lunes, 13 de julio de 2015
LA COLA DEL POLLO
PALABRAS DE LA CIRCUNSTANCIA
Ramón Santaella
En
esta oportunidad, lo acontecido como la experiencia dejada resultan parte de la
generalidad cotidiana de nuestra población en lo que aún nos queda de país,
situación traducida como todas las cosas relacionadas con el hombre, en
palabras especificadoras de determinada
circunstancia.
Aproximadamente,
hace tres semanas salimos de casa con la intención de cancelar los servicios
públicos: teléfono y energía eléctrica.
Como
han eliminado oficinas rentadas por CANTV, donde se cancelaba el respectivo
servicio, debemos hacer las mismas colas para cancelar en oficinas de la
empresa “Zoom” (caso específico nuestro); por supuesto como parte de la híper
crisis vivida.
Hay ocasiones en las que debemos
realizar la misma diligencia por dos o tres días, intentando que haya buena
conexión a Internet y podamos cumplir con el “sagrado” deber de cancelar a
tiempo, evitando el corte del servicio y por culpa de la desinversión o desidia
del Gobierno, tener que pagar la reinstalación.
En
el caso del pago a la empresa estatal CORPOELEC, a veces resulta más sencillo o
fácil, pero, también puede resultar todo lo contrario; pasan días y el servicio
no se puede cancelar porque el aviso colocado a la entrada especifica: “NO HAY
SISTEMA”. Debemos retornar a casa y mientras pasan los días, crece el temor al
corte del servicio por impago.
¡Ah!,
pero quienes pagamos mensualmente el servicio nominado “ABA”, de CANTV, tenemos
otra preocupación complementaria; si bien, resulta menos oneroso al servicio
prestado por empresas privadas, sin conocer la calidad del servicio en estas,
más allá del servicio por CABLE; el de CANTV resulta deficiente, otro indicador
de la crisis total.
Sin
embargo, no quisiéramos distraer al lector, con cuentos de lo que ya forma parte
de la historia nacional, además de la hiperinflación, el reino de la
delincuencia, el desabastecimiento, el aumento de sueldos y salarios mediante
la edición de dinero inorgánico, la presencia de un sector de la policía
(desconocemos el tamaño del sector referenciado), que asume el cobro de vacunas en comercios y
residencias para redondearse el sueldo, bajo el pretexto de cuidar como “se
debe” a víctimas más de un determinado chantaje “oficial” que de otros grupos
delincuenciales.
Por supuesto, esto ocurre, trascendiendo la purga “ejecutada” por el
camarada Freddy Bernal como diputado en
comisión especial del Gobierno,
pretendiendo controlar el sector clasificado de “policía corrupta”.
Aunado a esto, no podemos olvidar el esfuerzo permanente de los “obreros de la
paz”, por mantener el “orden” establecido.
Como ven, nada de lo expresado
nos sirve de fuente inspirativa en esta ocasión, para escribir “palabras de la
circunstancia”, aunque pudiéramos ubicarlo en el marco de la corrupción como
aspecto de especificidad moral.
El día 12 del presente mes,
hicimos un nuevo intento por cancelar el servicio de energía eléctrica. Unos
clientes decían ¡Eureka!, otros, ¡Aleluya!, lo cierto es que cancelamos, nos
quitábamos un peso de encima, específicamente, el temor al corte del servicio
que dicho sea de paso, en el sector donde vivimos, durante cuatro días
seguidos, ha sido detenido dicho servicio, durante 3 horas diarias, incluyendo
un corte, de 3am a 6am. Como hecho curioso, al frente de nuestra urbanización hay
otra, donde intentaron cortar el servicio por dos veces y estuvimos oyendo
intercambio de balas por horas entre buenos vecinos de este otro sector y
miembros de la policía del estado; más nunca se ha intentado cortar dicho
servicio y para ganarse la voluntad del sector, el gobernador de la entidad lo
decretó “zona de paz”, algo parecido a lo que pretendieron llevar a cabo
ciertos pranes en San Vicente, zona industrial de Maracay y posiblemente, con
Caña de azúcar” en la misma ciudad.
Pido disculpas al lector por
salirme de cauce o hilo discursivo, pero, la situación obliga.
Lo cierto es que salimos de
cancelar el servicio eléctrico y al momento de tomar el carro para regresar a
casa, la señora que hace las veces de cuidadora de vehículos en el estacionamiento
externo del Centro Comercial Parque Aragua, nos dice: ¡Amigos!, ¿les gustaría
adquirir pollo?
¡Caramba!, respondemos con otra
pregunta: ¿dónde están regalando ese animal?
Ella dice: Bueno, no se lo
regalarán pero, se lo venden. Fíjese Usted, vallan a la parte trasera del
PSUVE, hacen su cola que está pequeña aún y ¡ya!
