lunes, 15 de junio de 2015
ORTEGA Y GASSET CONTRA PETKOFF
ORTEGA Y GASSET CONTRA PETKOFF
Luis Marín
¿Qué tiene que ver un señor tan
circunspecto como José Ortega y Gasset con un comunista rancio como Teodoro
Petkoff? Nada, absolutamente. Pero el otorgamiento del premio que lleva su
nombre brinda una oportunidad ineludible para otear el espíritu de nuestro
tiempo, como quizás el mismo OG lo hubiera dicho.
Si admitiera alguna definición política
OG sería lo que los marxistas disfrutan en llamar “un adocenado liberal”,
porque no otra cosa quiso ser en su vida, llegando a aclarar que “mi franquismo
no modifica mi liberalismo”, como tampoco su posición de agnóstico y libre
pensador.
Un aspecto cómico es que en la
Universidad Complutense de Madrid se hicieran retiros espirituales para orar
por la conversión de OG, como habría ocurrido con uno de sus más conspicuos
discípulos, Manuel García Morente, que tuvo una oportuna revelación mística y
se convirtió a la religión verdadera, católica, apostólica y romana.
Pero por encima de todo era un
anticomunista radical. Dice que el comunismo es “la causa inmediata de todos
los desastres de occidente”. La revolución rusa, un anacronismo inconcebible,
sin el menor interés historiográfico. De hecho, su alineación nacionalista
proviene de considerarlo “un mal menor”, ante la amenaza del comunismo
internacional.
Incluso los más fervientes admiradores
de OG le reprochan su estruendoso silencio ante el franquismo, al que nunca
criticó: “No puedo ir a fondo contra el totalitarismo so pena de parecer dar la
razón a los rojos cuyo totalitarismo repugna todavía más”.
Desde las páginas del Times de Londres
se queja: “Mientras en Madrid los comunistas y sus afines obligan, bajo las más
graves amenazas, a escritores y profesores a firmar manifiestos, a hablar por
radio, etcétera, cómodamente sentados en sus despachos o en sus clubs, exentos
de toda presión, algunos de los principales escritores ingleses firmaban otro
manifiesto donde se garantizaba que esos comunistas y sus afines eran los
defensores de la libertad”.
El suceso habría ocurrido en la
Residencia de Estudiantes donde OG estaba enfermo al inicio de la contienda, en
julio de 1936. Un grupo de milicianos irrumpió para reclamar su firma en apoyo
a la República, negándose al principio para luego, tras acalorado debate,
firmar un texto más moderado. Otra versión ubica los hechos en su casa y a su
hija Soledad en una tensa negociación para lograr una redacción aceptable para
OG.
Trató infructuosamente de escapar del
mito de las “dos Españas” tan sacralizado por la mentalidad de izquierda y
derecha, procurando cierta imposible equidistancia; pero eso sólo le valió ser
sistemáticamente atacado por ambos bandos de manera que no prosperó la Tercera
España que algunos intelectuales promovían desde el exilio. Para Pío Baroja,
por ejemplo, blancos y rojos son lo mismo, pero prefería la injusticia al
desorden y el orden a los experimentos sociales, odiaban, sobre todo, al
socialismo.
Esa lógica binaria que cualquiera puede
advertir también en Venezuela entre gobierno y oposición oficial y que sin duda
habría condenado OG para quien se trataría sólo de dos minorías extremas, no
representativas de la república ideal que soñaba. Así que, aunque originalmente
republicano, se apartó hastiado murmurando: “No es esto, no es esto”.
Pero independientemente de las anécdotas
biográficas, toda la filosofía de OG es una refutación sistemática del
marxismo, del que deplora la intensión socializante. Su ataque filosófico se
concentra en el determinismo histórico, al punto de que se considera
“indeterminista”, contra el pueblo que confiado en el progreso histórico “será
insumiso e indócil respecto de sus minorías selectas”.
OG es recordado por una sola frase: “Yo
soy yo y mi circunstancia”, pero se precipita a aclarar que las
circunstancias no determinan al hombre, al contrario, son el dilema ante el
cual tenemos que decidirnos. Paradójicamente concluye: “Mi vida es libertad
forzosa y tengo, quiera o no, que definirla en cada momento”.
No es el hombre un tiro o una flecha o
como los astros en el cielo, de los que pueda predecirse exactamente su
trayectoria. Todo puede ocurrir en la historia, que es un in fieri, se
va haciendo cada día con nuestras decisiones; incluso, podría concebirse una
“periódica regresión”, es decir, que la historia retorne sobre sí misma, algo
repugnante para los que en España se llaman “progres”, o sea, progresistas, tal
cual como toda la izquierda venezolana.
Pero no es sólo el mito del eterno
retorno de lo mismo, a OG se le reprocha profesar un aristocratismo
nietzscheano, una exaltación de los pocos egregios contra la masa vulgar que
desprecia no por multitudinaria sino por inerte. El impulso histórico lo dan
los mejores, los excelentes; el hombre-masa es el ocaso de la humanidad. “Los
peores se rebelan contra los mejores, el pueblo español detesta a los hombres
ejemplares.”
