domingo, 13 de septiembre de 2015
LA PRAXIS DEMOCRÁTICA
LA PRAXIS DEMOCRÁTICA
Miguel Aponte
¿Cómo puede emerger un movimiento
por la rehabilitación de la política y la democracia, en el buen sentido, que
no se traicione a sí misma? Respuesta: integrando siempre más y nunca menos la
participación de los ciudadanos.
Esto depende primero de la comunidad
cuando se reconoce a sí misma como colectivo político; pero también importa la
convicción de los líderes.
No hay comunidades incapaces del
hacer democrático, en cambio la historia muestra continuamente líderes
insuficientes o no convencidos y también falsos líderes.
Por lo tanto, es fundamental la
autocrítica de los líderes comprometidos con la comunidad democrática.
En todo caso es indispensable hacer
legal y efectiva la capacidad revocatoria de la comunidad. Hay pues que
eliminar de raíz toda reelección indefinida y sustituir en muchos casos la
elección por la rotación y el sorteo, buscando participación.
Estas son nociones germinales y es
evidente que deben acompañarse de otras, nuevas, viejas verdades, que sin duda
surgirán, como la libertad absoluta de disentir sin consecuencias; no debe
temerse y si la comunidad se equivoca, pues se corrige.
El miedo es el enemigo más
importante de la libertad y de la democracia. Las comunidades deben articular
sus instituciones, sin exclusiones ni dirección sectaria, partidista ni del
gobierno central, que en cambio estará obligado a proveer las condiciones
económicas y otras para tal realización. Quien diga que esto es imposible,
simplemente no debe ser líder del cambio: se ha incapacitado a sí
mismo.
Esto es la praxis democrática, no
representativa ni participativa o protagónica, sino simplemente democrática.
Añadir coletillas es demagogia, enredo y engaño: como decir que el cielo está
arriba o el agua es mojada.
La democracia es el régimen de la
reflexión colectiva de los ciudadanos. Ciudadanos, atención, y no multitud o
masa impersonal tras los “representantes” y menos aún de “líderes supremos“, en
cualquiera de sus empaques.
Es el régimen que universaliza la
política. El Estado y los representantes son medios y no fines en sí mismos;
son, más bien, elementos problemáticos que debemos controlar los ciudadanos y
no someternos.
El asunto democrático es creación
humana y no natural ni divina y tampoco algo sometido a leyes económicas.
Es posible más allá de los discursos
con que nos han embaucado. Todo esto forma parte del proceso de educación
ciudadana.
Una sociedad autónoma es posible si
aceptamos sin miedo esta verdad: sólo los ciudadanos pueden instituirse como
comunidad política libre; Venezuela, que ha vivido con el chavismo la
degradación al máximo de la democracia representativa hasta caer en la
vulgaridad actual, vive un momento estelar para producir el cambio
institucional que la lleve a la senda democrática.
Miguel Aponte
13 de septiembre del 2015
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