miércoles, 2 de abril de 2014
LUIS MARÍN - GUARIMBARRICADAS
GUARIMBARRICADAS
Luis Marín
La Cátedra Pío Tamayo y el Centro de
Estudios de Historia Actual de la Universidad Central de Venezuela, ha
planteado un debate acerca del carácter y perspectivas de una forma de lucha
política y social que ya tiene carta de ciudadanía en toda Venezuela y que la
misma Cátedra ha bautizado con el neologismo que sirve de título a este breve
resumen de lo expuesto en la sesión del pasado lunes 31 de marzo.
El tema resulta particularmente difícil
de abordar porque se trata de un fenómeno que se encuentra en desarrollo, con
muchas variantes, aristas y particularidades según la región del país de que se
trate e incluso la zona de la ciudad en que se manifieste.
Así, la aclaratoria inicial apunta a las
perspectivas desde las cuales vamos a tratar de abordar un tema espinoso y
delicado por las personas y pasiones que involucra, además de nuestro
compromiso como universitarios.
Primero, lo abordamos desde la pura
especulación o especulación pura, en el sentido de que lo que vemos y oímos es
lo que sale a la superficie, atravesando una tupida red de desinformación
urdida por la dictadura totalitaria, lo que entiende por hegemonía
comunicacional, impidiendo el acceso a información objetiva y verificable.
De manera que no conocemos “el mar de
fondo”, las fuerzas reales y las verdaderas motivaciones de los diferentes
actores en escena. Sólo podemos intuirlo: ¿qué está pasando aquí? Para lo que
resulta útil haber vivido mucho en este país y acumulado cierta experiencia; al
contrario de los estudiantes que, por definición, no han vivido mucho y tienen
poca experiencia.
Segundo, lo abordamos desde el
desaliento. Pocos leen y menos escuchan. Pongamos por ejemplo a Venecuba. No se
ha entendido su realidad y consistencia histórica. Si Raúl Castro decidiera
salir mañana de Venezuela, sencillamente, no podría hacerlo. Se llevaría años
desmontar todo ese andamiaje que han armado, iba a decir, en 15 años; pero no
es cierto, podríamos remontarnos al 92 o quizás al comienzo mismo de la revolución
en el 59. El primer país que visitó Fidel Castro fue Venezuela. Ya nos tenía en
la mira de su proyecto continental y mundial.
¡Tan sólo trasladar cien mil hombres!
Que los han traído vuelo a vuelo al pasar de los años, pero para llevárselos
van a necesitar una flota de trasatlánticos. Y ¿dónde los van a enganchar? ¿Con
qué les van a pagar? Siendo que son una fuente de ingresos para el
languideciente estado patrimonial cubano. Trabajadores esclavos por los que los
Castro cobran por cada uno tres mil dólares mensuales y les entregan apenas
doscientos, abonados en cuenta en Cuba en pesos convertibles y si desertan, los
pierden.
Quién sabe si cae primero RC antes que
tumbar a Venecuba o con sólo intentar tumbarla. Es una vieja táctica de Fidel
Castro para marchar siempre hacia adelante, lograr que sea imposible
retroceder. Habitualmente quema los barcos. Enfrenta a los amigos tanto
como a los enemigos con hechos cumplidos.
PERSPECTIVAS
Esto no cae con guarimbarricadas. Esta
afirmación es deliberadamente problemática, sobre todo teniendo a la vista
casos recientes como la llamada “primavera árabe” o el más reciente de Ucrania.
La inmolación de un humilde frutero,
Mohamed Bouazizi, provocó una conmoción que dio al traste no sólo con la
autocracia en Túnez sino que se considera el inicio de una serie de revueltas
en otros países árabes cuyas consecuencias no han terminado todavía; pero ¿por
qué la inmolación de Franklin Brito, siendo un caso más dramático, más
prolongado y con más responsabilidad directa del régimen produce tan poco
impacto no sólo en Venezuela sino en el exterior?
¿Por qué la plaza Tahrir en el Cairo,
Maidán en Kiev, pero no Altamira en Caracas? ¿Por el petróleo? Pero a Gadafi lo
bombearon y Libia es un estado más petro dependiente que éste. ¿Cuál es la
diferencia? Hay que aludir de nuevo al “mar de fondo” que actúa bajo la
superficie, inadvertida pero inexorablemente.
¿Qué viene, entonces? Sólo hay una
opción: si el régimen aplasta la protesta no militar sino paramilitarmente, un largo
período de silencio, una nueva era del oscurantismo, tal como ocurre en Cuba,
esa especie de limbo histórico en que el tiempo se detuvo. O bien ocurre algo
súbito e inesperado, que no vemos ahora pero que no se puede descartar.
