Humberto García Larralde
jueves, 20 de agosto de 2015
LA NUEVA CLASE
LA NUEVA CLASE
Humberto García Larralde
A la memoria de ese excelente
e insigne intelectual y amigo
que fue Heinz Sonntag
El título evoca un revelador libro de Milovan Djilas[1] luego
del triunfo del comunismo en Yugoeslavia. El escrito le valió varios años
de cárcel, ya que denunciaba la instauración de una nueva clase en los
regímenes marxista-leninistas, formada por los jerarcas del partido que pasaron a dominar
el poder político y militar. Dado el atraso de los países en que se había instalado
el comunismo, no estaban dadas las condiciones para su transformación
socialista. Ésta se entendía como industrialización forzosa bajo la égida
central del Estado, proceso que solía acompañarse de la colectivización de
la agricultura y la conculcación de libertades sindicales.
El socialismo fue impuesto por los grupos minoritarios que se
apoderaron de la maquinaria estatal, aplicando métodos violentos contra los que
se interpusieran en la prosecución de este propósito. El provecho sin
restricciones de los recursos del Estado no tardó en prohijar una casta
privilegiada, amparada en un marxismo dogmático que legitimaba tal proceder por
responder a las fuerzas de la Historia, y que engendró el apoyo
incondicional de sus partidarios.
El proletariado, supuesto sujeto “liberado” por la revolución,
pasó a ser explotado por esta nueva clase gracias al control absoluto
que ejercía sobre las palancas del poder, que le permitía centralizar
en sus manos para su usufructo discrecional[2] porciones
crecientes del producto social a expensas de la remuneración
salarial. Lo paradójico -señala Djilas-, era que muchos líderes / burócratas
justificaban su provecho de las prebendas que les otorgaba el poder como
recompensa a sus responsabilidades en la conducción de la revolución.
Djilas plasmó sus denuncias siendo comunista -fue segundo de
Josip Broz Tito, caudillo comunista que lideró la liberación de Yugoslavia del
yugo nazi-, no obstante su abandono de esta perspectiva en años
posteriores. Sea cual fuere nuestra apreciación de las categorías de análisis
con que se valió, arrojó en su momento una luz -inesperada desde la izquierda-
sobre la naturaleza de los regímenes comunistas, de utilidad para entender
aspectos importantes de la realidad venezolana actual. El usufructo
discrecional de la riqueza social por parte de la oligarquía milico-civil
en el poder guarda semejanzas –pero también diferencias- con el análisis hecho
por el escritor montenegrino.
La nueva clase adopta la forma rentista descrita
por Marx, ya que se apodera de parte del valor social generado a través
de relaciones despóticas de dominio. A diferencia, la apropiación por
parte del capitalista del plusvalor obedecea transacciones
de mercado mediante las cuales se paga al obrero el valor de su fuerza
de trabajo para que, en el proceso productivo, genere un valor
superior, diferencia que retiene el dueño de la fábrica como ganancia al vender
el bien elaborado. Aunque la teoría del valor trabajo que
fundamentaba tal apreciación ha sido descartada por la ciencia económica, resulta
útil la distinción entre mecanismos mercantiles que enmarcan la
generación de riqueza social de aquellos que la expolian con
base en relaciones despóticas de dominio.
Al abolir la interacción de la oferta y la demanda en la
formación de los precios, la objetivación impersonal de un intercambio
mercantil basado en el consentimiento mutuo es sustituida por la subjetividad y
la discrecionalidad de burócratas que tienen ahora el poder de fijar precios.
Al desconocer el costo de producción y comercialización, se genera
desabastecimiento, como ocurre actualmente en Venezuela. Aparecen oportunidades
de lucro especulativo instantáneo, comprando productos regulados escasos que se
revenden a precios varias veces superior.
Los incentivos perversos de los controles de precio, hacen del
bachaquero y del contrabandista dolientes por excelencia de este peculiar
“socialismo”. Pero se enriquecen además los que tienen la potestad de incidir
en la distribución de los bienes regulados en todos los niveles, desde los más
altos funcionarios que deciden los precios y las regulaciones -que hacen
desaparer los bienes-, pasando por los Guardias y policías que se supone deben
impedir los ilícitos (¡!) de la reventa, hasta los dueños, cajeras y empleados
de mercados que avisan cuando llega mercancía regulada y/o reservan bultos a los
“panas” a cambio de participación en el diferencial de
precios. Los numerosos controles impuestos a empresas y
comerciantes, y las severas penalizaciones de las leyes “socialistas”
potencian, asimismo, las posibilidades de extorsión.
