domingo, 31 de diciembre de 2017
2018 AÑO ELECTORAL DECISIVO
2018 AÑO ELECTORAL DECISIVO
ANTE LAS NEGOCIACIONES
REFLEXIONES PARA LA MUD
Humberto García Larralde
No es menester insistir en la tragedia por la que estamos
pasando para enfatizar la imperiosa necesidad de cambiar el gobierno en 2018.
Las evidencias son demasiado contundentes, tanto de nuestras vidas personales
como por informaciones recibidas a diario sobre muertes por hambre y/o por no
conseguir medicamentos, del deterioro de los servicios públicos, la
hiperinflación y el desabastecimiento, sin mencionar los arrebatos despóticos
del presidente contra los venezolanos. Lamentablemente, este calvario habrá de
agudizarse el año venidero si no conquistamos un significativo cambio político.
Los que hoy ocupan
el poder les importa un bledo la suerte de sus compatriotas, más si esta
interfiere con el régimen de expoliación que usufructúan. Y liberar a las fuerzas
productivas de los controles que hoy la asfixian, unificar el tipo de cambio y
asegurar las garantías de un Estado de Derecho implican, precisamente,
desmantelar los mecanismos por medio de los cuales depredan al país. A la
oligarquía militar-civil no le interesa, por ende, concertar salidas a la
presente situación con fuerzas opositoras. En prosecución de sus intereses
reprime y se cae a embustes con la idiotez de una “guerra económica” para
echarle la culpa a otros de sus desmanes. Es la naturaleza del fascismo.
Pero el año que
viene es electoral. Si bien la oligarquía ha dado muestras fehacientes de que
los mandatos constitucionales no la atan –incumplieron el cronograma para la
elección de gobernadores, de los consejos legislativos, alcaldes y concejales,
desconocen a la Asamblea Nacional, violan los derechos humanos--, su
aislamiento en el plano internacional y la agudización de la crisis interna
elevan el costo político de suspender una elección presidencial. Su previsible
realización constituye, por tanto, una oportunidad decisiva para el cambio
deseado, que no debe ser desaprovechada.
Perspectivas electorales
Claudio Fermín, en un artículo que ha circulado
profusamente por las redes, tiene razón matemática al argumentar que el voto
oficialista, con todas las trampas y marramuncias que han podido aplicar en
comicios recientes, alcanzó un techo que no pasa de 6 millones. Si hay 19
millones inscritos en el registro electoral, quedarían más de 13 millones de
venezolanos para derrotar a Maduro o a quien lo reemplace. Pero tal análisis
deja por fuera aspectos centrales que no pueden menospreciarse:
1. Lograr que buena parte de esos 13
millones voten por el candidato democrático implica reducir sustancialmente la
abstención con un candidato (unitario) que entusiasme y acordar condiciones
para los comicios que inspiren confianza;
2. Al fascismo
puede ocurrírsele nuevas trampas para reducir aún más el voto democrático o,
simplemente, no reconocer un resultado adverso.
Condicionantes del voto democrático
Hoy se aprecia desconfianza en el liderazgo de la MUD por
no haber podido (o sabido) forjar, a partir de las movilizaciones de calle, una
participación exitosa en las elecciones a gobernadores y/o por haberse dejado
trampear, quizás por excesiva confianza en el triunfo (no se preparó
suficientemente la maquinaria de testigos). No veo pertinente en estos momentos
entrar a discutir sobre quiénes recaen las mayores responsabilidades de esta
frustración. Pero debe señalarse que, de no superarse este distanciamiento con
el liderazgo democrático, será difícil una participación electoral exitosa en
2018. Con ello habríamos desperdiciado quizás la mejor oportunidad para
derrotar contundentemente a la oligarquía militar civil. Para recuperar esta confianza,
inciden varios elementos:
1) Destaca, en primer lugar, lograr
condiciones para la realización de elecciones pulcras, que reflejen fielmente
la voluntad popular. Las elecciones para gobernadores revelaron las descaradas
trampas cometidas por el fascismo: voto asistido, voto múltiple, mudanza de
centros electorales donde la oposición es mayoría, violencia contra votantes,
intimidación o expulsión –por la fuerza-- de testigos opositores, control del
voto a través del “carrusel” con carnés de la patria, cuando no la manipulación
abierta del resultado, negando las auditorías de rigor.
