lunes, 18 de mayo de 2015
LA DOLARIZACIÓN III
Miguel Aponte
Cómo será de precaria
la reflexión por estos días en Venezuela, que liberales y chavistas coinciden
en que para salvar la economía hay que «dolarizar». La clave que explica esta
curiosidad está en el poder mágico que, para ambos, tiene la medida, lo que
coloca a los dos en el campo del «fetichismo» económico. Movería a risa, si no
fuera trágico: creen que copiando esquemas resolverán problemas que lo que
requieren es ideas legítimas y ejecución propia; y no quieren admitir que éstas
hay que «parirlas» y «trabajarlas» aquí. No se trata de que sea impropio
compartir ideas y experiencias, incluso modelos, pero de allí a copiar
vulgarmente cualquier cosa y pretender así importar resultados, es demasiado.
La devaluación refleja
la inflación, pero no es su causa; la inflación acompaña a la escasez, pero no
es su origen. Por lo tanto, la ausencia de devaluación no garantiza abundancia
ni una economía fuerte y productiva y mucho menos prosperidad y desarrollo
automáticos; y, de hecho, una devaluación cero puede coexistir con la peor
escasez y una economía arruinada. ¿O es que creen que si se adopta oficialmente
otra moneda y en ese país crece el PIB, lo hará aquí? ¿Si allá crecen la
inversión y el ahorro, aumentarán aquí? ¿Si mejoran las expectativas allá,
desbordaremos de optimismo aquí? ¿Usted va a creer que si allá gozan de
variedad y calidad de bienes, veremos igual fenómeno acá? ¿Y si allá conviniera
aumentar o disminuir la liquidez, convendrá aquí? ¿Cómo conciliar requisitos
macroeconómicos de realidades completamente diferentes?
Yendo más allá de la
economía, ¿si allá la educación básica y universitaria es de calidad, lo será
acá? ¿Sí allá hubiera seguridad, democracia y libertades civiles, las tendremos
aquí? ¿Se respetarán los derechos porque esa sea la norma en aquel país, si
fuese el caso? ¿Y usted no cree que estos elementos extraeconómicos están en la
base de aquella realidad y condicionan la supuesta prosperidad económica?
¿Acaso adoptando la moneda se van a importar automáticamente estas realidades y
la prosperidad correspondiente, si es que eso fuera prosperidad? No nos
engañemos.
Para que esto ocurra
no basta adoptar la moneda, que no es más que un elemento de aquella sociedad:
habrá que asimilarse completamente, hacerse aquella sociedad; entonces esté
claro, se trata de algo que va más allá de la economía. Pidan la nacionalidad:
será más fácil.
Copiar esquemas ha
sido la constante venezolana desde el mismo inicio de la República en el sXIX:
comenzando con el liberalismo, que envuelto en su manto positivista dominó y
domina las mentes socialdemócratas, marxistas y socialcristianas criollas,
todas más iguales de lo que creen; y hasta hoy. ¿Qué ocurre que nos negamos a
pensarnos? ¿Adónde va un país que no se piensa?
Etiquetas:
Democracia,
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