En la cúspide de esta pirámide de corrupción se asienta la nueva
clase, la oligarquía milico-civil que actualmente ocupa el poder. Ella
está comprometida con mantener este sistema hambreador, incluyendo el
disparatado control de cambio, no obstante la brutal inflación que ha
ocasionado y las penurias –algunas fatales- de no poder conseguir algunos
medicamentos. La indisposición a rectificar sus políticas ruinosas no
es porque sean brutos y no se dan cuenta (¡!) de sus efectos, o que estén
presos de concepciones ideológicas atrasadas, no. Tienen intereses creados en
torno a la expoliación de la riqueza social y se han apoderado de los
espacios del Estado “revolucionario” para hacer de él una maquinaria formidable
de lucro individual a través de esos controles.
La destrucción del Estado de Derecho ha sido decisiva para este
arreglo. La conversión del poder judicial en instrumento del Ejecutivo y la
impunidad de los numerosos hechos de corrupción, el acorralamiento de los
medios independientes, el acoso a las universidades, y la ausencia
absoluta de transparencia y de rendición de cuentas en el uso de los dineros
públicos, crea un escenario muy favorable a la depredación
“revolucionaria”. Y ésta se cobija en un imaginario que pretende hacer creer
que todo ello ha sido en beneficio del pueblo (¡!). Para ello las autoridades
del BCV esconden toda información sobre el desempeño de la economía,
violando sus responsabilidades legales.
La ideología comunistoide ha sido invalorable para estos
designios de poder. Como nos lo recuerda Djilas, legitima la expoliación social
cobijándola en una retórica justiciera y de redención de los oprimidos. Con
contraposiciones simbólicas propias de una visión maniquea esencialmente
fascista, se manipula la opinión pública para proyectar como enemigos a quienes
denuncian el régimen de depredación. Aparece, así, la idiotez de una “guerra
económica” de la burguesía y el imperio contra la “revolución” buscando
socavar las conquistas (¡!) del pueblo, como responsable de las penurias
sufridas.
Ella obliga a cerrar filas en torno al comando
milico-civil para resistir tal acometida y vencer al enemigo. Asimismo,
legitima la violación de los derechos humanos a través de la
aplicación del paquete tecnológico cubano de represión, tan en boga
últimamente. El poder de la ideología es tal que algunos usurpadores de
esta nueva clase hasta se creen sus propios disparates. En todo caso, la
repetición incesante de clichés permite evadir la tragedia engendrada y aliviar
la conciencia de tan “sacrificados revolucionarios”. El “socialismo del siglo
XXI” se ha convertido así en fenomenal pretexto para privatizar lo público en
manos de la nueva clase.
El pueblo venezolano enfrenta una alianza entre la oligarquía depredadora
y un comercio parasitario –bachaqueros, contrabandistas- que están devastando
al país, arrinconando el esfuerzo productivo. Es una alianza suicida, que
socava las bases de su propio sustento al destruir la economía.
Lamentablemente, el egoísmo y las ansias de lucro de los nuevos oligarcas se
sobre impone a los intereses de la población. ¿En qué otras
condiciones los Jorge Rodríguez, Elías Jaua, Aristóbulo Istúriz, los clanes
Maduro, Flores, Cabello y Chávez disfrutarían de tanta “generosidad” del Estado
bajo su control? ¿Qué talentos poseen para disfrutar de sus niveles actuales de
vida si no fuera así?
“Тhе new class
instinctively feels that national goods are, in fact, its property,
and tћat even the terms "socialist,"
"social," and "state" property denote а general legal
fiction. The new class also thinks that any breach of its
totalitarian аuthority might imperil its ownership. Consequently, the
new class opposes any type of freedom, ostensibly for the purpose of preserving "socialist"
ownership. Criticism of the new class's monopolistic
administratioп of рrореrtу geпerates the fеаr of а possible loss
of роwеr”. Djilas, op. cit., Pág.
65
El desafío de las contiendas políticas venideras es consolidar
una amplia mayoría dispuesta a acabar con el presente sistema
rentista de expoliación. Para ello es menester un proyecto económico y político
basado en la competitividad, la generación de empleos productivos y la
conquista del Estado de Derecho. El debate político debe asumir este desafío.
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
[1] Milovan Djilas, The New Class. An Analysis of the
Communist System, Thames and Hudson, London, 1957.
[2] “Ownership is nothing other than
the right of profit and control. If оnе defines class
benefits by tћis right, the Communist states have seen, in
the final analysis, the origin of а new form of ownership
or of а new ruling and exploiting class”. Pág. 35
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