complicidad de muchos altos oficiales con el sistema de
expoliación instaurado.
Estas
“aficiones” han destruido a la institución de la FF.AA. como tal. Torcieron sus
valores corporativos, quebraron su disciplina y fomentaron adhesiones en torno
a filones provechosos, sustituyendo la unidad de mando y de propósitos por una
constelación de mafias en procura de particulares cotos de caza. Ello permea,
lamentablemente, a distintos niveles, convirtiendo a la requisa arbitraria de
Guardias Nacionales y de otros, en un cáncer que consume a la nación. La compra
masiva de armamentos a Putin fue pasto de suculentas comisiones, que terminaron
sometiendo a la fuerza a su influencia. Mientras, la tropa pasa hambre y carece
de aprestos (por hurtos). Ahora, como socios del saqueo de minerales en
Guayana, en alianza con el ELN y otras bandas criminales, militares corruptos
se convierten en agentes de intereses económicos foráneos.
Tal
desdibujamiento institucional hace que Maduro se apoye cada vez más en bandas
paramilitares –colectivos fascistas, FAES y grupos hamponiles—como expresiones
del poder de Estado. ¡Triste papel para un cuerpo al que se le quiso insuflar
orgullo como supuestos herederos de Bolívar! En este afán, la cúpula corrompida
ha tenido que marginar, acosar y reprimir a centenares de oficiales y soldados
honestos, muchos de los cuales languidecen en las mazmorras del régimen.
¿Acaso han
expresado remordimiento Padrino López, Remigio Ceballos y demás integrantes del
alto mando militar, verdugos principalísimos, no sólo del país, sino también de
la institución a través de la cual accedieron a ocupar sus lucrativos cargos?
¿Qué pasa por la cabeza de Néstor Reverol, Benavides Torres, Hernández Dala,
González López y de Zavarse Padrón, señalados como violadores de derechos
humanos, torturadores y/o de narco terroristas? ¿Acaso no tienen familia? ¿Cómo
concilian los horrores de los que son responsables, con el colgajo de
charreteras que exhiben, pretenciosos, con sus uniformes de gala? ¿Medallas a
qué? Pero las oportunidades de lucro acallan cualquier atisbo de conciencia,
más cuando se dispone de una burbuja ideológica para encubrir crímenes y lavar
años de descomposición moral y humana. A los constructores de esta burbuja
ideológica dedicaremos la próxima entrega.
En la medida
en que esta cúpula militar alcahuetea la destrucción de Venezuela, se le
achican también sus posibilidades de depredación. Se les acaban los “negocios”
a sus integrantes, más con las sanciones que se les han impuesto. Cabe esperar
que la situación evolucione para que entiendan la conveniencia de entrar a
negociar condiciones que los amparen, por al menos durante algún tiempo, si
contribuyan con la restitución del orden constitucional y abandonen al régimen.
Tal oferta
depende de que sea creíble. Descansa, no sólo en la política de sanciones de la
comunidad internacional, sino en una fuerte movilización opositora al interior
del país. Convertir la farsa urdida por Maduro para los comicios parlamentarios
de diciembre en una contundente derrota política quizás sea el reto más
decisivo planteado a las fuerzas democráticas para poder salir pronto del
régimen fascista.
Humberto García Larralde
economista, profesor (j)
Universidad Central de Venezuela
humgarl@gmail.com
07 septiembre 2020
07 septiembre 2020
[1] Manuel Quevedo de la Guardia
Nacional, nombrado, a la vez, de Ministro de Petróleo y
Minería. Quevedo estuvo al frente de la represión
de opositores en Caracas en 2014, cuando dirigía el Comando Regional número 5.
[4] Mientras duró
el control de cambio, tal acceso les proveyó oportunidades formidables para
enriquecerse, a través del arbitraje de precios entre su cotización oficial y
la del mercado negro Hasta el 26 de enero de 2018, la tasa oficial de
cambio fue de 10 Bs/USD, mientras en el mercado paralelo llegó a escalar a más
de 200.000 Bs/USD (¡!)
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