lunes, 13 de julio de 2015
EL HOMBRE QUE NO DEBÍA MORIR
Rene Magritte / La memoria
EL
HOMBRE QUE NO DEBÍA MORIR
Luis
Marín
De
siempre se ha dicho que el temor es el principio de acción de la tiranía, como
el honor lo es de la monarquía y la virtud de la república; ninguna de estas
formas de gobierno está exenta del asesinato político, pero sólo en el
totalitarismo el terror es absoluto y el asesinato masivo.
En
este particular la diferencia entre un régimen constitucional y una tiranía
sería mero procedimental, puesto que en aquel el asesinato se inscribe en
procedimientos legales mientras que en ésta depende de la voluntad del tirano
que lo ejerce arbitrariamente, como cualquiera de sus asuntos.
Aunque
el asesinato político se considere como una prerrogativa
regia a la que el gobernante
puede echar mano en caso de necesidad, no obstante, debe admitirse que a veces
pueda equivocarse y no sólo no logre el fin que se propone sino todo lo
contrario, que el crimen se vuelva en su contra e incluso acabe con su régimen.
Sirva
de ejemplo Rafael Leonidas Trujillo, por la prolijidad y extensión de sus
crímenes y cómo estos lo conducen a su trágico final. El ocaso de la Era
Trujillo comenzó con la desaparición de Jesús de Galíndez, un político de
origen vasco exiliado primero en República Dominicana y luego en Nueva York,
donde fue secuestrado para llevarlo de vuelta a RD donde se esfumó en 1956. Unos
dicen que fue echado en la caldera de un buque, otros, al foso de tiburones que
Ramfis Trujillo alimentaba periódicamente con carne humana.
Chapita
se dio a eliminar a todos los implicados en el affaire Galíndez que pudieran desandar la
madeja hasta él, incluyendo al piloto norteamericano Gerald Lester Murphy y al
dominicano Octavio de la Maza, asesinado en cautiverio el 07 de enero de 1957.
Así
perdió el apoyo de EEUU y firmó su sentencia de muerte pues Antonio de la Maza
juró vengar la muerte de su hermano, lo que consiguió el 30 de mayo de 1961, al
descargar su arma contra Trujillo para constatar que un tirano, como cualquier
mortal, también se desbarata ante la gris simplicidad del plomo.
Pasaron
cinco años desde la desaparición de Galíndez hasta la ejecución de Trujillo y
no hay ni un historiador o comentarista que no vincule los dos hechos,
encadenados con los crímenes intermedios, como si fueran escenas de un mismo
drama.
Nicaragua
brinda otro ejemplo de circularidad del crimen político. La saga de los Somoza
se inició con un asesinato múltiple que incluyó a Augusto César Sandino el
21-02-34 y finalizó con el del menor de los Somoza en Asunción, Paraguay,
perpetrado por los sandinistas el 17-09-80.
El
ocaso comenzó con el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro, director
del Diario La Prensa, el 10-01-78, en Managua, del que poco importa si fue
ordenado o no por Somoza porque de todas maneras todo el mundo se lo atribuyó
de inmediato.
En
el ínterin, su Guardia Nacional asesinó al periodista norteamericano Bill
Stewart, el 20-01-79, ejecución registrada en un impactante video transmitido
por la cadena ABC que causó conmoción, dando fin al apoyo que EEUU le había
prestado tradicionalmente a la dinastía Somoza, derrocada seis meses más tarde,
el 17-07-79.
Sería
extenuante reseñar los asesinatos políticos de la tiranía de los Castro en
Cuba, tan innumerables que es imposible determinar cuántos y cuáles se les
devolverán, como el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996,
millares de fusilamientos, de los que bastaría recordar el del general Arnaldo
Ochoa en 1989, que abrió una fisura en la élite dominante y el de tres humildes
trabajadores que trataron de huir en una barcaza desafortunadamente
ocupada por turistas franceses en 2003, que abrió otra grieta esta vez en
la masa oprimida, ambas imposibles de cerrar; lo que quizás hizo abandonar la
táctica del fusilamiento para intimidar a la población, a favor de otros
métodos clásicos como el “suicidio” o el “accidente” para eliminar opositores.
