La muerte de un líder social que se perfilaba como el presidente de Colombia y quien logró encarnar vivamente las aspiraciones reivindicativas de la mayoría de sus compatriotas, desató la furia popular en hechos como el incendio de numerosos edificios, el asedio al palacio presidencial, los saqueos al comercio, el ataque a las iglesias, la confrontación con la policía y el ejército, la muerte de numerosos ciudadanos, mientras que se esperaba que los dirigentes liberales asegurasen la entrega del poder a las mayorías por parte del gobierno conservador del presidente Mariano Ospina Pérez, en medio de dramáticos actos de una insurrección popular que alcanzó también al interior, donde inclusive temporalmente se logró establecer un"nuevo orden"
Para unos, el asesinato de Gaitán había sido consecuencia de la aviesa política de agresiones del entonces partido conservador; pero para otros, su muerte fue un acto del comunismo internacional para incitar al levantamiento popular y la conquista del poder. Lo cierto es que en Colombia se habían desatado graves hechos de represión e intolerancia, y postergado resolver la apremiante situación social de las mayorías, cuya reivindicación auspiciaba Gaitán, denunciando el estado del país, la realización de actos de persecución y de violencia por parte de los conservadores contra los movimientos obreros y la existencia de intereses opuestos a las demandas sociales.
Las horas se prolongaban sin noticias dentro de la mayor incertidumbre. Los rumores sobre la supuesta conclusión del gobierno y hasta de la muerte del presidente se extendieron, pero eran falsos. La ausencia de orden y de dirección del liderazgo social en procura de cambios sustanciales en la vida de Colombia, fracasó nuevamente. Mientras el pueblo aguardaba, los dirigentes liberales, sin resultados relevantes, aceptaron ocupar posiciones en el gobierno bajo el supuesto compromiso de asegurar la unidad de
Abogado, hombre culto, de amplia sensibilidad social, Gaitán manifestaba sus convicciones democráticas con sentido progresista, y aun cuando dudaba que en
El 9 de abril representó un terrible revés en la historia colombiana, tanto por el insólito asesinato de un connotado líder político, como también por haberse afectado la pacífica convivencia del país, irrespetado la voluntad popular e impedido la transformación de la sociedad, en procura de justicia social y paz. Nos enseña cómo no debe conducirse la política en términos de negación irracional de los derechos y de las aspiraciones colectivas; como la violencia de cualquier signo de unos contra otros conduce a irremediables males que pueden alterar para siempre el destino civilizado de un país, y cómo para evitarlo, se hace necesario un sentido trascendente de la política, la aceptación de la disidencia, el respeto a la integridad física y moral del adversario, el reconocimiento de la legitimidad del otro y del diálogo, la manifestación de un irrestricto compromiso con la democracia y el sostenimiento del bien común.
De aquellos hechos lamentables, han transcurrido 64 años de nuestra reciente y aleccionadora historia latinoamericana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario