miércoles, 24 de junio de 2020
CUBA TERROR Y PROPAGANDA
CUBA
TERROR Y PROPAGANDA
Luis Marín
La respuesta del régimen castrista a las sanciones
aplicadas por la administración americana contra el emporio militar-mercantil
GAESA ha sido reprimir a los cuentapropistas, la economía informal y el mercado
negro, esto coordinado con una intensa campaña por todos los medios de
comunicación, que son monopolio del gobierno, para intimidar a la población
pero también enviar un mensaje que es necesario descifrar.
Así como Donald Trump afirma en su campaña electoral que
EEUU “jamás será socialista”, parece que los Castro quisieran replicar que Cuba
jamás será capitalista; pero no puede dejar de observarse la falsedad de esta
equiparación, que puede considerarse oficial desde que Obama la consagró en su
discurso en La Habana, el 22 de marzo de 2016.
Se puede discutir acerca de qué quiso decir al afirmar
que “EEUU es un mercado libre”; pero no debe desperdiciarse un minuto en
explicar que “Cuba tiene un modelo económico socialista”, porque tal cosa no
existe, no ha existido nunca y quizás nunca existirá.
Para no extendernos demasiado digamos que el socialismo
promete abolir el trabajo asalariado, que es causa de la alienación del hombre,
la plusvalía, explotación, etcétera; eliminar la división del trabajo, con lo
que todo el mundo se podría dedicar a cualquier cosa y lo más importante,
extinguir toda división entre gobernantes y gobernados. Es innecesario
preguntar si algo así existe en la Cuba revolucionaria y no porque les haya
faltado tiempo, visto que llevan más de sesenta años en eso.
Lo que existe en Cuba es una tiranía militar comunista y
como bien decía Von Mises “un Estado militar es un Estado de bandidos”, que se
comporta en su territorio como un ejército de ocupación, sus ingresos provienen
del botín que arrebatan a los propietarios y de los tributos abusivos que les
impone a sus súbditos.
En Cuba no se ha inventado absolutamente nada a lo que
pueda atribuirse una peculiaridad específicamente “socialista”, al contrario,
todas las empresas o unidades económicas sean de producción o de servicios
tienen una forma típicamente mercantil, como sociedades anónimas, compañías
anónimas, por acciones, de responsabilidad limitada, etcétera.
La única particularidad es que pretenden ser “públicas”,
cuyo único accionista sería el Estado o una corporación no privada como las
FAR; pero esto no tiene nada de socialista, porque en los países capitalistas
se utilizan exactamente las mismas figuras, sean en manos de personas jurídicas
privadas o públicas, sin que ello cambie su esencia mercantil.
Por ejemplo, el Havana International London Bank,
posteriormente Habana International Bank Ltd., fundado en el Reino Unido de la
Gran Bretaña el 3 de octubre de 1972 por funcionarios del Min Int y del Banco
Central de Cuba, según publicó el Diario de Las Américas, sirvió a su vez para
la creación de alrededor de trescientas empresas offshore, para
burlar “el bloqueo”.
Algunas de ellas cayeron en la red que triangulaba marfil
y diamantes de África con cocaína de Colombia a través del Panamá de Manuel
Antonio Noriega, lo que dio lugar a la Causa 1/89, por la que fueron fusilados
el General de División Arnaldo Ochoa y el coronel “Tony” De La Guardia, entre
otros.
Ahora bien, aquél banco londinense, mediante resolución
del consejo de ministros de Cuba de 1991 ¡en pleno período especial!,
estableció una Oficina de Representación en la isla, o sea, un banco
nominalmente extranjero instala sucursales en Cuba y opera como si fuera un
agente particular. Esto puede llamarse de muchas maneras, pero difícilmente
“socialismo”.
Entre otras cosas se puede objetar a los militares, no
tanto que posean y administren multitud de empresas, sino que lo hagan como
monopolios o practicando una competencia muy desleal, de manera que nunca puede
saberse cuál es la eficiencia de estos negocios, si se justifica su existencia
y si no sería preferible librarlos al arbitrio del mercado, a ver cómo les va
en el mundo real.
La parte doctrinal, justificadora, digamos ideológica de
esta política es la creencia en que “la pequeña propiedad engendra
capitalismo”, prejuicio que puede encontrar asidero en el mismo Lenin; así
repiten constantemente que “según los clásicos” la política sigue a la economía,
esto es, que si pierden el control sobre el desenvolvimiento económico
terminarán perdiendo el poder político que, en el fondo, es lo único que les
interesa.
