lunes, 30 de abril de 2012
ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE - PREPARADOS...¡DISPAREN, APUNTEN, PREPAREN ARMAS!
No,
no se trata de un error en la redacción del titular. Tampoco es un chiste. Es
‘así’ como ha venido des-gobernando Chávez a Venezuela desde 1999, un
cantinflérico modo de dirigir a una nación que, por ahora, realiza desde La
Habana, vía twitter, con mayor intensidad desde que no le ha quedado otra
opción que reconocer lo que no quería aceptar: que está enfermo, gravemente
enfermo, y que le queda muy poco tiempo de vida. Pero eso -su salud- es harina de otro
costal, un tema que los demócratas debemos evitar por tres razones: 1º.- Porque
hacerlo es continuarle el jueguito promocional de auto-flagelación y lástima,
que es una estrategia comunicacional persuasiva inmersa en el proyecto
propagandístico castrista surgido desde las salas situacionales del G2, un
comando de espías instalado cómodamente en el Piso 10 del anterior Anauco
Hilton de Caracas. 2º.- Porque
insistir en comentar su cáncer nos desvía el objetivo central: demostrar, a
propios y extraños, el carácter comunista y profundamente corrupto del régimen
que des-gobierna en Venezuela. Y 3º.- Por elemental respeto a la vida privada
de ‘ese señor’, un respeto que no se merece porque ha sido precisamente él
quien ha violado y violentado todo recato y respeto a la privacidad y la
propiedad privada de los ciudadanos venezolanos y de las empresas, nacionales y
extranjeras, en Venezuela. Pero
hay que abstenerse de comentar su enfermedad por elemental sindéresis política
y social: Para tener autoridad moral en el reclamo de un respeto similar, a él
y a cualquier gobernante futuro.
Pero
volvamos a sus modos de des-gobernar. El modo bizarro, expresado en el titular
de esta nota y con la jerga militar que le es tan afín al léxico limitadísimo
de Chávez, expresa el desorden de sus ideas, un método incomprensible que es
inevitable para quien, como el teniente coronel Chávez, carece de sentido común
y sindéresis política, así como también carece de los conocimientos
fundamentales de la gerencia pública. En consecuencia, el teniente coronel
Chávez no puede desarrollar las destrezas administrativas que se requieren para
entender las inmensas complejidades involucradas en la administración pública
de un país mono productor como Venezuela, atascado entre la postmodernidad y el
atraso, desarticulado y sumamente complejo, y por eso... Primero dispara cualquier barbaridad, luego le exige a
sus ministros y colaboradores que apunten la munición disparada al socaire, y
casi inmediatamente -precavido
de la inutilidad de su esfuerzo- le
pide a los militares afiliados al cártel de Los Cuatrisoleados que ‘preparen
armas’.
Probablemente
estarás pensando que exagero. Que no es posible que una persona tan... ¿elemental?
con tan reducida experticia y cortedad de visión pueda ser el Presidente de un
país como Venezuela, ahíto a más no poder de riquezas naturales, hermosos
paisajes y una población votante medianamente formada y forjada en los
beneficios de la democracia durante más de 40 años. Pero es así. ‘Eso’ es el
presidente (con minúsculas) que padecen los venezolanos y ‘esa’ es su manera de
desgobernar. También puedo escuchar las preguntas que te haces mientras me
lees. Hace tiempo yo también me hice esas mismas tres preguntas que siguen tan
vigentes como aquella vez. Permíteme
que las formule y te las responda, una a una:
PRIMERA PREGUNTA: ¿Cómo
fue posible que llegara a la Presidencia de Venezuela un teniente coronel
tan... ’elemental’?
