miércoles, 22 de agosto de 2012
ANDRÉS SIMON MORENO ARRECHE - LOS MERCENARIOS DEL PRESIDENTE SALIENTE
Nunca
se sabrá a ciencia cierta cuántos magnicidios, reales o imaginarios, habrán
acaecido en la atormentada psique de un teniente coronel avenido en presidente
saliente de una ex-república, la misma que antes fue respetada y reconocida en
el concierto de las naciones libres como República de Venezuela, sin necesidad
de fallidos apodos, ni de innecesarias estrellas adicionales en su bandera,
tampoco de caballos devueltos sobre sus huellas en el escudo nacional.
De
lo que no cabe duda es que magnicidio y mercenario son elementos relacionados
para la ejecución del asesinato de una figura pública y eso lo han descubierto,
aunque tardíamente, los asesores cubanos del teniente coronel. Por eso
aparece recientemente Eduardo Acosta, ciudadano dominicano y tránsfuga de la
justicia colombiana, un fugado de la cárcel de La Ceja en Colombia, a donde fue
recluido tras ser capturado transportando dediles de droga en su estómago con
destino a Nueva York, pero que misteriosamente es capturado en suelo
venezolano, y es “reposicionado” bajo la figura de El hombre más buscado,
en el primero y por ahora el único mercenario del que tenemos noticias, con
nombre y apellido y hasta fotografía.
Aparece
precedido por una descripción cinematográfica del presidente saliente y ahora,
luego de varias decenas de magnicidios fallidos anteriores, con una épica
tragicómica de asuntos peliagudos e inextricables (escritos en clave en una
libretita que pretendió tragarse al ser descubierto) se le exhibe como el tal
mercenario, y con un récord de entradas y salidas a países donde las fuerzas
estadounidenses han operado militarmente, con la extraña ¿casualidad? de ser,
entre muchos otros, los de sus Amigos absolutos Saddam Husein y
Muamar el Gadafi.
EL CHICO DEL TAMBOR
Hace años
que los asesores cubanos intuían que algo faltaba en la ecuación persuasiva de
los anteriores magnicidios, y por fin dieron con ese algo, el mercenario, y lo
han presentado públicamente, aunque el sujeto ha resultado ser un
narcotraficante caribeño de tercera línea. El templete propagandístico que se
ha montado con El peregrino secreto tiene los mismos
acordes de aquel otro, el que se orquestó con Geovanny Vázquez, El espía
que surgió del frío colombiano, el tristemente célebre
testigo-estrella con el que El honorable colegial Isaías
Rodríguez , entonces Fiscal General de la República, adelantó encauzamiento
judicial a una veintena de figuras públicas venezolanas, todas vinculadas al
ejercicio crítico de la gestión pública del teniente coronel, acusados
fallidamente de ser instigadores y autores intelectuales del asesinato del
Fiscal Danilo Anderson, el mismo que adelantaba investigaciones sobre
corruptelas y tráfico de influencias que vinculaban hasta los tuétanos a
relevantes jerarcas del chavecismo robo-lucionario.
La verdad
salió a flote como los... (ya sabe a qué me refiero) y meses después, El
espía que surgió del frío colombiano se estrelló contra la pared
de sus contradicciones y confesó lo inimaginable a tambor batiente: que todo lo
dicho bajo juramento fue una gran mentira acordada con la Fiscalía, y que esas
mentiras fueron convenientemente canceladas. Aquella revelación lo convirtió,
por antigüedad y por concepto, en el primer mercenario del presidente
saliente, o al menos en el más notorio.
EL ESPEJO DE LOS MERCENARIOS
¡Un
mercenario! ¿Y eso se come con qué? sería la pregunta del inefable Luis
Miquilena, el primer asesor político del teniente coronel en 1998, hoy
defenestrado de sus afectos pero volcado hacia las oposiciones que respaldan la
candidatura presidencial del venezolano Henrique Capriles Radonski. Y
para saber dónde estamos parados cabe la necesaria definición: Se asume como
mercenario, un vocablo que proviene del latín merces, - edis, que
significa salario, paga, recompensa, al que ejecuta una acción, usualmente
militar aunque no exclusivamente, sin ser parte del conflicto y por el solo
hecho de que se le cancela por sus habilidades y experticias.
Tal
concepto se refiere a los milite mercede arcessere, soldados reclutados
mercenarios por el ejército Romano, pero también a los mercennárium que
son los combatientes asalariados, comprados o sobornados de otras naciones en
conflicto con el Imperio Romano, cuya participación interesada en las luchas
internas o en los conflictos externos tienen, ayer como hoy, un beneficio
económico y personal, con abstracción de la ideología, la nacionalidad o las
preferencias políticas del bando de quien le contrata.
