martes, 30 de abril de 2013
PABLO BRITO ALTAMIRA - LA REBELIÓN DE LAS PLAZAS
El Estado es una garrapata
Hinchada de sangre y de petróleo
Por el petróleo corren los dólares
Por la sangre las sobredosis
De los niños de la patria
1
Somos asaltados por el
hampa, somos asaltados por la brutalidad policial, somos asaltados por la
ausencia de atención en los hospitales, somos asaltados por la indiferencia, la
indolencia, la desidia, la negligencia criminal.
Y somos asaltados por
las preguntas:
¿Cuál es el punto más
alto al que todos podríamos mirar para sentir que existimos juntos y que juntos
podríamos cambiar las cosas?
¿Por qué entonces
insistimos en mirarnos las puntas de los dedos de los pies?
El problema no es cómo
salir de una dictadura, el problema es cómo instaurar una democracia.
Si hubiéramos sido
demócratas el 14 de abril el líder habría escuchado y seguido la voluntad del
electorado y todos habríamos salido a la calle. Pero no, fue el electorado el
que acató la decisión del líder y adoptó el silencio de los que otorgan, el
silencio de los cómplices.
Nos acosan las
preguntas: ¿Por qué tanto miedo a la libertad? ¿Por qué tanta sumisión a los
dictámenes de los que se dicen dirigentes y la gente llama líderes? En alemán,
líder se dice Führer.
¿Por qué ese desprecio
, esa subvaloración del ciudadano?
Primero decían que no
se nos podía contar que esto era una dictadura. Luego, que no se nos podía
hablar de fraude. Siempre se nos trata como a párvulos a los que no se puede
decir las verdades completas, siempre hay que llevarlos de la mano y con los
ojos cerrados. Siempre hay que hablarles de cigüeñas y de pajaritos.
Ahora, cuando todo o
casi todo depende de mostrar la fuerza que tenemos, nos dicen que no podemos
salir a la calle – nuestra calle- porque nos van a matar, porque vamos a
desatar una guerra civil, porque nos van a usar como carne de cañón.
Nos creen idiotas, nos
creen asesinos o nos creen masoquistas. Si salimos a la calle, lo haremos de
modo de evitar esas amenazas. Guerra Civil no habrá porque nadie, en ningún
bando, está dispuesto a dar la vida por sus dirigentes. Matarnos entre nosotros
no ocurrirá porque la población no quiere esa sangre que algunos interesados
dicen que debe correr para que las cosas cambien. Y que nos usen como pretexto
depende de que dejemos que lo hagan, y es aquí donde los llamados dirigentes,
con su fuerza mediática, podrían ayudarnos.
Pero no les interesa,
porque si salimos a la calle sin ellos y no dejamos que ellos nos roben las
banderas nos daremos cuenta de que no los necesitamos.
2
Esta es una dictadura
militar, pero es también la dictadura de la guachafita, y tal vez no haya lugar
para aguafiestas como nosotros. Cuando el Titanic se hunda no se acordarán de
otra cosa que de pelearse por los botes salvavidas y entonces serán ellos los
que griten: ‘ siempre lo habíamos dicho’ como ahora dicen del fraude. Son
ladrones de banderas.
No quiero responder
como los sociólogos, que hablan de pasadas esclavitudes como traumas
indelebles. Quiero hablar como ser humano, que sabe y siente que todo lo humano
es libre y todo lo libre es humano.
Y la pregunta vuelve y
nos acosa: ¿Por qué somos tan inhumanos?
No quiero responder
como quienes piensan que un clavo saca otro clavo y que un golpe se desmonta
con otro golpe.
Ningún cambio se
produce con solo desear el poder, hay que desear el bien común primero para
alcanzar el poder de hacerlo después.
El sistema, que se
sostenía gracias a su habilidad para guardar las apariencias, ya no puede
guardarlas. El rey , ya lo saben todos, a desnudo. Pero ¿Qué hacer ahora?
El susto que acosa a
los llamados dirigentes es que ya no les queda más remedio que actuar. El susto
que acosa a los venezolanos es que ahora está claro que los llamados dirigentes
no saben, no pueden, no quieren actuar contra un statu quo del que depende su
propia subsistencia. Después de nosotros, el diluvio, habían dicho siempre en
privado. Pero el diluvio llegó, y en el arca que tienen preparada solo caben
ellos, y muy apretados.
Ellos dicen que esto
es antipolítica, pero que la ciudadanía sea la que tome las decisiones y ellos,
los llamados servidores públicos, los que las ejecuten no es
antipolítica. Lo que ocurre es que los políticos no quieren servir
a nadie más que a ellos mismos. No es que la ciudadanía sea antipolítica, es
que los políticos son anti-ciudadanía.
Ahora entendemos
sin más anestesia que la desobediencia civil empieza por el desacato a esos
llamados dirigentes.
Y ahora sabemos que no
se trata de cambiar de amos, sino de dejar de ser esclavos.