Tanto la compañera como yo, nos
desplazamos caminando a la sede del partido del pueblo, dado lo cerca que se
encuentra del centro comercial en cuestión.
Llamo la atención de la compañera:
¡Apúrate! que no comemos pollo desde diciembre, seis meses de castigo pero,
Dios nunca falta, siempre está allí cuando se le necesita. Y como pudimos
atravesamos la avenida Bolívar; en efecto, había una pequeña cola, digamos,
escuálida y por lo visto, formada por escuálidos.
No se ve movimiento alguno en la misma, pero observamos que salen
personas con bolsas transparente, donde se advierten 2 pollos y una margarina y
en otra, una bolsa de jabón en polvo, un lava platos y un envase de desinfectante.
Buena parte de los
bachaqueros comentábamos que solo
adquiriríamos pollo.
Mientras cada quien se prepara
para entrar al sagrado recinto del PSUVE, pasa un hombre joven empujando un
carro con helados de una marca conocida, al tiempo que inicia un discurso por
demás interesante, observado el personaje que lo emite:
“No crean en eso, les van a
vender pollo para que voten de nuevo por los que tienen a este país como está;
se los digo yo que sé de la trampa que tienen preparada” (risas en la cola).
El heladero llega a cierta
distancia de la cola y se regresa para continuar con su prédica: “Yo no soy
profeta pero, les quieren cambiar pollo por votos. Es muy seguro que quieren
que voten por el que dicen que tiene bastante billetes; no se hagan los locos,
Ustedes saben de quién estamos hablando”.
Mientras casi toda la cola ríe
con las ocurrencias del heladero, dos damas de la misma, conversan, una con
franela roja con un distintivo que dice: PDVAL y una abuela que al oír al
heladero exclama: “Espero que ese millonario que tú dices, gane las elecciones
y tú amanezcas muerto el mismo día”
El heladero que ha oído lo
expresado por la abuela, no se molesta para nada, simplemente retoma el
discurso (es la tercera vez que se devuelve hacia el grupo que hace la cola):
“Todos moriremos algún día pero, no podemos aceptar que nos quieran matar de
hambre a todos por igual y ellos, guardando los reales para cuando la cosa se
ponga más dura; eso es lo que me preocupa y yo estoy seguro que los están
comprando amigos míos, ¡ojo!, cuidado con lo que van a firmar allá adentro,
¡mosca!.
El heladero continuaba dando
vueltas al carro de helado y reiniciaba su mensaje al estar cerca de la cola en
cuestión.
A todas estas, la joven de
franela roja, enfurecida porque personalmente estaba disfrutando lo dicho por
el amigo heladero, dirigiéndose a nosotros, dice: “Disculpen, pero, Ustedes no
tienen por qué estar haciendo esta cola, porque esto es solo para compañeros del partido.
¡Caramba!, le pregunto: ¿quiere
decir que en este territorio llamado Venezuela, los que no somos pesuvistas no
tenemos derecho a comer?
Ud., sabe señorita, ¿desde
cuando nosotros no ingerimos carne de pollo?
Ella responde: “¡No!, no lo sé
ni me interesa, lo que le estoy diciendo es que Ustedes no deben estar haciendo
cola porque además de ser asuntos del partido (me mira de arriba abajo y
sonríe), expresa: este evento ha sido
organizado por la juventud y para la juventud, por eso le confirmo que no tiene
nada que hacer en la cola”.
A pesar de todo lo dicho por la
joven, insistimos en quedarnos haciendo la cola, entre otras cosas porque por
primera vez, desde que se realizan estas maravillosas colas para adquirir
alimentos y papel toilette en cualquier rincón del territorio, jamás habíamos
estado ubicados en el puesto 11 y nos sentíamos golpeados no tanto por lo dicho
por la joven referenciada, sino por tener que abandonar una cola donde
estábamos a punto de lograr nuestro objetivo.
La joven dejaría la charla
sostenida con la “abuela” y se dirigió al interior del patio donde funcionaban
los toldos de venta, al poco tiempo, llegaría el amigo que controlaba la
entrada y expresó: “Señores retírense de la puerta, están haciendo cola por no
dejar, esto es un evento del partido del pueblo revolucionario para su gente,
organizado por la juventud para los jóvenes y si después de atender a las
necesidades de los inscritos en el
partido, sobrara algo, sería vendido al pueblo, no a Ustedes”.
¡Cónchale!, con un poco de ira y
de vergüenza, la única salida que vimos de inmediato fue preguntarle a la
compañera: ¿Se puede saber qué hacemos en esta cola, cuando no apetecemos comer
pollo?
¡Coño!. ¡Huyamos por la derecha! La próxima vez nos
inscribiremos en la juventud del partido, para ver quién se atreverá a sacarnos
de cualquiera de las colas obligadas en este bendito territorio de lo que aún
queda de país
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