domingo, 22 de agosto de 2021

LA OBSTINACIÓN POLITIQUERA


César Rengifo


LA OBSTINACIÓN POLITIQUERA
Agustín Blanco Muñoz


Caracho profesor, menos mal que vino a visitar esta bodega de su viejo amigo. Hay mucho que hablar de lo que está pasando, aunque me ha llamado la atención que hace días no me topo con los análisis a que nos tiene acostumbrados. ¿Es que está de vacaciones la Historia Actual?

Olvídese de eso Don Antero. Esta disciplina no toma vacaciones. Siempre está atenta al acontecer para analizar y trazar las perspectivas. Pero en los últimos días no hemos podido cumplir por falta de motivación. La monotonía que se ha impuesto en esta realidad política no sólo cansa y aturde, sino que produce un nivel de desmotivación que incide en la propia cuantía del trabajo.

Y es que ante el cuadro planteado, uno se pregunta ¿qué más voy a decir sobre una situación que llevamos un buen tiempo examinando y cuyos resultados hemos publicado de manera constante? ¿Cuántas veces hemos sostenido, por ejemplo, que mientras este socialismo esté inserto en un escenario que lo lleva a disfrutar del apoyo de las oposiciones, tendrá su estabilidad garantizada? ¿Nos decidimos a formar parte de la monotonía que denunciamos?

Ahora profesor, esto que dice suena raro en la voz del historiador que se ocupa del estudio de lo actual…

Si Don Antero, pero tenga en cuenta dos cosas, yo sólo soy un simple aprendiz de ese oficio y el objetivo a examinar parece estar cada día en el mismo punto: un círculo donde nada nuevo aparece. ¿Esto es lo que se nombra como obstinación politiquera?

Claro, como le digo es el cansancio de una política que se repite en forma desmedida con un solo propósito: la negociación, el acuerdo, el aprovechamiento para que todo quede en el mismo lugar. Lo acuso de ladrón, se demuestra que lo es, lo amenazo con la justicia, la celda inevitable. Pero tiene apoyo del imperio y aliados para cualquier dislate y termina todo en un ‘Acuerdo de salvación’ que firman y sellan las partes porque les favorece para darse un buen baño de democracia.

Todo queda en el marco de la paz y el entendimiento. Pero no se habla de Monómeros, de Citgo o del Banco de Inglaterra ¿Es que forman parte del acuerdo-negociación?

¿Y la ética, los valores y la política? ¿Hoy es la misma degradación del pasado? Otra vez lo de Pedro Emilio Coll: aquí nunca pasa nada. Con la voz gangosa y lamentable que tengo, canté en el Municipal y no me pitaron. Me aplaudieron hasta más no poder y después me sacaron en hombros cual torero famoso. Hacemos de una tragedia un irresponsable y fácil festejo porque sabemos que nada sucede, a no ser abrir más brechas entre los que tienen y los que no.

El Pacto de Coche de 1863 que detiene el “peligroso” avance de la pobreza hacia el poder y que abre puertas a la autocracia del Gral. Guzmán Blanco, sigue vigente. En 1935 se pensó que la muerte natural había acabado con el Gral. Juan Vicente Gómez y su gobierno, pero muchos no entendían como después de fallecido seguía (y sigue) mandando.

¿Eso quiere decir profesor, que en cada caso ha estado presente eso del círculo  de la obstinación politiquera? Si Don Antero, no hemos  tomado en serio nuestra Venezuela. Lo ligero, la chercha, ha sido nuestro norte permanente. Este es el caso del “Fenómeno Interino 19-21”, que tenemos hoy en plena acción. Un caso sin precedentes. ¡Menos mal que aquí ya nada nos sorprende! ¿Pero qué estamos construyendo en este azaroso andar?

Definitivamente Sancho, ¡vivir es construir horizontes para todos los amaneceres y muy poca gente es capaz aquí de entenderlo y practicarlo!