2) Las
candidaturas con capacidad de galvanizar en torno suyo al electorado opositor
en una contienda presidencial han sido inhabilitadas: Leopoldo López, Enrique
Capriles, Antonio Ledezma. Ni Ramos Allup ni Borges reúnen las condiciones para
una victoria. Si bien siempre hay la posibilidad de un “outsider” que ocupe ese
papel, hay poco tiempo para construir una imagen que garantice el triunfo.
¿Lorenzo Mendoza? Posiblemente, pero no creo que esté dispuesto a correr ese
riesgo y, ser un empresario exitoso no es, lamentablemente, una credencial
reconocida por todos en este país.
3) El fascismo,
a través de su fraudulenta anc está empeñado en ilegalizar a los principales
partidos de oposición: Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática,
alegando su negativa a participar en las elecciones para alcalde.
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La
naturaleza del poder al que nos oponemos
“Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo y en cien
batallas nunca serás derrotado" -Sun Tzu, circa 500 ac. El mayor
desacierto del liderazgo opositor ha sido no entender a cabalidad lo que
significa el fascismo maduro-chavista. Más allá de sus clichés comunistoides,
no tiene proyecto societario alguno. Lo que persigue es la acumulación
incesante de poder para cogerse el país. Tal empeño no reconoce freno moral,
legal, político ni idiosincrático: carece absolutamente de escrúpulos para
proseguir sus fines. Muchos pensábamos --me incluyo-- que Maduro no
desconocería tan groseramente el ordenamiento constitucional al seguir adelante
con su farsa de anc, ya que representaría un suicidio político.
Pero la oligarquía
militar civil necesitaba de un aldabonazo final para reclamar su propiedad
definitiva --exclusiva y excluyente-- sobre el país. Tenía que cortar todo
vestigio de soberanía popular eliminando de hecho a la Asamblea Nacional. No
bastó que el tsj espurio confiscara sus funciones y aprobara las sentencias 155
y 156, por lo que no quedó más remedio que jugárselas completo con la patraña
de la anc. Aunque se echó encima la opinión internacional, con todo y
sanciones, le quedó un arma --el embeleco “constituyente”— que legitima, a los
ojos de su secta de secuaces, la eliminación del último apego a la soberanía
popular que interfería con sus designios. Expropiaron al pueblo de todo derecho
constitucional y republicano a decidir sobre los destinos de la nación, sin
preocuparse por guardar las formas. La oligarquía de enchufados y militares
consolidó, así, su “título de propiedad” sobre Venezuela. Y para disfrutarlo y
arrostrárnoslo en la cara, obliga a que todo pase por la constituyente
fraudulenta: la convocatoria a elecciones, la juramentación de los electos, la
aprobación del presupuesto, la libertad de los presos políticos, la
inhabilitación de partidos políticos, “leyes” absurdas y pare usted de contar..
Y uno se pregunta:
con este fuero absolutista auto-asignado, ¿Se respetará la voluntad de los
venezolanos? ¿Podemos esperar elecciones justas? ¿Podrá arrebátesele el poder a
las mafias?
Implicaciones
Para poder “cobrar” el apoyo mayoritario y abrirles a los
venezolanos salidas a la presente tragedia, el equipo negociador de la MUD
tiene que exigir, como condición sine qua nonpara participar en la elección
presidencial y, por ende, legitimarla, que sea eliminada la anc y se levanten
las inhabilitaciones. No es aceptable ninguna fórmula de convivencia con la
farsa constituyente.. Reconocer la propiedad de la mafia sobre el país a través
de tal patraña invita a que no sean respetadas las condiciones para unos
comicios pulcros. ¿Y la correlación de fuerza permite que impongamos tal
condición? ¿Es realista este reclamo?
