lunes, 31 de diciembre de 2018

REFLEXIONES EN VOZ ALTA




REFLEXIONES EN VOZ ALTA
Absalón Méndez Cegarra
                                                                                  I
Procurando buscar una explicación a la situación política que tenemos en Venezuela, la cual es causa de malestar en todos los sentidos, nos fuimos al pasado reciente, a finales de los años 50 (1958) y comienzos de la década del 60 del siglo pasado. El pasado es de gran ayuda para entender el presente. La situación política que vivimos hoy, en Venezuela, la encontramos, relativamente, similar a la vivida en 1958-60, guardando las diferencias, sin duda, e, intercambiando los actores, aunque algunos se mantienen tal cual.

La historia nunca se repite. Es cierto. Pero, algunos elementos del pasado vuelven a hacerse presente casi de la misma forma, aunque el contexto haya variado significativamente.

La situación política de Venezuela en los años 1957 y 1958, es decir, hace 60 años, era, políticamente, semejante a la que tenemos hoy. Una lucha social, cívico-militar, de enfrentamiento contra la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. La izquierda de entonces, el PCV, desde la clandestinidad, junto con los partidos democráticos, desafiaron la dictadura y la derrumbaron; pero, “muerto el tigre, le tuvieron miedo al cuero”, como reza el refrán popular, por cuanto, al parecer, no existía vocación de poder en el PCV, esta vocación estaba en otro lado, en quienes capitalizaron la caída de la dictadura.

Logrado el objetivo, la izquierda de entonces, primero el PCV, luego, el MIR, Vanguardia Comunista,  AD Oposición y el MAS,  contando con gran apoyo popular, desafiaron el poder logrado por Rómulo Betancourt, es decir, rápidamente, se cambió de objetivo, el escenario cambió dramáticamente de la noche a la mañana, por lo que con diversas formas de lucha se enfrentó un gobierno popular, democrático, electo en un proceso libre y transparente, no rechazado por nadie; pero, que, según, los protagonistas del momento, traicionó los ideales que inspiraron el derrocamiento de la dictadura.

Hemos revisado, nuevamente, la monumental obra del Doctor Agustín Blanco Muñoz, sobre la “Violencia en Venezuela”, específicamente, el Tomo Dos, de Testimonios Violentos, “La Lucha Armada: Hablan 5 Jefes: Gustavo Machado, Pompeyo Márquez, Pedro Ortega Díaz, Guillermo García Ponce y Teodoro Petkoff”.

Al leer los testimonios de estos 5 Jefes, necesariamente, debemos trasportarnos al presente, o viceversa, por cuanto el Rómulo Betancourt de 1960,para los testimonios citados,  es, el Nicolás Maduro de 2018. Los proyectos de acción de lucha de ayer se repiten casi al carbón en la actualidad; pero, en un escenario y con actores invertidos.

Veamos algunas acciones de la izquierda de ayer, que, según sus autores, están preñadas de errores, de fallas, contradicciones e inconsecuencias y busquemos las coincidencias, en el entendido que la izquierda de ayer, la cual fe derrotada y quedó desarticulada,   sin rumbos y ambición de poder, es, hoy, el poder, en apariencia monolítico, con tendencias, sin duda, pero, poder al fin; mientras, que, al poder de ayer, la socialdemocracia, le ha correspondido ocupar el espacio vacío que dejó la izquierda, razón por la que hablamos de escenarios distintos con actores invertidos, pues, los revolucionarios bolivarianos de hoy, son hijos de los revolucionarios de la izquierda dividida de ayer; mientras que los derrotados de hoy son los hijos de los triunfadores de ayer.

La unidad política, cívico-militar, lograda en la Junta Patriótica que puso fin a la dictadura, bien pronto se fracturó en mil pedazos. La izquierda, no supo aprovechar el momento, cedió espacio a la social democracia y ésta, lo aprovechó con creces, a tal punto que acabó con la izquierda emergente, la aisló totalmente. Una izquierda tambaleante, como la oposición de hoy, intentó varios caminos de lucha: guerra insurreccional, lucha armada, repliegue, viraje, elecciones, abstención, negociación, golpe de Estado, “nuevo gobierno ya”, Rómulo Renuncia”, asalto al Congreso Nacional, presos políticos, exilio; y, en todos ellos, salieron derrotados.

Todos estos caminos explorados ayer, con la sola excepción de la lucha armada, han sido transitados en el presente con similares resultados. Las consignas, propósitos, objetivos de la lucha de ayer han aflorado hoy, tal es el caso de “nuevo gobierno ya”, “Maduro Renuncia”, golpes de Estado, anulación de la Asamblea Nacional, el viraje de las Mesas de Diálogo, el repliegue, la participación electoral y la abstención electoral, en fin, en la oposición, pareciera que se está viviendo lo vivido por la izquierda revolucionaria de los años 60.

Conclusión, hoy, al igual que ayer, hemos cometido muchos errores, lo que ha permitido que una supuesta unión cívico-militar bajo el paraguas de una tal revolución bolivariana, se haya entronizado en el poder y sojuzgado a la mayoría del pueblo venezolano.

