domingo, 28 de junio de 2015
LIBERALISMO Y MARXISMO ¿RELIGIÓN O CANSANCIO?
LIBERALISMO Y MARXISMO
¿RELIGIÓN O CANSANCIO?
Miguel Aponte
Borges decía que «el concepto de ´texto
definitivo´ no corresponde sino a la religión y al cansancio», tenía razón.
Claro, Borges fue un espíritu libre, ni marxista, ni liberal ni, por supuesto,
mucho menos economista. ¿Qué pasa entonces con las grandes cosmovisiones
modernas, marxismo y liberalismo? ¿Por qué son tan tercas en reconocer que
aquello que dan por sentado y verdad, son hoy cáscaras vacías? ¿Por qué se
sienten tan originales y frescas como cuando esos pensamientos, en efecto, algo
dijeron al mundo?
Han quedado reducidas a sectas religiosas,
ostentando ‘textos definitivos’ sin verdadero pensamiento; y, atención, si
alguien cuestiona, la respuesta es la del 《enemigo de clase》 o 《enemigo de la propiedad》; y así, a la vez, cancelan la reflexión. Por este camino hasta
el papa es comunista y Putin un gran demócrata. ¿Cómo llegaron hasta tal
indigencia intelectual? Para articular respuestas hay que apartarse de las tres
momias: marxismo, liberalismo y teoría económica. Quedaron para justificar y no
ya para explicar ni comprender.
Chesterton, por ejemplo, sostuvo que el
especialista moderno es un reduccionista: «estudia al gusano como si éste fuese
el mundo», con lo cual reduce el mundo a su pequeño gusano. Sabe mucho de
demasiado poco, pierde en comprensión lo que cree ganar en rigor: se desactiva
a sí mismo. Así por ejemplo, a partir de una verdad parcial –que hay
desigualdad y explotación o que el mercado funciona– el marxista y el liberal
reducen la complejidad social a esa única verdad, con lo cual caen en la
falsedad. Ninguno advierte que «la falsedad nunca es tan falsa como cuando
es casi verdadera» y que aunque podemos ver la realidad del mundo en la
realidad del gusano, no podemos reducir el mundo a la realidad del gusano. ¿Se
ve?
Las taras que momifican a ambos pensamientos
son, curiosamente, las mismas. Veamos. Primera, el positivismo subyacente que
los domina, creer que han encontrado la llave que abre todas las puertas y
explica la sociedad: la causalidad económica. Segunda, consecuencia de aquella,
adolecen de un pensamiento centrado en lo económico. Tercera, el determinismo
reduccionista y la simplificación correspondiente. Cuarta y última,
consecuencia trágica del encuadre anterior, su entrega incondicional a una
falsa razón, que dan por evidente y no cuestionan. Por eso para el liberalismo
y el marxismo las ambigüedades, contrastes y conflictos terminan en
maniqueísmo, un falso mundo dividido entre buenos y malos que hay que eliminar.
Son esclavos de la idea de «expansión ilimitada del dominio de lo racional»: la
creencia de que la razón explica y puede controlar todo, la sociedad y la vida
y que, para colmo, todo aquello que la niega es error o maldad. Cabría entonces
preguntar, ¿será religión o cansancio?
Miguel Aponte
28 de junio del 2015
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