jueves, 3 de octubre de 2013
PABLO BRITO ALTAMIRA - LA TELENOVELA FASCI-COMUNISTA EN SUS CAPÍTULOS FINALES - EPISODIO 'CONSTITUYENTE
LA
TELENOVELA FASCI-COMUNISTA EN SUS CAPÍTULOS FINALES - EPISODIO 'CONSTITUYENTE
PABLO
BRITO ALTAMIRA
"En aquel Imperio, el
arte de la Cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia
ocupaba toda una ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el
tiempo, esos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos
levantaron un mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente
con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes
entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a
las inclemencias del sol y los inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran
despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y mendigos ; en todo
el país no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.”
Jorge Luis Borges, “El hacedor”
1.
Muchos esperan que la
trama de esta telenovela que pronto cumplirá quince años (¿habrá que
hacerle una fiesta y presentarla en sociedad?) produzca una novedad
decisiva en las próximas elecciones municipales. Unos dicen que
será por la vía de un plebiscito ( que ya se produjo el 14A, pero ni los
ganadores lo reconocen) y otros por la vía de un golpe de estado
(El golpe se dio ya, los golpistas gobiernan, y
siguen rompiendo lo que queda del hilo constitucional peristálticamente, como
el relámpago del Catatumbo, cada vez que el régimen se tambalea) o por una insurrección
civil repentina e inesperada que barrerá el país como un tsunami. También se
hacen apuestas sobre una eventual renuncia a través del recurso de la doble
nacionalidad del candidato que el CNE proclamó como ganador en las últimas
elecciones.
Y hay también quienes
hablan de la convocatoria a una asamblea constituyente en la que la sociedad se
daría un nuevo mapa de ruta y un nuevo destino.
Analicemos esta última
opción, que no creo sea la más probable a corto plazo pero sí que habrá que
considerarla seriamente después de que pase lo que tiene que pasar.
Cuando dicen que la
constituyente debe representar a la totalidad de la sociedad, pienso en el mapa
de Borges, porque para ‘representar’ a un ‘universo’, como dicen los
encuestadores, de 18,9 millones de adultos con derechos civiles, es preciso que
cada uno de ellos exprese su opinión.
Esto es lo que se
hace, o se intenta hacer, en los procesos de sufragio universal directo. Es uno
de los elementos (tal vez el más importante) de la marca de fábrica de lo
que actualmente se conoce como democracia.
Es la solución que se
ha encontrado hasta ahora (puede que el desarrollo tecnológico ofrezca otras
próximamente) para consultar la opinión de todos y cada uno de los ciudadanos
de una colectividad en un momento determinado.
Los ciudadanos, de esa
manera, expresan su opinión, a través del voto, sobre una consulta determinada;
en términos reales lo que hacen es una elección entre opciones que les son
presentadas por quienes se ocupan de los asuntos del Estado.
Porque cada ciudadano
tiene su particular actividad en las áreas productivas del país y solo un grupo
de ellos se ocupa de los asuntos llamados ‘públicos’. Tal como sucede en una
junta de condominio o a la asamblea de accionistas de una empresa, los socios,
o accionistas, votan a favor de una moción presentada por la Junta Directiva,
previamente electa por esos mismos propietarios o accionistas.
Llegan momentos, como
el que actualmente vive Venezuela, en que ha dejado de ser útil, válido,
auténtico y pertinente, votar de esa manera, porque el voto ya no elige ni
decide.
El bombo de la rifa
está trucado, los dados están cargados. No cuentan los votos, como dijo Stalin,
sino aquellos que los cuentan.
Y se hace urgente un
cambio radical, una democratización o re-democratización. Aquí es donde
aparece la figura, ya practicada por el régimen que hoy ejerce el poder, de
‘refundar’ la República con la fuerza ‘soberana y originaria’ de una
Constituyente.
Hay discrepancias
entre los juristas sobre la validez de la teoría elaborada por el Abate Sieyes,
a quien se menciona como principal inspirador del proceso constituyente de la
Revolución Francesa, sobre el que se basan la mayor parte de los siguientes
eventos del género. (1)
Lo cierto es que un
grupo de venezolanos (un grupo es una parte, una fracción) promueve la idea de
que convocar a una (nueva) asamblea constituyente como una (o la)
manera de recuperar o establecer una verdadera legitimidad a la República.
Dentro de ese grupo (como en todos los grupos) hay diferentes posiciones.
