domingo, 28 de junio de 2015
EL CASO EBER
EL CASO EBER
Luis Marin
El lunes 15 de junio de 2015 el
periodista Eduardo Tomás (Eber) Flores Aponte fue asesinado en su apartamento
de las Residencias Polux en la Urbanización Santa Mónica de Caracas. Degollado,
acribillado a puñaladas y finalmente quemado, fue precisamente el humo que
salía del apartamento lo que alarmó a los vecinos que llamaron a los bomberos
quienes encontraron el satánico espectáculo.
Uno más de los tres homicidios que
ocurren cada hora, setenta al día, más de dos mil al mes, veinticuatro mil al
año, casi trescientos mil en lo que va de revolución pacífica pero armada. Una
de las pocas industrias que crece en este expaís es el asesinato, junto al
secuestro, la corrupción, el lavado de dinero, el tráfico de armas, personas,
narcóticos: el imperio del crimen organizado transnacional.
Pero en medio de esta masacre, ¿por qué
detenerse en un crimen en particular, por cruel y espantoso que sea? Cuando la
idea parece ser precisamente la contraria, que pase por debajo de la mesa,
inadvertido, mientras con sordina, el mensaje llegue a su destino, con
calculada precisión profesional.
El primer dato duro es que se trata de
un periodista y ante un hecho de esta naturaleza lo primero sería preguntar qué
estaba haciendo, qué escribía, si estaba investigando algo y si disgustaría a
alguien; esto en cualquier lugar del mundo salvo en Venezuela, donde ni el
Colegio Nacional de Periodistas se ha dignado a publicar siquiera una nota de
duelo, ni ningún periodista se ha acercado a solidarizarse o preguntar qué
puede haber detrás de esta atrocidad, aunque sólo fuera por curiosidad.
Otro dato es que se trata del Jefe de
Prensa del Movimiento de Derecha Liberal Autonomista, su Relacionista
Institucional, Coordinador Nacional de los Comités Cívicos Autonomistas
Regionales, Promotor Nacional e Internacional de la “Salida Autonomista”,
administrador de sus cuentas de Tweeter, creador y director del portal
MDLVenezuela.org y del blog Aclarate.org como de la casi humorística Rebelión
de los Hartos, es decir, que se trata de un personaje mediáticamente expuesto.
De hecho había sido detenido,
secuestrado, golpeado, asaltado varias veces y en todas las cuales les fueron
confiscados sus teléfonos celulares, laptops, cámaras fotográficas y de video,
PCs, pen drives, tarjetas SIM, etcétera.
Los asaltantes se llevaron sus
computadoras y diversos equipos, dos salieron en su propio carro, un
honda civic verde, a las once del mediodía sin ocultarse de los vecinos que los
vieron claramente; el sujeto que franqueó la entrada, como supuesto amigo de
Eber, se identificaba como un humilde empleado del Instituto de Previsión
Social de las Fuerzas Armadas.
Last but not least, Eber es
ciudadano norteamericano, con su familia domiciliada en EEUU, incluso, sus
hermanos no pudieron asistir al funeral porque les postergaron las visas en el
consulado de Venezuela en Washington. ¿Se configura otra claudicación de la
Administración a la defensa de los ciudadanos americanos en el exterior?
Finalmente es inocultable el grosero
contraste entre el escándalo sideral del régimen cuando matan a uno de los
suyos comparado con el insultante silencio con que encubren casos como éste. Ni
siquiera porque su padre es Capitán de la Armada alguien le presta la más
mínima atención al caso Eber.
Pero hay silencios que claman al cielo,
al punto que atormentarían al mismo Dios.
EL PENDEJO AMERICANO
¿Cuba tiene algo que ver con los actos
de terrorismo de Estado que se perpetran en Venezuela? ¿Se trata de una
política para diezmar la población y que abandonen el país quienes se sientan
amenazados? Estas son preguntas que tendrían que hacerse Tom Shannon, Roberta
Jacobson, John Kerry o a quien corresponda alguna responsabilidad sobre los
intereses norteamericanos en este expaís, si es que les queda alguno.
El primer tropiezo de Eber con los
servicios secretos cubanos probablemente se produjo en Marruecos, donde fungía
como corresponsal de un periódico americano en la guerra olvidada del Magreb,
donde los cubanos terciaban a favor del Frente Polisario, del cual son
fundadores y eternos patrocinantes.
La relación del régimen de Castro con el
Frente Popular de Liberación de Seguía el Hamra y Río de Oro se remonta a su
fundación el 10 de mayo de 1973, así como con la autoproclamada República Árabe
Saharauí Democrática, en 1976. No existe evidencia de que esos vínculos se
hayan interrumpido o menguado en los últimos seis meses.
Muy por el contrario, el Frente
Polisario acaba de darle un ultimátum a la comunidad internacional de que si la
ONU no cumple con el plan conducente a la independencia del Sahara Occidental
volverán a “la lucha armada”. No se necesita ser filólogo para advertir alguna
reminiscencia de la doctrina homóloga de Fidel Castro, sobre todo si no se
ignora deliberadamente que el ejército saharaui ha sido armado y entrenado en
Cuba, con una apreciable ayuda de Rusia.