 

@ABlancoMunoz
abm333@gmail.com

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domingo, 8 de agosto de 2021

LA OTRA CUBA



LA OTRA CUBA

Luis Marín

 

La Cuba que se conoce en Venezuela es la oficial, la comunista, que tanto ha contribuido a la imposición de la tiranía, rechazada al extremo que unos jóvenes tuvieron la desatinada idea de quemar la bandera cubana, lo que ofendió a patriotas de aquí y allá, porque lo que estos jóvenes ignoran es que esta bandera fue diseñada por un venezolano, Narciso López, quien fue ejecutado en La Habana, por garrote vil, el 1º de septiembre de 1851; pero, como advirtió a los verdugos, su muerte no cambiaría el destino de Cuba, que es la libertad.

La bandera fue bordada por Emilia Teurbe Tolón, la primera mujer cubana en alzarse contra la opresión, quien por una extraña ironía de la historia es la heroína epónima del Proyecto Emilia que, junto con el Partido Unión por Cuba Libre, incitó la protesta de San Antonio de Los Baños, la chispa que prendió el estallido social del 11 de julio, fecha de nacimiento probable de otra Cuba.

El coordinador del Proyecto Emilia, Oscar Elías Biscet, miembro del Grupo de los 75 presos en la llamada Primavera Negra de marzo de 2003, es de los que se negaron a salir de la isla a cambio de la excarcelación; las madres, esposas, hijas de este grupo fundaron Las Damas de Blanco, la organización de mujeres más emblemática de la resistencia.

La líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, fue asesinada el 14 de octubre de 2011 y la organización sometida a la más insidiosa campaña de difamación, infiltración, promoción de rencillas internas, reales y supuestas, de que haya memoria en los anales de las guerras irregulares; pero sigue siendo un bastión de inquebrantable firmeza.

Estado de Sats, de Antonio Rodiles y Claudio Fuentes, es otra organización blanco de las más abominables calumnias, intrigas y zancadillas que no obstante se mantiene en pie dentro de la isla; es de las pocas que procura tejer vínculos con la resistencia en Venezuela, como el Frente Antitotalitario Unido (FANTU) de Guillermo “Coco” Fariñas, tal vez porque entienden la realidad geopolítica de Venecuba o Cubazuela.

Jorge Luis García Pérez (Antúnez) coordina el Frente Nacional de Resistencia Cívica y Desobediencia Civil Orlando Zapata Tamayo, éste víctima de “un asesinato premeditado” el 23 de febrero de 2010, siguiendo la memoria de Pedro Luis Boitel, a su vez dejado morir en huelga de hambre un ya remoto 25 de mayo de 1972, poeta y pacifista cristiano, estuvo exiliado en Venezuela luchando contra la dictadura de Pérez Jiménez.

La Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) afilia al menos cuatro partidos cubanos: El Partido Demócrata Cristiano, Directorio Democrático Cubano, Proyecto Demócrata Cubano y Movimiento Cristiano Liberación. Este último promotor del Proyecto Varela, que pretendía introducir reformas legales en el sistema mediante un plebiscito vinculante de acuerdo con la Constitución entonces vigente. La respuesta del régimen castrista fue el asesinato del coordinador del proyecto, Oswaldo Payá Sardiñas y su asistente Harold Cepero, el 22 de julio de 2012.

Por contraste, la Internacional Socialista nunca ha querido inscribir ningún partido socialista cubano y no porque no existan. Vladimiro Roca, el hijo de Blas Roca, fundó el Partido Socialdemócrata de Cuba en 1996 y ha realizado repetidos esfuerzos por inscribir su partido en la Internacional, pero ésta no lo admite con el peregrino argumento de que ¡no es legal en Cuba! Algo extremadamente curioso porque en Cuba ningún partido es legal, salvo el Partido Comunista, y ahora no sólo son ilegales sino inconstitucionales, según el artículo 5 de la espuria Constitución de 2019.

El Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y de Prensa (ICLEP), agrupa numerosas publicaciones y periodistas independientes, denunciando nuevas formas de represión que incluyen además de severas palizas, multas, arrestos exprés, detenciones domiciliarias, allanamientos nocturnos, el robo de equipos y materiales para imposibilitar el trabajo de los activistas de derechos humanos.

