lunes, 11 de noviembre de 2019
EL TSJ ORDENA HACER LAS ELECCIONES UNIVERSITARIAS
EL TSJ ORDENA HACER LAS ELECCIONES UNIVERSITARIAS
Ignacio Avalos Gutiérrez
Los
tiempos suelen cambiar
Es obvio
que han cambiado las circunstancias que rodean a la universidad actual y es
obvio que hay que mirarla dentro de un entorno dibujado por otros hechos, muy
distintos a los que hasta hace no mucho determinaban sus características y su
razón de ser. Hoy en día se encuentra inmersa en un nuevo ámbito, determinado
principalmente por las características que se desprende del ritmo actual del
desarrollo tecno científico, factor medular en la conformación y desempeño de
las sociedades actuales. Y en consecuencia hay que situarla, entonces, rodeada
por una nueva institucionalidad de la que forman parte otros y muy diversos
actores sociales con los que interactúa, los cuales se desempeñan según otras
lógicas y muestran diferentes capacidades a la vez que se mueven de acuerdo a
sus particulares intereses en lo que atañe a la generación, distribución,
enseñanza y uso del conocimiento en sus diversos formatos.
Se trata,
pues, de un escenario distinto determinado, además por las posibilidades
que se abren vía la digitalización; por las consecuencias que generan el
volumen y la rapidez con la que hoy en día se generan, difunden, se utilizan y
vuelven obsoletos los conocimientos; por la aparición de nuevas
disciplinas y sub disciplinas; por el trabajo trans disciplinario e
interdisciplinario; por el predominio visible del financiamiento privado sobre
el público; por la modificación de los derechos de propiedad intelectual; e,
igualmente, por la globalización de las actividades de investigación e
innovación y el replanteamiento de los espacios nacionales, lo que está
generando una nueva distribución de las capacidades tecno científicas a
nivel internacional, con una clara expansión de varios países asiáticos,
notablemente China, pero también otras naciones, como India, Corea
del Sur y Japón, siendo éste un dato nada menor desde el punto de vista geo
político.
La Cuarta
Revolución Tecnológica
Es esta
época, la de la “sociedad del conocimiento”, la que nos lleva a reflexionar
sobre el sentido de la transformación que debe experimentar la actual
universidad. Recordemos que dentro del marco esbozado arriba transcurre la
Cuarta Revolución Tecnológica, sustentada en la convergencia de tecnologías
digitales, físicas y biológicas, generadoras de innovaciones que originan
fuertes impactos en todas las esferas de la actividad social, de los que
deriva la necesidad de ir creando nuevos modelos de análisis a partir del
trabajo sinérgico entre las ciencias sociales y humanas y las ciencias
naturales, con el propósito de ir descifrando y regulando eventos muy
complejos, puestos de manifiesto en alteraciones muy significativas en la vida
humana (piénsese en los efectos que se desprenden de la inteligencia artificial
o de las neurociencias, por solo citar apenas dos entre infinidad de ejemplos).
La
Universidad en el Siglo XXI
Frente al
cuadro descrito arriba, a las universidades – que ya no tienen el monopolio
sobre el conocimiento, es importante destacarlo - les toca emprender un crucial
e impostergable tarea. Se trata de encarar la reforma de las funciones y
actividades que le son propias, dadas las nuevas circunstancias que pautan el
transcurrir de estos tiempos, tal como, dicho sea de paso, lo está haciendo una
buena parte de las universidades del mundo, empeñadas en modificar sus
estructuras, sus normas de organización, el contenido de las carreras, los
modos de enseñar e investigar, en fin, en ir variando los procesos de producción,
circulación y uso del conocimiento en función de la nueva sociedad emergente,
moldeando, así, nuevas realidades institucionales, culturales e
identidades. Todo ello a sabiendas de que en ellas reposa, en importante
medida, el encargo de descifrar, canalizar y aprovechar los cambios tecno
científicos que están ocurriendo.
La tarea
es, entonces, analizar las universidades en términos de este nuevo escenario
que de una u otra forma, dibujan los desafíos, las oportunidades y amenazas que
condicionan las estrategias que les han de permitir navegar de acuerdo a los
vientos que soplan.
En este
sentido, alude resumidamente la Unesco, a la necesidad de generar “…. un
conocimiento multidisciplinar desde perspectivas social, económica, cultural y
científica. Esta generación de conocimiento debe dar respuesta a desafíos
globales como la seguridad alimentaria, el cambio climático, la gestión del
agua, el diálogo intercultural, las energías renovables y la salud público
entre otros ,,,,”. Tal es, en pocas palabras del reto que significa
repensar la universidad pública.
El TSJ
ordena las elecciones
Imposible
no ubicar dentro de las consideraciones anteriores, el reciente y arbitrario
decreto del TSJ, mediante el que se obliga a convocar a elecciones en diversas universidades
nacionales, imponiendo incluso las reglas que se deben seguir para identificar
quienes pueden ser los votantes y hasta la manera como se contarán los
sufragios, vulnerando, así, la independencia universitaria, tal como lo han
argumentado los expertos en la materia, alegando que el contenido del fulano
Decreto, viola hasta la última coma del artículo 109 de Constitución Nacional,
el que consagra y describe la autonomía.
Esta
medida representa el último capítulo (por ahora) del continuo maltrato contra
las universidades públicas y autónomas, iniciado en el año 2003 y cuyo
resultado ha sido condenarlas a funcionar en circunstancias de sobrevivencia en
casi todas las competencias institucionales que le corresponden, ni hablar,
desde luego, de asomarse a los retos que trae consigo el futuro aquí descrito.
Por otro lado, y aunque sea de pasada, resulta imposible no mencionar, a
propósito de lo anterior, que la creación de varias universidades “oficiales” a
lo largo de estas dos últimas décadas ha tenido precarios resultados
académicos, aunque han servido, sin duda, para presumir de una abultada
matrícula de estudiantes a nivel de la educación superior.
De esta
manera, mediante unos comicios diseñados de acuerdo a un formato cada vez más
en desuso en el mundo en las elecciones universitarias, el gobierno encara el
tema de la actualización de la universidad sustentándolo en una concepción que
busca el acoplamiento de la academia con la propuesta política oficial, que no
tiene ningún sentido, si hemos de mirarla a través de las claves dentro de las
que se mueve el siglo XXI.
Sin que
uno sepa muy bien el motivo de su última ocurrencia, el Gobierno, a través del
TSJ (¿no hay separación de poderes?) reitera una vez más la pretensión de
vigilar (¿exagerada la palabra?) la actividad académica. Habla, como lo ha
hecho en otras ocasiones, de ponerla al servicio del desarrollo nacional,
entendido éste, es la impresión que deja, como un popurrí de propuestas
ideológicamente contradictorias, técnicamente poco factibles y envueltas en una
épica muy venida a menos, cuyo resultado ha sido una severa crisis de la que
apenas una minoría de los venezolanos ha conseguido salir ilesa.
Expresado de otra manera, intenta, como ya señalé, de convertir a las
universidades autónomas en un espacio fiel a un proyecto regido por un
pensamiento uniforme, que no admite contradicciones y que se encuentra ubicado
completamente a las espaldas de los códigos que rigen esta época
El Nacional, jueves 7 de noviembre de 2019
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