domingo, 11 de septiembre de 2016
LA PAX SANTOS
LA PAX
SANTOS
Luis
Marín
La Paz es uno de esos términos
absolutos que no admiten oposición, como la Justicia, porque, ¿quién va a
decir “yo estoy de acuerdo con la injusticia”? Por eso es un hecho
extraordinario que en Colombia se haga un “Plebiscito por la Paz” para
determinar cuántos están de acuerdo con una paz estable y duradera y cuántos
no.
A pesar de algunas precisiones de la
Corte Constitucional según la cual lo que se votaría no es “la paz” sino los
acuerdos del gobierno de JMS con las FARC celebrados en La Habana; pero
mientras ella habla de plebiscito por la paz el gobierno promueve y las Cámaras
aprobaron un referendo y la diferencia no es baladí.
El plebiscito consiste en aprobar o
no una decisión política o legislativa que el pueblo (la plebe) estime favorable
o no a sus intereses; el referendo podría implicar una modificación de la
estructura constitucional del Estado, lo que parece estar en juego si se
aprueban estos pactos, sin embargo ambos términos se utilizan indistintamente y
con cierto desenfado en el debate.
La propaganda oficial pretende
dividir a los colombianos entre quienes quieren la paz y otros que, según
ella, preferirían la guerra, lo que se advierte como la primera aunque no la
peor manipulación que enturbia el proceso, porque de entrada coloca a los
adversarios políticos como “enemigos de la paz”, lo cual es, por decir lo
menos, acomodaticio.
Esta instrumentalización de la paz
tiene una larguísima tradición en la propaganda comunista, de hecho, los
bolcheviques insurgen ante el mundo, en 1917, con la consigna “paz, pan y
tierra”, síntesis magistral de los intereses de sectores sociales a los que
supuestamente estaría orientada una revolución de “soldados, obreros y
campesinos”.
En ruso la palabra “MIR” que
significa “paz” se traduce también como “mundo”, lo que da una idea del impacto
emocional que tiene en la mentalidad de los pueblos eslavos. Esta pax soviética
fue el mascarón de proa de la guerra fría y bajo su cobertura se desarrolló la
carrera armamentista, el programa nuclear, la fabricación y emplazamiento de
proyectiles balísticos intercontinentales, con plataformas de lanzamiento
móviles por tierra, mar y aire, las intervenciones militares en los cinco
continentes, en fin, como se sabe, “la paz es la guerra”.
Un dato curioso es que durante la
crisis de octubre de 1962, el aparato propagandístico comunista denunció la
política guerrerista de los imperialistas contra su política de paz; pero jamás
mencionó que hubieran instalado cohetes nucleares en Cuba, de manera que los rusos
no han sido oficialmente informados de que hubo misiles suyos situados a 90
millas de las costas de EEUU.
Decir que los críticos del pacto de
JMS con las FARC son enemigos de la paz es poco menos que una calumnia, además
de que les atribuye a una organización armada y a sus anfitriones de La Habana
una representación de “la paz” incompatible con la teoría y práctica que
profesan, cual es imponer el comunismo mediante la “lucha armada”.
El quid de la cuestión es que
los comunistas no distinguen entre guerra y política las que conciben como un
continuo que depende del énfasis que pongan en el uso de la violencia, como
diría Mao: “La política es guerra sin derramamiento de sangre y la guerra es
política con derramamiento de sangre”.
Lo que pretende JMS es que las FARC
abandonen la violencia y alcancen sus objetivos civilizadamente. Su mayor error
es creer que el problema no son las metas sino los métodos, que se trata de una
cuestión adjetiva, de procedimiento, del cómo y no de una cuestión sustancial,
relativa a los fines.
Si las FARC abandonaran las
prácticas de terrorismo, narcotráfico, secuestro, extorsión, etcétera, todavía
habría que enfrentarlas porque es igualmente inaceptable su propósito de
imponer el comunismo aun con otros medios, provisionalmente pacíficos.
Por cierto que ese aditivo “EP”,
ejército del pueblo, que se acepta de forma tan risueña, implica que el otro,
el ejército de Colombia, no es del pueblo sino de la oligarquía o la
burguesía según la doctrina oficial comunista cubana.
Como los Castro, las FARC no han
sido destruidas, sólo se transforman.