Debe mencionarse a la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), de José Daniel Ferrer, otro de los 75 que permanece en la isla. Ángel Santiesteban, prolífico autor que aprendió a escribir en las cárceles de Castro y ahora mismo arriesga su vida en la clandestinidad, con cientos de artistas e intelectuales. Las manifestaciones de la iglesia católica y evangélicas, como de sacerdotes y pastores individualmente considerados, merecen un especial capítulo aparte.

Esta breve enumeración que no es ni remotamente exhaustiva sino apenas ilustrativa, pone de relieve el complejo panorama que se encuentra detrás de la explosión social del 11 de julio que no tiene una explicación unívoca, que se limite al reclamo de libertad, hartazgo por el hostigamiento permanente de la Seguridad del Estado, racionamiento, escasez, colas, ausencia de servicios públicos, restricciones suplementarias impuestas con el pretexto del virus chino; hay además una efervescencia social, económica, política, cultural e incluso espiritual, que no puede encontrar cauce dentro de un sistema totalitario.

Y este es el quid de la cuestión: el régimen está desarrollando una campaña muy intensa para realizar el tránsito del castrismo rancio al neocastrismo, el paso de la generación de los llamados “históricos” que bajaron de la Sierra Maestra con los Castro, a otra generación que apuesta a un comunismo más institucional, no carismático, adaptado a los tiempos postmodernos.

De ahí todo el andamiaje pseudolegal que sucede a la imposición de la espuria Constitución en febrero de 2019.

La intención es acoplarse a los lineamientos de la izquierda internacional, asociada con el globalismo, las ideologías de género e identidad grupal, como el racismo, feminismo, ecologismo, maltusianismo, animalismo y otras galimatías, para remozar al marxismo leninismo esclerótico pero sin erradicarlo, guardándolo en el arsenal de chatarra ideológica.

Esto admite fabricar una oposición complementaria, maleable, adaptable a las necesidades de preservación de lo medular de la tiranía, el monopolio militar-familiar del castrismo.

El desafío para la oposición no puede ser más serio, exige distanciarse de posturas del tipo “socialismo sí, represión no”, como si fueran cuestiones separables; “no queremos derrocar la dictadura sino construir una democracia”, ¿de qué se trata? ¿De la dictadura democrática del proletariado que quería Stalin? Que la tiranía de Castro Díaz-Canel es racista y oprime a los negros o bien capitalista y oprime al proletariado, un ejemplo de esquizofrenia política.

Como los que inventaron que el régimen de Castro es “fascista” o fascismo de izquierda y lo que procede es hacer una auténtica revolución socialista, de los trabajadores, etcétera. Tiene que decirse alto y claro: el castro-chavismo es comunismo puro y duro, sólo se puede salir de él de una manera radical.

Por lo tanto, a la pregunta de si puede existir una salida al castrismo por la izquierda, la respuesta tiene que ser: No, de ninguna manera. Eso es como si se quisiera escapar de una casa en llamas y alguien señalara la puerta del sótano.

La única salida que hay es hacia la derecha, gústele o no a todo el mundo, por una cuestión física: Ya lo decía el mismo Lenin, citando a Aristóteles sin mencionarlo, que es imposible enderezar una barra que está torcida sino es torciéndola en sentido contrario.

Quien no incorpore en la solución al capitalismo, economía de mercado, reconocimiento y respeto irrestricto a la propiedad privada, reducción del Estado al mínimo indispensable, libertad individual en todas sus manifestaciones, incluso en el aspecto religioso y espiritual, devolviéndole a Dios el centro, sencillamente, está en el error y a un paso del terror.

Cuba llegó de última a la independencia de España y de primera al socialismo. Quizás está signada por la Providencia para sacarnos de este infierno.


Luis Marín

05-08-21

 



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sábado, 7 de agosto de 2021

¿Y QUE SERÁ VIVIR?