Por último, lo que quieren lograr los americanos y así lo
declaran es “empoderar” a los cubanos, darles mayor independencia económica,
que es la base para la libertad individual; evitar en todo lo que sea posible
que los recursos fluyan hacia el aparato militar reforzando su capacidad de
control y represión de la población.
En respuesta, ya lo sabemos, el aparato recurre a los
allanamientos de casas, talleres y depósitos, requisa bienes, materiales y
equipos de trabajo; todo mediante gran despliegue de propaganda, bajo la
acusación genérica de “prácticas económicas ilícitas” con las que los acusados pretenden
“enriquecerse”, ¡como si eso fuera un delito!
Para que un sistema unipartidista se sostenga
forzosamente tiene que reducir a los demás partidos a la inexistencia, para lo
que requiere altas dosis de represión. Han optado por acciones quirúrgicas, muy
puntuales y personalizadas, arrestos breves, multas, palizas, intimidación,
citaciones, interrogatorios, permanencia en patrullas cerradas durante horas
bajo un sol abrazador, amenazas incluso a los familiares; de esto dan fe los
venezolanos.
Pero nada de esto sería posible sin una amplia
complicidad internacional: ningún medio global se hace eco de las denuncias de
atropellos y brutalidad policial del régimen castrista. En las llamadas
Instituciones Internacionales no puede encontrarse el más mínimo apoyo.
Por poner ejemplos al azar, Antonio Guterres, Secretario
General de la ONU, dirigente del Partido Socialista de Portugal, era Presidente
de la Internacional Socialista, que no ha reconocido a ningún partido
socialista cubano con el argumento de que “no son legales en Cuba”; pero sí
invitaron a Fidel Castro al congreso de la IS en noviembre de 1980.
Josep Borrel, Alto Representante de la Unión Europea para
Relaciones Exteriores y Políticas de Seguridad, dirigente del Partido
Socialista Obrero Español, sucede a Federica Mogherini, comunista e islamista,
quien sentó la doctrina de que “Cuba es una democracia de partido único”, que
aquel sigue a pie juntillas.
Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos
Humanos de la ONU, dirigente socialista, vivió un exilio dorado en la RDA,
entre 1975 y 1979, que recuerda como una época “muy feliz”; su madre, Ángela
Jeria, no observó nunca tras el muro de Berlín “el menor rastro de tiranía”.
Ambas son fervientes admiradoras de los Castro.
Fatou Bensouda, Fiscal de la Corte Penal Internacional,
extremista islámica, ocupó todos los cargos jurídicos en el régimen del
dictador de Gambia Yahya Jammeh (depuesto por intervención militar de la
Comunidad Económica de Estados de África Occidental en enero de 2017) incluso
los de Procurador, Fiscal General y Ministro de Justicia, aunque su
especialidad es sobre Derecho del Mar.
Últimamente ha salido a la luz el Director General de la
Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dirigente del
Frente de Liberación Popular de Tigray, una organización armada
marxista-leninista de Etiopía, donde las tropas cubanas intervinieron en la
guerra contra Somalia a fines de los años setenta. No tiene sino elogios para
Cuba a la que considera “un ejemplo para el mundo”.
Y así podemos continuar ad nauseam; la
pregunta es si habrá alguna esperanza para los casi 150 presos políticos
atormentados en las cárceles de Castro, por más desesperados que sean los
esfuerzos que hagan los opositores dentro de la isla por visibilizar sus casos.
En medio del fragor del escándalo orquestado por la
izquierda y el islam contra EEUU y las instituciones occidentales, no, no hay
ninguna esperanza.
Lo que hace aún más imperativo denunciar estas
injusticias, que claman al cielo.
21 junio 2020
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Luis Marín
viernes, 19 de junio de 2020
COMPRENDIENDO LA MENTE CRIMINAL
COMPRENDIENDO LA MENTE CRIMINAL
ALGUNAS IMPLICACIONES PARA UNA
ESTRATEGIA DEMOCRÁTICA
Humberto García Larralde
Elementos definitorios
No propongo aquí examinar la mente de
quienes ocupan el poder en Venezuela desde categorías conceptuales
desarrolladas por expertos en el área. No soy psicólogo ni criminólogo. Se
trata, simplemente, de constatar la terrible perversión de quienes –a
conciencia— han consentido y promovido:
1) La devastación de la economía y, con
ello, de los medios de sustento del venezolano;
2) La destrucción de la industria
petrolera, proveedora de divisas, gasolina y lubricantes para el mercado
interno;
3) La demolición de los servicios básicos
para la vida en sociedad: agua, luz, seguridad e información;
4) La ruina de los sistemas públicos de
salud y educación, y el acorralamiento de los privados;
5) La supeditación de los derechos
humanos—incluyendo el derecho a la vida y a la libertad-- a consideraciones
políticas;
6) La supresión de toda posibilidad de
cambio político por vías pacíficas y democráticas;
7) El reemplazo de normas de convivencia y
de respeto entre seres humanos, por la arbitrariedad y el, “me da la gana”,
desde el poder;
La lista puede continuar, sobre todo si
se entra en el detalle. Cuadrarse con tales hechos y/o intentar convalidarlos
con argumentos espurios, retrata la perversión de quienes, hoy, controlan al
Estado. La mente criminal de Maduro y su combo se expresa en la creación de un
estadio de miseria, sufrimiento y desesperación, como no se conoce en Venezuela
desde la Guerra Federal.