Las principales
fortalezas con que cuentan las fuerzas democráticas son:
1) El rechazo
del régimen por parte de la gran mayoría de los venezolanos;
2) El apego por
el ordenamiento constitucional y su defensa; y
3) El apoyo de
la comunidad internacional democrática.
Insistir en la
condición propuesta capitaliza estas fortalezas. Permitir que nos contrabandeen
la anc tramposa las debilita. No hay garantía alguna de poder generar la
confianza necesaria para que la gente salga masivamente a votar si permanece la
anc. Que se respeten las normas legales que rigen el proceso depende de que sea
eliminada. El apoyo internacional, hasta ahora (aceptablemente) militante –piénsese
en el Grupo de Lima—seguramente se enfriaría si nos transamos por menos.
¿Y qué hacer si el
fascismo rechaza entregar su “título de propiedad”? Simple. Gritar a los cuatro
vientos que el régimen no quiere comprometerse con unas elecciones pulcras y
anunciar que, bajo tales condiciones, no participaremos. Es decir, hay que
jugárselas completa, sustrayéndole toda legitimidad a unos comicios diseñados
para que Maduro gane. El país y la opinión internacional nos apoyarán si
sabemos transmitir con claridad y firmeza esta decisión. Esta negativa a
participar puede desatar mayores persecuciones, riesgo que debemos correr para
fortalecer las opciones democráticas. Si bien los militares fascistas no tienen
escrúpulos para reprimir, intuyo que, en estos momentos, no es para ellos lo
más aconsejable, dado el escrutinio a que están sometidos por observadores
internacionales. La liberación parcial de presos políticos sería un intento de
“suavizar” su mala imagen.
No se trata de una
postura inflexible por “principista”. Obviamente, en toda negociación es
menester ceder algo. Pero hay que estar claro en qué y en qué no. Con la anc,
el fascismo cruzó el Rubicón. Con ello no se puede convivir, porque es enterrar
a la República y a la soberanía popular que la sustenta. Se puede acordar la
aprobación del presupuesto y de operaciones de crédito público del gobierno,
siempre y cuando sea reconocida y respetada en sus atribuciones la Asamblea
Nacional; se puede interceder ante gobiernos amigos para que se levanten las
sanciones si el régimen termina por liberar todos los presos políticos y
acuerda la inspección, in situ, de organizaciones defensoras de derechos
humanos; se puede ofrecer garantías de que, en un eventual gobierno de
transición, no habrá persecución de chavo-maduristas por razones políticas e,
incluso, acordar la participación de personeros oficialistas para asegurar que
ello sea así. Pero no se puede entregar el país a una banda de mafiosos que
asegurarán su destrucción y, con ello, la esclavización progresiva de los
venezolanos.
Negociar desde una
posición de fuerza
Negociemos desde una posición de fuerza. Los resultados
electorales recientes han producido una alegría de tísico en Maduro y su combo,
pero en nada han aliviado la precariedad de su situación. Ya comienzan a
estallar protestas y saqueos por la situación de hambre e hiperinflación, PdVSA
colapsa y escasea el combustible, no hay cómo mantener las prácticas
populistas, las sanciones asfixian los negocios turbios de las mafias,
facciones de ésta se pelean entre sí por un botín que decrece. No son señales
de fortaleza. No le demos el respiro de un mecanismo fraudulento que confisca
al país para su usufructo y compromete toda posibilidad de superar el presente
desastre, para bien de los venezolanos.
Por supuesto que el
liderazgo opositor tampoco se encuentra en sus mejores momentos. Pero debemos
confiar en que, con una conducción certera, firme y consecuente, éste puede
elevarse por encima de estas dificultades y conquistar de nuevo la confianza y
apoyo que antes tuvo. Falta incluir, en esta argumentación, la necesidad de un
proyecto alternativo claro y creíble al de la oligarquía militarista, que
movilice a la gente, pero ello tendrá que esperar por otra entrega.
No queda más que transmitir mis deseos para que, unidos,
labremos en 2018 esa Venezuela mejor que todos nos merecemos. ¡Si se puede!
¡Que sea de verdad un Feliz Año!
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
humgarl@gmail.com
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