El problema teórico se
convierte entonces en un problema práctico. ¿Quién convoca? ¿ Cómo nos
reunimos? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué clase de manifestaciones y protestas pacíficas
vamos a organizar? Foros, encuentros,
asambleas ciudadanas que la constitución consagra
¿Cómo convocar para
que la convocatoria no sea tergiversada?
Y aquí nos enfrentamos
a otro asalto: nos asaltan los medios de comunicación controlados y dirigidos
contra nosotros por el régimen y sus aliados de izquierda y derecha.
En este siglo en que
los medios de comunicación son armas de desinformación masiva toda voz
disidente es acallada o ignorada.
¿Cómo difundir nuestro
mensaje? ¿Cómo recibir el mensaje de la gente?
Este es un tema para
una consideración más extensa que la que podemos desarrollar en este foro *,
pero es un tema central que debemos analizar con un enfoque totalmente distinto
al habitual. Masificación es sacrificio de la calidad en beneficio de la
cantidad, sacrificio de lo individual en nombre de lo colectivo, sacrificio de
lo esencial para privilegiar lo trivial. Los medios masivos no son los medios
que necesitamos para crear la conciencia que buscamos.
No los únicos, es todo
caso.
Ahora, más que nunca
tenemos que entender que nuestro problema es local pero que no se resuelve en
términos locales. Lo que está en juego es un replanteamiento del modo de ser de
las sociedades. No basta salir de la dictadura y ‘volver’ ,como algunos dicen,
a la democracia. La película no se puede retroceder, pero incluso si se
pudiera, no sería deseable. Esa democracia que teníamos es un modelo vencido,
periclitado diría uno de sus fundadores. Por eso produjo la dictadura en
la que estamos. Ningún proyecto que se llame progresista puede proponer
un regreso al pasado. El regreso al pasado lo estamos viviendo. Más pasado y
más atraso que esto solo lo conseguiríamos volviendo a la edad de piedra. No se
trata, pues, de regresar a la democracia, se trata de instaurar una democracia
nueva.
Y lo primero que hay
que hacer es repensar, replantear, reinventar el papel y la función del liderismo
y de los partidos basados en ese liderismo que siempre, indefectiblemente,
lleva al caudillismo y a la lucha por el poder que olvida cuál es el propósito
de ese poder.
Ahora más que nunca
tenemos que entender que o basta adversar, hay que proponer un modelo
diferente. Esa es la parte del trabajo que no puede realizarse en la
calle. Esa es la parte del trabajo que debería realizar una asamblea
constituyente de la disidencia.
No una constituyente como recurso legal
,únicamente pensado para recuperar el equilibrio perdido y restaurar una
legalidad anterior.
Sino como instrumento para el pensamiento y la restructuración de un
nuevo orden de cosas, de un nuevo contrato social.
Mi propuesta no es la
rebelión de las masas. Esas masas trajeron este masacote.
Mi propuesta podría
llamarse, mejor, la rebelión de las plazas.
Pienso en la plaza
Tahrir de El Cairo, donde nació la Primavera Árabe.
Mi convocatoria no
quiere dar pie a nuevas violencias que justifiquen nuevas represiones. Quiero
invitar a los que llaman ‘ de a pie’ a poner un pie en la calle.
Hay que marchar, sí ,
cuando sea preciso.
Pero más fácil que
marchar y más eficiente que cacerolear es salir a la calle y plantarse en la
puerta de las casas. O llegarse a pie – ya que nos llaman de a pie- hasta la
plaza más cercana y reunirnos con los vecinos, también de a pie. Sin tarimas,
sin líderes. NO para decidir quién será el próximo en mandar sino para decidir
qué le vamos a mandar a hacer a ese próximo.
Es hora de que
entendamos que ‘mandatario’ no es el que manda, sino el que cumple un mandato.
Es hora de entender
también que el caudillismo, que es siempre un mesianismo, no
es una ideología sino una enfermedad social, que se manifiesta – entre
otros síntomas- , por la exageración y lo excesivo, por el delirio de los
propósitos descomunales , grandiosos, heroicos, es decir, inhumanos.
En otros tiempos se
proclamó libertad, igualdad, fraternidad.
Ahora necesitamos más
que otras cosas: Decencia, respeto y compasión.
La democracia se
parece más a un trabajo de paciente carpintería que una fulgurante explosión de
fanatismo.
Mi propuesta es dar un
paso a la vez.
Y darlo cada vez mejor
que el anterior.
Un paso en el
pensar, porque hay que definir qué es lo que queremos
Y un paso en el hacer,
porque hay que salir a la calle a exigirlo.
La garrapata succiona los cerebros
La garrapata se adentra en las
entrañas
Te come los sueños, te roba los
deseos
Es muy difícil escapar de su
maraña
Pablo
Brito Altamira
@Xlaconciencia
* Intervención en la
Cátedra Pío Tamayo del 29 de abril de 2013 en el marco del foro titulado ¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentar la situación
política actual más allá de toda violencia? realizado en la Sala E de la
UCV.