A lo mejor se muere Raúl Castro primero
que Fidel, porque no tiene el manto de la inmortalidad que tiene éste; o la sed
de energía de Europa, si prospera el conflicto con Rusia, nos hace
arrepentirnos de estar sentados sobre un barril de petróleo; o entramos en un
tablero geopolítico y nos venden, como el Esequibo, en un mercado negro de
superpotencias. ¿Quién sabe lo que puede ocurrir en un mundo tan incierto?
La Ciencia Política no presume de
“leyes” como las otras ciencias; pero si en algo están de acuerdo los
politólogos es en la relación inversamente proporcional que existe entre
consenso y represión. Cuando aumenta el consenso cae la represión; pero cuando
baja el consenso entonces la represión es la que sube.
Asimismo, control y represión están en
relación directa: no puede haber control económico, social y político sin
represión y mientras más control se pretenda, más represión es necesaria.
Represión y violencia son indisolubles,
así que la perspectiva es de mayor violencia: lo que veremos hará palidecer a
todo lo que hemos visto. Si este régimen asesina hasta a las misses, que eran
sagradas en el imaginario popular, no le falta nada para erigir un paredón de
fusilamiento. Bajo la consigna cubana: “No hay revolución, sin paredón”.
CONCLUSIONES
Esta convulsión, por episódica que sea,
ya ha arrojado dos consecuencias irreversibles: ha puesto de manifiesto las
divisiones de la supuesta unidad monolítica del régimen y de la oposición
oficial, respectivamente; y ha impactado al mundo militar, de gobierno y
oposición, obligado a optar entre seguir comprometiéndose en violaciones
masivas de derechos humanos o acudir en defensa de mujeres, jóvenes y niños
venezolanos, que están siendo asesinados en las masacres planificadas por los
comunistas cubanos.
Uno de los mayores crímenes de esta
tiranía militar comunista es echarle la culpa de todo lo que ellos hacen a “los
pobres”, que ahora son más invisibles que nunca.
Los observatorios de conflictividad
social registran más de dos mil protestas al año, la mayoría de ellas por
demanda de servicios públicos, con el curioso aditamento de que los
manifestantes se identifican como chavistas y se visten previamente de rojo
para aumentar las posibilidades de ser escuchados y sencillamente para que no
los maten.
Mientras, el discurso oficial se monta
en una doble falsificación: todo el que protesta es rico, un “burgués”; pero
todo el que apoya al régimen no lo es. Hasta sus corifeos en el exterior deben
encontrar dificultades para explicarse a sí mismos que este sea el país con más
ricos en el mundo, masas de ricos; al mismo tiempo que cierran los ojos a la
obscena ostentación de la nomenklatura, a la insultante riqueza que exhiben.
Bien representados por ese proletario
que es Roy Chaderton Matos, un sujeto que ha visto a Venezuela sólo en
postales, porque siempre ha vivido en el exterior, en medio de un lujo
babilónico, no solo ahora, sino desde que le cargaba el maletín al canciller
Aristides Calvani, venerable conservador católico que estaba a la derecha
del Opus Dei.
Por su lado, la llamada oposición se
desdobla entre deslindarse de la protesta, denunciar los atajos, delatar a los
“golpistas”; pero quiere que se la considere todavía oposición, además, más
unida que nunca.
Hacen una suerte de huelga de brazos
caídos para que la protesta se extinga y sus promotores se asfixien por falta
de oxigeno; pero se sientan en conversaciones de “paz” con los cubanos, cuando
por definición no han movido un dedo contra ellos ni a favor de la protesta
popular.
Exclaman: “¡¿Dónde están los pobres?!”,
con lo que le están diciendo “ricos” a sus antiguos compañeros unitarios, tal
cual como decía Teodoro Petkoff que “desde una perspectiva de clase” Pablo
Pérez era mejor candidato que Henrique Capriles.
Abogan por la unidad perfecta alrededor
de ellos pero, eso sí: le ponen el apelativo “bolivariano” a todo lo que dicen;
se cubren la cabeza con una bandera de 8 estrellas; dicen que su agenda es
“social” por no decir socialista, del mismo modo que el gobierno dice “comunal”
por no decir comunista.
No condenan las cadenas como una
violación masiva de Derechos Humanos, sino que pretenden participar en ellas.
Izan la bandera de “la verdad” pero
siguen machacando la mentira de un país divido en dos, ellos y el gobierno,
nadie más existe. Entonces, ¿a quién llaman a la unidad? ¿A los chavistas? ¿A
los cubanos?
Pero, ¿quién puede “unirse” con una
gente así y seguir considerándose, digamos, decente?
Luis Marín
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Venezuela feb-mzo 2014
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