Chávez es el resultado -indeseable, pero lógico- de un proceso de
destrucción institucional que se inicia en Venezuela a comienzos de 1983 con el
llamado ‘viernes negro’, el primer aldabonazo a la economía venezolana sucedido durante la presidencia del
socialcristiano Luis Herrera Campins para el período 1979-1984, un evento que
se profundiza durante el segundo mandato presidencial del socialdemócrata
Carlos Andrés Pérez (1989-1993), gestión política
que estuvo marcada por el intento de salir de la profunda crisis económica y
fiscal que venía desarrollándose desde años anteriores, a través de un conjunto
de políticas de liberación de la economía, mal implementada y peor manejada,
cuya manifestación más dramática fue el denominado “Caracazo” en febrero de
1989 y el desarrollo de una crisis política que produjo, en 1993, la suspensión
en el ejercicio de su cargo de Presidente de la República y Jefe de Estado y su
sustitución por el Dr. Ramón J. Velázquez, nombrado por el Congreso Nacional
(de mayoría simple socialdemócrata) para culminar su período.
Pero no todo fue nefasto. Fue también durante esta segunda presidencia
de Pérez que comenzó el proceso de descentralización político-administrativa
del país, gracias a la aprobación, en los últimos meses del gobierno del
Presidente Lusinchi, (1984 -1989) de las primeras reformas del Estado por parte
del Congreso Nacional. A pesar de ello, el cáncer institucional había echado
raíces en el país y las otrora sólidas estructuras sociopolíticas de Venezuela
comenzaron a derrumbarse, de adentro hacia afuera, gracias a una muy bien
orquestada campaña de desvalorización de esas instituciones (partidos
políticos, los más vilipendiados -¡Y con mucha razón!) que condujo a la
implantación de una ‘matriz de opinión’ sobre la que cabalgó el caballo
rojo-rojito de un Chávez mesiánico, que venía a obtener por las urnas
electorales lo que no consiguió con las urnas funerarias de los muchos
venezolanos que murieron por su mano, en la infausta y degradante tentativa de
golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Pérez en 1992.
Como el mismísimo segundo Jinete del Apocalipsis, nuestro jinete llanero
de tan criolla y vernácula cháchara, abrió el segundo sello y luego de jurar
serle fiel a la República y sus Leyes (colocando su mano izquierda sobre una
Constitución a la que grosera y públicamente llamó ‘moribunda’) comenzó desde ese
día a borrar la paz institucional de la faz de la tierra venezolana, para que
nos degolláramos unos a otros, como habría sido su deseo más íntimo, y de
seguro aún lo es.
Así,
con esos modos tremendistas y cabalgando el potro de la decepción y el desahucio
institucional, llegó a la Presidencia de Venezuela ese ‘ser elemental’. Llegó
reptando por sobre los escombros de la ruina institucional del país, al que
tomó por asalto simbólico el mismo día de su nombramiento, y más luego, al
convocar a una Asamblea Constituyente en 1999 con la aquiescencia impúdica de
jueces, magistrados, políticos e instituciones públicas y privadas, es decir,
con el silencio cómplice de ‘tutili mundi’, y nos metió por los ojos una
‘quinta República’ que el silencio de historiadores y comunicadores avaló.
· SEGUNDA PREGUNTA: ¿En verdad es tan
mala su gestión, desde 1999 a la fecha?
Mala no. ¡Es malísima! De
hecho, es tan mala que no debemos llamarla siquiera ‘gestión’ sino indigestión
política. Sí, sé que lo estás pensando de nuevo, que exagero, que estoy
desproporcionando los hechos para intentar convencerte. Te aseguro que no
necesito realizar ningún esfuerzo porque la realidad es como una lápida de
concreto que viene en caída libre, y que aplasta al más optimista -y ciego- de
los obsecuentes seguidores del régimen chavista. La lista de desaciertos es larga, (más
de 1500 casos) densa (incluye cientos de violaciones a la Constitución) y en
muchos aspectos, digna de aparecer en el asombroso libro de Ripley ‘Aunque
Usted No Lo crea’. Voy a señalarte tres casos, solo tres ejemplos del
despropósito y la tozudez elemental que resultan impensables en cualquier país
del mundo con los tres requisitos básicos de gobernabilidad: Un gobierno
limitado y de origen democrático, un Estado constitucional con sus tres Poderes
públicos realmente independientes y el respaldo de una sólida institucionalidad
republicana.