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Pablo Brito Altamira
jueves, 25 de abril de 2013
LUIS MARÍN - AUDITORIA DEL SIGLO XXI
AUDITORIA
DEL
SIGLO XXI
Luis
Marín
La
Cátedra Pío Tamayo de Historia Actual ha preguntado, quizás en tono
humorístico: ¿Puede prosperar una auditoria/impugnación que ponga fin a la
presidencia de Maduro? El panel de invitados al foro el lunes 22-04-13,
respondió unánimemente que no; por lo que lo procedente es desplazar la
pregunta hacia el sentido que podría tener proponer una vía de acción que de
antemano se reconoce como seguramente infructuosa.
La
primera y más sencilla respuesta es que se trata de parte del “Show business”:
una consecuencia necesaria de la situación en que se ha puesto la oposición
oficial, atrapada en sus propias mentiras, que transita sin solución de
continuidad de un: “Si votamos, ganamos”, a un todavía más quimérico: “Si
auditamos, ganamos”.
El
funcionario a sueldo de la dictadura, Vicente Díaz, abrió el juego con su
declaración: “Que se abran todas las cajas”, con lo cual los estaba enviando
directo a un callejón sin salida porque cualquiera sabe que eso es un tremedal
del que es imposible salir con nada claro. Tan buena fue la propuesta, que el
primero que la acogió alborozado fue el mismo Nicolás Maduro, que le dio rango
presidencial a la sugerencia con su estilo habitual: “¡Que hablen las cajas!” Que
de ocurrir sería sorprendente, incluso en este país.
No
se necesita ser directivo del CNE
por lustros para saber que ellos mismos pusieron en la normativa que cuando
haya discrepancia entre el contenido de las cajas y lo que diga la máquina,
prevalece lo que diga la máquina. Y de un CNE
que todavía no ha entregado los resultados del referendo revocatorio de 2004,
bien pueden esperarse los resultados de una auditoría cuyo fin, según la ley,
es garantizar la “transparencia y confiabilidad de dicho proceso”. ¡A estas
alturas! ¿Quién puede todavía hablar de transparencia y confiabilidad?
Llamar
a cacerolazos no solo es una embarazosa confesión de impotencia, sino dirigir
una ruidosa manera de no hacer nada. Inutilidad sobradamente demostrada en la
práctica, porque en los pasados 14 años de dictadura se han abollado utillajes
completos sin obtener el menor resultado, como no sea “descargar la arrechera”
sin hacerle el más mínimo daño a nadie (con la probable excepción de las ollas).
Con
la auditoría quieren saber hasta cuántos mochos votaron, para determinar en
forma fehaciente si se justifica o no el llamado “voto asistido”, vale decir,
que los esbirros acompañen a los votantes detrás del paraban. ¡Como si eso
tuviera alguna importancia, en términos de fraude sistemático!
Los
jesuitas en tiempos de persecución inventaron un lenguaje para no caer
fácilmente en manos de los verdugos; pero sin verse forzados a mentir,
traicionando sus propios principios de fidelidad la Verdad. La cuestión
consiste en refugiarse en la ambigüedad propia del lenguaje natural o bien
decir parte de una frase en voz alta y el resto en forma inaudible o incluso in
pectore, para dar a entender una cosa por otra.
Como
si le preguntaran: ¿Esconde usted a alguien aquí? Y respondiera: “No. Aquí
sólo estoy yo”. Lo cual es cierto porque el perseguido está allá,
en el sótano, por ejemplo.
El
candidato opositor asegura: “Nadie puede saber por quien usted votó”; ni
siquiera usted mismo, habría que agregar. O bien la Santa Iglesia que declara:
“Sólo Dios sabrá por quién votamos”; porque al CNE
no se le puede creer.
EL
TERCERO EXCLUIDO
No
se ha tomado con suficiente seriedad la práctica de decir y repetir
constantemente que este país está dividido en dos: gobierno y oposición;
entendiendo por “oposición” ese hermano siamés de la dictadura que le presta el
barniz de “democrática”, con que se presenta en el exterior.
La
razón parece simple, pero las consecuencias son tremendas. Se trata de
consolidar la idea de que hay una sola oposición, representada en eso que
llaman MUD, que tiene una sola voz, un solo candidato, una sola tarjeta y un
solo mensaje: la unidad. Todos los venezolanos tenemos que estar unidos sin
fisuras, escotaduras, esguinces: unidad total.
La
concepción es evidentemente totalitaria, exactamente como el gobierno que se
mira en un espejo: bolivariana y socialista. En esta fórmula los socialistas de
la oposición han creído hallar la cuadratura del círculo de un sistema
socialista que es el remedo de la caricatura con que ellos se representan la
democracia “burguesa”: un sistema en que dos empaques de idéntico contenido se
disputan el poder engañando a “las masas” con una ilusoria elección.