El
término latino también involucra a los testis tribuit se mercennarium
comitem regi (testigos puestos a sueldo por un Rey) y por extensión a todo
aquel que realiza cualquier testificación, cierta o falsa, a favor de otro por
una recompensa, o merced, sustituyendo la testificación verdadera de
otra persona por el salario que se le da.
En
el mundo militar se les identifica como asesinos a sueldo y apátridas, y en las
organizaciones criminales (también en las que no lo son, pero que les
contratan) los llaman por su otro nombre: sicarios, que se refiere a una
persona que mata por encargo a cambio de un precio, nada nuevo ni de origen
colombiano, porque sicario es una figura conocidísima en el Derecho
Romano originario que reguló su condena penal por la particular crueldad con
que se conducían estos asesinos. Tal definición y regulación de las penas
imputables generaron jurisprudencia con la lex Cornelia de sicariis et
veneficis (ley Cornelia sobre apuñaladores y envenenadores) del año 81
antes de la Era cristiana.
UN MERCENARIO PERFECTO
Los primeros
datos sobre la existencia de agrupaciones militarizadas con el rango de
mercenarios provienen del antiguo Egipto y se remontan a los conflictos armados
emprendidos por el faraón Ramsés II, unos mil quinientos años antes de la Era
cristiana. En esos entonces, eln faraón reclutó a 18.000 de soldados
mercenarios, a quienes pagó con un décimo de lo que saqueaban, más la comida,
sal y agua. Tres mil quinientos años después, el 8 de junio de 1977, las
naciones occidentales suscriben un protocolo adicional a la Convención de
Ginebra del 12 de agosto de 1949 (protocolo I, de APGC77), relativa a la
protección de las víctimas de conflictos armados internacionales.
Allí se
establece que un mercenario perfecto es cualquier persona que ha sido reclutada
o embarcada específicamente con el fin de luchar en un conflicto, (sea militar
o de cualquier otra índole), que toma parte activa en esas hostilidades y que
su motivación para tomar parte es el beneficio personal, pues de hecho se le
promete una recompensa material que excede de forma sustancial al pago que los
partidarios originarios reciben con similares responsabilidades o funciones
dentro del mismo teatro de operaciones conflictivas.
Este
concepto de mercenario perfecto también incluye por extensión a todo aquel que
no es parte en conflicto, así sea residente del territorio controlado por el
contratante, miembro o no-miembro de las fuerzas organizacionales (políticas,
militares, etc.) en conflicto y que no ha sido enviado por ningún tercero,
ajeno a las partes en conflicto, en cumplimiento de un deber institucional como
miembro de un equipo de paz o de intermediación en el conflicto. Como podemos
evidenciar, el concepto de mercenario perfecto se le aplica in extensis
a Geovanny Vásquez, el chico del tambor, mas no al
dominicano con ciudadanía estadounidense Eduardo Acosta, El peregrino secreto,
a quien –de ser ciertas las acusaciones de evasión y tráfico de
estupefacientes- debe tratársele como lo que es: un delincuente común
evadido.
UN TRAIDOR COMO LOS NUESTROS
Ni Vásquez
ni Acosta se comparan, en peligrosidad y astucia, con los verdaderos
mercenarios del presidente saliente. Me refiero a los traidores a la Ética del
Periodista, los comunicadores sociales que amparados en carnet que les ha
expedido el Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela y en las canonjías y
prebendas que les permite el desgobierno chavista, laboran en la extensa red de
medios de comunicación del Estado venezolano, que en teoría son medios
públicos, pero que en la práctica se han transformado en empresas de
mercenarios persuasivos, organizaciones delincuenciales que utilizan sus
sólidas experticias en los medios públicos o comunales para la manipulación de
los hechos y para la mentira sistemática, las únicas herramientas persuasivas
que pueden esgrimir para captarle adeptos al presidente saliente en las
batallas de una guerra comunicacional que desarrollan en apoyo a la reelección
infinita del teniente coronel.
Esa acción
persuasiva es un Asesinato de calidad no solo a la fe y la
confianza de las audiencias en los medios de comunicación públicos, sino
también al más importante bien intangible de cualquier República: La honestidad
del funcionario público y la transparencia de sus acciones. Esos
periodistas son los verdaderos mercenarios del presidente saliente. Cada uno de
ellos es El infiltrado que miente y manipula los hechos para la
desinformación de los electores, en cuyos hogares no existe otra opción que
sintonizar los medios oficiales y las señales abiertas que constantemente
“encadena” el teniente coronel.
ANDRÉS SIMÓN
MORENO ARRECHE andresmorenoarreche@gmail.com
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