Primer caso: La írrita refundación de Venezuela:
El despropósito más grande de todos los que ha
ejecutado Chávez en este ex-país que antaño llamábamos ‘República de
Venezuela’, consistió en violar la Constitución vigente, aquella que regía
desde el año 1961 y que como verás sigue vigente. Se trata de un despropósito
para provocar una ruptura constitucional. Resulta y acontece que algunos
demiurgos insomnes, de esos que son fanáticos de la ‘letra chiquita’, y que se
dedican a leer qué es lo que ‘dice-el-papel’ incluso en el filo de la hoja, han
¿descubierto? algo que no podría suceder en ningún país serio del mundo, pero
que pasó en Venezuela: Violar la Constitución en su ‘constitución pétrea’, y
así sucedió aquí, en Venezuela, pues aquel texto constitucional de la mal
llamada ‘moribunda’, que para muchos abogados constitucionalistas aún está
vigente en Venezuela desde 1961, no se podía ‘mandar a morir’ así como así, ya
que además de tener sus propias
reglas para ser modificada,(Artículo 245º que reglamenta las enmiendas,
Artículo 246º para reformas generales) sí hubiere necesidad de ello, expresa de
manera clara e inobjetable que nada ni nadie podría dejar de observarla por
algún acto de fuerza, o derogarla (es decir, suplantarla por otro texto) y que
aun cuando ello se hiciere no perdería su estatus ni su vigencia. Esto está
escrito expresamente en el Artículo
250º,Título XI, De la inviolabilidad de la Constitución, cuyo texto
reproduzco ‘ad-litera’ para asombrar a mis lectores internacionales, porque
asumo que mis lectores venezolanos esto ya no los asombra
Título XI. De la Inviolabilidad de la Constitución
Artículo 250º: Esta Constitución no
perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada
por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En tal
eventualidad, todo ciudadano, investido o no de autoridad, tendrá el deber de
colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia. Serán juzgados según
esta misma Constitución y las leyes expedidas en conformidad con ella, los que
aparecieren responsables de los hechos señalados en la primera parte del inciso
anterior y asimismo los principales funcionarios de los gobiernos que se
organicen subsecuentemente, si no han contribuido a restablecer el imperio de
esta Constitución. El Congreso podrá decretar, mediante acuerdo aprobado por la
mayoría absoluta de sus miembros, la incautación de todo o parte de los bienes
de esas mismas personas y de quienes se hayan enriquecido ilícitamente al
amparo de la usurpación, para resarcir a la República de los perjuicios que se
le hayan causado.”
Tal como le sucedió a El
adelantado don Rodrigo Díaz de Carrera, célebre
personaje de la maravillosa agrupación argentina ‘Les Luthiers’, cuando Chávez
refunda a Venezuela con la pretendida 5ª República, (falaz cuenta, porque no
han existido 4 anteriores, solo una desde 1811 a esta fecha) le acontece lo
mismo que a don Rodrigo en la fábula cantada, que viniendo de Sur a Norte,
‘funda’ a Caracas unos 50 años después que lo hiciera don Diego de Losada en
1567. Es decir, realiza una
refundación írrita, solo que aquella es producto de la deliciosa creatividad de
unos artistas fantásticos, mientras que esta otra, la de Chávez, es, amén de
una mentira histórica, un atropello constitucional absolutamente inaceptable,
que a pesar de haber sido señalado como írrita, la población venezolana lo ha
consentido con su silencio, tal como hizo el mismo Chávez cuando en abril de
2003 su Ministro de la Defensa... “le
solicitó la renuncia al cargo, la cual aceptó”.