Como buen liberal proclama: “El mayor
peligro que hoy amenaza a la civilización es la estatificación de la vida, el
intervencionismo estatal, la absorción de toda espontaneidad social por el
Estado, es decir, la anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva
sostiene, nutre y empuja los destinos humanos”.
En cuanto al premio para TP puede servir
un epílogo de OG a la guerra civil española en 1939: “Hemos pasado alguna
nerviosidad en la última coletada del atún comunista”.
RODOLFO WALSH CONTRA
CHÁVEZ
El honorable Consejo Académico de la
Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, para jerarquizar la
enseñanza del periodismo en ámbitos universitarios y desarrollar el periodismo
de investigación, ha establecido un premio que tiene a RW como héroe epónimo,
para cuyo otorgamiento evalúa tres criterios: la trayectoria profesional, la
labor periodística del año y la mejor tesis de investigación periodística.
Es inútil e innecesario devanarse los
sesos para establecer en cuál de estos tres ítems calzaría Nicolás Maduro para
recibir semejante premio, sobre todo si se considera que antes lo recibió Hugo
Chávez, quien cerró a RCTV, 46 emisoras de radio de un golpe, llevó a la
extenuación a la prensa escrita y estableció la “hegemonía comunicacional”, con
el agravante de ser un militar golpista, gremio contra el cual RW luchó y
ofrendó su vida, dirigió sus invectivas, redactó su famosa carta abierta,
artículos y novelas.
Ciertamente de RW se sabe muy poco en
Venezuela, salvo por ser autor de algunos libros panfletarios que han servido
de guiones para películas igualmente tremendistas que tienen la proverbial
característica de ver para un solo lado del espectro político, el lado derecho,
con el ojo izquierdo tapado con un parche impenetrable.
Se sabe que fue guerrillero de un grupo
llamado Montoneros, entre otros; lo cual es muy raro, porque todos los
guerrilleros que se conocían aquí son de ideología marxista, con variantes
castristas, guevaristas, maoístas y hasta trotskistas; pero no peronistas, así
que su antiamericanismo se nutre de la confrontación de EEUU contra las
potencias del Eje, por la inspiración de Perón en el Duce Benito Mussolini y no
contra la URSS, Cuba, China, Viet Nam, etcétera.
La vida de RW sería rocambolesca si no
fuera tan dramática y sangrienta. Asumió con orgullo el suicidio de su propia
hija, Vicky, como un tributo a la causa de la que se consideró personalmente
responsable, como de los choques armados en una guerra sin porvenir en la que
terminó pereciendo, para que sus enemigos militares desaparecieran sus restos
dejando tantos rastros que todos o casi todos han sido juzgados y condenados
dentro de lo que cabe en eso que dudosamente llaman justicia en
Argentina.
Incluso Hebe de Bonafini, presidente de
la organización Madres de Plaza de Mayo, cuando le iban a presentar a Chávez
tuvo la descortesía de preguntar: “¿Pero éste no es un milico?” Sin la menor
mala fe, solo que es extraño tropezar en el aquelarre revolucionario a un
paracaidista cara pintada, admirador de los coroneles Mohamed Alí Seineldin y
Aldo Rico, considerando que el asesor común, Norberto Ceresole, también
peronista y montonero, fue acusado por ella como corresponsable de la
desaparición de al menos treinta mil personas en la más reciente dictadura militar
argentina.
Algo les debe haber costado a los
hermanos Castro hacerle comprender que quienes la sirven a cuerpo de Rey en La
Habana también son militares de verde oliva, con rangos de comandante en jefe y
general, mando de tropas y pelotones de fusilamiento; como mucho, mucho dinero,
patrocinar su idilio con el comandante eterno.
Y cuando le dieron el premio de
periodismo RW a Hebe, hasta su hija sobreviviente, Patricia, tuvo que
protestar, no porque no fuera periodista o no lo mereciera en absoluto, sino
porque coincidencialmente estaba envuelta en otro escándalo de corrupción, lo
que no le hacía ningún favor a la memoria de su padre, al premio, ni a la misma
Hebe.
Pero es que el premio se lo han dado a
Cristina Kirchner, lo que también se ve mal, no por ser presidente de
Argentina, estar en peores escándalos de corrupción y asesinatos, como el del
fiscal Nisman, sino por perseguidora de la prensa, como los también premiados
Rafael Correa y Evo Morales.
El premio RW se lo han dado a Diego
Armando Maradona, a Silvio Rodríguez, hasta a Ignacio Ramonet y Eduardo
Galeano, lo que lleva a pensar cuál será la mentalidad del Consejo Académico y
ellos mismos lo aclaran: el premio es “para los que luchan”, es decir, no es un
premio de periodismo sino de algo que debe desentrañarse en cada caso.
Todos estos sujetos tienen en común su
diatriba contra la prensa libre, por lo que es presumible que en la Facultad de
Periodismo de la Universidad de La Plata tengan a los dueños de medios como
“enemigos de clase”, la patronal asesina, como ellos dicen y la misión que se
han trazado es enfrentarla en una lucha cuya finalidad es oscura.