En absoluto puede excusarse alegando
ignorancia o por estar “mal asesorados”. No sólo conocen del impacto y de las
consecuencias de sus acciones; las han proseguido intencionalmente. Ello nos
permite una primera aproximación a la comprensión de la mente criminal de
Maduro y cía.; su depravación moral y ética. De ahí se explica su crueldad e
indiferencia ante los padecimientos de la gente. De ahí su maquillaje de cifras
sobre el impacto del Covid-19 en Venezuela, sus razones absurdas por las que no
hay gasolina, para justificar el colapso del servicio eléctrico, negar la
hiperinflación, el desmoronamiento de la producción agroalimentaria y las
muertes en manos de las FAES (y de otros esbirros), como de tantas fabulaciones
adicionales. La maldad llega al extremo de acabar, por “quítame esta paja”, con
una de las pocas fuentes de entretenimiento que les quedaban a los venezolanos
confinados, sin agua y pasando hambre: las transmisiones de Directv, ¡y de
meter preso a sus directivos!
Desde su bunker, Hitler culpaba al
pueblo alemán por su derrota, una vez entradas las tropas soviéticas a Berlín,
al no haber estado a la altura de sus designios. Maduro expresa igual desdén
por los venezolanos, regañando a quienes regresan en busca de refugio contra el
Covid-19. Parece exclamar, “¡Jódanse, por huir de la ‘revolución’ bolivariana!”
“¡Pidan perdón y les entrego cajas Clap!.”
Lo anterior nos permite abordar un
segundo elemento de la mente criminal. Su enfermiza obsesión por elucubraciones
y construcciones ideológicas que sirven para “auto-absolverse” ante sus
víctimas. Los chavo-maduristas viven en un mundo ficticio, refractario a toda
contrastación con la realidad, que acomoda sus crímenes dentro de una narrativa
justiciera, de redención de los pobres. Esa es la función del menjurje fascista
y comunista de su ideario: conferirles algún sentido a sus acciones, para que
la conciencia no les estorbe cuando estén “salvando a la humanidad”. Así como
la Inquisición perseguía, torturaba y le hacía la vida miserable a quienes
denunciaba como infieles o dudaba de sus convicciones religiosas, los actuales
dueños del país no escatiman esfuerzos para forzar “las razones de la Historia”
(con mayúscula) para imponerles a los venezolanos la depredación de sus
riquezas. Pero, a diferencia de los vejámenes de la Inquisición, motivados por
la fe, en la Venezuela cautiva de las mafias, es difícil suponer que se crean
los disparates que se inventan para justificar sus desmanes. El cinismo se les
sale por los poros. El oscurantismo retrógrado que exhiben los auto-postulados
“revolucionarios” de hoy debería llamarse, por tanto, “Cinquisición”.
Es, de nuevo, expresión de mentes perversas, torcidas, sin apego alguno por la
verdad, ni empatía para con los que no son de su círculo estrecho de
complicidad.
La incógnita a precisar es hasta dónde
esta mentalidad criminal, con sus terribles vicios, es compartida por quienes
sustentan, de una manera u otra, la abominación chavo-madurista. Más allá de
los militares y civiles corrompidos, como de los esbirros cebados en atormentar
o asesinar a sus compatriotas, es preocupante que, entre los que rodean a
Maduro, no hayan aparecido quienes pongan fin a su fatal conducta, por los
medios que fuera. ¿No existe consideración humanitaria alguna, aunque sea una
pizca de ética, para acabar con tanto sufrimiento? ¿Cuál es el punto de quiebre
de las complicidades con los que mandan, a qué responden? ¿O es que todos los
que sostienen a Maduro son parte de las mafias dedicadas a saquear al país?