Para unos, debe
realizarse la consulta a través de los recursos establecidos por la actual
constitución; para otros la constituyente debe omitir la participación de los
poderes constituidos. También hay posiciones intermedias, mixtas y alternativas.
No abundo más en detalles porque mi intención es traducir a un lenguaje llano
un tema que comporta mucha jerga especializada, que lo hace espinoso y hostil
para la mayoría, lo que es ya una contradicción manifiesta. ¿Cómo hacer que el
‘pueblo entero’ se ponga de acuerdo sobre un tema de esta clase si ni
siquiera un pequeño cenáculo de estudiosos y expertos del tema lo logran?
Varios autores, como Luis ‘Balo’ Farías ( ver La rebelión de las Regiones)
y Luis Manuel Aguana ( Desde el Táchira un Proyecto País
para Venezuela ) han intentado explicar su visión y han
desarrollado incluso borradores detallados de lo que sería esa nueva república
que proponen como resultado de la constituyente.
Para simplificar mucho
el asunto, y para definir de alguna manera mi posición, diré que las
etapas del desarrollo del proceso mediante el cual una ‘representación
auténtica’ de la mayoría puede, sin mediación de poderes previos ( léase CNE, o
MUD, o partidos, fracciones, etc. ) darse a sí misma una constitución que
reemplace a todas las anteriores y sirva como documento fundacional de una
nueva sociedad ( llámese país, república, nación o como se decida)
aceptada y reconocida por todos, o al menos por una mayoría de los ciudadanos (
si no lo fuera no sería válida) requiere de una organización especializada que
coordine, dirija y programe las múltiples actividades relacionadas con la
elecciones de los candidatos, la asignación de tareas a los electos, la
redacción de la nueva carta magna, etc., etc.
Descartando la
intervención de los poderes actuales (que darían resultados excesivamente
predecibles de continuidad del actual régimen) sea cual sea esa
organización ad-hoc que se forme para el caso, ésta NO será originaria
pero SÍ influirá decisivamente sobre el destino, orientación y espíritu del
nuevo contrato social y los nuevos poderes constituidos. Así ocurrió con la
propulsada por el difunto ex golpista-presidente y es difícil imaginar
cómo no ocurriría en un intento nuevo dirigido por nuevos organizadores.
Porque ‘el que parte y
reparte, lleva la mejor parte’ y porque ‘el que administra, gobierna’: ambos
dichos se han cumplido siempre, con pocas excepciones.
En el fondo del asunto
está un tema teórico muy abstruso y controvertido. Es el del derecho que tiene
( o no tiene) un grupo, una clase, una minoría o incluso una mayoría a imponer
su visión a los demás.
Marx cortó ese nudo
gordiano de una manera que se hizo muy popular porque era, en el fondo, muy
populista: la dictadura del proletariado. La ‘única clase que puede ser la
disolución de la sociedad de clases’ era una entelequia que se confrontó con la
realidad en la revolución de Octubre cuando los bolcheviques se declararon
‘representantes’ de ese proletariado mítico que solo se usó como arma de guerra
para masacrar a los proletarios de carne y hueso en Kronstad primero y en toda
la Unión Soviética después. Y lo hicieron 'legalmente' porque también ellos
tuvieron, como los jacobinos de Robespierre, una asamblea constituyente que les
dio el derecho a decidir quiénes tenían derechos.
Quien realmente llegó
a la esencia del asunto no fue un político sino un novelista. La resumida
descripción de la verdad de esa caricatura de democracia que llaman
abusivamente 'revolución' es, justamente, la caricatura fabulada de
Georges Orwell intitulada 'Rebelión en la granja' (
'Animal farm) en la que se sintetiza la idea de ese 'gobierno de los peores'
cuyo lema central es : "Todos los animales son iguales, pero
algunos animales son más iguales que otros".
Siempre se trata de un
grupo, es decir, más o menos minoritario, que siente con más apremio la
necesidad de una acción y que pretende ser la expresión casi unánime de lo que
la sociedad como un todo quiere o necesita. En otras palabras, la
manifestación de quienes se piensan dueños de alguna forma de ‘verdad’ que debe ser
compartida por todos y por lo tanto merece ser impuesta. Cuando ese
grupo obtiene el poder, se convierte inmediatamente en la única autoridad
válida para interpretar la supuesta verdad y sus aplicaciones prácticas. Entre
estas aplicaciones, la primera de todas es la que establece quién debe detentar
el poder y por cuánto tiempo. De esa manera, tan sencilla y tan ingeniosa a la
vez, la lucha por la libertad se transmuta en tiranía.(2)
2.