Es posible que crean que acabar con la
empresa periodística sea un bien en sí mismo, de manera que no importa con qué
la van a sustituir; quizás crean preferible a medios libres una sola agencia
gubernativa, como Prensa Latina, de la que, por cierto, Rodolfo Walsh fue
fundador, o agencias como TASS y SINJUA.
El problema de los socialistas es que no
tienen con qué sustituir al capitalismo, entonces cambian el reinado de las
trescientas familias por el reinado de una sola familia, la agobiante
racionalidad del liberalismo por la aplastante irracionalidad del
totalitarismo, la igualdad relativa del pluralismo por la desigualdad
absoluta del comunismo.
El premio RW funciona como una venganza,
aunque no esté claro de quien quieren vengarse, como si dijeran: ustedes dicen
que éste es malo, enemigo de la libre expresión y comunicación; pero para
nosotros es el bueno y así lo alabamos y glorificamos.
Un desafío al sentido común: La vieja
pretensión de fabricar una realidad a la medida de los propios prejuicios.
PREMIO CONTRA PREMIO
También ha causado perplejidad el premio
de la FAO para el régimen de Maduro por su lucha contra el hambre; pero quizás
sea por un error de lectura. Cuando se observa que el premio lo gana
ritualmente Cristina Kirchner y otros premiados son Cuba, Nicaragua, Bolivia,
Perú, eso parece más bien un premio para hambrientos. No se menciona a Noruega,
Suiza, Israel o Japón. Ciertamente, nadie sería festejado por su victoria sobre
el alcoholismo si no fuera un alcohólico.
Lo cual impone una reflexión sobre los
premios y el significado que puedan tener. Dice el mismo Petkoff que su premio
es político y precisa que él siempre ha sido y no pretende ser otra cosa que un
político, para aparente sorpresa del entrevistador de la BBC de Londres que,
como buen británico, parece creer que un premio de periodismo lo debe ganar un
periodista o al menos alguien por su labor periodística.
De hecho, la prensa española califica a
TP de “periodista” cuando en Venezuela se sabe que es economista; pero ellos le
dan ese título sin que nadie los corrija porque dirige un periódico, que es
como si nombraran médico a quien dirija un hospital, aunque en realidad sea un
coronel del ejército, que es lo más frecuente en este expaís.
Mario Vargas Llosa, uno de los
promotores del premio a TP dice que “está dando una durísima batalla en una dictadura que
va cerrando espacios de libertad”, que “es un símbolo de la
resistencia democrática” siendo la verdad que TP sostiene
tercamente que este régimen no es una dictadura, sino una
democracia, imperfecta, pero democracia al fin y repudia a la
resistencia tanto como ésta a él, en un odio recíproco.
La prueba de que esto no es una
dictadura es que él puede darle entrevistas a la BBC
sin un policía en la puerta, pero ¿a qué definición de dictadura corresponde
esta “prueba”? y ¿cuántos pueden hacer lo mismo? Con idéntico criterio podría
decir que aquí no hay presos políticos porque él no
está preso, ni han asesinado a nadie porque él está
vivo.
Declara que aquí “se puede hablar”, pero
si es para decir que “hay libertad de expresión, acosada, sí,
pero libertad al fin” o “que nunca hubo fraude electoral, por cierto”, no se ve
porqué habrían de prohibirle hablar.
Federico Vegas escribe que “he llegado a
pensar que la tragedia de TP ha sido pretender cambiar el mundo con la verdad”.
Y de manera más que enigmática, incomprensible, añade que “tiene algo de lupa y
espejo”, de manera que hablando con él se entiende mejor lo que uno mismo
piensa; pero: “Así, nadie puede mentir”.
Acto seguido y sin solución de
continuidad pasa a relatar el repugnante episodio en que el hombre incapaz de
mentir se tragó un litro de sangre para simular estar enfermo, ser trasladado
al hospital y luego descolgarse por una sábana fugándose de sus custodios.
También pudo haber relatado su fuga por el túnel del Cuartel San Carlos, que al
parecer también se realizó engañando magistralmente a la vigilancia.
Es realmente difícil entender cómo puede
llevarse una vida clandestina, cambiar de identidad, usar un alias, teñirse el
pelo, poner y quitarse lentes y bigotes, escribir con seudónimo, actuar por
interpuesta persona, engañar a propios y extraños permaneciendo veraz y
transparente, como un extraño híbrido de lupa y espejo; pero son
prodigios que sólo permite la admiración desmedida y el temor reverencial, dos
pésimos consejeros.
Hay que olvidar las confesiones del
mismo TP, como cuando dijo que sabía que era imposible que Manuel Rosales le
ganara las elecciones de 2006 a Chávez; repreguntado por el entrevistador sobre
el porqué de la consigna “vamos a ganar y a cobrar”, dijo que esa era una
“mentira blanca”, porque nadie se mete en unas elecciones diciendo que las va a
perder.
Así que la impotencia política de TP no
deriva de que no inspire confianza, de su falta absoluta de credibilidad, sino
quizás “radique en su búsqueda de la verdad”.
La impotente es la verdad, que es sólo
para pocos; las mentiras les llegan a millones.
Luis Marín
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