Sobresale
el caso de Oswaldo Payá, asesinado junto a Harold Cepero, después de un provocado accidente de tránsito
en Bayamo, el 22-07-12, del que se acusó al conductor, el español Ángel
Carromero, condenado a cuatro años de prisión por homicidio culposo, para
librarse de los cuales aceptó los cargos para ser deportado de vuelta a España.
A
otro acompañante, el sueco Jens Aron Modig, devuelto rápidamente a su país
mediante un pacto de silencio, parece habérselo tragado la tierra, luego de ser
el primero que comunicó a su familia el ataque del que eran objeto. Ofelia
Acevedo, viuda de Payá, reveló que la primera noticia la recibió del exterior
por un mensaje diciéndole que su marido y otras tres personas habían sufrido un
atentado.
El
boomerang se devuelve, porque al salir de Cuba Ángel Carromero denunció el
juicio en su contra como una farsa, apremiado a defenderse por la posición tan
deslucida en que lo colocaron, atacado a su vez por la izquierda española,
cómplice de los Castro.
El
asesinato político del periodista venezolano americano Eduardo Tomas “Eber”
Flores Aponte, fue perpetrado en Caracas el 15-06-15, pero sus autores están en
La Habana. Un indicio inocultable es la tan deliberada como unánime
conspiración de silencio que encubre al caso.
La
respuesta de Castro, cuando algo realmente lo incomoda, es un ofensivo silencio.
LA
FUNCIÓN DEL PERIODISMO
La
función del periodismo debe ser romper el silencio dondequiera que trate de
imponerse. Su extremo opuesto es el “escándalo” tan cotidiano en los medios de
los países libres como notoriamente ausente donde reina el silencio del
totalitarismo.
Pero
para poder cumplirla en una sociedad libre, los periodistas tendrían que
despojarse del chip comunista que insertan en las escuelas de periodismo que
conciben el ejercicio del periodismo como una lucha por la hegemonía, en contra
de las ideologías llamadas “burguesas”, esto es, la concepción del periodismo
como lucha, ideológica y política.
A
la pregunta apremiante: ¿Qué hacer? Lenin habría respondido: ¡Funda un
periódico! Con una doble finalidad, primera, organizativa, no sólo para hacer
el periódico sino para distribuirlo; segunda, de propaganda, como una
herramienta de lucha política contra la ideología burguesa dominante,
prescindiendo de todo compromiso con la verdad.
Es
la línea que siguió Antonio Gramsci con su periódico L’ Unitá, órgano oficial del
Partido Comunista Italiano, que sería el más grande de occidente, seguido por
el Partido Comunista Francés y su L’Humanité.
Ambos todavía influyentes en Venezuela, tanto en el gobierno como en la llamada
alternativa democrática.
Pero
para que la visión comunista de la historia pueda imponerse deben cumplirse dos
condiciones sine qua non:
la primera, que todo el mundo crea la propaganda oficial; la segunda, que
olvide lo que pasó realmente. Afortunadamente, ambas son imposibles de
alcanzar en la práctica.
Por
ejemplo, para creer que el presidente sin votos y general sin batallas Raúl
Castro es el héroe que pretende ser, habría que olvidar que mientras él estaba
cómodamente instalado en sus mansiones en Cuba, resguardado de todo riesgo, era
“el negro” Arnaldo Ochoa quien le peleaba las batallas en el exterior, desde la
invasión a Venezuela en 1967, la revolución sandinista en Nicaragua en 1979,
las aventuras en África y la triangulación con el Panamá de Noriega, que al final
le costó la vida en 1989, por una mezcla de intriga palaciega, rivalidad
política y envidia personal.
Los
asesinatos políticos de Oswaldo Payá y Eber Flores entrañan la complicación de
tener aquél nacionalidad española y éste la nacionalidad norteamericana, lo que
implica a la Unión Europea y a EEUU, aunque no quieran y traten de evitarlo por
conveniencias políticas circunstanciales, en la promoción de una investigación
independiente de ambos asesinatos perpetrados por el régimen de La Habana.