Írrita o ilegal, nada le importó al muchachote de la llanerísima poblada
de Sabaneta de Barinas. Prevalido de la popularidad de su reciente elección en
diciembre del 98 y del populismo de sus ofertas apenas comenzado el 99, convocó
una Asamblea de ciudadanos, a la cual llamó ‘originaria’ pero a la que condicionó
su participación creando el tristemente famoso ‘portaviones de Chávez’, un
modalidad de ‘kino político’, avalado por las írritas autoridades
‘transitorias’ del Consejo Nacional Electoral (integrado en un 95% por
partidarios suyos) y con este ‘kino de Chávez’ entubó a su favor la mayoría de
los asambleístas, para que aquellos le validasen como originario un texto de
Constitución según sus expresas instrucciones. Entonces volvió a ‘entubar’ la
decisión del electorado al impedir que los ciudadanos votasen o rechazasen el
documento propuesto con posibilidad de escoger cuáles artículos sí y cuáles no
y en vez de ello realizó un evento refrendario por la totalidad del texto,
quitándole al ciudadano la oportunidad de elegir, aun cuando no de votar.
¿En cuál país democrático del mundo, con un Estado constituido con
Poderes independientes y una sólida institucionalidad, se permite que el
Presidente violente la Carta Magna de la nación? ¡En ninguno! Entonces, ¿Es
Venezuela una un país dirigido por una democracia, regido por una autocracia o
está sometido bajo una dictadura? Frente a la inocultable y flagrante violación
del Artículo 250 de la Constitución de la República de Venezuela ¿Cómo queda la
nación frente a la Carta Democrática Interamericana, suscrita por Venezuela el
11 de septiembre de 2001, en sesión especial de la Asamblea de la Organización
de los Estados Americanos (OEA) en Lima, Perú? No es poca cosa esta última
interrogante porque La Carta Democrática Interamericana declara de manera
sencilla y directa: "Los pueblos de América tienen derecho a la
democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla". Esta
carta le aporta a los ciudadanos del continente americano las coordenadas de
acción para guiar su acción colectiva cuando la democracia enfrenta peligros,
pues ella establece los procedimientos a seguir, no solamente cuando la
democracia se interrumpe totalmente, como en un golpe de Estado, sino cuando el
orden democrático ha sido seriamente alterado y la democracia está en riesgo, que
es el caso que atañe a Venezuela desde 1999.
Segundo caso: La ruina y el colapso de la industria petrolera
venezolana:
Para 1998, la industria petrolera nacional funcionaba así: Las políticas
de Estado emanaban del Ministerio de Hidrocarburos y Minas, como ente
gubernamental que fijaba los lineamientos estratégicos ‘macro’ (aportes al
I.S.R., regalías, etc.) sobre los que tenía que rendir cuentas una empresa,
Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) en cuya Junta Directiva estaban miembros
del Ministerio y Ejecutivos veteranos de ‘la industria’, quienes determinaban
las metas y los lineamientos estratégicos para cumplirlas. En aquellos
entonces, PDVSA operaba como una empresa del Estado pero con políticas de
gerencia y productividad privadas. PDVSA llegó a estar considerada entre las 10
empresas más productivas del mundo y una de las 5 primeras de su sector. Venezuela
obtenía, con esa PDVSA las divisas que el Gobierno necesitaba, la industria se
fortaleció dedicándose a ‘lo suyo’: Exploración, extracción, comercialización,
e incluso la refinación para el consumo interno, y como consecuencia de todo lo
anterior, el teniente coronel Chávez recibió, en 1999, una industria petrolera
sólida, confiable, financieramente sana y con un programa de expansión extra-frontera
conveniente y en marcha: Refinerías en USA, el Caribe y Europa, una excelente
flota de tanqueros, el Instituto de Investigación Petrolera más importante del
continente y ‘productos’ de marca propias, como la Orimulsión, con los que pudo
realizar convenios internacionales de comercialización.
