viernes, 17 de julio de 2015
PENA DE MUERTE PARA LOS POBRES
PENA DE MUERTE PARA LOS POBRES
Humberto García Larralde
Acabo de
leer los dantescos relatos de familiares de cuatro jóvenes asesinados por
funcionarios del SEBIN y de otras fuerzas represivas en el operativo realizado
en la Cota 905. Uno, sacado a rastras de su casa para ser ajusticiados a pocos
metros, otro –de 14 años- acribillado mientras dormía, dos más apresados con
heridas para luego aparecer en la morgue. Según estos relatos, ninguno
pertenecía a bandas delictivas. La mayoría de los malandros –dicen- ya se
habían escabullado luego de recibir el pitazo sobre el operativo. Pero incluso
siendo delincuentes, no pueden ser ejecutados fríamente. En Venezuela no existe
pena de muerte. Existe, lamentablemente sólo en el papel, un Estado de Derecho
con garantías procesales para enjuiciar y castigar a los hampones.
Procedimientos
como los de hace días en la Cota 905 son, desgraciadamente, práctica habitual
de las policías desde hace muchísimo tiempo: ajusticiar a un malandro –o un
inocente "confundido" como tal- para alegar un enfrentamiento y
zumbarle encima un prontuario con todos los casos no resueltos. Pero no
recuerdo nunca que haya salido un gobernante, menos un Presidente de la
República, aplaudiendo este tipo de acciones. Este operativo recibió el
rimbombante título de “Ofensiva de Liberación del Pueblo”, pero uno se pregunta
si estos familiares piensan igual. No se le permitió a los reporteros acercarse
a la morgue ni muchos menos verificar los reportes de enfrentamiento.
Muchos dirán
que malandro no es gente y que hay que acabarlos como sea. Debo reconocer que,
en lo personal, todavía no he sido víctima de la violencia criminal, sí un
familiar cercano mío, muerto hace unos años. Quizás por ello no logro entender
la sed de venganza y la ira de aquellos que han perdido un ser querido a manos
del hampa. Pero la pena de muerte a discreción en los barrios pobres no puede
ser la solución. ¿Tendría el mismo respaldo -oficial y de muchos ciudadanos- de
haberse efectuado en zonas de clase media o alta? Según los alegatos, algunos
de los ejecutados fueron señalados por los sapos que ahora llaman “patriotas
cooperantes”. ¿Puede asegurarse que en ninguno de estos sapeos no privaron
rivalidades, sentimientos de venganza por afrentas anteriores o simplemente
deseos de sacar a alguien de por medio?
La
“revolución” creó el monstruo de la violencia delincuencial y ahora no sabe
cómo acabarla. La suprema irresponsabilidad de “papi-papi” en su pasantía por
Interiores y Justicia de crear “zonas de paz” donde no entraran policías si los
malandros se comprometieran a no cometer fechorías, junto a la alianza de la ministro
Varela con los pranes de las cárceles –“ustedes mantienen el orden interno en
las prisiones y yo no me meto”-, han sido patentes de corso para todo tipo de
desmanes, muchos de ellos orquestados desde la cárcel. A ello debe agregarse la
entrega de armas de guerra y el amparo a algunos colectivos supuestamente
“revolucionarios”. Pero sobre todo ha sido la destrucción del Estado de Derecho
y su suplantación por la arbitrariedad y los procedimientos de fuerza donde
todo lo anterior cobra sentido. Pero el Frankeinstein se les ha volteado,
matando policías, militares y mucha otra gente, y ha provocado un creciente
rechazo a las fracasadas políticas del gobierno.
Chávez y
Maduro pretendieron hacer creer que la implantación de un estado de anomia era
muy “revolucionario”, a favor del pueblo. Ahora, con el monstruo desbordado,
solo les queda razzias mortales contra ese mismo pueblo a ver si “la
pegan” con uno que otro delincuente.
Humberto
García Larralde
economista,
profesor de la UCV
humgarl@gmail.com
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