Adicionalmente,
ambos son católicos practicantes, incluso Eber fue corresponsal de un periódico
católico de Arlington Virginia en la guerra de Marruecos y el Sahara Español,
lo que le impide a la Iglesia Católica desembarazarse del asunto, desasistir a
las familias de todo consuelo y apoyo, sin condenarse moralmente por su
silencio cómplice.
Para
los judíos el recuerdo es el fundamento de todo pensamiento, esto ya bastaría
para llamarlo “el pueblo de la memoria”, al punto de que una pensadora tan poco
ortodoxa como Hannah Arendt se atreve a escribir provocativamente que los
hechos “podrían desaparecer si todo el mundo los olvidara”; quizás por esto el
arma distintiva de los antisemitas es el
olvido, apoyado en la incapacidad humana para probar lo que ha sido.
Pero
basta que alguien recuerde para que un mundo de mentiras se desintegre; de este
modo la función principal, además de esclarecer, es dejar testimonio.
EL
IGNORANTE VOLUNTARIO
No
hay cosa que un transeúnte pueda saber con sólo consultar al doctor Google que
no sepan con más profusión y detalle los cuerpos de inteligencia de las grandes
potencias, que seguramente conocen más de cualquier individuo de lo que éste
pueda saber de sí mismo, de manera que más importante que saber es qué hacer
con lo que saben.
El
problema no es que no sepan sino: qué dejan de lado, a qué le restan importancia,
qué deciden ignorar, como si no hubiera ocurrido. Uno de los grandes aportes
del socialismo del siglo XXI es su pretensión manifiesta de declarar lo que
existe, así sea una falsedad, e ignorar los hechos así sean manifiestos, pero
que para ellos no existen.
No
se tomó en serio a la rectora del CNE Tibisay Lucena cuando
dijo que “nadie” ha cuestionado ni puesto en duda la imparcialidad,
transparencia y confiabilidad del CNE , ignorando no sólo a
cientos de instituciones y expertos que han rendido informes muy pormenorizados
sobre el sistema fraudulento, sino a millones de electores que no creen en el
proceso ni en sus resultados. Para ella, estas personas realmente no existen.
Tampoco
se toma en serio la profusión de manifestaciones según las cuales Bolívar vive,
Chávez vive, Alexis vive y una larga sucesión de muertos que viven, sin
detenerse a considerar la tremenda rebelión contra los hechos que estas
afirmaciones implican.
Los
movimientos que creen en la omnipotencia de la voluntad siempre han tropezado
con la invencible tozudez de la muerte, que les opone una barrera que no pueden
franquear. Una frase tan sencilla como “murió mamá” desvirtúa la férrea
convicción de que la voluntad todo lo puede, la prédica engreída de que “todo
es posible”.
Entonces
surge la rebelión de la voluntad, el convencimiento de que si alguien cree
firmemente que algún otro vive, en consecuencia vivirá, en su mente, en su
espíritu, que es el único lugar donde todas las cosas humanas pueden ocurrir.
Lo
extraño, lo paradójico, es que quienes hacen esto no son idealistas extremos
sino que pretendan ser materialistas dialécticos, devotos de Marx, cuya
doctrina apunta exactamente en sentido contrario: el desenvolvimiento de la
historia ocurre de manera completamente independiente de la voluntad, en virtud
de potencias irresistibles, como fuerzas productivas, relaciones de producción,
etcétera.
Este
pasticho ideológico y filosófico no sólo genera confusión y desconcierto, sino
unas situaciones realmente bizarras que han vuelto la realidad venezolana
incomprensible, imposible de interpretar con los métodos tradicionales de
investigación y reflexión que se enseñan en las universidades.
De
hecho, la Universidad es la primera que ha capitulado en su función
esclarecedora y testimonial sucumbiendo al embate del populismo y la demagogia,
no sólo respecto a la política “clasista” de ingreso a la educación superior
sino cuando afirma, por ejemplo, que los asesinatos en masa son producto de “la
violencia” o “el hampa”, contribuyendo a encubrir una política de Estado para
someter a la población mediante el terror y hacer que quienes puedan huyan del
país.
