Humberto García Larralde
lunes, 24 de agosto de 2015
LA PRODUCTIVIDAD AUSENTE
LA PRODUCTIVIDAD AUSENTE
POR QUÉ NO
CUADRA LA ECUACIÓN SOCIALISTA
Humberto García Larralde
La productividad en la utopía comunista
de Marx
Los chavistas ignoran que el triunfo del socialismo suponía -según
Marx- el desarrollo de las fuerzas productivas, una vez liberadas de las
“férulas” de las relaciones capitalistas de explotación. Con el tiempo se
cumpliría su famosa prescripción sobre la sociedad comunista:
“cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la
primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos
sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro
lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá
rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad
podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada
cual según sus necesidades!”[1] (negritas mías, HGL)
La humanidad saltaría –en sus palabras- “del reino de la
necesidad, al reino de la libertad”. La propia utopía, pues; la redención
del hombre en la más pura tradición judeo-cristiana hecha posible por la Jauja
que resultaría de la liberación de las fuerzas productivas. Pero Marx no
entendió el aspecto crucial de los incentivos para que tal desarrollo
ocurriese. La fórmula de que, en el socialismo, “cada quien recibiría según
su trabajo”, dejaba la remuneración correspondiente y la acumulación de
excedentes para la inversión, en manos de los propios trabajadores. En ausencia
del acicate de la prosecución del lucro, ¿que impidiera que éstos se “comieran”
también el excedente?
La productividad en el socialismo
realmente existente
Los bolcheviques le dieron una solución brutal a este
problema. Habiendo conquistado el poder en un país económicamente atrasado, la
“acumulación primitiva de capital” socialista ocurriría según el siguiente
precepto de Trotsky, apegado a la tesis leninista de que la política
del partido representaba los “verdaderos intereses históricos del
proletariado”, no lo que éste decidiera por su cuenta:
“El principio mismo de servicios de trabajo
compulsivo ha reemplazado tan radical y permanentemente el principio de libre
contratación como la socialización de los medios de producción ha reemplazado a la
propiedad privada... La única solución a las dificultades económicas
que es correcta desde el punto de vista tanto del principio como de la práctica
es la de tratar a la población, como a todo el país, como
reservorio de la fuerza laboral requerida... El fundamento de la militarización
del trabajo son aquellas formas de compulsión del Estado sin los cuales el
reemplazo de la economía capitalista por una socialista se mantendría para
siempre como un sonido hueco. (...) Porque no tenemos ninguna vía al
socialismo salvo por la regulación autoritaria de las fuerzas y los recursos
económicos del país, y la distribución centralizada de la fuerza laboral en
armonía con el plan general del Estado. El Estado proletario se considera
autorizado para enviar a todo trabajador adonde sea necesario su
trabajo”[2].
Stalin “institucionalizó” esta explotación, deprimiendo los
salarios, incautando la producción del campo y eliminando todo vestigio de
libertad sindical y civil. El ahorro y la inversión forzosa permitieron avances
notorios en la economíasoviética, pero a un costo descomunal. Se
calcula entre 4 y 10 millones los muertos por hambre o fusilados durante la
colectivización forzosa del campo de los años ’30. Moshe Lewin[3] señala que el aclamado sobre
cumplimiento de las metas físicas de los planes quinquenales escondía grandes
despilfarros. La meta de toneladas de vidrio a producir fue superada
fabricando vidrios gruesos y pesados, pero al “corregir” el indicador por el de
metros cuadrados de vidrio, el resultado fue el contrario: vidrios delgaditos
que maximizaban la superficie.
El número de viviendas a ser iniciadas cada año
era sobrepasado porque los recursos para culminarlas se usaban para empezar
nuevas construcciones. A pesar de estos fiascos, todavía en 1959
Kruschev alardeaba, ante una exposición de cocinas estadounidenses en Moscú,
que las soviéticas “eran mejores”. Pero no tardó la aceleración del desarrollo
tecnológico en demostrar que las relaciones de producción “socialistas”
ahogaban el desarrollo de sus fuerzas productivas, gran
paradoja para las fantasías de Carlos Marx, precipitando el colapso de la
economía soviética.
La productividad
en el sui generis socialismo chavista
Pero tales tribulaciones productivistas jamás le quitaron el
sueño a Chávez, no obstante haber afirmado que “era marxista” (¡pero
que no había leído El Capital!). Su “socialismo” se resumía en
repartir la renta petrolera directamente ya discreción entre sectores de
bajos recursos que pasaron a conformar su clientela política. Y, bajo
la mayor bonanza de ingresos petroleros que haya experimentado el país,
funcionó sobre ruedas. El consumo privado por habitante se expandió en un 36%
en términos reales entre 2005 y 2014, a pesar de una productividad
estancada. La expropiación de empresas, más que obedecer a designios
de “socializar los medios de producción”, sirvió para acabar con focos
independientes de poder, sobre todo luego de las confrontaciones de 2002-3.
