domingo, 13 de septiembre de 2015

FASCISMO REITERADO


FASCISMO REITERADO
Humberto García Larralde

El desafuero cometido contra Leopoldo López, al sancionarlo con prisión de más de 13 años, se veía venir. Un juicio amañado, en el que declarantes fabricados repitieron órdenes; que desestimó groseramente todas las pruebas y los testigos presentados por la defensa que demostraban su inocencia de los absurdos cargos que le imputaron; cuyas audiencias se alargaron tortuosamente a puertas cerradas, sin asistencia del público ni de medios independientes, violando los preceptos legales correspondientes; y que torció testimonios de semiólogos en aras de argumentar que los discursos de Leopoldo llevaban un mensaje subliminal para promover la violencia (¡!), es digno del libro Los Juristas del Horror de Ingo Müller sobre el terror judicial nazi.

Éste invocaba la “voluntad del pueblo” u “objetivos nacionales” para justificar sentencias absolutamente sesgadas políticamente, sin requerir muchas veces prueba alguna de la acción cometida: bastaba tener la convicción de que se estaba frente a un culpable para inventarle el delito conveniente. Sus émulos venezolanos, jueza abyecta de por medio, quisieron colegir que los hechos trágicos del primer trimestre de 2014, incluyendo las numerosas muertes a manos de la represión “cívico-militar” de la Guardia Nacional y los colectivos, ¡eran responsabilidad del valiente prisionero! En ese contexto, la admonición de Göering a fiscales públicos el 12 de julio de 1934, de que “La ley y la voluntad del Führer son una sola”, entra como anillo al dedo al caso venezolano.

Recién elevado al cargo de Canciller de Alemania, Hitler hizo quemar la sede del parlamento de ese país, el Reichstag, y culpó de ello a un inmigrante holandés, Marinus Van der Lubbe, simpatizante comunista. Con ello “justificó” el levantamiento de las libertades civiles y el apresamiento de numerosos dirigentes opositores, entre ellos, parlamentarios que gozaban de inmunidad. Esta jugada se inscribió dentro de la “defensa” contra los “enemigos de la patria”, expediente que, como se sabe, es central a las estrategias fascistas para consolidarse en el poder. Se impuso un estado de excepción que sentó las bases para la violación sistemática de los derechos humanos que habría de caracterizar el terror nazi, “legitimado” por la excusa de enfrentar a los “enemigos”.

Maduro ha pretendido igualmente sacarle réditos políticos a la fabricación de enemigos, pero con resultados decepcionantes. Se estrelló con la idiotez de su ‘guerra económica’, que culpabilizaba a empresarios y al sempiterno imperio del desabastecimiento y la inflación. Luego quiso lanzar una cruzada nacionalista digna de mejor encomio –sacar a los cubanos de los aparatos represivos del estado-, reviviendo los derechos de Venezuela sobre el territorio esequibo a cuenta de que el gobierno de Guyana otorgó una concesión a la Exxon-Mobil para explorar áreas marinas sujetas al diferendo, pero olvidándose de que su “padre putativo” la había avalado expresamente en visita allá en febrero de 2004: “Venezuela no se opondrá a que empresas extranjeras exploren yacimientos petroleros y gasíferos en el disputado territorio de Guyana…”, y que durante largos años en que él fue canciller, sepultó este reclamo.

Como no logró despertar las simpatías buscadas, se voltea 180 grados y arremete contra los refugiados colombianos en el Táchira, deportándolos sin cumplir con los procedimientos establecidos para ello, atropellando sus derechos, separando a familiares a ambos lados de la frontera, destruyendo sus casas y utilizando como excusa que eran paramilitares, bachaqueros y traficantes de droga; o sea, enemigos de Venezuela. Todo ello acompañado por una campaña anticolombiana que acusaba a los oriundos de la hermana república del desabastecimiento y la inflación, lo que motivó a otros 20.000 colombianos a buscar refugio en su país.

Ante el rechazo mayoritario de la población, la oligarquía milico-civil necesita de un “enemigo” ahora más que nunca. Para ello ni siquiera procura guardar las apariencias. Por el contrario, para la sentencia contra Leopoldo, convocó a sus colectivos fascistas para arremeter contra los partidarios agrupados a las afueras del Palacio de Justicia y aseguró que la jueza Barreiros lo sancionase de la manera más injusta, torpe, descarada y contrario a toda lógica jurídica. Insulta, ofende, inhabilita arbitrariamente a líderes democráticos, acosa a El Nacional, Tal Cual y La Patilla, se burla de los universitarios aprobando un ajuste salarial que nos condena a niveles de miseria nunca antes vividos, e incita la indignación de la Venezuela democrática con la absurda e inhumana condena del líder de Voluntad Popular.

Con ello busca provocar reacciones violentas de grupos opositores que “justifiquen” la suspensión de las elecciones, que las sabe perdidas. Es demasiado lo que está en juego: fortunas amasadas de la noche a la mañana, usufructo libre de los recursos del Estado y la amenaza de ser procesados por sus atropellos una vez salgamos de este régimen.

Leopoldo es víctima de este diabólico mecanismo, inspirado en las experiencias nazis y estalinistas. Su presidio, como antes el de Simonovis, se exhibe como prueba de que el “enemigo” es real, de carne y hueso. Los fascistas saben, además, que Leopoldo en la calle solo acelerará su salida del poder. Por ello acuden a la tecnología represiva de los cubanos para acallar toda disidencia y someter a los venezolanos a un reino de terror creciente. Se ilusionan con que controlando los medios podrán continuar engañando al país -a lo Goebbels- con embustes y conspiraciones fabricadas.

Pero se olvidan de que el éxito propagandístico nazi se montó sobre la popularidad de Hitler y que Chávez pudo sacarle provecho a la mentira sistemática porque contaba con enormes ingresos petroleros para alimentar sus promesas de redención. Ambos cosecharon el deseo de sus partidarios de creer en sus alocados y criminales disparates. Pero para el desangelado Maduro no hay popularidad alguna que parapetée sus embustes. Ante la inflación, la escasez y la inseguridad crecientes, los cantos de sirena del fasciocomunismo criollo ya no funcionan. Sin el carisma de su predecesor, sin real y, por ende, sin apoyo internacional, y desprovisto de las neuronas y de las agallas para emprender valientemente un programa que le permitiese saltarse el “modelo” que ha envilecido al país, se atrinchera en lo único que, aparentemente, le funciona: la represión..  

El linchamiento de Leopoldo es sintomático de lo que está dispuesto a hacer la oligarquía milico-civil para aplastar la democracia. No hay escrúpulos, frenos morales, políticos o humanitarios que se interpongan a su cruel proceder. La jueza Barreiros personifica la catadura de estos truhanes. Sirva ello para elevar las alertas ante el evento comicial de diciembre. Es menester redoblar esfuerzos para comprometer gobiernos, organismos internacionales y personalidades democráticas en la  vigilancia del proceso electoral y de los derechos civiles de los venezolanos, cerrándoles los espacios a los desmanes fascistas. A nivel nacional, la denuncia valiente y el acompañamiento al pueblo en sus luchas por una vida digna, habrá de darle un piso sólido a la victoria democrática.

Que nadie se quede sin votar, que nadie se deje amedrentar. Se lo debemos a quienes como Leopoldo y los demás presos políticos, así como los que fueron trágicamente asesinados, no escatimaron esfuerzos por defender la democracia. Pero sobre todo nos lo debemos a nosotros mismos, a nuestro futuro y la de nuestros hijos y nietos.

Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV

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