En
medio del inmenso gamelote de muertos cotidianos los ocupantes comunistas
cubanos siembran algunas víctimas que les interesan con la certeza de que
pasaran desapercibidas, sin que nadie indague nada, siendo imposible llamar la
atención sobre ningún caso en particular con el argumento de que, ¿por qué éste
sí y aquéllos no?
Otra
vez el caso del periodista Eber Flores sirve de ejemplo, porque su nombre no ha
sido mencionado en público por ningún comentarista en ningún medio, ni aparece
en el informe presentado a la ONU sobre violaciones a la libertad de expresión
en Venezuela, ni reseñado entre los casos de violencia contra los periodistas
por ninguna ONG, el Colegio Nacional de Periodistas no ha condenado el hecho,
mostrado la más mínima preocupación ni publicado siquiera un obituario, no hay
forma de interesar a Reporteros sin Fronteras ni Amnistía Internacional, que
tienen casos políticamente más rentables sobre los cuales poner el foco de la
atención pública.
Los
venezolanos hemos perdido por completo el derecho de petición que es la
garantía de todos los demás derechos, también perdidos. Nadie puede
atreverse a dirigirse a un funcionario para pedirle explicación alguna ni
cuentas de nada, aun siendo interesado legítimo, personal y directo, so pena de
terminar también preso e incomunicado.
El
vector del servicio público se invirtió por completo y ahora los supuestos
servidores públicos no responden ante el ciudadano, que pasó a ser súbdito,
sino “hacia arriba”, el funcionario está al servicio del jefe y no del público,
que pasó a ser nadie y a no valer nada, como en Rusia o Cuba.
Venezuela
dejó de ser una “sociedad de cómplices”, que era un pacto de élites para
lograr el recambio en el poder garantizando a los salientes que no habría
retaliaciones ni recuperación de lo robado; para volverse una “sociedad del
ignorante voluntario”, un pacto más difuso donde no puede aspirarse al
recambio en el poder sino que se permite picotear migajas mientras se aparente
no saber nada de lo que pasa alrededor.
Esta
política no es nueva, ya la aplicaron no sólo los alemanes, polacos, franceses,
italianos, en verdad, toda Europa bajo el nacionalsocialismo, sino también
todos los obsecuentes comunistas antes del derribo del muro de Berlín: nadie
hizo, sabe, vio, es testigo ni culpable de nada.
Probablemente
es la actitud que tienen preparada los agentes cubanos si uno de estos días cae
el telón de hierro de Cuba y sus satélites, sólo que si en los primeros se
trataba de hechos sobrevenidos, ahora luce como algo más premeditado y cínico.
El
ignorante voluntario es el equivalente perfecto del cómplice necesario.
Luis Marín
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1 comentario:
Luis, amigo,
Profesor.
Permitidme que os ofrezca las gracias, interpretando y en nombre del gentilicio americano-gran colombino-venezolano,
de lo que queda,
de Occidente,
que seguramente le reconocerá sus méritos y su honestidad pero, más tarde,
por elevar al podio de la sabiduría académico-lírica,
y proyectar en diversas direcciones,
una realidad documentadísima a partir de febrero de 1999 en nuestra tierra, que sólo muy, muy pocos, han tenido la vergüenza de escuchar,
una Historia de un Engaño,
ni siquiera en la Academia, los del VATICANO, tampoco los de la CIA de Jesús,
que usted coloca en orden, notablemente, por encima de los testimonios amontonados en la conciencia de
los venecubanos, despreciados por la de los venezolanos, americanos y occidentales, todos con sus manos y almas
empapadas de sangre inocente nuestra,
por habernos dejado para la Historia estas letras del "Hombre que no debía morir" ,
cinceladas en jaspe de la Gran Sabana, al estilo del apreciado amigo, mentor y tocayo....
Gallegos.
Rómulo Lares
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