 


ÁRBOL DE LA VIDA


ÁRBOL DE LA MUERTE


¿Y QUÉ SERÁ VIVIR?
Agustín Blanco Muñoz

 

Los gritos de vida están en los siglos del hombre. El propio nacimiento de la especie trae la interrogante en relación a qué es y significa vivir, a quién sirve y hasta cuándo llega. Hay quienes mantienen que es más que el acto de respirar y dejar de hacerlo. El lado opuesto dice que como llegamos nos vamos y punto. Entonces Rabindranath Tagore y tantos otros narran los ‘recuerdos de su vida’.

Pablo Neruda escribe el testamentario ‘Confieso que he vivido’. Violeta Parra lleva al grito su: ‘Gracias a la vida por lo tanto que me ha dado’. Daniel Santos alza la voz para decir que ‘en el juego de la vida, al morir nada te llevas’. Y por eso el pedido: ‘vive y deja que otros vivan’.

Miguel Hernández, a su vez, nos refiere sus penas. “Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor.”

Pero si la vida es esta realidad en heridas de amor y triunfo de la muerte ¿es porque materialmente nacemos con la vida herida de muertes? ¿Somos entonces un mundo de miedos, temores, angustias, confusiones y gente muerta?

¿Cómo ver nacer y crecer la esperanza y amor de y para la vida? ¿Vivir es amar para morir inmerso en ese mismo amor?

Y por todos lados la vida de cada quien con el agravante que no se dice qué es vivir.

¿Por qué no decir con ‘El Principito’ de Antoine de Saint-Exupéry que la vida se siente, pero no se ve? Y si el vivir es un sentirse acompañado física y espiritualmente, un compartir amoroso, hermoso que trasciende lo material para tocar la paz y la satisfacción interior, ¿cómo hablar entonces de vivir en este angustiante mundo regido por el egoísmo-mezquindad y la miseria?

Don Pedro Flores dibujó con mucha claridad en ‘La Partida’, la dramática experiencia de Daniel Santos, que el mismo expone como testimonio de la realidad de nuestro supuesto vivir. Un joven lanzado a la guerra a defender intereses que no le pertenecen, siente ni comparte. Y se lo llevan dejando en el camino la madre de su más profundo amor. Al muchacho se le arranca su esperanza de vivir mientras se le lanza a un irrefrenable y duro llanto.

Es la síntesis de los milenios de propiedad que se juntan a toda injusticia, dolor, persecución, tirantez y todo tipo de confrontación hasta llegar a la más abierta y destructora de las guerras.

Sigue así la histórica sucesión que hoy adquiere la tonalidad de guerra radical o terminal, que apunta hacia la guerra imperial con el innegable anuncio de la acción exterminadora, que sólo permita la presencia del Rey de los Imperios de todos los tiempos.

Un imperio en el que la vida estará reservada a la robótica computarizada -capitalista o ‘socialista-comunista-capitalista’- que extingue todo aquello de sentir la vida y da entrada a todas las formas de morir. Los jóvenes, dice Antonio Machado, seguirán en la ilusión del mañana y los viejos su viaje al barranco.

Sancho, Sé que lo tuyo no es sólo sentir tu vida, sino la de todos. ¡Y esto muestra la capacidad de vida que no podrás realizar en este precario y limitado mundo de todo padecer y ninguna alegría!

 

@ABlancoMunoz

07 de agosto 2021

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domingo, 1 de agosto de 2021

¿CÓMO ASÍ? Número 8. Editorial



¿Cómo así? Número 8.

Editorial

revistacomoasi.blogspot.com

Quien lea la introducción a este número 8 de Como así, no se detendrá hasta concluir la lectura completa de la revista. Manuel García Cartagena, director de la misma, nos sitúa, sin sutilezas ni adornos, en la exacta realidad que estamos viviendo de la cual a menudo nos convertimos en espejos o espejismos. 

Si algo requiere este tiempo es que procuremos alguna señal de lucidez que nos permita aprehender la dimensión de todo aquello que nos vulnera de una forma o de otra, y cómo poder defendernos sin arremeter contra las esperanzas que aún guardamos, de paso, muy escondidas, para no herir la susceptibilidad de alguien. 