El
pequeño problema es que dejan por fuera a la mayoría de la población que no es
del gobierno ni de esa falsa oposición colaboracionista. Lo realmente grave es
que esa población es ignorada, no tomada en cuenta, sus opiniones no se
escuchan, es privada de voz y presencia, ni siquiera se nombra, hasta llegar al
extremo de que objetivamente, no existe.
La
creación de sectores de población privados de la facultad de comunicar esto es,
de humanidad, es consustancial al socialismo. Su lugar natural es el lager, el
campo de concentración, el gulag, la granja de reeducación, el hospital
de rehabilitación mental; su destino, el silencio absoluto, la no-presencia.
En
este punto también presta una gran ayuda la Santa Madre Iglesia, que ya no es
la voz de los que no tienen voz, sino que ha excluido de la feligresía a quien
no sea gobierno ni oposición, que son los únicos a quienes sistemáticamente
menciona en sus alocuciones. Quien no sea gobierno ni oposición no es parte del
país, desaparece del discurso.
Históricamente,
a los no-existentes el único recurso que les ha quedado es persistir, es decir,
desmentir con su presencia el negacionismo socialista, la pretensión
totalitaria del absoluto, afirmando su diversidad: El mundo no es homogéneo, la
unidad total no solo es imposible sino indeseable. Ese es el mantra que conjura
la aspiración jesuítica de un mundo perfecto.
Pero
debajo de la mentira publica, va horadando un surco la verdad, silenciosamente.
FUNDAR
LA REPÚBLICA CIVIL
En
Venezuela no hay todavía una sociedad civil y nunca en toda su historia se
había hecho un esfuerzo tan sistemático, orquestado y brutal por destruir lo
poco que se había logrado en dos siglos de lucha desigual. En este asalto se
han conjurado el militarismo endémico con el comunismo importado.
Una
república civil en Venezuela tiene que ser necesariamente no bolivariana e
incluso antibolivariana, porque el bolivarianismo es la forma en que se
manifiesta y pretende hacerse plausible al militarismo, quizás desde Guzmán
Blanco, pero sin duda de Juan Vicente Gómez para acá, que hasta ahora había
sido su máxima expresión: Bolívar como imagen del militar, caudillista,
guerrerista y tirano por excelencia.
Una
república civil en Venezuela tiene que ser necesariamente no socialista e
incluso antisocialista, porque el socialismo es la forma en que se manifiesta y
pretende hacerse plausible el totalitarismo, la opresión económica y cultural
del Estado, la desaparición de la esfera de libertad individual.
En
su versión de izquierda hegeliana, el Estado es presentado como “la realidad de
la idea moral” o peor como “Dios en la historia”; al contrario, la esfera
privada es inmoral y la “privatización” el mismo demonio. Todo lo público
se rodea de una presunción de legalidad, mientras que lo privado se presume
delictuoso y se cubre de sospecha.
Contra
toda evidencia, porque está a la vista que el Estado puede ser asaltado por
sujetos deshonestos y corruptos que no actúan en función de ningún interés
público sino movidos por mezquinos intereses personales y familiares. Esta
tendencia se lleva al paroxismo en los regímenes llamados socialistas, como en
Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela.
En
verdad, el Estado es el Mal en la Historia y debe ser reducido a su mínima
expresión, para que haga el menor daño que sea posible. La sociedad civil, el
mundo privado, los individuos, deben posesionarse del espacio público y hacerlo
propio, levantar el reino de la libertad, la diversidad y el pluralismo.
Pero
hace falta mucha confianza en sí mismo y derribar las estatuas de héroes y
tiranos, proscribir la idolatría como crimen contra la humanidad. El camino es
ejercer la crítica de lo que hay (bolivarianismo y socialismo) y proponer
alternativas para lo que viene.
Si
no se asume que la independencia estuvo signada por el error y se hubiera
logrado mucho más y a menor costo con una dirección civil de nuestro proceso
histórico, la perspectiva que tenemos es la guerra, la misma que no ha
terminado desde 1810.
La
otra, es esperar que este régimen demencial colapse por su propia inoperancia e
incapacidad, pero esa perspectiva, además de indigna y cobarde, es demasiado
larga. 70 años le costó a Rusia, Cuba lleva más de 50. ¿Cuánto aguantará el
cuerpo venezolano?
Por
una ironía del destino, de Dios o la historia, la solución parece acercarse a
nuestras manos, aunque nos empeñemos en no querer agarrarla con firmeza.
COMUNISMO
POR FASCISMO
La
forma más fácil de identificar a un falso opositor es que cada vez que se ve
obligado a protestar crímenes de la tiranía castrista, en lugar de denunciar al
comunismo clama: ¡Esto es fascismo puro!
