domingo, 24 de mayo de 2015
DISCURSO POLÍTICO VENEZOLANO
René Magritte
DISCURSO POLÍTICO VENEZOLANO
Luis Marín
La nueva
Cátedra Pío Tamayo ha planteado un foro sobre discurso político venezolano
partiendo de la premisa de que el liberal positivismo es un hilo conductor que
lo recorre desde antes de la aparición de la República hasta nuestros días,
tiñendo el abordaje de todos los tópicos en cualquiera de sus diversas
manifestaciones.
Como punto
previo es inevitable recordar que la CPT fue cerrada el 14-07-14 y sus
actividades fueron reanudadas este año; pero cambiando su naturaleza jurídica a
la de Cátedra Libre, quedando sometida a las Normas Generales para las Cátedras
Libres del 03-07-02, según acuerdo del Consejo Universitario de fecha 03-12-14.
Estas CL
duran 4 años, con posibilidad de “readscripción”, deben presentar un plan
de actividades trimestral al Consejo de Escuela o Facultad con copia al
Vicerrectorado Administrativo, un informe anual de actividades y el Consejo
Universitario puede decidir la finalización de sus actividades
discrecionalmente. En todo caso, las cátedras existentes tienen seis meses para
ajustarse a esta normativa para poder ser inscritas en el registro centralizado
o de lo contrario “se considerarán inexistentes”.
La CPT fue
creada el 06-10-83, mucho antes de la aprobación de estas Normas y después de
su entrada en vigencia nunca le fueron aplicadas durante más de doce años. Por
lo tanto, es un hecho muy discutible que ahora la comisión encargada de
investigar los hechos relativos al cierre de la CPT haga la recomendación de
establecer en el contexto de las restricciones señaladas por ella “los
mecanismos idóneos que permitieran la continuidad del trabajo de la CPT que
viene realizando por más de 31 años” en el mismo lugar; pero cambiando su
horario de nocturno a vespertino y sometiéndola a unas Normas que transforman
su régimen jurídico.
En la
práctica la CPT es otra, su auditorio también cambió; pero su espíritu es el
mismo: una tenaz resistencia, como Pío Tamayo en el Castillo Libertador, al
asedio gomecista.
LA ERA LIBERAL
Se observan
en el siglo XIX tres momentos capitales. Primero, el discurso emancipador
inspirado en la Revolución Francesa y en la Independencia de los Estados
Unidos. Sus tópicos son, por supuesto, libertad e independencia.
Segundo, la
separación de la Gran Colombia. Aquí aparece el discurso conservador, representado
por José Antonio Páez y Carlos Soublette. Frente a ellos, por necesidad
polémica se planta el discurso liberal encarnado por los hermanos Monagas.
En esta
misma época emerge el ideólogo del liberalismo, Antonio Leocadio Guzmán, que
funda el gran Partido Liberal; pero los tópicos ahora son distintos, la
abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, ataque contra la oligarquía
conservadora, aunque en rigor, los liberales también fueran oligarcas.
Tercero, la
Guerra Federal. Aquí la controversia es entre Federalismo y Centralismo,
oposición que no coincide plenamente con la anterior entre liberales y
conservadores, de hecho, unos y otros podrían intercambiar perfectamente de
roles sin dificultad.
Probablemente
haya un influjo de la Guerra de Secesión de los EEUU por los temas del
abolicionismo y el federalismo, de hecho, después del Tratado de Coche en 1863,
se bautiza la República como “Estados Unidos de Venezuela”.
Después de
la guerra larga, se abre un período de inestabilidad con hegemonía evidente del
liberalismo amarillo de Antonio Guzmán Blanco, quien introduce el
bolivarianismo, le pone el nombre de Bolívar a la moneda y, acto seguido, se
dedica a acumularlos, iniciando la corrupción administrativa en su variable ya
clásica de fraguar empréstitos en divisas para convertirlas en bolívares y
aprovechar el spread cambiario. Su programa es típico del
despotismo ilustrado, proliferación de obras públicas e impulso a la
modernización del país, lo que repiten todos los dictadores militares que le
suceden.
El fin de la
anarquía llega con la Revolución Liberal Restauradora de Cipriano Castro, en la
que es imposible no advertir el tinte bonapartista. El tópico antiamericano,
antieuropeo o antiimperialista que había introducido Guzmán, alcanza con él su
apogeo.
Le sucede
Juan Vicente Gómez, bautizado como “el tirano liberal”, lo que parece una contradictio
in adjecto, pero no es así, la tiranía se engalana con el discurso
justificador del gendarme necesario o bien del cesarismo democrático.