Sea de laboratorio, de
‘cogollo’ o ‘de calle’, una asamblea que se forme para encontrar la ‘solución
definitiva’ para los problemas del país no puede evitar ser particular y
parcial.
Que una parcialidad
obtenga un apoyo masivo y que ese apoyo se convierta en una ‘fuerza social’
capaz de enfrentarse al poder constituido y tomar su lugar, depende de que su
propuesta sea suficientemente atractiva como para que venza la inercia del
statu quo, el miedo a las represalias, la indiferencia, el desconocimiento y la
ignorancia, las prebendas y beneficios de la sumisión al poder y una serie casi
innumerable de resistencias. Nada de eso es posible si la propuesta no es
masivamente difundida y promovida, lo que implica la condición previa de medios
de comunicación aptos para la tarea.
Pero la primera
barrera que hay que superar es la ceguera de políticos, intelectuales y
activistas sociales, que Agustín Blanco Muñoz califica como “un individualismo
que no tiene en su mira cumplir con una responsabilidad colectiva. Que no
actúa como contrario dialéctico de lo establecido sino que lo convalida.”
(3)
Y no menciono a las
masas, ni a las mayorías, ni a la clase media o la sociedad civil, no hablo de
los ‘sectores populares’ o lo que algunos llaman “el venezolano”, porque
esas abstracciones quiméricas, muy parecidas al “proletariado” del
marxismo-leninismo, solo sirven para disfrazar los criterios particulares de un
grupo en criterios generales o universales.
Los que se ocupan de
asuntos políticos son un sector de la sociedad y nunca la sociedad entera. No
hemos llegado, en Venezuela al menos, a ese estadio superior tan deseable (tal
vez) del que habla Rafael Iribarren cuando afirma que : “Pues si de alguna
rebelión nos toca hablar hoy, aquí y en cualquier parte del Mundo, es la
de la consciencia universal sobre la condición humana; la de la inteligencia
masificada; de la beligerancia de la gente, anónima, ”masiva” contra el Poder”
(4)
Esa beligerancia
masiva y anónima que ha tenido manifestaciones aisladas a lo largo de la
Historia Moderna ( La Fronda, la Comuna de París ) y que tuvo momentos
estelares a mediados del siglo pasado ( Mayo Francés, Primavera
de Praga, Movimiento estudiantil mexicano, Berkeley 1967, etc. ) para renacer
en movimientos internacionales en los últimos años ( Primavera Árabe,
Movimiento de los Indignados, Occupy Wall Street ) que toman calles y plazas en
Europa, EEUU, Túnez, Egipto y otros países, es en algunos casos heraldo de
grandes cambios en la psique colectiva y el modelo de organización social, pero
no se mantiene como forma estable o alterna de sociedad o de Estado. Se vio
durante el ‘gobierno’ anarquista en los “sucesos de mayo” de 1937 en Barcelona,
y se ha visto cada vez que la multitud se da a sí misma como destino una
consigna sumaria, generalmente violenta, sin estrategia ni programa.
Como músicos reunidos
sin partitura o futbolistas sin demarcación de campos o arquerías y con varias
pelotas, la cosa es divertida durante un tiempo, pero a la larga sucumbe ante
la necesidad de cada uno de volver a sus asuntos.
Porque no es posible
que todos los ciudadanos de un país dejen de lado familia, trabajo, estudio y
todo lo demás para dedicarse de lleno a ‘salvar a la patria’. Como ocurre en la
mayor parte de las asociaciones de cualquier clase, muchos prefieren endosar su
voto y delegar en los demás, mientras que otros tantos se desentienden y se
contentan con seguir los acontecimientos a través del noticiero. Porque es
preciso, y deseable, que los cirujanos sigan en sus quirófanos, los maestros en
sus escuelas y los aviadores en sus cabinas de mando, para que el país
continúe. Y que Gabriela Montero, por supuesto, siga tocando el piano por el
mundo entero en nombre de Venezuela.
Lo que nos lleva, de
alguna manera, otra vez al comienzo. Un grupo de ciudadanos, descontento de la
acción de quienes llevan las riendas, tanto del poder como de la oposición a
éste, propone un nuevo orden, una nueva manera de administrar el país de todos.