Es
decir, el fascismo es lo malo por antonomasia, el comunismo no, sigue siendo
bueno no importa lo que hagan los comunistas. De hecho, por una suerte de
desplazamiento, cada vez que un comunista comete un crimen, eso no demuestra
que los comunistas son criminales, sino que los camaradas han sufrido una
desviación fascista. Sólo lo fascista es malo y lo malo siempre es fascismo,
aunque lo perpetren los comunistas.
Lo
curioso es que el partido de Fidel Castro se llama “Partido Comunista Cubano”,
sin que nadie esté tratando de difamarlo; así como el Partido Comunista de
Venezuela (PCV), es partido de gobierno en Venezuela. De manera que resulta
inexplicable como es que sus ejecutorias son fascistas y no comunistas.
La
idea es atacar los hechos, que son inocultables; pero dejando intacta la
franquicia, que es el comunismo internacional, aliado de su gemelo, la
Internacional Socialista. Por eso los criticadores de la oposición a cada paso
aclaran: “Pero esto no es socialismo un carrizo; esto es otra cosa”. La otra
cosa no se sabe lo que es; ni el socialismo verdadero y puro que ellos, los de
la oposición, profesan con tanto fervor.
Así
como le vendieron al candidato opositor la necesidad de hablar de clases
sociales, el creativo que le vendió la idea de bautizar su equipo de campaña
como Comando Simón Bolívar, simplemente, le robó los reales.
Pero
nos hizo un gran favor a todos al revelar de forma indiscutible que la unidad
por la que tanto claman es entre gobierno y alternativa democrática: la
dictadura perfecta.
Luis Marín
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Luis Marín
jueves, 18 de abril de 2013
HUMBERTO GARCÍA LARRALDE - TE ESPERAMOS EN LA BAJADITA
El Ávila / Pico Oriental
TE
ESPERAMOS EN LA BAJADITA
El estrecho margen de ventaja a
favor de Nicolás Maduro anunciado por el CNE
el domingo por la noche obligaba a verificar el conteo, para tranquilidad del
país. Las marramucias del oficialismo durante la campaña y en el propio día de
la votación ante la vista gorda de las rectoras del CNE ;
el acarreo de electores con vehículos del Estado para votar a la fuerza por
Maduro; la intimidación con bandas fascistas motorizadas para evitar las
auditorías; y tantas irregularidades más documentadas por el comando Simón
Bolívar, dan para pensar que se torció la voluntad popular. La negativa cada
vez más estridente a contar los votos no hace sino aumentar las sospechas de
que, efectivamente, las cifras del CNE
están viciadas.
Ante la difícil y comprometida
situación que le tocará enfrentar al nuevo Presidente, el empeño en imponer una
decisión que no cuenta con el reconocimiento de la mitad de los venezolanos atenta
contra la gobernabilidad, con
inaceptables costos sociales y humanos. Si los maduristas fueran políticos democráticos, buscarían los consensos
necesarios con la oposición democrática para insuflarle legitimidad al triunfo
que alegan haber tenido. Lamentablemente, el fascismo se conduce de otra manera.
Su problema no es gobernar. Requiere librar incesantes batallas contra el
“enemigo” a fin de mantener en tensión el cuerpo social y galvanizar a sus partidarios
en torno suyo, destruyendo las instituciones que se interponen a sus ansias
desmedidas de poder. El fascista busca, a través de clichés propagandísticos,
la mentira repetida y la invocación de temores ancestrales, convencer a los
suyos de prepararse para la “conflagración final” que habrá de limpiar a la
sociedad de “apátridas”, “traidores”, “burgueses” y demás indeseados.
Chávez fue un artista en este
ejercicio de confrontación maniquea, por su carisma, su capacidad para
manipular a los sectores marginados con su retórica patriotera y de odios, y su
inagotable arsenal de falsificaciones que tergiversaban
la realidad a su favor. A la vez, afianzaba un sentido de pertenencia y lealtad
a su proyecto por medio de mecanismos de reparto basados en la portentosa renta
petrolera que caía en sus manos. El grave problema que afronta Maduro es que un
gobierno suyo ya no contaría con ninguna de estas condiciones: ni con el
carisma para obtener la sumisión automática de los suyos, ni con la abundancia
financiera para conservar las bases chavistas.
Pero creyendo que cuenta con un
manto protector por aquello de ser “hijo de Chávez”, Maduro se decidió por la
confrontación en vez de buscar las bases mínimas de la convivencia con la mitad
opositora. Irresponsablemente alienta la violencia e, incluso, las
posibilidades de una guerra civil, llamando a sus seguidores a la calle para
enfrentar a la oposición. Apela afanosamente el recetario de consignas mal
digeridas de su comandante, para argumentar que la defensa de nuestros derechos
políticos –el reclamo de que se cuenten los votos, uno a uno- constituye un
pecado de lesa patria. Émulo de las prácticas nazis, busca infiltrar las filas
democráticas, disfrazando a sus malandros de “Caprilistas” para provocar toda
suerte de desmanes y saboteos, con el fin de inculpar a quien le pide,
sencillamente, que acceda al reconteo de los votos.