No son tiempos fáciles. Y esta publicación gratuita y en línea tiene la inmensa virtud de situarnos en este hoy y de invocar nuestra presencia y acción en dirimir las vías de deslastrarnos de los males -vendidos como bienes- a que estamos sometidos. En esta ocasión nos presenta a un grupo de creadores que intentan hacerlo con pasión y creación. De lectura Imperdible.  mery sananes


Sólo quienes, en cada sociedad, están dispuestos a no dar su brazo a torcer ante los fariseos que controlan el mercado de los privilegios para así preservar intacta su propia idea de la libertad son capaces de asumir a plenitud el trabajo de creación artístico-literaria y de producir, desde ese lugar, obras verdaderamente importantes.

El resto de las personas, aun aquellos que podrían ser considerados buenos técnicos, artesanos notables o escribas ingeniosos, apenas accederán, en el mejor de los casos, al estatuto de productores de artefactos destinados al consumo más o menos masivo, aunque para ello tengan que engrasar periódicamente los engranajes del marketing y cumplir con los rituales que imponen esas tradiciones abstrusas que, como si todo el mundo fuera parejamente ingenuo, insisten a diario en confundir el valor artístico con la moralidad y la calidad literaria con el culto a las tradiciones y las buenas costumbres.

De hecho, no hace falta ser un genio para comprender lo que ha ocurrido con la idea de libertad en el mundo occidental luego del derrumbe del muro de Berlín en 1989. Sólo hay que imaginar el estupor de aquellos millones de habitantes de los antiguos países de la órbita socialista al descubrir, luego de la caída de la cortina de acero, que por fin podrían tratar de realizar sus rancios sueños truncos, satisfacer sus antiguas voluntades largamente reprimidas, dar curso a sus viejas ansias de ver cómo era el mundo al otro lado de aquellas barreras dentro de las cuales se habían visto obligados a aceptar como buena y válida la versión de la historia que el poder político les había impuesto.

Quienes logren imaginar esto comprenderán mejor por qué, cuando los habitantes de ambos lados del mundo político, el Este y el Oeste, pudieron estrecharse por fin las manos sin recelarse mutuamente, sobre las ruinas y con los pedazos de la antigua “internacionalización” se comenzó a construir lo que en cierto momento se dio en llamar la “globalización”, luego la “mundialización”, y que no es más que esa amalgama de ácido fluido no newtoniano cultural que hoy tiende a licuar y disolver todos los indicadores del antiguo orden social y cultural.

A pesar de lo que ese vasto fenómeno implica de catarsis colectiva, y de manera tan subrepticia que es casi como si alguien no quisiera dejarnos saber que hasta el mismo cuento del fin de los relatos es en sí mismo otro relato, presenciamos hoy cómo se remoza ante nuestros ojos la misma vieja oposición entre libertad y libertinaje. Es cierto, sin embargo que, a diferencia de lo que aconteció en el período de entre guerras, el sentido de este remozamiento no parece partir de la estética para alcanzar la ética. Antes al contrario: lo que en la actualidad se lleva a cabo es el más profundo desmonte de la rancia base de valores sociales culturales, lo cual, por vía de consecuencia, ha terminado minando por sus bases y sin mucha alharaca a la vieja oposición entre aquello que es arte o literatura y aquello que no lo es.

Y por eso, bajo los efectos de esa vasta operación de deconstrucción, a la altura de esta segunda década del siglo XXI, la idea de libertad, cuya semántica la mantenía intrínsecamente relacionada a la noción de responsabilidad, ha quedado pragmáticamente anexada a esa pulsión que consiste en satisfacer de manera inmediata todos los deseos, sin detenerse a calcular los riesgos ni las implicaciones de las ejecutorias que persigan esos fines. Ante esto, sería casi un chiste aducir que la única libertad de Narciso es la que consiste en hundirse hasta el fondo del lago, aunque tal vez lo verdaderamente trágico en todo esto es que ya nada resulte trágico: en nuestra época, la ridiculez ha pasado a convertirse en el lenguaje universal.

