viernes, 11 de abril de 2014
HUMBERTO GARCÍA LARRALDE - LA MASA NO ESTÁ PARA BOLLO
LA MASA NO
ESTÁ PARA BOLLO
Humberto García Larralde
No pude ver sino hasta la intervención de
Julio Borges. El sueño venció la escasa resistencia que provocaba mi intención
de permanecer despierto para ver si, de parte del oficialismo, se asomarían atisbos
de un interés auténtico por buscarle soluciones a la grave situación por la que
atravesamos. Pero el cinismo de Cabello achacándole la violencia a la oposición,
la acusación de un “paramilitarismo” opositor, obviando descaradamente los
múltiples registros de bandas fascistas pro-gobierno armadas matando y
golpeando a opositores, y las barbaridades de José Pinto, Tupamaro, pidiendo la
proscripción de Voluntad Popular mientras absolvía a los “colectivos” –sin
mencionar alguna que otra impertinencia de Ramos Allup-, fueron difíciles de
digerir.
Luego está la absurda insistencia en que se
trata de una la lucha entre dos sistemas, como si los destrozos a la economía,
la violación de las garantías constitucionales y el ahogo a la democracia, pudieran
“legitimarse” bajo la bandera supuestamente “socialista” de la que se empeñan
en servirse. Más allá, la proyección de su propia naturaleza fascista -en
labios de Aristóbulo y Ramírez- para referirse a sectores de oposición, puso al
desnudo la total falta de seriedad con la que el oficialismo abordó la
discusión. Finalmente, volver a escuchar, por enésima, la visión maniquea que
“justificó” la insurgencia militar de Chávez contra la democracia y pretender
que sus fines eran pacíficos –Cabello dixit (¡!)- fue demasiado.
Ahora bien, ¿Había razones para pensar que
otro hubiera podido ser el discurrir del diálogo? Lo ocurrido no descalifica en
sí la pertinencia de conversar en esta situación tan turbia para el futuro del
país. Pero hay que estar claro contra quienes nos enfrentamos. La dispersión de
las intervenciones oficialistas, su repetición de contraposiciones manoseadas
para intentar relativizar su violencia represiva, y los embustes abiertamente
blandidos por Aristóbulo y otros, son indicios claros de que lo que busca el
gobierno es ganar tiempo para ver si pasa la tormenta y pueda legitimarse
tomándose retratos en una mesa con la oposición bajo el amparo de los
cancilleres de Argentina, Colombia y Ecuador, y con la anuencia del Vaticano.
Pero la masa no está para bollos. La
situación es grave y, con esa actitud de intentar correr la arruga mientras
continúa con sus desmanes, sólo puede agravarse. El oficialismo parece no saber
dónde está parado, en que lío se metió.
Por todo lo anterior, insisto en que las
fuerzas democráticas deben arrancarle al gobierno los derechos confiscados como
condición previa para avanzar en el diálogo. La convocatoria de una marcha
multitudinaria para exigirle a la Asamblea Nacional su compromiso con la
restitución de los derechos constitucionales pondría al gobierno ante la
disyuntiva de reprimir o de iniciar la apertura al restablecimiento de la
democracia. Hay que obligarlo a sincerarse.
Luego, uno a uno, con la gente en la calle,
debe conquistarse las demás exigencias. Lamentablemente, este régimen fascista sólo
responderá al compromiso de un diálogo constructivo, desde una posición de
fuerza.
Humberto García Larralde
Economista, profesor de la UCV
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Venezuela Abril 2014
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