Desesperado, de nuevo lo traiciona
su subconsciente ¡acusando a las fuerzas democráticas de fascistas! Por su parte, Diosdado, fascista hasta la médula, se
carga la Constitución negando toda posibilidad de debate en la Asamblea con
amenazas dignas del Führer. Lamentablemente
para ambos, no es posible un régimen fascista sin un líder carismático capaz de
provocar un culto abyecto a su persona, condición indispensable para lograr esa
sumisa lealtad con la cual aniquilar toda rivalidad por el poder. No es posible
el chavismo sin Chávez.
Ante la ausencia absoluta de
carisma, sus torpezas y carencias cada vez más visibles en su desempeño frente
al Estado, ¿Cómo justificará Maduro “revolucionariamente” que ya los reales no
alcanzan, mientras se conservan a la vista de todos los privilegios y
corruptelas entronizados a lo largo de estos últimos años? ¿Con qué ascendencia
pretende ordenar a los militares reprimir las protestas populares? ¿Cómo meter
en cintura a sus rivales, aplacar los brotes de insatisfacción, cuando está en
entredicho su propia legitimidad?
De ahí que las fuerzas democráticas habrán
de “esperarlo en la bajadita”. El despilfarro de la renta durante años, los
compromisos de deuda asumidos, la regaladera internacional, y los problemas
para cuadrar las cuentas del Estado y de las empresas públicas, le dejan escaso
margen para satisfacer las expectativas de una población a la que acostumbraron
a creer –irresponsablemente- que las dádivas que recibían eran conquistas de
“su revolución”. Las dos devaluaciones recientes ponen al descubierto el
estruendoso fracaso de su proyecto. Luego está la insalvable contradicción
entre abastecimiento e inflación bajo el esquema actual de controles: si reprimes
los precios, escasean los productos, si buscas garantizar el abastecimiento,
tendrá que ser con base en precios atractivos para comerciantes y productores. Sólo
una política basada en promover una mayor productividad, en un ambiente de
libre competencia, puede conciliar ambos aspectos. Pero para el monje Giordani,
guardián de la fe en el socialismo estalinista, tal opción es anatema.
Finalmente, los contratos congelados durante años de empleados y obreros
públicos, y el clamor por un ajuste salarial que les permita una vida digna, no
pueden seguirse postergando.
Por último, crecen las presiones por
cobrarle a Maduro el descalabro en la votación chavista. El régimen de
expoliación montado a través de años por los “enchufados” corre el peligro de
desaparecer ante la incompetencia del ungido. El carisma de Chávez y la
abundancia de recursos que le tocó administrar, le permitió imponerse ante la
voracidad de los suyos y “legitimar” el reparto de la renta. ¿Cómo pretende
ahora Maduro afrontar la creciente conflictividad si, encima, desconoce los derechos
políticos de la mitad del país?
Nicolás, te esperamos en la
bajadita.
Humberto García Larralde
Economista, Profesor de la UCV
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14A-13,
Humberto García Larralde
PABLO BRITO ALTAMIRA - TERRORISMO DE ESTADO O LA TÁCTICA DEL ESPEJO
René Magritte
TERRORISMO DE ESTADO O LA TÁCTICA DEL ESPEJO
Pablo
Brito Altamira
Antes
de adelantar recomendaciones apresuradas y llamar a acciones que solo obedecen
a la emocionalidad desbordada, conviene reflexionar un poco en torno al tipo de
régimen que nos oprime.
La
dirigencia cubana que gobierna a Venezuela no puede hacer otra cosa, no sabe
hacer otra cosa, que cubanizar al país. Sus estrategias, sus tácticas, sus
tretas y subterfugios son los que los castristas han aplicado en Cuba como
buenos alumnos de Stalin y de Hitler. El terrorismo de Estado,
inaugurado por este último en 1933 con el incendio del Reichstag
es la fórmula expeditiva para conjurar la protesta masiva de un pueblo que
exige la verdad: consiste en fabricar una enorme agresión contra el pueblo y
achacársela a la oposición.
Es
lo que también se conoce como ´tactica del espejo’, que significa crear un
imagen duplicada de la realidad para acusar a la oposición de hacer lo que ha
hecho el mismo régimen, de modo que se traslade la atención y la
responsabilidad en los otros para confundir a la opinión pública.
Ante
la simple y clara exigencia del conteo del 100% de los votos que el régimen NO
puede aceptar porque pondría en evidencia el enorme FRAUDE ( mucho más intenso
y extenso de lo que muchos imaginan y que se ha venido perpetrando por años en
las narices de ciudadanos confiados en que todavía estaban vigentes las
garantías democráticas) la jugada del espejo es acusar a la oposición de algo
muy grave que permita desoír las exigencias de auditoría y convertir esas
exigencias en un delito contra la población.