Gómez se
hizo nacer y morir en las mismas fechas que Simón Bolívar: 24 de julio y 17 de
diciembre.
LA ERA SOCIALDEMÓCRATA
De siempre
se ha dicho que Venezuela entró tardíamente al siglo XX con la muerte de Gómez,
que hegemonizó todo el primer tercio. El cambio más significativo es la
irrupción del discurso socialdemócrata, particularmente con la Generación del
28.
Con Gómez
desapareció la confrontación liberal conservadora de manera que ahora la
controversia se presenta entre militarismo, nacionalismo y bolivarianismo, por
un lado y por el otro el civilismo, internacionalismo y marxismo, con ciertas
variantes.
Es curioso que
en Venezuela la socialdemocracia se manifiesta al revés de como originalmente
se presentaron las cosas. Para el momento en que muere Gómez ya todo ha
ocurrido en Europa, el partido socialdemócrata se ha dividido dando origen a su
versión comunista. En Venezuela se funda primero el Partido Comunista, en 1931,
con el antecedente del Partido de la Revolución Venezolana fundado en el exilio
en 1927, mientras que Acción Democrática se funda diez años más tarde, en 1941.
No es
gratuito que el Golpe de Estado de los adecos contra el gobierno de Isaías
Medina en 1945 fuera bautizado como “la Revolución de Octubre”, en resonancia
soviética.
Entonces
surge el social o demócrata cristianismo con la fundación del partido COPEI, en
1946, que tuvo sus antecedentes en el Movimiento de Acción Nacional y la Unión
Nacional Estudiantil, escisión de la Federación de Estudiantes de Venezuela.
Pero estas
distinciones pierden relevancia porque todas naufragan en el populismo. El
origen y la definición del populismo son muy controvertidos particularmente
porque su creador fue Benito Mussolini, el primero que dio el paso del discurso
clasista típico del socialismo a la invocación al pueblo propia del fascismo.
Ilustrativamente Mussolini pasó de director de Avanti! diario
oficial del Partido Socialista Italiano a dirigir Il popolo d’ Italia,
órgano del Partido Nacional Fascista.
Asimismo,
todos se caracterizan por su devoción a las masas, la idolatría del Estado, su
antiliberalismo, anticapitalismo y un proverbial desprecio por el
individualismo.
LA ERA TOTALITARIA
El discurso
político venezolano describe un arco que va desde la completa hegemonía liberal
al más radical antiliberalismo. Esta amalgama de militarismo, nacionalismo,
bolivarianismo, unida al socialismo e internacionalismo “de izquierda”,
configura el discurso totalitario, sin que le falte una exótica dosis del
condimento antisemita.
Por
totalitarismo se entiende un régimen que pretende no sólo el control del
Estado, como las tiranías clásicas, sino de la sociedad en su conjunto, de la
economía, la cultura, en particular de la información, la educación y cualquier
manifestación artística.
La
originalidad del totalitarismo venezolano radica en que todavía no es un
régimen de partido único, sino que ha integrado una oposición oficialista para
dar la imagen de un juego democrático, pero ambos repiten en sus puntos
esenciales el mismo discurso.
Todos son
igualmente socialistas, bolivarianos, asistencialistas o partidarios de las
misiones, curiosamente “antifascistas”, en un país en que jamás ha existido y
con toda seguridad nunca existirá un partido fascista.
Lo más cercano
a un movimiento fascista fue la UNE, creada por Rafael Caldera en 1936, al
dividir la FEV por la polémica expulsión de los jesuitas del país; pero en
realidad estaba inspirada en la falange de Primo de Rivera, era católica y
conservadora, al contrario del carácter revolucionario y anticlerical del
fascismo.
Irónica pero
no casualmente Rafael Caldera fue el mentor político de Hugo Chávez, a quien
indultó, perdono sus pecados golpistas y le entregó la banda presidencial.
Antes en los años 70 “pacificó” a los guerrilleros castrocomunistas y los
incorporó a su primer gobierno como hizo con los golpistas en el segundo.
Ahora ambos
cogobiernan mediante un pacto tácito pero evidentemente funcional cuyos
términos deben desvelarse porque una de sus condiciones de operatividad es la
de permanecer oculto, fuera del escrutinio público, como los jesuitas.
En este
punto se revela la utilidad de la teoría del discurso, porque es a través de
las manifestaciones públicas de ambos que puede descubrirse el juego de
señales, gestos y mensajes criptografiados que constituyen la plataforma básica
del acuerdo.