Pero inexorablemente se produjo el descenso en el ciclo de
precios mundiales del crudo, baja que amenaza con prolongarse por los cambios
estructurales en la oferta de petróleo[4].
La engañifa del “socialismo del siglo XXI” fue pretender hacernos creer que,
congelando los precios de los bienes y servicios, los niveles de consumo
podrían mantenerse. Mientras, el acoso creciente al sector privado y la
gerencia irresponsable de las empresas públicas se tradujo en una caída de la
productividad laboral del 12% entre 2008 y 2014, y en un deterioro progresivo
del empleo y de los salarios. Con la drástica reducción del ingreso petrolero
en 2015, se ha acelerado este proceso empobrecedor.
El gobierno se jacta de ofrecer –a precios regulados-
productos baratos. Pasa por alto el hecho de que muchas veces estos precios no
cubren los costos de producción, por lo que tales bienes no se consiguen sino
por montos varias veces superiores. Por otro lado, los precios de la mayoría de
los bienes de consumo –los no regulados- van por la libre al son del dólar
paralelo. Y por donde cojea la ecuación “socialista del siglo XXI” es que la
variable “salario” se estancó –ahora que cayeron los precios del petróleo-, ya
que pasó a depender de la productividad. Este desequilibrio entre
precios y salarios nos sitúa hoy entre los países más pobres de América
Latina. Ello no sorprende, dado el desabastecimiento criminal y nuestro
“liderazgo” mundial en materia de inflación.
El verdadero interés de de la oligarquía milico-civil en el
poder es aprovechar las distorsiones de precio que engendra el disparatado
sistema de controles imperantes para expoliar la riqueza social. ¿Qué importa
la productividad? Pero estas prácticas depredadoras están mejor aseguradas si
logran legitimarse a través de su mistificación “revolucionaria”. De
ahí que recurren a la maña Goebbelsiana de armar una realidad
falsificada, gracias a su hegemoníamediática, para echarle la culpa a otros
de su absurdo esquema.
Y no se les ocurrió otra cosa que inventar la estupidez de una
supuesta “guerra económica” de empresarios y del Imperio contra el consumo
popular. Que pocos crean semejante patraña no es óbice para repetirla ad
nauseam: esperan, como señalaba el ministro de propaganda nazi, que así la
mentira se transformará eventualmente en “verdad”.
El desplome político de Maduro indica que tales técnicas no
están produciendo resultados, hecho grave a poco más de tres meses de
las elecciones parlamentarias. ¡Subamos la apuesta! ordenan los jefes cubanos y
la maquinaria propagandística del fascismo criollo vomita acusaciones todavía más
insólitas, como la de involucrar a líderes opositores en el asesinato
de la señora que apareció descuartizada. Y, si no fuera suficiente, Maduro
decreta un estado de excepción en las zonas fronterizas del Táchira por 60 días
(¡!), expediente que podría servir para provocar la suspensión de las
elecciones parlamentarias de diciembre, que las sabe perdidas.
El estalinismo acentuó la represión en un vano intento de forzar
mejoras en la productividad. El proyecto “socialista” del chavo-madurismo la
acentúa ahora porque desprecia la productividad: es anti-productivo
y, por tanto, anti-marxista. Y, tomando en cuenta que su verdadero interés
–como ha quedado de manifiesto- ha sido privatizar el Estado (lo público) para
usufructo excluyente de una oligarquía de militares y civiles, también es
“anti-socialista” (¡!). Pero más allá de estos juegos de palabras lo que ha
quedado requete-claro es que, como se mire, el socialismo del siglo XXI se ha
convertido en la mayor estafa de la historia nacional.
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
[1] Crítica del Programa de Gotha.
[2] Trotsky, L, The Defense of Terrorism: A Reply
to Karl Kautsky, Labour Publishing Co., London, 1921, p. 126 (Traducción mía –HGL). Pero esta concepción no
era exclusive de Trotsky. Nikolai Bujarin, dirigente bolchevique que discrepaba
de él en asuntos de importancia, expresó en un artículo aparecido en 1920 lo
siguiente: “La coacción proletaria en todas sus formas, desde
las ejecuciones a los trabajos forzados, es, aunque esto pueda sonar
paradójico, el método de moldear la sociedad comunista a partir del
material humano del período capitalista” Citado en Berlin, Isaiah, Cuatro
ensayos sobre la libertad, Alianza Editores, 2003, página 238-9 (pie de
página).
[3] Political Undercurrents in Soviet Economic Debates,
Unwin, London, 1974
[4] Irrupción del “fracking” y aumento producción petrolera en
EE.UU.
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