Es lo que llamé una
‘constituyente de la disidencia’ (5) que pienso es más viable y más realista
que la constituyente generalizada de la que hablan algunos. O, al menos, más
cercana a mis propios intereses como disidente. Que los arquitectos, como
dice Iribarren en el texto ya citado, hagan su constituyente de la arquitectura
y los abogados la que les plazca en los términos que les convengan, y así
los transportistas, las amas de casa y los artistas, si es que llegan a ponerse
de acuerdo sobre lo que quieren como grupo y lo que buscan como individuos.
Si cada oficio, gremio o sector llega a establecer criterios precisos
sobre su área y después todas las áreas se ponen de acuerdo, tendríamos (al menos
en teoría) un modelo posible de ‘movimiento de movimientos’ para citar el
concepto del profesor Manuel Rodríguez Mena, preconizado por el profesor
Agustín Blanco Muñoz y algunos de los miembros de la Cátedra Pío Tamayo, que
podría desembocar en un nuevo orden social.
Pero para ponernos de
acuerdo ( ‘acordar’, del latín accordare, de a (proximidad) y cordis (corazón).
Es decir, unir los corazones.) tenemos que compartir un amor, una pasión o un
propósito.
Los miembros del
régimen comparten un propósito: mantenerse en el poder.
La oposición oficial
comparte el suyo: consolidarse , mantenerse y obtener beneficios como el
contendiente ‘autorizado’ del régimen.
Los disidentes, en
cambio, comparten amor y pasión por la verdad y el bien ciudadano, pero no
tienen un propósito común como colectivo.
Esta es la paradoja
básica del callejón sin salida en que nos encontramos: los que ponen el bien
común como valor superior al poder y a los privilegios son los únicos que no se
muestran capaces de entender que sin un propósito en el que todos concuerden (
y el propósito implica una estrategia y una táctica para lograrlo) nunca
lograrán nada a favor de ese bien común que tanto proclaman pero al que no
aportan más que posiciones particulares.
Situación parecida a
la del grupo de reclusos de una prisión que decidieran cavar un túnel para
evadirse pero que no lograran comenzar porque no hay dos de ellos que coincidan
en la dirección del túnel, el método de excavación, la altura de las galerías y
( sobre todo) el orden en que aparecerán en la foto el día que logren escapar.
Pablo Brito Altamira
@Hermeticum
(1) “Sieyes tenía que demostrar que para darse una
constitución, la nación tenía que tomar la decisión mediante la reunión de
representantes extraordinarios especialmente delegados para expresar la
voluntad nacional; ello lo conduce a elaborar la teoría del Poder
Constituyente, a fin de establecer a quien pertenece y cuáles son las
condiciones de su ejercicio. Sieyes señala tres etapas en la formación de un
estado, en la primera etapa los individuos que viven aislados en un estado de
naturaleza racionalmente concebido, resuelven reunirse y por este solo hecho pasan a formar una nación;
es en la nación donde el Poder Constituyente radica en forma indiscutible e
inalienable. En la segunda etapa, la nación lleva adelante la decisión de
actuar en común y los asociados convienen en cuáles son las necesidades
públicas y los medios para proveerlas, el poder ya pertenece al conjunto y es
en este momento en el que nace la constitución. En la tercera etapa, los
asociados son demasiados y están dispersos en una superficie tan extensa que no
les permite ejercitar por si mismos su voluntad común, nace entonces el
gobierno , ejercido por representantes de la nación. Cabe señalar y esto sirve
también como nexo con uno de los capítulos siguientes, la diferencia, siempre
según Sieyes, entre el Poder Constituyente, no sujeto a constitución alguna,
pues la nación existe ante todo y es el origen de todo sin otro limite que el
que le impone el derecho natural, y el gobierno que ejerce un poder
constituido, sujeto a las condiciones y límites que le impone la constitución”
Carlos Duque, Ensayo sobre el Poder Constituyente.
(2) En ‘El cero y el infinito’ ( ‘Darkness at noon’)
Arthur Koestler, disidente del comunismo a partir de la Guerra Civil Española,
describe con prístina lucidez el proceso ideológico que lleva a esa
trasmutación de revolución en involución.
(3) Agustín Blanco Muñoz - ¿Un expaís de prepotentes
e imbéciles? HistoriaActual
(4) Rafael Iribarren – Sobre el Proceso
Constituyente necesario – El Blog de Rafael Iribarren
(5) Pablo Brito Altamira. La Rebelión de las
Plazas. Por la Conciencia.
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