Éstas han sido inquietudes permanentes de los venezolanos demócratas. Difícil
aceptar que, absolutamente todos, sean tan anuentes con la criminalidad de
Maduro, Cabello, Padrino y demás. Es como para terminar perdiendo fe en su
condición humana de los chavistas.
Algunas implicaciones
Una primera conclusión de lo señalado es
que el andamiaje conceptual y de valores de Maduro y de sus mafias nada tiene
que ver con el de quienes luchan, sinceramente, por la democracia liberal.
Parece reflejar, más bien, una versión invertida de éste. Ello apunta a la
inexistencia de un piso compartido de objetivos y premisas entre
chavo-maduristas y demócratas, que pudiera servir de base a la negociación de
una salida percibida como mutuamente conveniente para ambos. Ante esta
ausencia, es estéril apelar a problemas de gobernanza, a la necesidad de
mejorar el bienestar de la población o de defender los intereses de la nación,
para comprometer a la mafia en acuerdos constructivos con las fuerzas
mayoritarias del país.
¿Significa esto que debe descartarse la
posibilidad de producir los cambios mayoritariamente anhelados por la vía de la
negociación? No. Lo que implica es que ésta sólo puede tener éxito si se
formula en términos tales que proyecte, entre los mafiosos, la convicción de
ser la mejor opción posible –en realidad, la única—frente a aquella que
resultaría, de otro modo, inevitable: su desalojo por la fuerza.
La objeción obvia de plantear las cosas
de esta manera es que la oposición no tiene, en estos momentos, la capacidad o
la fuerza (medios de violencia) requerida para que tal amenaza sea creíble.
Ella está sujeta a la existencia de ese hipotético y ansiado contingente de
militares honestos, comprometidos con el bienestar de los venezolanos que,
vergonzosamente, no se materializa, o de la disposición de los gobiernos de
naciones amigas por sacar a Maduro y a su mafia del poder, como sea.
La indisposición de gobiernos
democráticos por sacar a Maduro por la fuerza no se debe a motivos de
naturaleza militar: la corrupción y descomposición de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana no augura capacidad de resistencia ante una acción concertada de
fuerzas bien dotadas y apoyadas logísticamente. Obedece a imperativos
políticos. Existen dos vertientes a considerar:
1) El argumento (incuestionable) de que no
es deseable una solución militar, dados sus posibles costos en vidas y
destrucción. Esto es particularmente válido si se percibe que no se han agotado
los medios para encontrar una salida negociada. Por supuesto, la permanencia de
Maduro en el poder genera costos terribles, día a día. Esta postura tiene, a su
vez, dos motivaciones:
- La ignorancia o desconocimiento de la
naturaleza del régimen al que nos enfrentamos, totalmente refractario a
acordar, por las buenas, el reconocimiento del orden constitucional y, en
consecuencia, su salida del poder (rige el paradigma de Chile con Pinochet);
- Porque ofrece a estos gobiernos la
posibilidad de mostrar una posición en defensa de un régimen de libertades y de
censura a la dictadura de Maduro, aparentemente firme, pero sin tener que
comprometer recursos, más allá de sacrificar posibles negocios con ésta al
imponerle sanciones. Es una posición cómoda, políticamente correcta, porque
abjura de soluciones de fuerza. Es, notoriamente, la actitud de la Unión
Europea. La situación venezolana no representa, para la gran mayoría de sus
miembros, amenaza alguna, salvo algunos inconvenientes que podrían derivarse
del número de refugiados venezolanos en España o Portugal. ¿Porqué involucrarse
en una misión costosa en un país que ni les va ni les viene? “Que los
venezolanos arreglen ellos mismos sus problemas y nosotros, desde acá, los
apoyamos”. Esta posición de no “mojarse” –como dicen los españoles—es lógica y,
hasta cierto punto, no los menoscaba éticamente. Lastimosamente a tal posición
se le vieron las costuras cuando tocaba intervenir en las Balcanes (antigua
Yugoslavia) en los ’90, para evitar los genocidios que ahí se cometieron.
En el caso de los países miembros del
Grupo de Lima, lo que ocurre en Venezuela sí representa una amenaza palpable.
Sin embargo, opciones de fuerza representan un desproporcionado costo para
cualquiera de ellos, de proceder por su cuenta contra Maduro. Además, podría
crearles problemas internos con movimientos populistas que simpatizan con el
chavismo.
El “wild card” en esto es Donald Trump.
Por razones electorales, puede verse tentado a derrocar a Maduro, a solas o
liderando otras fuerzas, con o sin apoyo internacional, o simplemente
ignorarlo.