El presidente Obama causó una de sus
habituales conmociones en las redes sociales por su sonriente apretón de manos
con Mohamed Abdelaziz, no porque estuviera riéndose en el funeral de Nelson
Mandela, sino porque éste es el personaje más controversial del Norte de
África. Presidente en el exilio de la RASD desde que fue autoproclamada y
Secretario General del Frente Polisario, lleva cuarenta años como dictador de
una República que formalmente todavía no existe.
Se le hacen las críticas habituales en
personajes de este tipo, como que ejerce una férrea tiranía en los campos de
refugiados de Tinduf en Argelia, que recluta niños para engrosar las filas
rebeldes, de corrupción con las ayudas de la ONU que van a parar a cuentas
encriptadas en bancos suizos, tortura y asesinato de opositores a su sistema de
partido único. El Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU aún califica
al Frente Polisario como “grupo terrorista”.
Un personaje hecho a imagen y semejanza
de su mentor, Fidel Castro, y no es el único: Yaser Arafat, Robert Mugabe y en
general todos los caudillos africanos, que cuando se ven a través del lente
hollywoodense lucen como pintorescos guerrilleros o románticos justicieros;
pero sólo cuando se los enfrenta en la vida real puede advertirse su afán de
poder, rapacidad, crueldad y vesania.
Pero los comentaristas americanos, tan
agudos e incisivos en otros escenarios, incluso llegaron a criticar alguna
falla de seguridad que permitió que este personaje se acercara tanto al
Presidente de los EEUU; pero ninguno advirtió alguna estudiada señal, dirigida
a la izquierda global, de que algo estaba cambiando en la visión de Washington.
Los latinoamericanos estamos curados de
estas fantasías, sabemos por experiencia que estos frentes de liberación
nacional encuentran su núcleo de plausibilidad en la lucha por la
independencia, pero cuando por desventura llegan a triunfar, establecen
tiranías que son infinitamente peores que los regímenes contra los que hayan
insurgido.
Según la revista TIME la clase media
venezolana es pendeja por su “capacidad para que los sectores políticos se
burlen de ella sin que se den cuenta”, asimismo manifestaría “cero capacidad de
asombro ante noticias horribles que la afectan”.
Tal cual el público norteamericano.
LA REBELIÓN DE LOS
HARTOS
El Presidente Barack Hussein Obama II
tiene la pretensión típica de los revolucionarios de que mundo puede inventarse ex
novo, a partir de él en adelante. Esta concepción la expresa al decir
que no se hace responsable por nada que haya pasado antes de que él hubiera
nacido. Algo que sorprende no sólo por su inconsistencia sino porque nadie lo
contradice, lo que supone un tácito consenso resistente al contraste con la
realidad.
Por ejemplo, Obama asiste a los actos
conmemorativos del fin de la Segunda Guerra Mundial y habla en representación
del pueblo de los EEUU, aunque obviamente se trata de hechos ocurridos antes de
que él naciera y sobre los que no tiene responsabilidad alguna. ¿Qué tendría él
que decir al respecto? ¿Desembarazarse de lo hecho por otros?
Con lo cual es forzoso concluir que la
primera declaración debe entenderse como referida a ciertos contextos y es
verdadera sólo respecto de determinadas circunstancias, Obama sería un
relativista ingenuo, que no predica ninguna doctrina sino que dice cosas
circunstanciales que, en fin, no deben tomarse muy en serio porque mañana, en
otra parte, dirá todo lo contrario de lo que hoy dice aquí.
Esto en una persona común y corriente es
algo inquietante; pero en el Presidente de los EEUU es realmente aterrador. No
sabemos a qué atenernos y esto es pésimo para la seguridad no digamos jurídica,
sino física y material en general.
La Administración Obama le emite
certificados de buena conducta al régimen de los Castro haciendo constar que no
han apoyado actividades terroristas al menos en los últimos seis meses, aunque
reconoce que docenas de miembros de ETA siguen refugiados en su territorio, por
no mencionar prófugos de la justicia norteamericana, los macheteros de Puerto
Rico, ni al directorio de las FARC y paremos de contar.
Pero esto no es nuevo, ni lo peor. Dice
que las sanciones económicas no han funcionado contra el régimen de los Castro,
por lo que lo procedente es inundar la isla de turistas que, no se sabe en
virtud de qué efecto de demostración, van a democratizar al régimen.
Acto seguido, amenaza a Rusia con
mayores sanciones económicas. Es difícil entender cómo es que unas sanciones
que “no funcionan” con un pedacitico de isla que tienen ahí a 90 millas de la
costa sí van a funcionar con un continente que los supera en territorio,
población, que está al otro lado del mundo, con una extensa frontera con China,
otra potencia económica, la más poblada del mundo y que tampoco es amiga de los
EEUU.