Para
eso hay que cometer una agresión, o muchas agresiones, y achacárselas a los
opositores sin que haya posibilidad de defensa o réplica. El Estado cuenta para
eso con los recursos de las cadenas de televisión, la hegemonía de los medios
oficiales y la censura o autocensura de los medios privados, que convierten sus
falsas verdades en las únicas verdades posibles y permiten acusar y acosar a la
disidencia haciéndola pasar por una minoría revoltosa pagada por potencias
extranjeras.
Esta
jugada, si prospera, resuelve varios problemas al mismo tiempo. 1) mueve el
foco de atención a un asunto diferente de la exigencia del conteo de los votos.
2) criminaliza a la oposición y por tanto, 3) convierte la exigencia inicial en
argumento de un criminal, es decir, argumento falso que solo busca desviar el
interés para alejarlo del crimen perpetrado.
La
táctica del espejo, de esta manera, muestra un calco perfecto de la realidad,
solo que invertido, donde la verdad es mentira y la mentira, verdad. El acusado
se convierte en acusador y viceversa. El que simplemente ha reclamado la
auditoría se vuelve responsable de delitos que han cometido los que se niegan a
hacerla.
Incluso
si no se le cree, esto genera una confusión tan grande que cubre, como una nube
de humo, la evidencia que antes era y parecía contundente e inobjetable y que
ahora – a través del espejo- puede parecer como un simple espej-ismo.
Es
política de la perversión con marca de fábrica nazi y comunista, eficiente y
mortífera, contra la cual se debe actuar con mucha inteligencia si se quiere
que la verdad verdadera prevalezca contra la otra ‘verdad’ fraudulenta.
Esto
requiere de un trabajo comunicacional muy cuidadoso y de una estrategia
política muy estudiada y atenta a los detalles.
Con
respecto a la estrategia política, solo podemos recomendar que se analicen con
mucho cuidado las jugadas contra unos adversarios que no tienen nada de
ingenuos y que carecen por completo de escrúpulos.
La
estrategia comunicacional, por su parte, tiene que fijar como objetivo la
trasmisión del concepto central:
No
quieren contar porque si cuentan se verá el fraude: por eso difunden mentiras y
cuentos. Exigimos conteo del 100% de los votos o repetir la elección.
De
allí pueden surgir diferentes mensajes y acciones, que deben tener muy en
cuenta que son susceptibles de tergiversación inmediata. Todo lo que digamos
puede ser usado en contra nuestra y divulgado para justificar la posición del
régimen a través de una red de medios mucho más potente que la nuestra.
Si
decimos paz dirán que estamos disfrazando la guerra. Si protestamos dirán que
estamos desestabilizando, si opinamos dirán que estamos incitando a la
rebelión…si salimos a la calle estaremos propiciando la agresión que ellos
producirán para que aparezcamos como culpables.
Seremos,
además, acusados de culpables por todo lo que el régimen haga o deje de hacer,
como ya ha venido ocurriendo. La oposición es responsable de la escasez, de la
inflación, de los apagones, etc. etc.
¿Estamos
atados de manos? ¿Cómo defendernos y resistir?
Tarde
o temprano la mentira se hará evidente. Mientras tanto, la tarea es comunicar,
difundir, divulgar, crear toda la conciencia posible de la ilegitimidad del
régimen, de sus voceros y de sus procedimientos.
A
los que pregunten para qué sirve la conciencia les diré que comparen la
situación actual con la previa: la única diferencia es la conciencia
generalizada del fraude y de lo que implica como instrumento fundamental de un
régimen que sólo podía pretender legitimidad–hasta ahora- con el mito del
‘mejor sistema electoral del mundo’.
El
que no sabe, es como el que no ve y, para algunos, la ceguera política ha
durado 14 años.
Pablo Brito Altamira
@Xlaconciencia
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Pablo Brito Altamira,
Terrorismo de Estado
sábado, 13 de abril de 2013
JUAN CARLOS SOSA AZPÚRUA: HCR: EL MAGO, EL CONEJO Y LA LIBERTAD
Nota
Dejamos muy en claro desde la RIC
que la única resistencia que apoyamos es la pacífica,
no violenta, de un colectivo organizado y consciente
portador de una nueva política para la construccion
de una historia distinta a la padecida hasta hoy
en este expaís
El día de la votación es el acto final
de una obra continuada, en un teatro que se llama “FARSA”.
La escenografía se expone en este teatro
de trucos, sobre una tarima de cartón llamada “Democracia venezolana”.
El teatro posee las máquinas, más
fáciles de manipular que hacer una llamada telefónica; usando un registro
repleto de fantasmas y mismos sujetos multiplicados a la n potencia, rompiendo
la lógica matemática; auditorías inexistentes y rectores, los magos del
cuento, que hacen su magia para un solo público, el contrario.