2) El no desestimable problema de cómo
estabilizar el país, una vez desplazadas las mafias del poder, y asegurar una
transición, lo menos conflictiva posible, hacia su exitosa recuperación. El
empoderamiento de bandas paramilitares, incluyendo a la guerrilla colombiana, y
la anomia representada por su actuación a la libre, representan un serio
desafío, posterior al desalojo de las mafias del poder político. Sin garantizar
la seguridad interna, no habrá manera de darle paz a los venezolanos, ni
existirá la confianza requerida para atraer las inversiones tan necesitadas.
Asumir la responsabilidad del orden público post Maduro, no es nada atractivo
para gobiernos amigos. Aunque, contra esto, habría que sopesar el alivio de
eliminar un factor tan tóxico y perturbador en la región como el
chavo-madurismo. Lo ideal sería una respuesta militar autóctona, que ofreciera
un referente de autoridad para cimentar el orden interno. Pero, como ya se ha
mencionado, la vergonzosa degeneración de los mandos militares venezolanos
parece contrariar tal posibilidad.
Implicaciones para las fuerzas
democráticas
De lo expuesto se desprende que la
estrategia de las fuerzas democráticas debe dirigirse a hacer creíble y viable
la posibilidad de sacar a Maduro del poder con una acción de fuerza –por
cualquiera de las dos vías antes comentadas—, de manera de que se vea obligado
a negociar su imperiosa salida. Esto es una tarea compleja. Implica convencer a
las fuerzas capaces de ejecutar esta acción –la constelación de países amigos
y/o los estamentos sanos de la FAN-- que tal eventualidad es plausible. Para
ello, es menester que las fuerzas democráticas procuren agotar, visiblemente,
la búsqueda de acuerdos para que la dictadura acate el ordenamiento
constitucional. Para muchos, tal posibilidad es ilusoria, dada la naturaleza
fascista de Maduro y los suyos. Este escepticismo –o realismo, dirían los que
sostienen esta posición--, puede tener mucho fundamento, pero hay que demostrar que
ello es así, fehacientemente. No deben quedar dudas respecto a la
negativa de las mafias a una salida pacífica, constitucional.
Si bien en el pasado reciente ha habido
reiteradas evidencias de ello, nos enfrentamos, hoy, a dos oportunidades para
ponerla decisivamente a prueba: las elecciones parlamentarias, y el
enfrentamiento eficaz a la epidemia del COVID-19 y a la aguda crisis
humanitaria que padece la población.
Las elecciones parlamentarias
Independientemente del objetivo
principal por lograr la realización de elecciones presidenciales legítimas, que
pongan fin a la usurpación, las elecciones parlamentarias constituyen un
compromiso insoslayable. Son un mandato constitucional. Mal pueden las fuerzas
democráticas argumentar que la farsa electoral de mayo, 2018 --con la que
Maduro alega haberse reelegido-- es inválida porque viola el ordenamiento
constitucional, si no afirman, contundentemente, su disposición a concurrir a
la elección de representantes parlamentarios para el período 2021-2026. Desde
luego, debe realizarse en condiciones que permitan la efectiva manifestación de
la voluntad popular. Ello es el centro del asunto. Para que sea así, es
menester cumplir escrupulosamente con lo previsto en la constitución y las
leyes respectivas. En tal sentido, la “prueba del ácido” que revelaría la
verdadera disposición de la dictadura a regirse por la constitución y las
leyes, es que reconociera:
1) Que el CNE debe conformarse conforme al
artículo 296 de la Constitución, que establece que sus integrantes son
nombrados por votación de las dos terceras partes de la Asamblea Nacional;
2) Que no exista inhabilitación ilegal e
ilegítima de candidatos;
3) Que se haga una auditoría completa y
transparente del registro electoral;
4) Que se abra el período de inscripción de
nuevos votantes, según los lapsos establecidos;
5) Que se inviten observadores
internacionales que velen por el cumplimiento de las pautas electorales;
6) Que el gobierno abandone su conducta
ventajista y que no haya intimidación de los votantes.
