Pájaros del amor
«En prisión uno está frente a frente con el paso del tiempo. No hay nada más aterrador», había escrito Mandela en su celda, que es hoy un sitio de atracción turística. ¿El morbo no tiene límites, como parece tenerlos la memoria?
Después de los primeros años de prisión, nuestro hombre no era para los jóvenes, más que una referencia, un recuerdo vago, sólo una mención. La conciencia pública no guardaba con interés su nombre ni su lucha: era un candidato para el olvido. Pero estaba Winnie.
Winnie fue su segunda esposa, después de Evelyn ― su amor de juventud― con la cual estuvo casado en el período 1944-1950 y con quien tuvo cuatro hijos. A Winnie, una trabajadora social ―un huracán de pasión― la desposó en 1958 y la pareja tuvo dos bebés.
Inteligente, bella, infatigable, tomó la antorcha, a pesar del odio y las persecuciones de la policía. Fue varias veces arrestada, se convirtió en un símbolo de la resistencia y fue conocida entre la población negra, como Madre de la Nación. Fue tal su fuerza y tan potentes sus convicciones que, con el tiempo, surgió como una figura en sí misma, más allá de Mandela.
Se separaron en 1996. La pasionaria sudafricana se habría rodeado de un grupo violento, en resistencia por la cárcel de su amado, y por las masacres con que el Poder causaba millares de muertos; la cometida en Soweto, es un «ejemplo» del horror que el hombre puede causar al hombre.
El grupo de Winnie fue implicado en acusaciones de asesinato, secuestro y violación; y ella misma, en 1991fue juzgada por el supuesto asesinato de un escolar. No fue condenada. El hombre de los pájaros de libertad la acompañó en todo momento, pero luego ambos anunciaron el fin del matrimonio. Fue entonces Zinzi, una de las hijas el matrimonio, quien escoltó y representó muchas veces a su padre en el extranjero. Él había sido elegido presidente de su país en 1994, cargo que mantuvo hasta 1999.
Pájaro de la paz
«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir».
Con esta declaración de principios, Nelson Mandela cerró su alegato ante la justicia en 1961. Las supuestas «causas» de su detención y acusación de alta traición, había sido su resistencia frente al apartheid. Con aquellas palabras, desafiaba al Tribunal a condenarlo a la pena de muerte. El público lloraba en los palcos; las Naciones Unidas habían impuesto sanciones contra Sudáfrica y la resistencia contra la ignominia era cada vez mayor, pero el líder sostuvo en palabras la actitud de toda una vida, con la serenidad de la verdad, con esos valores que lo mantuvieron erguido, cuando todo zozobraba.
Y siguió ese camino. En 1985, cuando llevaba 25 años de cárcel, resultaba una molestia para el gobierno sudafricano, a causa de la presión internacional. Entonces, le ofreció la liberación, con ciertas condiciones. Entonces, Mandela ―a través de una carta que leyó su hija Zini― esgrimió de nuevo su esencia incorruptible. Rechazó dejar las rejas, hasta que toda la población negra alcanzara sus derechos.
Fue una conducta que le valió cinco años más de prisión. En 1988, en el estadio Wembley de Londres, miles más miles de personas celebraron su setenta cumpleaños, en un concierto que vieron millones de personas en todo el mundo. «Te saludamos Nelson Mandela. Y queremos verte a ti y a los otros prisioneros políticos en libertad», bramó la voz del cantante Harry Belafonte y su voz estremeció al Poder.
El día del vuelo de las 46664 palomas, cuando las calles recuperaron los pasos del hombre de piel azabache para transitar la libertad, él habló de reconciliación. ¿Reconciliación con el opresor? Mandela explicó la necesidad de evitar una masacre: «si no, la única sangre que correría sería la del hombre negro», sentenció.
Es curioso, el líder había dicho siempre que el enemigo era la supremacía blanca y, sin embargo, hasta el blanquísimo ex-presidente Pik W. Botha, uno de los responsables de sus 27 años de cárcel, pensó que su víctima era la única esperanza hacia una salida pacífica.
En 1948, el Partido Nacional había ganado las elecciones, donde sólo los blancos tenían permitido votar, y empezó a instalar el apartheid. Y casi hasta los finales del siglo XX, el Poder en Sudáfrica provino de ese partido y de la Iglesia Reformista Holandesa. En aquel año, entre otros códigos que deberían ser extraños a la naturaleza humana, se establecieron una serie de normas, como la Ley de Clasificación Racial, la Ley de Matrimonios mixtos, que prohibía las uniones entre personas de diferentes razas y la Ley de Áreas, que confinaba a los negros a vivir en zonas delimitadas.
Por cierto, estos horrores no existen ya, en la evidencia cotidiana, sino disfrazados de democracia; y hay otros horrores: siempre hay más. ¿Pudo Mandela cambiar su aldea, su África del Sud? ¿La idea de reconciliación fue una idea o es una realidad? Todo parece indicar que fue sólo un sueño.
Este hombre ejemplar dejó un surco; él es una huella y una antorcha, pero la historia enseña que tratar de negociar con el enemigo en el Poder, aunque sea con la más sana intención, sólo lleva al influencismo. A creer que, dentro de las filas del enemigo, se podrá influenciar, sin pensar que siempre es el enemigo quien decide sobre la vida de las personas. Hoy gobierna Jacob Zuma, negro y en representación de negros y mestizos. Pero, ¿gobierna para los excluidos, por la justicia y la igualdad, tan caros a Mandela?
¿Pájaros libres?
En 2004 Nelson Mandela se retiró de la vida pública. «No me llamen, yo los llamaré», dijo. De cualquier manera, continúa trabajando por la paz, como gran estadista y se dedica muy especialmente a combatir el SIDA, desde hace mucho; su hijo ― Makgatho― murió a causa de esa enfermedad en 2005, a los 54 años, y son más del 20% las personas que la padecen en las tierras sudafricanas.
Hoy, a pesar del sacrificio de 27 años de prisión de Mandiba― así lo llaman, con ese título honorario que daban los ancianos de su tribu― el dolor recorre los senderos de su país. La pobreza aumenta en progresión geométrica, según las cifras oficiales hay un 26% de desempleados, que en realidad es del 40%. La lucha contra el apartheid parecía ganada y, de hecho, el apartheid no existe en lo formal; y los adeptos al gobierno, y en particular el Partido Comunista, afirman que están dispuestos a «matar o morir» por Zuma.
En los hechos, la clase dirigente es la misma del capitalismo del apartheid. Un hombre de raza negra gobierna, sí. Pero sigue tutelando a una minoría. Más del 43% de la población vive con menos de 22 euros por mes; y ya desde 1994 las tierras están distribuidas con cifras que cuentan la verdadera historia: el 3,6 por ciento de ellas es para los negros; y más del 80% para los blancos.
Para mantener el sistema, estas políticas aseguran la perpetuación del capitalismo del apartheid. Dicho sin máscara: garantizan la súper explotación de la población negra y refuerzan los obstáculos para la constitución de una nación unida y soberana.
9855 días de `prisión, 27 años de 46669 pájaros sin libertad. Y ahora, ¿qué?
El carnaval del mundo engaña tanto....*
*Juan de Dios Peza
*Cristina Castello es poeta y periodista, bilingüe (español-francés) y vive entre Buenos Aires y París.
http://www.cristinacastello.com
http://les-risques-du-journalisme.over-blog.com/
* Este artículo es de libre de reproducción, a condición de respetar su integralidad y de mencionar a la autora.
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