LA PREGUNTA DEL MILLÓN
La pregunta de Santos exige análisis
aparte y detenido: “¿Apoya usted el acuerdo final para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”
Lo primero que salta a la vista es
que dice “apoya” y no “aprueba” como sería lo lógico y jurídico. “Apoyar” y
“aprobar” son conceptos harto diferentes: ¿Se pide la aprobación de unos
acuerdos o el apoyo a una política?
Apoyar implica dar soporte,
sostener, como quien dice en Venezuela, “meter el hombro”. Aprobar es valorar
positivamente, calificar o dar por bueno o suficiente algo y lo que interesa,
que es “asentir”, decir que sí. Lo importante es que ambas cosas se pueden dar
juntas o separadas, el apoyo no implica asentimiento, ni viceversa.
Hablando políticamente, la
burocracia, el ejército, la policía “apoyan” al gobierno aunque algunos
individuos o el conjunto no esté de acuerdo con sus decisiones, porque son
cuerpos obedientes y disciplinados; no así los ciudadanos que no tienen que
obedecer porque no son subordinados de nadie y se limitan a asentir incluso
tácitamente mientras no se rebelen contra las decisiones ni contra las
instituciones del Estado.
De manera que así como se puede
apoyar una política sin aprobarla también se puede aprobar una política sin
apoyarla, porque no se está dispuesto a poner ningún esfuerzo, talento o
recurso para que esa política se materialice, se lleve a cabo. Allí donde el
funcionario apoya, el ciudadano asiente.
El caso es que pedir apoyo para una
política del Presidente es una extralimitación evidente, convoca a la sociedad
a que se incorpore como un todo a la implementación de unos acuerdos, aunque no
los comparta, tanto más exorbitante cuanto, según la Corte Constitucional, los
resultados del plebiscito sólo son vinculantes para él, pero no para los demás
órganos del Estado, lo que le da un toque personalista a la solicitud de apoyo.
“El acuerdo final” impacta por su
prolijidad y extensión, no sólo por la letra pequeña sino porque
contiene demasiados lineamientos que sólo podrán apreciarse en su
desenvolvimiento. Instituciones como la Comisión de Implementación, Seguimiento
y Verificación del Acuerdo Final de Paz y de Resolución de Diferencias o la
Jurisdicción Especial para la Paz que implican la designación de magistrados,
la promulgación de reglamentos, designación de cargos, asignación de recursos,
es decir, todo un Estado paralelo: ¿Cómo puede llamarse “final” si es sólo el
principio de una nueva institucionalidad?
Es importante que no se estime
cuánto va a costar eso, quién lo va a pagar y de dónde provendrán los fondos.
Un dato curioso es que se ofrezcan sueldos y pensiones a los guerrilleros, así
que las actividades criminales que realizan se considerarán como un servicio
público, lo cual es, por lo menos, desconcertante.
“Para la terminación del conflicto”
prejuzga el resultado. Si hubieran agregado “con las FARC” serían más
específicos pero no más realistas. Es otra manifestación de deseos, una
aspiración sobre la que no deben abrigarse mayores esperanzas, porque los
negociadores de La Habana no pueden garantizar que la visión que ellos tienen
de los acuerdos es la misma que tienen los innumerables frentes de las FARC que
están en el terreno completamente fuera de su control e ignorando lo que se
habla allá; por no mencionar otros grupos como el ELN, MPL, las bacrim, los
paracos y dejemos de contar para no ser tan pesimistas. El conflicto no va a
terminar sino que va a complicar.
Sobre “la construcción de una paz
estable y duradera” ni siquiera vale la pregunta, ¿quién puede estar en
desacuerdo? Lo inadmisible es la insistencia en que si esto no se aprueba, si
no se dice que SI, entonces lo que sigue es la guerra. Al margen de lo que
tiene de chantaje, es otra falsedad.
“Mejor un acuerdo imperfecto que la
guerra” es el cuento con que Obama quiere vender su negociación con Irán, que
si no se aprueba lo que él dice la alternativa es la guerra; pero bien
respondió Benjamín Netanyahu: “La alternativa a un mal acuerdo no es la guerra
sino un buen acuerdo”.
Quién sabe si algún día será posible
llegar a un acuerdo razonable con todos y cada uno de los grupos insurrectos,
pero por ahora lo único que luce plausible es derrotarlos o reducirlos a un
mínimo de perniciosidad, como ocurre con el delito común, que parece imposible
de erradicar pero que no se puede renunciar a combatirlo.