Pero el chavo-madurismo anuncia desde ya su disposición a trampear
estos comicios para asegurar su triunfo. “Ni por las buenas ni por las malas” –Maduro
dixit--, dejarán que gobierne Guaidó (o cualquier opositor auténtico). Alegando
“omisión legislativa”, su tsj abyecto pasó por encima de la Constitución y
designó un CNE controlado por exmagistrados chavistas. Suspendió las direcciones nacionales de AD
y de PJ, y les nombró una “directiva ad hoc” a su medida. Les confiscó,
asimismo, sus respectivas tarjetas electorales. Ahora ese tribunal írrito busca
la manera de ilegalizar a Voluntad Popular, el partido de Guaidó, Leopoldo
López y de otros dirigentes democráticos importantes. El chavo-madurismo busca, como sea,
quitarle el sustento institucional de las fuerzas democráticas, trampeando las
elecciones parlamentarias para que su representación ahí resulte claramente
minoritaria. Sin control parlamentario, aspiran a hacer desaparecer el apoyo
internacional a Guaidó. Esta
disposición a torcer la voluntad popular se remacha abiertamente, al despachar
groseramente las observaciones críticas de la Unión Europea sobre tal proceder,
insistiendo en que estas elecciones, así amañadas, van. Una vez más, como
cuando su fraudulenta “reelección, Maduro desafía a los mecanismos
constitucionales existentes para que se exprese políticamente el pueblo. Ni
siquiera se preocupa por aparentar su apego a ellas. ¡El país le pertenece y
hace lo que le da la gana!
Como debe ser, esto se está denunciando
contundentemente, con la constitución en la mano, ante la
comunidad nacional e internacional. Debe ser eje
de la estrategia electoral. Paralelamente, hay que retomar la designación del
comité de postulaciones de la sociedad civil, y hacer las consultas respectivas
a las facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades
nacionales para designar un CNE legítimo. Es menester que los órganos competentes
a nivel internacional hagan suyos este proceder y que, de ninguna manera, se
presten a la farsa preparada.
Ahora bien, de abrirse el
chavo-madurismo a la posibilidad de avanzar en el entendimiento de aspectos
cruciales para hacer confiables estas elecciones, habrá que buscar la manera
–también, con apoyo internacional--, de ensanchar esta rendija, de manera de
asegurar condiciones electorales, sino totalmente sanas, al menos aceptables.
Es decir, la defensa de las condiciones electorales debe convertirse en factor
de movilización y “moralización” de las fuerzas opositoras, y de concertación
del apoyo internacional. Es necesario pasar a la ofensiva al respecto, y no
quedarse meramente en lo reactivo frente a la agenda provocadora que quiere
imponer el fascismo.
La cooperación en la contención del Covid-19
El acuerdo firmado entre el Dr. Julio
Castro, en representación de la Asamblea Nacional, y Carlos Alvarado, ministro
(madurista) de Salud, constituye el primer reconocimiento del chavo-madurismo,
a la legitimidad y fundamentación constitucional de la Asamblea Nacional,
dominada actualmente por las fuerzas democráticas. ¿Qué implicaciones tiene
esto? ¿Cuál es su significado? ¿Es, ¡por fin!, una señal de apertura? Difícil
saberlo, más cuando ocurre en un marco político signado por las arbitrariedades
antes referidas y por la represión incesante de opositores. Lo cierto es que
todo logro que se alcance con este acuerdo –que habría que publicitar--
representa una oportunidad para machacar la necesidad de un Gobierno
(transitorio) de Unidad Nacional. Esta no debe ser desaprovechada. Fue
pregonado por Juan Guaidó hace poco y avalado por EE.UU. Tal gobierno
enfrentaría, con apoyo internacional, la crisis humanitaria del país y
generaría espacios para buscar la convivencia y el entendimiento requerido para
abordar los problemas más sentidos por la sociedad (servicios públicos,
medicamentos, gasolina, etc.).
Es una oportunidad para resaltar,
palpablemente, las ventajas de un gobierno que tome seriamente en cuenta
necesidades puntuales de la población y contrastarlo con el actual, que
responde exclusivamente a los intereses de las mafias. El acompañamiento de esta
iniciativa (el enfrentamiento conjunto del Covid-19) con trabajo político entre
las comunidades, deberá contribuir con una expectativa favorable al cambio
político, en un corto plazo. Se estaría construyendo, desde la base, una
alternativa que respondiese a los problemas más sentidos de la gente. Habría
que hacerlo claramente visible. Sumaría razones para que la comunidad
internacional entendiese mejor la necesidad de insistir en este Gobierno de
Unidad Nacional, su único interlocutor confiable para los programas de ayuda y
demás iniciativas dirigidas a aliviar las terribles penurias de los
venezolanos. De pretender los fascistas boicotear estas posibilidades –está en
su naturaleza—hay que denunciarlo fuertemente, a sabiendas que tendría
resonancia entre los países amigos. Este trabajo apuntalaría las opciones
democráticas frente a los comicios en ciernes, y haría mucho más clara la
imperiosa necesidad de unas elecciones presidenciales legítimas, que pusieran
fin a la usurpación y a la continuada destrucción de la República.