Todos son
demócratas: en el clásico binomio democracia-libertad ponen el énfasis en una,
ignorando por completo la otra, dando paso franco a la tiranía de la multitud.
Todo lo resuelven con el principio de la mayoría y ninguno cuestiona al “poder
electoral” como supremo distribuidor, pese a que dejó de ser un sistema de
elección de candidatos a cargos públicos para convertirse en un mecanismo de
convalidación de candidatos designados en comités centrales de partidos que participan
en un pacto tácito de convivencia. Pasaron del régimen electivo al
convalidatorio de tipo castrista cubano.
Es
ilustrativo el discurso de “la unidad”, tan omnicomprensiva y perfecta que no
dejaría fuera ni siquiera a los chavistas, con lo cual resulta que la
alternativa democrática es más totalitaria que el gobierno.
L’ Unitá se llamaba el periódico oficial del Partido Comunista Italiano,
fundado por Antonio Gramsci en 1924, el creador del concepto de “hegemonía” e
inspirador del “eurocomunismo” que tuvo su reflejo más cabal en el
Movimiento al Socialismo, el “autentico partido comunista de Venezuela” como se
definieron en su acta constitutiva al separarse del PCV, hoy todos dirigentes
de la MUD.
Unidad es
una palabra que en términos de discurso hace plausible al totalitarismo, le da
un rostro humano, amistoso porque, visto en la perspectiva del lenguaje común
¿quién puede oponerse a la unidad? El problema de la unidad perfecta es que
proscribe al pluralismo, no admite la diversidad de opciones y evita la
posibilidad de elección entre distintas alternativas. De allí a la tarjeta
única, partido único, vocero único, discurso único, no hay ni un paso.
Al predicar
que hay un momento de discusión donde se explayan libremente todas las
posiciones, pero luego debe tomarse una decisión democrática y hecho esto todos
se obligan a cumplirla disciplinadamente, porque el momento de discusión ya
pasó, se está describiendo el método del “centralismo democrático” de Lenin,
que es el alma de la socialdemocracia y del bolchevismo.
La MUD no es
importante por lo que hace sino por lo que impide: el surgimiento de la
Resistencia. Tiene algunas sutiles diferencias con el gobierno, por ejemplo, no
son abiertamente antisemitas, pero tampoco defienden a Israel, lo que en las
circunstancias actuales es lo mismo. No obstante, suscriben el discurso
dominante del conflicto israelí palestino, ocultando debajo de la alfombra a 21
Estados árabes, como si no existieran. En esto vuelven a hermanarse con el
régimen: Todos creen firmemente que lo que ellos no reconocen, ni mencionan,
materialmente no existe.
La pregunta
que resta por responder es: ¿Por qué el totalitarismo renace tan vigoroso
después de las catástrofes que produjo en el siglo XX? No debe creerse que sea
una cosa horripilante que nadie en su sano juicio puede querer, siendo la
verdad que ejerce una irresistible atracción tanto sobre las élites como sobre
las masas.
La ilusión
de la omnipotencia, de un poder absoluto, más allá de todo límite y medida, por
un lado, y de la igualdad, sin distinciones ni preferencias, por el otro, es lo
que funde a la élite con la masa en una sola “unidad” indisoluble.
La
psicología de la Gestalt (gestalt significa totalidad)
postula que el cerebro humano está predispuesto a seguir siempre la línea del
menor esfuerzo, por lo que tiene una inclinación natural a la simplificación.
Las discordancias le producen stress por lo que las elimina, completando
asimismo las partes faltantes para formarse imágenes concisas de la realidad. El
totalitarismo tendría así un apoyo en la naturaleza humana.
La ficción
fundamental del comunismo la resumió Lenin diciendo que ningún hombre es
imprescindible, de lo que sus seguidores dedujeron que todo hombre es
prescindible. Luego, la finalidad esencial de la igualdad perfecta, de la
eliminación de toda diferencia, es hacer al hombre completamente prescindible,
lo único imprescindible sería la masa.
Esto viene
como anillo al dedo del militarismo, porque es lo que admite la pretensión
militarista de sacrificar hombres por decenas, cientos, miles, millones, en la
certeza de que podrán sustituirlos de inmediato por otros completamente
idénticos, sin advertir o pretendiendo ignorar que cada hombre es un ser
singular, único e irrepetible.
Todos se
arropan bajo el pendón de la fraternidad que dice así: El bien común
prevalece sobre el interés individual.
La paradoja
es que no se ve cómo el mal individual pueda conducir al
bien de todos.
Luis
Marín
24-05-15
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