Como guinda de la torta, el candidato
del régimen -el conejo del amo de la historia- es ilegítimo, sus manchas y
fétidos olores trascienden la atmósfera terrestre.
Sabemos que los testigos nunca son
suficientes y que en demasiados lugares -mesas itinerantes-están las grietas
por las que se cuela una mano peluda, las garras enguantadas del gran mago,
niéguenlo mil veces, pero esta es la verdad.
El siete de octubre; la fecha perfecta
para haber apagado la música y prendido las luces, levantándole el velo a la
farsa, exigiendo una historia real; fue el día del espanto, y el teatro
ganó aplausos, su obra aclamada y felicitada por un hombre que ese día también
se hizo conejo, el marsupial que no salió ese día del sombrero, tú HCR .
A partir del siete de octubre, se
glorificó el mito del conejo de la suerte, el que sí sacó el mago del sombrero,
el único que puede salir de allí, él -hoy fallecido- y sus retoños -vivitos y
coleando-.
El Tiburón 1 alcanzó el nivel de “padre
nuestro” y su mitología -la religión de “san comandante”- no ha hecho sino
crecer, crecer y crecer, rezada por quienes deberían ser los primeros en
destruirla, enterrarla y meter su memoria en el congelador del infierno.
En enero, y otra vez en marzo, se
acataron sentencias que explotaron bombas atómicas sobre la justicia.
Se avaló que un usurpador del poder, se
quedase como el pirata al timón de este barco que se hunde; y además fuera
candidato, para tener el chance, dentro de pocos días, de salir del sombrero
mágico, un conejo feliz hecho todo un demócrata, elegido por su pueblo.
Y semejante ilusionismo es posible
porque el teatro tiene público, tanto que la gente hace colas para entrar a la
obra.
La esperanza es conmovedora, pero está
depositada en una persona que ya dejó muy mal la posibilidad de transformarla
en algo distinto a la frustración.
Pero ahora, tienes otra vez al país
entero -gente buena y decente- ilusionado de que harás este domingo lo que no
hiciste el siete de octubre; lo que tenías la obligación de haber hecho -y
ninguna excusa es válida-.
Yo no voy a “votar” por ti ni por nadie.
No me sentiré un tonto útil dos veces y no avalaré con mi presencia una obra
que repudio por mentirosa y fraudulenta, la farsa total.
Ojalá la mía hubiera sido la postura de
todos, pero no es así, y la fiesta, la obra mágica, se dará en el gran teatro
de los trucos.
Esta fiesta, que tú has montado y
avivado con pasión, ha dado espacio para las percepciones distorsionadas de la
tragedia que sufrimos, haces que el mundo vea democracia cuando tendría que
estar presenciando el horror de una tiranía.
Pero ya las cartas están echadas… otra
vez, como en la maldición de Sísifo, como en el cuento del gallo pelón.
Escribo estas líneas para recordarte a
ti, HCR , que la farsa es todo, y como tal trasciende el día de la votación.
Este domingo 14 es, en principio, la
“noche de gala” de la mentira, el gran brindis final de los magos y sus trucos.
Pero también es la fecha que la historia
te ha regalado para que tengas una segunda oportunidad de hacer lo correcto, lo
que debiste haber hecho el siete de octubre, lo que solo para empezar hubiera
dificultado la creación de la religión de “san comandante”, algo que es ahora
mucho más difícil de poner en su justo lugar, bajo la alcantarilla que le
corresponde.
Pero si este domingo 14 lo haces, si
deslegitimas la farsa y abrazas la resistencia nacional, en ese momento te
ganarás el respeto que muchos te perdimos el siete de octubre, te
aplaudiré y apoyaré en todo lo que sea necesario para que esa resistencia se
transforme en el gran movimiento de consciencia mundial que está destinado a
ser, con impacto en los cinco continentes, y la posibilidad muy cierta de darle
la libertad a nuestra nación, llevándonos al renacimiento.
Este domingo 14, no es el día para
contar los conejos del sombrero de los trucos, esa obra ya la conocemos.
Este domingo 14 es el día para decir “YA
BASTA”, para desmontar el teatro y salir del laberinto de la esclavitud;
abriéndole la puerta a la libertad, dentro de un país de verdad, y no uno de
cartón…rompe el encanto del Déjà vu.
Si así lo haces, bienvenido a la
resistencia, a este mundo real de los radicales, aquí serás el líder
indiscutible de la libertad, y que Dios nos acompañe…nada nos detendrá hasta
lograr lo que los venezolanos merecemos desde hace ya demasiado tiempo.
Hoy es 11 de abril, once años de
infamia… es hora de decirle adiós para siempre a las tinieblas…
… ¿no lo crees?…
…es tiempo de hacer lo correcto.
Suerte…
… y ver para creer, porque antes creí y
no vi.
abril 11, 2013 7:24 pm
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14A-13,
Juan Carlos Sosa Azpúrua
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