Consideraciones finales
Maduro, Cabello, Padrino, Reverol, los
hermanitos Rodríguez y demás integrantes de su círculo estrecho de poder, han
acabado, a conciencia, con el futuro de las nuevas generaciones, con un retiro
(jubilación) digna para los mayores, con los ingresos de casi todos, con la
salud y las alegrías de una gran mayoría y con la vida de un número no
despreciable de sus compatriotas. Pero esto les resbala: son “daños
colaterales” de imponer un proyecto –maquillado con una discursiva
“revolucionaria”— dirigido a expoliar el país. Mientras estén en el poder, esta
labor destructiva arreciará. Asimismo, Venezuela seguirá siendo un factor de
desestabilización regional, como refugio de terroristas, asiento del
narcotráfico y fuente de una emigración masiva, cada vez más depauperada y sin
protección ante el Covid-19.
Las mafias han cerrado reiteradamente las
puertas a toda posibilidad de cambio democrático, constitucional. Quieren
asegurar su continuidad al mando. Su conducta deliberada en contra de la
inmensa mayoría de los venezolanos ha ganado su desprecio. Salvo una
rectificación a última hora que muy pocos esperan, no hay nada que buscar con
ellos. La carga de la prueba de que su actitud será otra --no con negociaciones
que no van a ningún lado o elecciones amañadas--, está de su parte.
Aunque suena antipático tener que decirlo,
fui uno de los primeros en señalar la naturaleza fascista de Chávez y de su
proyecto “bolivariano”[1]. Al no haber
asumido que éste era su carácter, la oposición democrática fue llevada una y
otra vez, respondiendo a promesas variadas, a callejones sin salida, con
terribles costos, que terminaron apuntalando la dictadura. Para el fascismo,
invirtiendo a Clausewitz, la política no es más que una guerra conducida por
otros medios. La experiencia histórica señala que prefiere provocar una
conflagración final, definitoria de la victoria, que negociar su abandono del
poder.
No estamos frente a una situación como la
vivida en Chile, que permitió el triunfo del plebiscito contra Pinochet. Éste,
dictador sanguinario y ladrón, no fue fascista, estrictamente hablando. Contaba
con el apoyo de las clases adineradas y de sectores conservadores del país. Una
vez enrumbada la economía chilena a un crecimiento sostenido—después de la
desastrosa crisis de 1982—buscó “legitimarse” ante la comunidad internacional y
ante su propia población con ese plebiscito. Fue la propia institución militar
la que lo conminó a reconocer su derrota. Es decir, había un marco
institucional –si bien distorsionado y en parte corrupto— sobre el cual pudo
respetarse la voluntad de cambio.
En la Venezuela de hoy, la situación es
muy diferente. No hay institución militar (¿acaso quedan instituciones?), dada
su corrosión por el ácido de la corrupción y de otros crímenes. Impera la
anomia, que impone la voluntad del más fuerte (de menores escrúpulos). Se
traduce en un coto de caza a la libre (Venezuela) para las mafias, abierto a su
saqueo sin restricciones. Para su tranquilidad mental, disponen de una
fabulación ideológica que excusa sus atropellos: ¡una “revolución”!. Ya no es
el repudiado imaginario racista, sino las promesas de redención socialistas.
Esto los blinda contra toda recriminación, independientemente de que pocos
crean realmente los disparates profesados. Su función ha sido construir una
burbuja ficticia, una realidad alterna, que los exime de rendir cuentas. Dentro
de esta zona de confort, y con apoyo de complicidades internacionales –cubanos,
iraníes, ELN, FARC, Rodríguez Zapatero y otros que están en su nómina—en
absoluto van a negociar su salida del poder. No les preocupa ganarse el favor
de los venezolanos o aparentar legitimidad ante la comunidad democrática
mundial. Mientras tengan a su favor la fuerza, continuarán depredando al país,
hasta destruirlo por completo. Como todo parásito, no pueden dejar de matar a
su víctima: no les queda de otra, pues no saben hacer otra cosa que depredar.
El fascismo ha ubicado a esta contienda
claramente como un combate decidido por la fuerza. Para los venezolanos, ha
sido una lucha sumamente cruenta, con numerosas bajas y con la devastación de
un país que alguna vez fue considerado entre los más prósperos de la región.