Doce años más tarde PDVSA es una empresa en ruinas. Una empresa que
dedica 2/3 partes de sus ingresos brutos a unas actividades ajenas a su
condición de empresa petrolera: los programas políticos de Chávez, que éste
ejecuta sin supervisión de la Asamblea Nacional ni de la Contraloría del
General de la República. Doce años después es una empresa técnicamente quebrada
por la malversación de sus ingresos... Por el robo de los ahorros y de los
planes de jubilación de sus trabajadores... Por las sobrefacturaciones
milmillonarias... Por el abandono de los planes de exploración y de
recuperación secundaria... Por el desmantelamiento de su instituto de
investigación petrolera... Por las groseras y escandalosas daciones y regalías
de sus productos a otros países en condiciones de irrecuperabilidad contable. En apenas doce años, PDVSA pasó
de ser una empresa sólida, confiable y financieramente sana, a ser una empresa
que pierde mercado, que emite papeles de deuda internacional, no para invertir
en lo suyo (exploración, producción, refinación, comercialización) No, ahora
PDVSA se endeuda para cubrir caja. Para subsistir precariamente. Para continuar
siendo la caja chica del teniente coronel.
En cualquier país medianamente organizado, con una justicia
independiente y una sólida institucionalidad, este caso bastaría para iniciar
un sometimiento a juicio a quienes hicieron quebrar a la única empresa
generadora de divisas y de prosperidad en un país mono-productor. Bastaría este
caso para un antejuicio de mérito al Presidente y a los burócratas y ejecutivos
responsables del colapso y de la ruina de la industria petrolera, pero no en
esta Venezuela chavista, que es ‘oscuridad de los suyos y candil para los
extraños’. No en esta Venezuela subsumida por el castro comunismo, cuyo
Presidente regala a manos llenas todo lo que necesitan Cuba, Nicaragua,
Bolivia, el Ecuador y los del CARICOM, mientras desangra la vaca de la leche
negra y sus ciudadanos ven con espanto y resignación que los altos precios del
petróleo no les favorecen en nada, pero sí y mucho, a otros ciudadanos de
países que se han aliado circunstancialmente a Chávez, tan solo por ‘el
excremento del diablo’ que brota de sus pozos y engorda su petro-chequera.
Tercer caso: Una guerra civil no declarada:
En Venezuela, la muerte y la violencia se han convertido en eventos
comunes entre sus habitantes, pero desde 1999 se vive en un estado de conmoción
similar al de una guerra prolongada y de mediano impacto, en una guerra civil
no declarada, en la que han muerto, entre 1999 y 2011, más de 150.000
ciudadanos solo por homicidios, una cifra espantosa sí tenemos en cuenta que no
incluye enfrentamientos entre bandas, ni crímenes pasionales, ni la
‘resistencia-a-la-autoridad’ (curiosa forma de ocultar los enjuiciamientos
ejecutados por las autoridades civiles y militares). Son, para ser exactos,
150.011 homicidios cuya cifra tampoco incluye averiguaciones pendientes por
muertes sin resolver, tampoco incluye los muertos en los establecimientos
penitenciarios ni las muertes accidentales. Es decir, hablamos de 150.011
ciudadanos inocentes asesinados por bandas armadas, por delincuentes
organizados, y en algunos casos protegidos por el des-gobierno del teniente
coronel Chávez. Y no hablamos de números aproximados ni de estimaciones
estadísticas. No, hablamos de la sumatoria de las cifras oficiales emitidas,
mes a mes... año a año, por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas -C.I.C.P.C- el único organismo oficial de detectives, adscrito
al Ministerio del Poder Popular de Interior y Justicia.
