Este lineamiento tuvo un
notable éxito en Francia donde lograron ganar las elecciones de mayo de 1936
con el gobierno de León Blum y un portentoso fracaso en España donde naufragó
en la Guerra Civil de 1936 a 1939, sirviendo de preludio a la II Guerra
Mundial.
Lo que nunca siquiera soñaron
los camaradas del Comintern es que aquella política pudiera sobrevivir no sólo
a su propia disolución, decidida en mayo de 1943, sino a la derrota y proscripción
del fascismo en 1945, con lo que se llega a la circunstancia sorprendente de
tener frentes antifascistas contra un fascismo inexistente.
Si esto ya es una anomalía en
Europa, aunque comprensible por su historia del siglo pasado y sus remanentes
neonazis; bastante extraño en los EEUU, donde nunca hubo un gobierno, partidos
o movimientos significativos autodefinidos así; es definitivamente grotesco en
Iberoamérica, donde el gentilicio e idiosincrasia son incompatibles con el
fascismo y aún más con el nacionalsocialismo.
Sin embargo la política de
Unidad Popular tuvo un clamoroso remake
en Chile en 1970, derrotada por la
intervención de las FFAA y de Carabineros el 11 de septiembre de 1973. En
cambio ha sido exitosa en Uruguay con la denominación de Frente Amplio. Por
alguna consideración táctica en Venezuela y Colombia se le llama Polo
Patriótico; pero la receta es básicamente la misma, con alguno que otro aderezo
más o menos.
En Chile se pasó de la
Concertación, en que estaban prácticamente todos los partidos, democratacristiano,
socialdemócrata, liberal, republicano, radical, nacionalista, a fórmulas más
decantadas a la izquierda, como el Frente Amplio tipo uruguayo, hasta
Convergencia Social, de Gabriel Boric, casi la misma denominación que usó
Rafael Caldera para coordinar lo que en Venezuela se llamó “el chiripero”; pero
con una agenda globalista, inscrita formalmente en la Internacional Progresista
de Bernie Sander.
Y en este punto volvemos a enlazar
con el antifascismo que es el denominador común de la nueva izquierda, la carta
de presentación de los neocomunistas en todo el mundo, lo que une a los
extremistas de antifa, black lives matter,
con los supuestamente moderados socialdemócratas en EEUU; a podemos, izquierda unida, autonomistas,
con el PSOE en España; al Partido de Izquierda Europeo, Die Linke, con el PSD en Alemania, y un largo etcétera.
Un hecho extraordinario pero no
sorprendente es que este lenguaje haya permeado incluso las controversias
político culturales de sociedades cerradas como las cubana y venezolana
actuales; pero como todo en esta parte del continente, con un toque de
surrealismo.
En su primera rueda de prensa
en España, luego de su confusa huida de Cuba, posterior al 15N, Yúnior García,
conspicuo vocero de la plataforma Archipiélago, declaró que “lo que existe en
Cuba es (…) lo que yo viví en mis últimos días en Cuba frente a mi puerta fue fascismo;
no puedo llamarlo de otra (…) que rodearan mi casa gritándome ofensas como si
fuera un judío en la Alemania nazi y mi vida corriera peligro sólo por pensar
diferente, eso es fascismo. ¿Cómo alguien puede creer que eso es izquierda? Eso
es algo que no se puede tolerar porque es fascismo, es fascismo”.
Yúnior García nació en Cuba en 1982,
cuando ya el régimen tenía más de veinte años con el poder absoluto, de manera
que no ha conocido en toda su vida otro sistema que no sea el comunista, en esa
versión estalinista tropicalizada que es el castrismo, no obstante, cuando
sufre atropellos y vejaciones éstos no los imputa al comunismo sino al
fascismo, del que no tiene la menor noción, salvo la que provenga del discurso
oficial, que asume como propio.
Pero no es el único. En su
atropellado foro en la Universidad Complutense de Madrid, junto con Leopoldo
López, relata que en Cuba hace muy poco tiempo pasaron la película “NO”, sobre
el plebiscito en el Chile de Pinochet, “y es increíble como cuando estaban
pasando la película las redes sociales estallaron, todos los jóvenes cubanos
que estábamos viendo la televisión en ese momento empezamos a escribir: Estamos
viviendo exactamente lo mismo que estaban viviendo los chilenos en el Chile de
Pinochet. ¿Cómo es posible que dos dictaduras tan diferentes puedan parecerse
tanto?”
Lo primero que salta a la vista
es otra pregunta: ¿Pero será que en Cuba por fin hicieron ese plebiscito
vinculante para que el pueblo decida si quiere seguir con Castro o adoptar otro
sistema diferente? Los regímenes son idénticos pero Pinochet no sólo hizo el
plebiscito sino que lo perdió, reconoció el resultado y cedió el poder como se había
prometido.
¿Y qué ocurre en Cuba? El hecho
es que el plebiscito en Chile fue el 5 de octubre de 1988, veinticuatro años
más tarde (se dice fácil pero son seis períodos presidenciales de EEUU), el 22
de julio de 2012, los promotores del plebiscito en Cuba, Oswaldo Payá Sardiñas
y Harold Cepero, fueron asesinados a la luz del día y con testigos
presenciales.
¿Esto es exactamente lo mismo? Aquí
el problema no es un error de apreciación o de interpretación parcializada, son
hechos claros y distintos. La cuestión es, cómo es posible que tanta gente, no
solo los miembros de Archipiélago, sino el público de la Universidad
Complutense de Madrid, la izquierda española, las redes, no haga ninguna observación,
sino que aceptan estas incongruencias como moneda corriente.
Y aún más, para los alumnos de
esta Escuela de Estudios Políticos del primer mundo no es que el régimen de
Pinochet y Castro sean idénticos, como dice Yúnior García para mayor ofensa de
ellos, sino que Pinochet es de lo peor y Castro magnífico. De hecho, recibieron
a Yúnior y a Leopoldo con gritos de “¡Fuera fascistas de la Universidad!”
Insólito: el que acusa de
fascista al régimen de Castro es acusado a su vez de fascista por estudiantes
de la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Complutense de Madrid. Definitivamente,
algo muy malo está pasando en aquel Reino y en nuestros países.
Esto amerita una reflexión muy
detenida. En Venezuela se sabe que la guerrilla se financia con asaltos a
bancos, secuestros y otros medios nones
santos, esto es excelente porque se lo copiaron a Fidel Castro y éste sigue
una añeja tradición revolucionaria. Pero ocurre que la guerrilla se pacificó y
la mayoría de aquellos combatientes ahora están en el gobierno.
Cuando se le increpa a un
comandante que algunos de sus hombres siguen robando bancos, extorsionando, incurriendo
en sicariato, no para financiar la revolución sino para su lucro personal, no
concluye que los comunistas son predadores y delincuentes sino que “estos
camaradas han sufrido una desviación de derecha”.
Otro comandante es secuestrado
y desaparecido por el régimen; pero sus camaradas, que ya lo dan por muerto,
acusan a “la derecha fascista” ¡que está en el gobierno! El mismo a quien aquel prestaba sus servicios como
asesor en materia de guerra irregular.
El fascismo parece condenado a un
oprobioso destino, ser el Diablo de la religión marxista.
Luis Marín
06-01-22
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