En toda la historia de occidente, no es tal vez la nuestra la única época en que la libertad se ha quitado de encima su tiara sagrada para pasar a comportarse como una simple palabra de a pie, pero sí es la primera en que este cambio no se vive —al menos todavía— como el resultado de una “revolución” ni de una deflagración, bélica o de cualquier otro orden. A la altura de esta segunda década del siglo XXI, en la misma medida en que un terremoto de nuevas sensibilidades estremece las antiguas convicciones y los gustos anquilosados, el derrumbe de los canales por medio de los cuales se solía fabricar la “importancia” cultural ya resulta ostensible.

Y es precisamente esto lo que sume en el ridículo más ramplón y chabacano todos esos rituales por medio de los cuales, en esas sociedades cuyos centros hegemónicos se hallan atrofiados por una inercia de  varios siglos, se insiste en mantener en vida, de manera artificial y flotando sobre un océano de indiferencia ante las serias carencias que afectan a los sectores educativos, el cadáver de la “gloria” artístico-literaria, esa antigualla forjada en la época en que los grandes capitales coloniales se sentían ensoberbecidos en su afán de igualar el esplendor de los antiguos imperios, y en particular los del Lejano Oriente.

¿El ridículo no mata?

En esas circunstancias, cabe la pregunta: ¿cuánto estaría dispuesto usted a pagar para que el ridículo no lo mate? Las formas de evitar el ridículo son tan propiamente ridículas que asustan. Las hay para todos los presupuestos: puede elegir entre invertir en vanity publishing, o en media tours, en idol makers o en pagarles a los influencers, a.k.a “bocinas”. Sin embargo, una cosa parece cierta: o paga o no se pega. La diferencia es que, si paga, lo enseñarán a nadar en el ridículo y a esconder la ropa. Y si no paga, etc. Y aunque pensarlo es sin duda sumamente aburrido, conviene preguntarse: ¿realmente vale la pena pagar para pegarse? Si pagar para evitarlo tampoco nos vacuna contra el ridículo, ¿por qué hay personas que se prestan al juego macabro del estraperlo? ¿Quién puede creer realmente que la palabra de un juez que uno mismo ha comprado tiene algún valor, incluso y sobre todo cuando lo que la película cuenta es que esa precisamente es la palabra que nos “consagrará”? ¿Y quién se puede tragar seriamente el cuento de que uno de esos jueces vendidos puede “condenar” a alguien? ¿Puede alguien imaginar un laxante más eficaz que ese?

Tal vez pagar sea inevitable en las sociedades contemporáneas, pero si hay algo cierto es que, como ocurre con los venenos y los perdones, el verdadero arte no se puede mercadear. Uno puede, claro que sí, gastarse todo el dinero que uno pueda en esa empresa, comprar periodistas, e incluso doblegar a los mismos odiadores de siempre, pero el resultado será invariablemente el mismo, ya que el verdadero arte nunca está de moda y siempre aguarda su momento. Es intempestivo, y esa es toda su fortaleza.

¿Cómo así?

Este octavo número de ¿Cómo así? arremete contra el trágico desfase donde nace ese ridículo que, sin lugar a dudas, es lo único profundo que se puede encontrar en la actitud de ciertos personajes que, en cada uno de nuestros países, se parapetan detrás de sus vínculos con el poder para, desde allí, cargar los dados y soplarse a sí mismos sus propios aires de grandeza. Entre otros objetivos, este número busca presentar una serie de opciones de peso ante el contemporáneo predominio de la infatuación. Cada uno de los colaboradores de este número ha sobrevivido a su manera a más de una batalla por el valor simbólico en la que el bando de sus enemigos ha tirado a la cabeza.