La cifra de homicidios, acumulada al año 2011 y relacionados
exclusivamente con homicidios en Venezuela es de tal magnitud, que para tener
una idea de la verdadera significación se requiere contrastarla, no con las
cifras de inseguridad de otros países, pues eso sería una gran injusticia pues
muy probablemente aquellas cifras de otros países con índices de homicidios
relevantes (como México, Colombia, Brasil y Argentina) incluyen en sus
guarismos todos los asesinatos, mientras que las maquilladas cifras venezolanas
-150.011 homicidios entre 1999 y 2011- no incluyen todos los homicidios, como
se puede ver en la leyenda de las cifras del C.I.C.P.C. Para abrirte los ojos,
permíteme que compare esa cifra con las de algunas guerras recientes:
·
· Guerra civil no-declarada en Venezuela
vs. Guerra de USA-Corea (1950-1953): Compara los 150.011 asesinatos en una
Venezuela presuntamente ‘en paz’ frente a los. 25.000 soldados norteamericanos
caídos en combate. La de Corea fue una guerra entre Corea del Sur, apoyada por
la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y Corea del Norte, apoyada por la
República Popular China, con ayuda de material militar de la Unión Soviética. La
guerra fue el resultado de la división de la Península Coreana por un acuerdo
de los victoriosos Aliados de la Segunda Guerra Mundial tras la conclusión de
la Guerra del Pacífico al final de la Segunda Guerra Mundial.
·
· Guerra civil no-declarada en Venezuela
vs. Guerra USA-Vietnam (1959-1975): Coteja los 150.011 homicidios de ciudadanos
inocentes durante 13 años, frente a 57.685 soldados norteamericanos muertos en
combate en 16 años. Cabe recordarte que esa cifra de caídos escandalizó a la
sociedad estadounidense, con tal intensidad y con tanto efecto, que el Gobierno
de los Estados Unidos se vio obligado a iniciar, El
27 de enero de 1973, las negociaciones de la Conferencia
de París, firmándose unos
acuerdos por los que se establecía el cese del fuego y la retirada
estadounidense de Vietnam del Sur, hito histórico que aconteció en abril de
1975, pues con él se consumaba la victoria total del FNL y el fracaso
definitivo de los Estados Unidos, con la toma de Saigón y la unión entre el
Norte y el Sur, proclamándose la República Socialista de Vietnam en abril de
1976.
·
· Guerra civil no-declarada en Venezuela
vs. Guerra árabe-israelí en junio de 1967: Contrasta la cifra de 150.011
inocentes venezolanos asesinados en 4.745 días, frente a 777 israelíes y 15.000
soldados de la coalición árabe muertos en la Guerra de los 6 días.
La refundación írrita de la República, la ruina y el colapso de la
industria petrolera venezolana y la guerra civil no declarada muestran cuan
perjudicial ha sido la gestión política, económica y social del teniente
coronel Chávez y de sus obsecuentes seguidores para los ciudadanos
sobrevivientes en Venezuela. Son solo 3 de los 1500 casos que evidencian el
profundo daño, las más de las veces irreparables, que sus acciones y sus
omisiones de gobierno han producido tanto al país-Nación como al país-Estado. Un
daño que los venezolanos tardarán décadas en reparar, y luego de reparados
tristemente se encontrarán con que se ha tirado por la borda inimaginadas
oportunidades que no volverán, fabulosos recursos naturales, financieros y
humanos que no se recuperarán, y que ahora Venezuela es cien veces peor que
aquella con la que se tropezó Chávez en 1998.
· TERCERA PREGUNTA: ¿Qué están
haciendo los venezolanos ante este terrible panorama?
Esta es la gran pregunta. Una, cuya respuesta puede abrir o cerrar el
compás de esperanza para una nación que está sometida, no solo a los vaivenes
de los desaciertos cometidos, sino que está avasallada por las resultas de la
enfermedad de un tirano, cuya gestión, sostenida por los altos precios
petroleros, le permiten desarrollar políticas populistas que ‘por ahora’ le
generan un sólido piso político que bascula entre el 45 y el 51% de aprobación,
dependiendo de a cuál encuesta se le dé credibilidad. A los venezolanos que
respaldan al teniente coronel Chávez se les está inoculando el virus de la
defensa a ultranza del régimen frente a su muerte inevitable o una incapacidad
física permanente que consolide un previsible resultado electoral adverso el
venidero 7 de octubre.