Participar en las elecciones fraudulentas que prepara Maduro no es la opción
“realista” en este escenario, por más que se insista en que ello permitirá
desenmascarar las trampas y movilizar a la población. Difícilmente podrá
activarse ésta en un escenario de fraude tan claramente cantado. Y será iluso
creer que podrá concertarse una unidad sólida que aguijonee a los demócratas a
una participación combativa, que arrincone a los fascistas. Cualquier
convivencia con éstos será cómplice con continuada destrucción de Venezuela.
La existencia del chavo-madurismo frente
al Estado ha demostrado su incompatibilidad con la nación venezolana. Por
tanto, no debería estar ahí, no tiene razón de ser. Lamentablemente, ha
insistido en que sólo responderá a razones de fuerza. A enfrentar esto está
obligada, por ende, la oposición democrática. Paradójicamente, la única manera
de concertar un arco de fuerzas que saque a Maduro y sus mafias del poder
–nacionales y/o internacionales--, es agotando visiblemente las posibilidades
de solución democrática, constitucional. Ojalá que la percepción clara de esta
opción por parte de los fascistas permita abstenerse de su ejecución, para
liberar a Venezuela.
18 junio 2020
[1] García Larralde, Humberto (2008), El
fascismo de siglo XXI: La amenaza totalitaria de Hugo Chávez Frías, Random
House Mondadori, Colección Actualidad Debate, Caracas.
Humberto
García Larralde, economista,
Profesor
(j) de la Universidad Central de Venezuela
humgarl@gmail.com
Etiquetas:
Humberto García Larralde -
sábado, 6 de junio de 2020
LA QUEMA DE LA BIBLIOTECA DE LA UDO
LA QUEMA DE LA BIBLIOTECA DE LA UDO
Rafael Rattia
Cuando
observé, -con tristeza y estupor- la fotografía de la quema de la biblioteca
central de la UDO-Cumaná totalmente convertida en escombros no pude contener
las lágrimas y rompí en un llanto quedo e interior pero no menos doloroso que
el que cualquiera puede sentir ante una vomitiva barbarie como la que se
cometió contra ese patrimonio cultural, artístico y científico-tecnológico del
país. Un libro que me marcó una huella indeleble mi insaciable espíritu de
lector insobornable es: “Historia universal de la destrucción de los libros”.
(De las tablillas creto-micénicas al libro electrónico) del poeta y ensayista
venezolano Fernando Báez. En sus páginas leí que “ahí donde se queman libros,
pronto se quemarán hombres”. No cabe un ápice de dudas; pues los libros son una
extensión del hombre en toda la íntegra expresión del ser. Todo lo que puede
pensarse se puede, en consecuencia, ponerse en un libro por escrito en los
formatos de papel físico o de papel y tinta electrónica para solaz y beneficio
espiritual de la humanidad.
El
latinajo lo dice asaz bien: “verba volant escrip manent”; esto es, el verbo
vuela a raudales y las palabras se las lleva el viento; mas lo escrito está y
queda permanente para beneficio de las futuras generaciones de hombres y
mujeres que inexorablemente vendrán en camino a recoger el testigo que portamos
nosotros, simples o complejos lectores y obsecuentes o eventuales escritores.
Lo
ocurrido en la biblioteca central de la Universidad de Oriente del núcleo
Cumaná, no tiene otro nombre; se trata de un auténtico bibliocausto, es decir
una inmensa pira hecha con libros de todos los tipos y tamaños que tratan sobre
los más disímiles y extraños temas del saber humano. Muchos de ellos verdaderas
joyas y reliquias bibliográficas que atesoraba la Casa más Alta del Oriente
venezolano donde se ha formado grandes inteligencias científicas y
profesionales de primerísima línea que han puesto el nombre de Venezuela en un
privilegiado sitial de honor en el mundo.
Ejemplares
únicos que no se volverían a imprimir más; libros incunables o manuscritos
raros que alguna vez fueron hojeados, acariciados, leídos y fichados por docentes,
investigadores y estudiantes a lo largo de su proceso formativo, hoy forman
pilas de cenizas como viva expresión del odio más cerril contra el saber
académico universitario. La quema de la biblioteca central de la UDO tiene un
oprobioso antecedente histórico y es la quema con alevosía y sevicia del
Instituto Oceanográfico de la misma casa de estudios superiores. Ya antes de la
comisión de todas atrocidades y salvajadas contra la UDO, hordas bárbaras
habían incursionado en sus sagradas instalaciones y habían perpetrado desmanes
y desafueros (iniquidades) en laboratorios, oficinas y baños rompiendo y
desvalijando lavamanos, espejos y pocetas que luego “aparecían” como por arte
de magia en las ventas del mercado secundario de los bachaqueros en Cumaná.
04/06/20
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