II



El Padre Luis Ugalde, S.J. referencia importante, faro de luz en la Venezuela actual, ha indicado en varias ocasiones, por escrito y verbalmente, el camino que los venezolanos debemos emprender hoy. Ha retomado la pregunta de V. Lenin  ¿Qué hacer? Para responder luego que debemos actuar unitariamente. Divididos no podemos alcanzar nada. Necesario es la construcción de un gran frente político, económico y social, con participación de todos los sectores, con diferencias, pero, no con obstáculos, empeñados en construir o reconstruir una nueva Venezuela. Entonces, dos son los ejes vertebradores: Un frente común unitario y un Proyecto de país.

El frente común unitario debe replicar experiencias como la de la Junta Patriótica o, la concertación chilena, post Pinochet. El Proyecto país debe ser el norte a seguir a largo plazo, como política de Estado. Sobre estos dos aspectos hay avances importantes que hay que fortalecer y consolidar.

Venezuela ha bebido en dos fuentes en el pasado reciente. En el capitalismo industrial, liberal y neoliberal; y, en el remedo de socialismo, convertido en destrucción nacional y ambiente favorable a todo tipo de corrupción. Entonces, queda, inventar un nuevo camino que nos lleve a un venezolano distinto, amante del trabajo como vía para obtener los medios de vida; una sociedad productiva con identidad nacional y un Estado al servicio del ciudadano.

En cuanto a la protección y favorecimiento del trabajo creador y productivo como base de la sociedad nacional debe pensarse en lo dañino que resulta para un país, la familia y los individuos dar sin contraprestación alguna. Necesario evitar el parasitismo social y la creación de una sociedad del no trabajo. Una sociedad de trabajadores conlleva, necesariamente, a una sociedad protegida por la seguridad social. Al respecto, Robert Castel, en su obra: “El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones, estatuto del Individuo” (FCE. 2010), plantea lo siguiente: “Pero, más profundo que el aumento de las desigualdades, es preciso recalcar el hecho de que se asiste a una transformación del propio régimen de las protecciones que hace que los “individuos por defecto” sean remitidos hacia formas inferiores de protección. Son así devaluados no sólo porque no están integrados en el régimen de empleo (y por eso no están protegidos por el sistema de la seguridad basado en el trabajo), sino también a través de los dispositivos montados para paliar las carencias del empleo y la ausencia de protecciones construidas a partir del trabajo…

La consigna de la “activación de los gastos pasivos” se ha convertido así en el leimotiv de la recomposición de la acción pública. Ella implica que los recursos y los servicios ya no deben ser distribuidos en forma automática, sino que su obtención exige la movilización de los beneficiarios…Esta evolución expresa a la vez la progresión de una lógica mercantil en el campo de lo social (toma y daca, nada de prestación sin contraprestación) y la extensión del llamado a la responsabilidad del individuo que debe ser la parte interesada en las empresas que apuntan a su rehabilitación (nada de ayuda otorgada a quien no trate de ayudarse a sí mismo)”

El día de ayer, 29 de diciembre, vimos con estupor, en el Este y Oeste, en el Norte y n el l Sur de la ciudad Capital, inmensas colas de personas y vehículos, vías cerradas, conflictos sociales, en la búsqueda de un pedazo de pernil o una caja clap, repleta de lentejas. Burla y humillación hasta más no poder; y, tal pareciera, que a la gente le encanta la situación y se divierte con ella. Asistencialismo social ciego y burdo.

La creación de una sociedad productiva es causa y efecto de la valorización del trabajo productivo. En la medida que el trabajo de los individuos adquiere valor (trabajo decente, promueve la OIT), en esa misma medida y, aún mayor, la sociedad se hace productiva, generando los bienes y servicios que satisfacen las necesidades de la población total. La sociedad productiva requiere el esfuerzo de todos los sectores. Públicos y privados.

Un Estado al servicio del ciudadano. En un país como Venezuela y, en las circunstancias actuales, es necesario construir ciudadanos, construir ciudadanía, pues, nacionales los tenemos sin mayor esfuerzo. Volvemos con Castel, quien señala: “Ciertamente, el Estado no es un árbitro neutro entre los interlocutores sociales. Pero tampoco es el instrumento exclusivo de la dominación de una clase. Él es el que la mayoría de las veces conduce a los compromisos entre estos interlocutores en nombre del mantenimiento de la cohesión social, y en todo caso los ratifica y les da fuerza de ley.” Esta es una mirada distinta del papel del Estado que supera las visiones sobre el Estado en el capitalismo y en el socialismo, más acorde a la dinámica social del presente. Un Estado, ciertamente, regulado por la Ley. Un Estado al servicio de los ciudadanos, no a la inversa. Reformismo puro, lo calificarán algunos; pero, en todo caso, es mejor que lo que tenemos por Estado.