La política de JMS se revela cada
vez más inspirada por la de Obama y quién sabe si en algún modelo de
negociación de Harvard que proponga convertir al enemigo en socio; pero incluso
Harvard tiene sus límites y es que hay enemigos con quien no se quiere, puede,
ni debe nadie asociarse, so pena de perder a sus amigos.
Y no se trata de un giro retórico:
los acuerdos prevén “la persecución de las conductas criminales que amenacen la
implementación de los acuerdos y la construcción de la paz”, represión que
uniría a las FFAA, de policía y las FARC contra el nuevo enemigo.
Cuando JMS proclamó que Chávez era
su nuevo mejor amigo, seguro que no ponderó los nuevos enemigos que creaba;
como Obama, cuando se retrató con Castro.
LAS FARC VOTARAN “SÍ”
Con el polo patriótico, partido
comunista, ONGs y otras organizaciones de fachada, el gobierno de JMS en pleno
y hasta ¡el partido conservador! Pero lo extraordinario no es que enemigos
hasta ahora irreconciliables estén tomados de las manos votando juntos, sino
que las organizaciones armadas insurgentes sean los artífices y
portaestandartes de “la paz” ¡patrocinados por los Castro! Porque si algo es
imposible de negar es que todo este tinglado fue armado en Cuba con el visto
bueno de Castro.
Aunque bien vistas las cosas esto
tampoco es inédito. Volviendo a los bolcheviques, su política de paz no los
hizo renunciar a la tesis de Lenin de “convertir la guerra imperialista en
guerra civil revolucionaria”, que devastó Rusia y diezmó su población.
En Latinoamérica es ilustrativo que
durante la visita del Papa Juan Pablo II a Nicaragua el 4 de abril de 1983,
siendo ya dictador Daniel Ortega, sus huestes profanaron la misa coreando:
“¡Queremos la paz!” El Papa visiblemente incomodo respondió: “¡La primera que
quiere la Paz es la Iglesia!”
Es irónico que el FSLN, una
organización armada que tomó el poder mediante una cruenta guerra de guerrillas
siguiendo el modelo guevarista desarrollado en Cuba, increpe nada menos
que al Papa Juan Pablo II con “la paz”. El punto es: ¿Cómo puede hacerse compatible
esta insistencia obsesiva por la paz con doctrinas como “la guerra popular
prolongada” o “la guerra de todo el pueblo”?
Aparentemente se trata de un manejo
dialéctico de términos contradictorios de los que en Venezuela podría fundarse
toda una Escuela. Aquí, bajo una repugnante y repetitiva campaña por “la paz”
se organizan y arman milicias populares, los llamados colectivos, bandas de
motorizados que aterrorizan al público, mientras se desarma a los civiles, a
las empresas de seguridad e incluso a las policías municipales para dejar a la
población inerme frente al hampa oficialista.
Se encumbra a jefes militares a las
posiciones decisivas del Estado en las que han impuesto su lenguaje de guerra,
la más ilustrativa es “la guerra económica”, pero no pueden ignorarse todos los
estados mayores que asumen hasta la distribución de papel toalet como un
problema logístico.
De manera que la política de paz se
traduce en un camuflaje discursivo para distraer la atención del verdadero
desarrollo armamentístico y guerrerista de la revolución comunista, tal cual
como la pax soviética encubrió el desenvolvimiento de la guerra fría.
La única esperanza es que al fin y
al cabo la URSS perdió la guerra fría y es previsible que los neocomunistas
también pierdan la suya; sin olvidar que aquella tenía enfrente a líderes como
Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que no se ven en estos días.
Un liderazgo firme y sin complejos
como el de Rómulo Betancourt en el pasado o Álvaro Uribe en el presente,
vencieron el mito de que es imposible derrotar política y militarmente a las
guerrillas una vez que se han inoculado en el tejido social.
Paradójicamente lo primero que
tienen que vencer es el manejo ideológico de “la paz”.
Luis
Marín
11 septiembre 2016
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Luis Marín - La Pax Santos,
Plebiscito por la Paz
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El camino lógico es el perfeccionamiento continuo por medio de la Educación, y luego la distribución justa de la riqueza. Pero está claro que primero hay que producirla por el perfeccionamiento y la competitividad. Por eso esa frase del Foot. Ball es tan buena: EL QUE METE MAS GOLES LE PAGAN MAS, saludos antonio clemente h
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