martes, 12 de mayo de 2015
LA RAZÓN VERDADERA DEL CONTROL DE CAMBIO
LA RAZÓN VERDADERA DEL CONTROL DE CAMBIO
Humberto García Larralde
Los venezolanos, como quienes nos
observan desde allende las fronteras, tienen que estar decididamente perplejos
ante la negativa del gobierno a enmendar su obstinado apego a medidas que de
manera notoria han destruido la economía nacional y, con ello, los medios de
sustento de la población. En lugar destacado se encuentra el insensato control
de cambio. Desde una óptica económica ha generado efectos totalmente opuestos a
los que justificarían su implantación. Lejos de detener la fuga de capitales,
la ha estimulado.
Desde 2003 (cuando se implantó) hasta el
tercer trimestre de 2014 –último registro del BCV- se han fugado por las
cuentas financiera y de errores y omisiones de
la balanza de pagos, más de USA $ 192 millardos. Esta cifra supera en más de 10
veces el total de recursos que salieron del país en los 40 años previos a
Chávez (1959 a 1998). En vez de parapetear la moneda nacional, el control de
cambio la ha degradado a niveles ruines. Y las reservas internacionales están
en el nivel más bajo desde octubre de 2003, con una cobertura del bolívar[1], al tipo de cambio oficial de Bs.
6,3/$, ¡de apenas 6%!
Tampoco pueden esgrimirse razones de
“justicia social”, amparadas en la cínica consigna de que “las divisas son del
pueblo”. El anclaje de precios en un dólar controlado en absoluto frenó la
inflación: los últimos dos años ésta ha sido la más alta del mundo
y, para 2015, estará en el rango de los tres dígitos. Y la importación de
alimentos con el dólar a 6,30 no contuvo el alza de precios de este sector, que
ha sido el más alto de la canasta de consumo. Pero sí sobrevaluó la moneda
nacional y contribuyó, junto al acoso al sector privado, a arruinar la
producción doméstica.
Con ello contribuyó a profundizar la
terrible escasez de bienes e insumos que amenazan hoy con sumir al país en una
crisis humanitaria de proporciones africanas. Además, el racionamiento de la
divisas a precios ridículamente bajos ha disparado el dólar paralelo –y detrás
de él al SIMADI- hasta situarlo, al 11 de mayo de 2015, 45 veces más caro que
el dólar oficial. Y, ante la escasez de divisas y la cuasi imposibilidad de
acceder al dólar a Bs. 6,30, esta tasa estratosférica ha devenido en referencia
obligada para la fijación de precios, pues sólo con ella se garantiza la
reposición de inventarios.
Tenemos una economía dolarizada pero a
la tasa “paralela”, haciendo de este disparatado esquema cambiario un
poderosísimo nutriente de la inflación[2].
Lo peor es que el alza del “paralelo” se ha convertido en una “profecía
autocumplida”: como todo el mundo vislumbra que va a subir el
dólar, mejor comprarlo ahora, con lo que –efectivamente- se encarece aun más. Y
pensar que un ajuste macroeconómico integral, con financiamiento externo y
garantías que restablecieran un clima de confianza para el empresariado,
permitiría unificar el precio del dólar en torno a sus valores de equilibrio
-aquel que equipara el poder adquisitivo externo del bolívar con el interno-,
casi siete veces más barato, hoy, que el paralelo. El libre acceso a un dólar
así, en una economía abierta a la competencia, estabilizaría los precios a
niveles bastante inferiores a los actuales.
No se levanta el control de cambio por
razones ideológicas, ripostan otros. ¡Vade retro con cualquier
programa de ajuste que medio huela a neoliberalismo!, gritan los más fanáticos.
¡”No debemos traicionar el legado del comandante”!, se persignan los devotos.
Pero no, si bien la obnubilación ideológica –ignorancia- dispensa tener que
admitir el fracaso de esta medida y podrá tranquilizar la mala conciencia de
quienes sí se dan cuenta del desastre que provoca, ningún gobierno se suicida
adrede. Tiene que haber otra razón para mantener el control de cambio. Y la hay.