Pero es que Obama llegó a la presidencia
insurgiendo contra el unilateralismo y promoviendo un sistema de consultas con
sus aliados, sobre todo en lo concerniente a la lucha contra el terrorismo, por
lo que derogó la “guerra contra el terror” de Bush.
En su primera acción positiva y
espectacular, en que las fuerzas especiales abatieron a Osama Bin Laden,
declara que esa acción no fue consultada con sus aliados ni fue autorizada por
el país huésped, Pakistán. Puede entenderse que el gobierno pakistaní no
quisiera pagar el costo de la furia islamista, ni los supuestos aliados
involucrarse en eso, pero, ¿cómo queda la prédica anti unilateralista, el
consenso aliado, etcétera?
En medio del escándalo por la masacre de
Charlie Hebdo declara que “la amenaza del terrorismo está siendo exagerada por
la prensa”. Ante el subsiguiente ataque a un mercado Kósher condena a
“violentos fanáticos quienes (…) fortuitamente asesinaron
a un grupo de personas en un almacén de París”.
Un vocero de la Casa Blanca, John
Earnest, debió aclarar que “el adverbio que eligió el Presidente (fortuito) fue
utilizado para indicar que los individuos que fueron asesinados en ese terrible
incidente no fueron asesinados por quienes eran (judíos) sino por donde se
encontraban de manera fortuita”. Ante la consternación general la remató
diciendo: “Estos individuos no fueron seleccionados con nombre y apellido, ese
es el punto”.
Quizás parezca insultante trasladar la
escena a Charleston, Carolina del Sur y decir que las nueve personas asesinadas
en la Iglesia Metodista Episcopaliana Afro-Americana no fueron asesinadas por
quienes eran (negros) sino por donde se encontraban de manera fortuita.
Ciertamente, estas personas tampoco fueron escogidas por nombre y apellido.
En el caso de la destrucción de las
armas químicas de Bashar Al Assad, Obama siempre aclara que se están
destruyendo las armas químicas “declaradas”, con lo que queda en el aire la
idea de que hay otras armas químicas “no declaradas” que no están siendo
destruidas, pero esas ya no entran dentro de su famoso pacto de no
intervención.
Respecto del genocidio armenio lo que se
le critica no es que en la conmemoración del centenario optara por no hablar de
“genocidio”, con el argumento de no ofender a Turquía, un aliado de la
OTAN, que hasta ahora lo niega tercamente, eso lo entiende cualquiera; sino
haber hecho campaña denostando de los que “no llaman las cosas por su nombre” y
comprometiéndose a hacerlo él cuando llegara a la presidencia, lo que, por
supuesto, tampoco hizo.
En Guantánamo Obama naufragó en los
mitos de la izquierda, de acuerdo con los cuales esa es la única cárcel que hay
en Cuba y quizás sea la peor del mundo. Amnistía Internacional se dedicó a
demonizar esos uniformes color naranja con los que ahora visten a los
decapitados por EI, sin que AI diga nada. Uniformes que envidiarían los presos
de las cárceles venezolanas, por ejemplo, que están descalzos, semidesnudos y
que en una sola requisa resultan muertos en mayor número que todos los que
hayan pasado alguna vez por Guantánamo, sin que AI, otra vez, diga nada, ni
Pepe Mujica pida ninguno para protegerlo en Uruguay.
La lista de desatinos e incongruencias
de la Administración Obama podría hacerse agotadora e interminable, pero hay
algo que ofende particularmente a los venezolanos y es que haya decidido
ignorar una realidad geopolítica de la que lo único discutible es si debe
llamarse Venecuba o Cubazuela, lo que pone de manifiesto que no hace una
política de acuerdo con la realidad sino que pretende acomodar la realidad a su
política.
Después del tira y encoge con las
sanciones que no son sanciones contra una lista de funcionarios que se quedó en
preliminar, la grave amenaza a la seguridad nacional que terminó no siendo
amenaza, la pregunta que recorre al país y debería interesar a todo el mundo
es: ¿Qué hacen con toda la información que recaban de los “testigos protegidos”
desertores del castro-chavismo?
Si están guardando información no se
sabe para qué ni para cuándo, mientras tanto, ¿no se configuran delitos de
obstrucción a la justicia, encubrimiento e incluso complicidad con crímenes de
lesa humanidad?
Los representantes de la Administración
Obama se reúnen con los capitostes castristas, luego con sus sátrapas
cubazolanos, con mazos de cartas bajo la manga, suministrados por secuaces que
gozan de impunidad en EEUU a cambio de información turbia y
comprometedora, negociando no se sabe qué ni en beneficio de quién.
¿Eso es legal según las leyes
americanas? ¿Quién les dio a estos sujetos esa patente de corso para decidir ellos a
quién se juzga y a quién no; contra quién van a usar esa información
privilegiada y a quién van a dejar indemne?
Sabemos que Obama hizo su carrera en
Chicago. ¿Quién podía imaginar que iba a establecer el paraíso del gánster?
Luis Marín
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