Esta es la carta de una hija que reclama a su padre. Es un texto
escrito con la brevedad con la que el dolor se instala en el alma. Describe con
creces lo vivido y lo que se vive.
Su tragedia no es ajena a lo que ocurre en
muchos hogares de este expaís. Ella ha tenido la fortaleza de expresarlo de una
manera que alcanza a todos.
¿Tendrán alguna capacidad, quienes han mantenido este
secuestro, para escuchar, en tono de alarma, la voz de esta joven llena de
angustia, por la ausencia de su padre?
Difícil sería no escuchar sus razones o desestimar la
hondura de su pedido. La difundimos con la esperanza de que en el mucho andar,
logre conseguir la única respuesta que se merece: la libertad absoluta de Iván
Simonovis.
mery sananes
Señores del Estado Venezolano:
Esta es la segunda vez que les escribo. No me da pena insistirles. El dolor
puede más que la pena. Les juro que ya no puedo más. Ya me cansé de llorar.
Estoy agotada. Quiero pedirles de nuevo un poco de clemencia. Ya mi papá, Iván
Simonóvis, y todos nosotros, su familia, hemos sufrido demasiado. Sufrir cansa.
Llorar cansa. Extrañar al padre de uno cansa.
Siento que soy demasiado joven para estar tan cansada. Me
parece injusto que la política me arruine la vida. Todos los días me asomo con
susto en el espejo, porque siento que tengo canas en mi cabello. No las veo,
pero las siento. Y tengo 15 años. Es muy rara esta sensación.
Ya mi sonrisa no es la que sale en las fotos de los álbumes de la familia. Mi
sonrisa se quiebra a cada rato, como una galleta. Porque así están los huesos
de mi papá. Se han vuelto una galleta por tanto encierro, por tanto no moverse,
por tanta sombra.
Por favor, les pido, devuélvanle el sol. Devuélvanle un
poquito de vida. Ya bastante ha pagado lo que Uds. consideraron que debía
pagar. Su salud esta tan deteriorada que tengo miedo -mucho miedo- de que mi
papá termine paralítico, en una silla de ruedas. Y más así. Solo. Sin su gente,
sin los únicos brazos que lo pueden abrazar.
Mi papá no está nada bien. Su columna está demasiado frágil. Se puede romper
sola, sin que nadie la toque. Sus huesos, dice el médico, tienen la edad de un
anciano. Sus huesos ya pagaron el doble del tiempo de su condena. Su ánimo
también. Y su familia.
Sea justa o no su prisión, creo que ya todo es demasiado. Ya
todo se ha vuelto inhumano, cruel, excesivo.
Señores del Estado Venezolano, una medida humanitaria como
la que les pido sería un gesto noble, necesario, hermoso. Un gesto importante
en estos tiempos tan duros.
Estoy tan agotada del odio de parte y parte. Creo que muchos
estamos así. Un gesto de nobleza no les va a hacer perder nada de lo que tienen
y, en cambio, los hará más humanos. Quiero volver a tener 15 años y un padre a
quién abrazar.
No tengo más argumentos. Solo un exceso de dolor.
Gracias.
Ivana Simonovis
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