“Es que su objetivo es político”
–confiesa el cándido Aristóbulo. Pero no en el sentido de conquistar voluntades
a favor de la política gubernamental: la mantención del control de
cambio ha sido un desastre para la popularidad del gobierno. Se trata
de preservar el usufructo de los dólares para un grupo, cuya identidad se
define en términos políticos. Son las transacciones de divisas controladas
y sigilosamente resguardadas de los ojos escrutadores del público las que han
permitido el lavado de $4,2 millardos descubiertos en el Banco de Andorra, los
$12 millardos depositados en el HSBC sin el asiento correspondiente en los
balances del Banco del Tesoro, el auge del narcotráfico custodiado por el
“cartel del sol” y las fortunas acumuladas afuera por los Andrade, Derwick,
Ruperti y por muchos “revolucionarios”.
Es el control de cambio lo que ha
permitido a Maduro boncharse los dineros del país viajando a todos lados sin
propósitos claros, con amigos, familiares, personal de servicio y enchufados,
mientras los venezolanos se hunden en la miseria[3]. ¿Podrían Jaua y otros jerarcas de la
“revolución” financiar giras al exterior con tanta libertad, con niñera
incluida, sin el control de cambio? Pero más allá, ¿Se hubiera podido construir
la red de complicidades y de negocios con el Hizbolá y con otras organizaciones
terroristas de no preservarse los dólares para uso discrecional de Chávez y su
equipo? ¿Cómo ocultar el trasvase depredador de fortunas a Cuba -100.000
barriles diarios de petróleo a cambio de “médicos”- si no existiese el control
de cambio? ¿Las costosas campañas publicitarias en el extranjero de Maduro se
harían con tanta desfachatez sin el control de cambio? ¿Y las “ayudas” y otros
regalos a presidentes “amigos”?
Y, por último, ¿No sería bastante menos atractivo
trasvasar productos regulados a Colombia y las Antillas si no existiera la
posibilidad de cambiar lo colectado a la tasa del dólar paralelo? ¿Y qué del
absurdo subsidio –regalo- de la gasolina, que permite cobrar más allá de la
frontera y a la tasa paralela más de 2.500 veces lo que costó adquirirla en
Venezuela? ¿Cómo extorsionar a empresarios y público en general, sin el anzuelo
del dólar barato? ¿Cómo asfixiar a la prensa independiente si no se les niega
el acceso a la divisa?
En fin, el control de cambio es la pieza
central del manejo patrimonialista del Estado por parte de la
oligarquía militar-civil que controla el poder. Un “socialismo” donde se ha
privatizado el usufructo de lo público para beneficio de los “revolucionarios”.
El control de cambio, junto a los demás controles, es el sustento de la
corrupción en Venezuela. Recordemos que Al Capone se hizo poderoso gracias a la
prohibición del alcohol que le permitió conquistar, a sangre y fuego, el rol de
proveedor monopólico.
Y el negocio multimillonario del
narcotráfico que azota a muchos países de América Latina crece precisamente
porque es ilegal. Los controles y regulaciones prohibitivas constituyen el
caldo de cultivo que alimentan las mafias que intermedian entre oferentes y
demandantes, más cuando cuentan con complicidad desde los más altos mandos. Y
Venezuela no es la excepción. Las decisiones sobre asuntos económicos responden
a incentivos. Con tan poderosos alicientes ¿Estará la oligarquía interesada en
levantar el control de cambio?
Durante el último año del gobierno de
Caldera, el precio de exportación del barril de petróleo venezolano era de $10.
La economía estaba lejos de ser boyante, había crisis y descontento, pero ni
remotamente se padecían los niveles de escasez e inflación actuales. El barril
de petróleo a $47 para lo que va del 2015 no tiene por qué significar una
tragedia para la economía. Sí lo es, lamentablemente, el control de cambio y
demás políticas expoliadoras de la oligarquía.
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
11 de mayo del 2015
[1] Se refiere al
monto de la liquidez monetaria.
[2] junto al
financiamiento monetario de déficits de la gestión pública, cercanos al 20% del
PIB, y los controles de precio.
[3] En lo que va del
año ha despilfarrado unos $5 millones, según cálculos del diputado
Berrizbeitia.
Etiquetas:
Control de Cambio,
Corrupción,
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