III



El gobierno venezolano ha llevado a límites extremos la precarización de las condiciones generales de trabajo, en especial, la remuneración del trabajo. En la Venezuela actual, es más productivo no trabajar que trabajar, por lo que estamos creando la sociedad del no trabajo con todas sus consecuencias negativas para el país.

Uno de los sectores laborales mayormente precarizado en Venezuela es el docente.   El artículo 3 de la CRBV nos habla de los fines del Estado.  Establece que “la educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”; pues, bien, el gobierno hace de la Constitución una simple “hoja de papel”, totalmente inefectiva.

La educación en Venezuela, es, ya, una caricatura en todos sus niveles. Para el gobierno es solo un asunto de morrales y uniformes. La calidad del hecho educativo no importa. Importan los números que revelan la matrícula inicial, independientemente, que la sucesiva y permanente disminuya considerablemente. El maestro de educación primaria, el profesor de educación media y el profesor universitario son parias sometidos a todo tipo de vejamen y atropello, sin considerar que la sociedad les ha confiado una importante y sagrada misión. El gobierno, progresivamente y mediante diversas vías y acciones va cerrando las puertas de los centros educativos, lo cual es verificable al observar el deterioro que presentan las Universidades del país, condenadas al cierre por asfixia presupuestaria.

El trabajo y el trabajador, son, igualmente, víctimas del menosprecio del gobierno. En los últimos meses hemos visto en la acción de gobierno un comportamiento orientado a aniquilar a los trabajadores, en abierta violación a los establecido en el artículo 89 de la Constitución como principios del Derecho Laboral. Se ignora e irrespeta el principio que establece la intangibilidad y progresividad de los derechos y beneficios laborales, el derecho a la huelga, a la contratación colectiva y a  la libertad sindical.

El gobierno, no solo violenta la contratación colectiva interna lograda entre el patrono y los miembros del personal docente y de investigación, tal es el caso, de las Universidades Nacionales, sino que violenta su propia contratación, alcanzada unilateralmente, mediante la convocatoria a una reunión normativa laboral: convención colectiva única de los trabajadores y trabajadoras del sector universitario.

El gobierno ha achatado y desconocido las escalas salariales, la carrera académica, a tal punto, que, hoy, un profesor titular, a dedicación exclusiva, en una Universidad Nacional, percibe una remuneración de 1,7 salarios mínimos, lo que explica claramente el éxodo del personal docente y el desmejoramiento de la calidad educativa.

Un sector social refractario a las injusticias y atropellos sociales como el estudiantado universitario ha sido silenciado totalmente por la violencia oficial (represión) desarrollada en los años 2014 y 2017, esa es la paz lograda de la cual se ufana el gobierno. La “violencia estructural”, es decir, la muerte de niños y ancianos por falta de medicinas y alimentos, de trabajo, de servicios médicos, etc., importa cero al gobierno. Con mentiras y engaños mantiene una población cautiva que le legitima, el reino del asistencialismo social.

IV



Estamos próximos al comienzo   de un nuevo año.  Este año (2019) se cumplen 20 años de la llegada de Hugo Chávez al poder e inicio de la “revolución bolivariana”. Nombre equivocado para denominar un proyecto total y absolutamente contrario al pensamiento de Simón Bolívar, El Libertador. Todo lo bautizado con el nombre de Bolívar ha sido destruido, inclusive, el signo monetario de la nación. El año porvenir se anuncia de distintas maneras. Apocalíptico para el pueblo venezolano y auspicioso exclusivamente para el gobierno nacional. Sí, el año 2018, fue terrible para los venezolanos; el año 2019, pinta peor. Nadie entiende cómo el gobierno anuncia maravillas para el venidero año, a sabiendas que todo va de mal a peor.

Hay muchos pronósticos sobre la realidad de la nación en el 2019. Ojalá, todos se cumplan para bien de Venezuela. Se espera un año de enorme conflictividad social. No existe una sola razón que haga pensar que las cosas no van a ser así.

De acuerdo al malestar existente en el sector laboral educativo y a las declaraciones de sus líderes es posible que no exista retorno a clases después del receso navideño. Sí, tal cosa se materializa, debe haber unidad en la lucha. Ningún sector laboral del sistema educativo debe regresar a sus labores hasta tanto el gobierno dé marcha atrás a la serie de violaciones y atropellos a los que ha sometido a este sector. No es sano, ni conveniente para la lucha social, por múltiples razones, que se repita la experiencia del año 2018. Paros consecutivos acordados por los distintos sectores laborales de la educación: docentes, administrativos y obreros, realizados por turno, por secuencias, lo que carece de efecto-presión alguna.

O, lo más grave, el movimiento de protesta del personal de enfermería, totalmente justificado, que se fue debilitando porque no encontró apoyo decisivo y definido en el resto del personal del sector salud y menos el respaldo de la población entera. Así, la lucha social se esteriliza y se va desgastando progresivamente. La lucha social exige y demanda unidad y solidaridad. Y, sobre todo, calle y pueblo.

30/12/18





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