Pero la firme voluntad de cambio de una mayoría opositora ha puesto sus
esperanzas en al menos dos vías de acción: La vía electoral y la vía de la
resistencia civil. Quienes respaldan la vía electoral apoyan la ejecución de
unos comicios para los que se han reagrupado tras la figura de un joven
político, el Gobernador de Miranda Henrique Capriles Radonski, seleccionado en
febrero de 2012 como candidato a la presidencia de las oposiciones políticas,
en unas primarias convocadas por la Mesa de la Unidad Democrática a la que
asistieron, para sorpresa de propios y extraños y de manera espontánea, más de
3 millones de ciudadanos inscritos en el Registro Electoral Permanente. Quienes
transitan por esta vía afirman poseer un candidato legitimado, un programa de
acción gubernamental conocido y consensuado, y una mayoría circunstancial del
electorado, pero se enfrentan al fantasma de un Poder Electoral subsumido a la
voluntad del teniente coronel, a un registro de votantes nada transparente que
no ha sido convenientemente auditado y en el que se afirma (y se muestran
evidencias) existen entre 2 y 3 millones de ‘votantes fantasmas’.
A esta porción muy significativa de ciudadanos se opone otra, desde la
misma acera oposicionista aunque con menos seguidores: La facción de quienes
abogan por la ejecución de una resistencia civil permanente y prolongada a la
que llaman ‘Guarimba’, palabra de uno de los dialectos de las tribus que
habitaban el Valle de Caracas antes de la conquista que significa ‘territorio’
pero también ‘lugar apropiado para el refugio o la protección.’ El
objetivo de la ‘Guarimba’ consiste en paralizar la actividad del país para
crear un caos anárquico en las principales ciudades de Venezuela con la
participación de la ciudadanía, a fin de obligar al régimen al abandono del
poder por la presión de sus ciudadanos.
Todos contra todos: Los venezolanos que apuestan por la
‘Guarimba’ para defenestrar al régimen chavista califican de ‘conchupantes’ a
los que desean vencerlo en unas elecciones presidenciales, pues consideran que
le ‘hacen el juego’ de validación a un régimen que ha conculcado todos los
poderes del Estado y que ha demostrado una sólida vocación de tiranía. Por su parte, los ‘electorales’
acusan a los ‘guarimberos’ de carecer de sindéresis política y de un plan
post-Chávez de llegar a prosperar su estrategia. Ante éstos dos segmentos
poblacionales, un cada vez más reducido grupo de chavistas apuestan ‘el todo
por el todo’ y ciegamente por la continuidad de su enfermo comandante y a lo
que llaman ‘revolución’. En este último grupo se encuentran muchos militares y
altos funcionarios de gobierno que perciben que con la muerte o la incapacidad
política de su líder, el proceso desaparecerá irremediablemente y con él las
prebendas y los apoyos con los que han amasado gigantescas fortunas y realizado
sus propias agendas de poder. Todos ellos temen cruentas represalias, tanto de
opositores como de sus seguidores y son los que, desde hace algunos años, están
poniendo barbas en remojo, como lo ha hecho el ex-Magistrado y militar Eligio
Aponte Aponte, hoy por hoy, en territorio de los Estados Unidos en calidad de
testigo protegido.
Indiferentemente el grupo al cual le apuestes en la vertiginosa ruleta
política de Venezuela, todo parece indicar que nada está decidido. Que
cualquiera de ellos tiene posibilidades para imponer su agenda, pero mientras
pasan los días y los escenarios políticos reacomodan las estrategias de cada
uno de ellos, una voz que cruza ‘el mar de la felicidad’ parece retumbar desde
La Habana y ordena:
Preparados... ¡Disparen, apunten, preparen armas!
And here is the rest of it.
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Andrés Simón Arreche
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