Así, la dominicana Leibi Ng, encabeza la sección de poesía con una muestra de sus textos que se decantan por su propia calidad de casi todas las versiones que pretende imponernos un main stream cuyo diseño, allí donde se le encuentre activo, es siempre de importación, como sucede cuando se asume como hipótesis de trabajo que el mundo está lleno de inmigrantes. El diáfano discurrir de ese Yo-poético de Leibi Ng enarbola un uso lingüístico excepcionalmente plástico que debería bastar para singularizarla si esta fuese una época dotada de conciencia simbólica. Sin embargo, como ya se ha dicho, pare ahora olmos ese peral…

El siguiente en la lista es G.C. Manuel, ido a destiempo de su propia patria de pedos grises y luego retornado en el inicio del fin de los tiempos. Un casipoeta que logró domesticar temprano aquel «idioma de las furias» del que hablaba Adrián Javier; un personaje condenado al exilio generacional por sus propios contemporáneos, desclasificado a posta, derrelicto a conciencia y silenciado en contumacia. Los textos que aquí se incluyen pertenecen a su producción de la década de 1980, época en que cometió el pecado imperdonable de ser él mismo en una sociedad que comenzaba entonces a arrebañarse en su propia salsa pero como quien se mira desde otra parte.

Le sigue Fernando Valerio Holguín, un poeta a tiempo completo, tanto en prosa como en verso, capaz de cultivar incluso entre las piedras la flor de la libertad. La fuerza expansiva de su estro lo condujo a protagonizar varios de los primeros asaltos contra el inmediatismo realista y el servilismo ideológico que predominaban en la literatura de los años 80, razón por la cual se le mantuvo silenciado durante décadas tanto entre los narradores como entre los poetas. A pesar de su larga permanencia en los EE.UU., es tal vez uno de los autores dominicanos contemporáneos que mejor domina su lengua de expresión y de reflexión, que es el español

Viene a continuación el puertorriqueño Edgar E. Ramírez Mella, un poeta híbrido, en el sentido de que maneja simultáneamente varios registros, varios lenguajes e incluso varios códigos, desde los de la poesía de la experiencia hasta ese neo expresionismo tan al gusto de los poetas de los 80, pasando por interesantes incorporaciones de otros planos de la subjetividad propios del arsenal surrealista (onirismo, deseo, extrapolaciones, etc.). En todos esos planos sus textos rezuman una fina ironía en ocasiones emula la politopía propia de las elaboraciones barrocas.

Del peruano Pedro Granados, siguiente en el índice, vale la pena resaltar el grado de conciencia del oficio y, sobre todo, su particular predisposición para el combate cuerpo a cuerpo con la lengua-símbolo, la lengua-sociedad y la lengua-cultura. La muestra de sus trabajos que aquí se incluye se abre con la reproducción de un texto recientemente publicado en su blog personal que, bajo el título «El poeta más odiado», basta para justificar su inclusión en este número de ¿Cómo así?

Abre la sección de relatos una narradora de armas tomar: la dominicana Kianny Antigua, quien, como toda una maestra en los secretos del antiguo arte ninja del despellejamiento y disección de los cuerpos, exfolia aquí numerosas muestras del contenido de un libro suyo de minicuentos que había permanecido inexplicablemente inédito hasta la fecha. De todos los colaboradores en este número, es tal vez Kianny Antigua la que menos se ajusta a su esquema organizativo, debido a su ya inveterada costumbre de ganar premios en certámenes literarios de todo tipo. Que de ninguna manera impida esto reconocer en ella una talentosa y exitosa representante de la economía verbal —un arte prácticamente en vías de extinción— que constituye uno de los secretos de la excelencia en materia de literatura en lengua española.

El siguiente narrador no es otro que el mexicano Artemio Ríos Rivera, maestro en varios sentidos y dueño de una prosa que late y mana una sangre propia con una libertad figurativa que lo mantiene lejos, muy lejos de los caminos trillados. Un ojo atento lo lleva a cultivar los detalles procaces, al borde de la repulsión, para integrarlos en unos esquemas narrativos donde adquieren una inusitada autonomía semántica. Muestras de “realismo sucio” o de “feísmo”, los relatos que nos comparte Ríos Rivera ponen de manifiesto la vitalidad de su narrativa, la cual reside en una franca y personal interpretación de la hibridez posmoderna.

 

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